domingo, 26 de mayo de 2013

Intemperie. Jesús Carrasco.



Título: Intemperie.
Autor: Jesús Carrasco.
Editorial: Seix Barral.
Colección: Biblioteca Breve.
ISBN: 978-84-322-1472-1
Año de publicación:  2013
Páginas: 224.






«El apunte carpetovetónico pudiera ser algo así como un agridulce
bosquejo, entre caricatura y aguafuerte, narrado, dibujado o pintado,
de un tipo o de un trozo de vida peculiares de un determinado mundo:
 lo que los geógrafos llaman, casi poéticamente,  la España árida.»
(Prólogo a la novela “El gallego y su cuadrilla” Camilo José Cela)




He recibido, por parte de los amables lectores y seguidores de este blog literario, algunos correos solicitando mi opinión, e instándome, a analizar y reseñar la novela “Intemperie” del escritor pacense Jesús Carrasco.  En la mayoría de los casos, mis amables lectores, me hablaban de la perplejidad, y en algunos casos desorientación, que les había provocado la lectura de esta novela. Y, por otra parte, la fuerte divergencia y las contrapuestas opiniones que ha suscitado entre lectores y sectores de la crítica especializada. Por estas razones he considerado conveniente traer a este blog literario la primera novela de Jesús Carrasco.




Antes de nada me gustaría comentaros que antes de sentarme al ordenador para escribir esta reseña he leído un par de veces el libro, para así afinar aún más mi pensamiento crítico y no dejarme llevar por una primera opinión “en caliente”, algo totalmente incompatible con el ejercicio de la crítica literaria. Y, puestos a reconocer, lo he leído por segunda vez porque tras la primera lectura he sentido que, era probable, que algo se me hubiese quedado en el tintero y he preferido, tras una segunda lectura, afianzar y asegurar más mi opinión al respecto.




Dicho todo lo cual, y con la intención de centrar el tono de mi crítica, debo decir que “Intemperie” de Jesús Carrasco me ha parecido una novela magnífica, una bellísima narración épica e intemporal, que con un lirismo despojado de rasgo superfluo, que en su desnudez, en su aridez, hacen de “Intemperie” un libro extraordinario. Un libro escrito con una evidente intención de crear literatura y con una complejidad técnica que resulta casi inconcebible en un autor novel. Sin embargo, y ya lo digo desde el primer momento, es muy probable que a una gran mayoría de los lectores les resulte un libro aburrido, insulso y carente de todo interés. Y es por ese motivo, precisamente, por el que a lo largo de esta reseña intentaré explicar por qué habrá lectores que les encante y a otros, me temo que a una mayoría, cuanto menos les resulte indiferente.




Siguiendo el esquema habitual en mis análisis literarios, creo que lo más conveniente, en aras a la metodología de este análisis literario, será esbozar, someramente, la sinopsis de los hechos que acaecen en la novela. Precisamente sobre este particularmente de la “acción” en la novela “Intemperie” me extenderé en su análisis a lo largo de la reseña puesto que ocupará un lugar preeminente en su análisis e interpretación. Para este fin voy a transcribir, literalmente, la recensión que ha publicado la editorial Seix Barral que me ha parecido particularmente interesante para la finalidad que se persigue.




“Un niño escapado de casa escucha, agazapado en el fondo de su escondrijo, los gritos de los hombres que lo buscan. Cuando la partida pasa, lo que queda ante él es una llanura infinita y árida que deberá atravesar si quiere alejarse definitivamente de aquello que le ha hecho huir. Una noche, sus pasos se cruzan con los de un viejo cabrero y, a partir de ese momento, ya nada será igual para ninguno de los dos. Intemperie narra la huida de un niño a través de un país castigado por la sequía y gobernado por la violencia. Un mundo cerrado, sin nombres ni fechas, en el que la moral ha escapado por el mismo sumidero por el que se ha ido el agua. En ese escenario, el niño, aún no del todo malogrado, tendrá la oportunidad de iniciarse en los dolorosos rudimentos del juicio o, por el contrario, de ejercer para siempre la violencia que ha mamado. A través de arquetipos como el niño, el cabrero o el alguacil, Jesús Carrasco construye un relato duro, salpicado de momentos de gran lirismo. Una novela tallada palabra a palabra, donde la presencia de una naturaleza inclemente hilvana toda la historia hasta confundirse con la trama y en la que la dignidad del ser humano brota entre las grietas secas de la tierra con una fuerza inusitada”




He creído conveniente encabezar este análisis literario sobre la novela “Intemperie” de Jesús Carrasco con una cita perteneciente al prólogo de la novela “El gallego y su cuadrilla” de D. Camilo José Cela. En este prólogo nuestro gran autor de Iría Flavia, nos define, con mucho acierto, el carpetovetonismo. “Intemperie” es una novela que tanto por su temática, como por estilo narrativo, como por su exuberancia léxica está claramente inserta, al menos esa es mi opinión, en ese ubérrimo tronco de la literatura española de posguerra. Sin duda estamos hablando de un vástago de autores, fundamentalmente y por citar los más señeros, como Cela y Delibes (sobre todo en sus novelas de carácter rural).




Desde un punto de vista técnico me ha resultado absolutamente deslumbrante, ya que se trata de un relato en el que prácticamente la acción queda reducida a su mínima expresión y Jesús Carrasco tiene que sostener toda la estructura dramática, durante más de 200 páginas, en un texto en el que prácticamente no sucede nada y, además, sin el apoyo, tan socorrido y tan usado actualmente por los escritores, del uso de los diálogos. Por lo tanto estamos ante una novela singular y diferente a todas aquellas que abarrotan, clónicas la mayoría, los anaqueles de las librerías. Ya con estos mimbres entenderá el lector que puede resulta una novela de difícil “digestión”. Pero sin profundizamos un poco más comprenderemos que el autor nos está planteando un texto literario (y nunca mejor dicho por su intención claramente estilística y de crear una obra artística) que nos plantea un tema intemporal narrado de un modo descarnado e incluso “doloroso”. De hecho tras un minucioso análisis del texto no he sido capaz de encontrar ningún tipo de referencia espacio temporal que nos permita situar, con precisión, donde transcurre la acción de la novela. Es evidente que ese interés que pone el autor en ocultarnos esa información no puede responder más que a un interés de trascender y universalizar los hechos que se narran.




Solamente el estudio del amplísimo léxico que utiliza Jesús Carrasco en la novela, lleno de voces con un innegable sabor a campo, así como de sus aperos y labores, y su resonancia a palabras ya prácticamente sepultadas en el olvido, justificaría un sesudo trabajo que implicaría la participación de varias disciplinas como, por ejemplo, la dialectología, entre otras. Evidentemente no podremos profundizar, por razones evidentes, en un estudio que alcance esas cotas tan sumamente técnicas y especializadas algo que desbordaría completamente el ámbito de una reseña literaria. En “Intemperie” el autor hace una brillante ostentación del ubérrimo caudal lingüístico del castellano (tristemente en muchísimas de las novelas publicadas se puede comprobar un alarmante, deplorable y paupérrimo uso léxico). Como ejemplo citaré algunas de las palabras que aparecen en el texto: Albarda, ataharre, aguaderas, taray, mechinales, matacán, apersorgar, cresota, amusgar…, etc. Pero toda esa sobreabundancia, toda esta deliciosa utilización léxica tiene fundamentalmente una intención estética. Porque, sin duda alguna, “Intemperie” es una novela profundamente lírica, incluso en su estructura interna se advierte en algunos momentos que se aproxima, cuando no la alcanza, a la prosa poética.





Un punto de obligado análisis a la hora de estudiar esta novela es la aparición de la figura del narrador (por otra parte figura omnímoda en todo el relato). Sin embargo veremos que la voz narrativa se “sujeta” al devenir de los acontecimientos, y excepto en muy contadas ocasiones, nos hace partícipes de su carácter omnisciente. Solamente en un momento, que no voy a desvelar para no reventar la novela, el autor nos dará una pista acerca del futuro del niño protagonista. Pero lo va a hacer muy de soslayo, como pasando de puntillas, para, tal vez, fijar la atención del lector exclusivamente en el presente narrativo en el que discurre la novela. Un ejemplo de esa omnisciencia que, como ya comenté un poco más arriba, resulta tan extraña en “Intemperie” sería este:




“Durante el desayuno asistió, por vez primera, al aparejo del burro. Una liturgia que él mismo habría de reproducir el resto de su vida y que, con el tiempo, pasaría a formar parte de un ritual mayor: el del oficio y el tránsito”.




Toda la novela es un hermoso ejercicio de composición artística en el que apreciaremos el uso de multitud de recursos estilísticos que conseguirán “pintarnos” con una gran fuerza expresiva aquellos inhóspitos páramos que el autor describe con tanta belleza y maestría. Esa misma fuerza expresiva le servirá a Jesús Carrasco para “esculpir” el carácter de los personajes, sirviéndose tanto de la etopeya como de la prosografía, para darnos vida a los personajes. Personajes atemporales de los que desconocemos prácticamente su pasado, para reforzar esa intención épica con la que, en mi opinión, el autor concibió esta novela.




Me voy a permitir para ilustrar esta reseña, mostrar un par de ejemplos que nos darán una visión del uso de la prosa por parte del autor. Ambos ejemplos, que han sido seleccionados por su representatividad, nos van a dar una idea de la “sensorialidad” de su prosa y de cómo apelará a nuestros sentidos.




“Se desplazaban sobre el suelo pedregoso a un ritmo tan lento que ni tan siquiera levantaban polvo. Allí por donde pasaban, los restos de surcos y eras les hablaban de desolación. Besanas lavadas sobre las que ondulaba una costra de barro cocido que sólo el asno cargado hundía. Huertas viejas como tablas de lavar y pedernales desprendidos de los trillos con sus bordes afilados y su aspecto ceroso. Llegó un momento en el que el sol estaba tan alto que el burro ya no protegía con su sombra al chico que, a cada rato, manipulaba su camisa para intentar que le cubriera al mismo tiempo la cabeza y la espalda. De vez en cuando miraba al anciano para hacerle entender su agobio, pero el hombre, inmune al calor, seguía trazando el rumbo como si anduvieran por la ribera de un lago de montaña”. 




“Tenía los ojos retranqueados, protegidos de la luz por dos arcadas huesudas que ensombrecían sus córneas lechosas”.




En este último ejemplo que he puesto se puede observar uno de los mayores errores que se pueden achacar a la novela. Con esto me quiero referir a que a veces, al menos es mi opinión, el autor en su afán por la “pirueta lingüística” (permítaseme esta expresión no muy ortodoxa) Jesús Carrasco propende a abusar de algunos usos y expresiones tan alambicadas que terminan por resultar ridículas, improcedentes e incluso pedantes, como ocurre, en mi opinión, con este último ejemplo. Y éste sería uno de los principales errores imputables a “Intemperie” que en algunos momentos da la sensación que, más allá de la historia que nos narra, que debería ser lo más importante, el autor se regodea en su indiscutible dominio técnico cayendo en la autocomplacencia y perdiendo pié cayendo en momentos más cercanos a la autoparodia.




Ese afán por la “pirueta lingüística”, que en algunos momentos se le va totalmente de las manos, unido a esta peculiar técnica narrativa en la que las cosas suceden a un ritmo lento, tan alejado del trepidante ritmo, casi cinematográfico que se utiliza en la literatura actual, hacen de “Intemperie” un libro difícil de leer. Como comentaba al principio de esta reseña, en algunos de los correos que me instaban a analizar esta novela, me comentaban que les había resultado lenta y aburrida.  Yo, personalmente, no me siento proclive a compartir esa opinión, porque a mí, con las salvedades ya indicadas, sí me ha gustado, pero comprendo, como ya decía al principio, que es una novela que es muy probable que no le guste a todo el mundo. Creo que el autor termina perdiéndose en la autocomplacencia, sabedor que está escribiendo una novela importante. En cualquier caso estaré impaciente por leer su segunda novela para poder pronunciarme, con más conocimiento de causa, si estamos ante un autor con una voz peculiar en nuestra narrativa actual.




Dicho todo lo cual, y para no alargarme mucho más en el análisis de esta interesante propuesta narrativa que nos hace Jesús Carrasco, creo que en “Intemperie” nos demuestra que es un autor de mucho talento y con muchos recursos técnicos pero que aún, y a pesar del “tour de forcé” de dominio técnico que demuestra en la novela, aún no ha conseguido encauzar y dirigir plenamente todo este indudable talento hacía un relato que consiga emocionar y subyugar al lector. Y cuando hablo del lector no me refiero sólo a la crítica especializada sino al lector que únicamente pretende disfrutar leyendo una historia. Un ejemplo de esta magnífica simbiosis, por seguir con los ejemplos que citaba al inicio de la reseña, sería “Camino” de D. Miguel Delibes.




Ateniéndome a todo lo expuesto con anterioridad y conforme mi conciencia y modo de entender el arte literario, creo que la puntuación que más justicia haría, a la hora de valorar la novela “Intemperie” de Jesús Carrasco, sería de un 8,25/10.


© Luis Alberto Cao


(Para ilustrar esta reseña os dejo un video con un entrevista a Jesús Carrasco autor de la novela "Intemperie")

jueves, 23 de mayo de 2013

Inferno. Dan Brown



Título original: Inferno.
Autor: Dan Brown
Traducción: Aleix Montoto.
Editorial: Planeta.
ISBN: 978-84-08-11417-8
Fecha de publicación:  16 de mayo de 2013
Nº de páginas: 640 páginas.



“Los lugares más oscuros del infierno
están reservados para aquellos
que mantienen su neutralidad
en épocas de crisis moral”.
(Inferno. Dan Brown, cita inspirada
en la Divina Comedia de Dante




Después de una intensa y bien planificada campaña de Marketing, rodeada de un secretismo más propio de las aventuras del profesor Robert Langdon que del lanzamiento de una novela, por fin ha llegado a las librerías la última novela del escritor norteamericano Dan Brown: “Inferno”. Evidentemente este blog literario no podía quedar ajeno a todo este interés tanto del aparato mediático como por parte de, sin duda alguna, la legión de lectores que siguen, con auténtica pasión y fervor, en muchos casos, las novelas de este autor.



He leído con mucha atención, y con el mayor rigor crítico, la novela “Inferno”. Asimismo he intentado sustraerme y aislarme de toda esta barahúnda comercial y publicitaria para centrarme única y exclusivamente en el análisis crítico y desapasionado de la novela. Condición insoslayable, junto con el desapasionamiento y el “alejamiento”, para poder analizar cualquier texto literario (y, en general, cualquier obra de arte). A modo de introducción a esta reseña y con la finalidad de pautar el tono general de la crítica de “Inferno”me gustaría hacer algunas consideraciones previas y, en mi opinión, necesarias. Es indudable que un amplio sector de la crítica especializada, muchos de mis colegas, se muestran especialmente inmisericordes con cualquier novela que tenga la vitola de “bestseller”. Por supuesto respetando sus opiniones, sí me gustaría matizar que, según mi manera de entender la literatura la única distinción que me parece pertinente una diferencia, aún más esencial y determinante, a saber, entre novelas “buenas” y “malas”. Y la clasificación de un libro en estas dos grandes categorías, valga la excesiva simplificación, no depende, en absoluto de su nivel de ventas. De hecho a lo largo de mis muchos años de experiencia en la crítica literaria he leído bestsellers magníficos y libros de “culto” y de autores, presuntamente “imprescindibles” que han sido, por aplicarle unos adjetivo “suaves”, flojos y “prescindibles”·



Dicho lo cual, tras esta digresión, sí me gustaría adelantar que, independientemente de un posterior análisis más riguroso, en líneas generales “Inferno” me ha parecido una novela muy entretenida, ágil y trepidante en que las cosas nunca son lo que parecen, aunque en mi opinión en algunos momentos resulta excesivamente autoparódica y repetitiva en algunos planteamientos del libro, respecto a las anteriores entregas de la serie del profesor Langdon. En mi opinión no es la mejor novela de Dan Brown, pero sí ha conseguido mantener el nivel siendo fiel a su estilo. Esa es una de las características de este autor y es que ha sabido imprimir a sus obrtas un estilo inconfundible que, además, ha creado escuela. Sin embargo, es evidente que Dan Brown ha sabido acertar con una formula literaria tras la que se han agregado infinidad de escritores (en la mayoría de los casos con escasa fortuna, por cierto). Este éxito, sin duda alguna, está  sustentado por la acertadísima creación del personaje de Robert Langdon auténtico “alma mater” de toda la serie. En cualquier caso a lo largo de esta reseña tiempo habrá para desmenuzar y analizar, con más detenimiento, esta novela. No me resisto a decir que uno de los complementos más importantes y distintivos de Langdon, el reloj de pulsera de Mickey Mouse, tendrá un destacado papel… (y hasta ahí puedo leer).



Antes de entrar en el análisis propiamente dicho creo que lo más adecuado, llegados a este punto, sería pergeñar una breve sinopsis argumental de los hechos que acaecen en “Inferno”, con la loable intención de situar, al eventual lector de esta reseña, en la acción dramática en la que se desenvuelve la novela. Para este fin voy a transcribir la recensión que, al efecto, ha publicado la editorial Planeta.



En sus bestsellers internacionales El código Da Vinci, Ángeles y demonios y El símbolo perdido, Dan Brown aunó con maestría historia, arte, códigos y símbolos. En su fascinante nuevo thriller, Inferno, Brown recupera su esencia con su novela más ambiciosa hasta la fecha. 
En el corazón de Italia, el catedrático de Simbología de Harvard Robert Langdon se ve arrastrado a un mundo terrorífico centrado en una de las obras maestras de la Literatura más imperecederas y misteriosas de la Historia: el Infierno de Dante.

Con este telón de fondo, Langdon se enfrenta a un adversario escalofriante y lidia con un acertijo ingenioso en un escenario de arte clásico, pasadizos secretos y ciencia futurista. Apoyándose en el oscuro poema épico de Dante, Langdon, en una carrera contrarreloj, busca respuestas y personas de confianza antes de que el mundo cambie irrevocablemente”.


El escritor norteamericano Dan Brown es un autor que ha sabido dotar a sus novelas de unas características y un estilo literario que, junto con su particular enfoque temático, le han conferido un sello particular e inconfundible. “Inferno” es una novela, como es habitual en Dan Brown, estructurada en pequeños capítulos, en concreto 104 breves capítulos y un epílogo final (valga la redundancia), que mantienen una cierta unidad temática y que, en mi opinión, son claramente deudores de la estructuración de las secuencias de una película. Dicho lo cual se puede colegir que la “gramática” narrativa de este autor está más próxima a la cinematográfica que, propiamente, a la literaria. El desarrollo tanto de los personajes como de las tramas resulta muy visual, y cercano, en algunos momentos, al desarrollo de un guión cinematográfico. Una vez más vemos, como ya he comentado, en algunas reseñas anteriores ,que la influencia del séptimo arte en la literatura contemporánea resulta cada día más evidente.



En el párrafo anterior me refería al estilo y las características especiales que Brown ha sabido imprimir a su producción novelística que, sin duda alguna, ha conseguido crear sino una escuela al menos una corriente narrativa, a juzgar por el aluvión de novelas que han “florecido” al hilo de esta rentable fórmula literaria. Sin embargo, después de la atenta y minuciosa lectura de “Inferno” podemos apreciar que, en cierto modo, el propio Brown está siendo víctima de su propio estilo. Intentaré explicarme. “Inferno”, como decía al comienzo de esta reseña, es una novela interesante, trepidante e incluso me atrevería a decir que, en algunos instantes, adictiva. El problema es que a lo largo de “Inferno” el autor no deja de autoparodiarse y repetiendo algunos “clichés” ya manidos a fuerza de repetirse. Especialmente en lo relativo a la caracterización de los personajes y, por supuesto, de su protagonista el profesor Robert Langdon.




Esto no obsta para reconocer que Dan Brown es un escritor que conoce el oficio, que sabe dosificar la acción e interesar y excitar al lector sumergiéndole en su propio universo creativo. Personalmente lamento, como lector y crítico literario, que el autor se esté dejando deslizar por ese camino fácil que ha elegido. Y lo lamento porque creo que Brown es un autor con los suficientes recursos técnicos y artísticos para dar un paso más en su creación. Si profundizamos un paso más en el nivel de análisis y estudiamos su estructura interna, en mi opinión resulta decepcionante por el pobre uso lingüístico tanto desde un punto de vista léxico como desde un punto de vista “estructural”. A lo largo de la novela son recurrentes ciertas expresiones y giros idiomáticos que se repiten hasta la saciedad (la única duda que me cabe al respecto es si pueden ser fruto de una poco elaborada traducción…, pero no me atrevo a pronunciarme puesto que no he leído el libro en su versión original inglesa).



Uno de los grandes aciertos de esta novela es el planteamiento inicial. Brown nos propone a un Robert Langdon que despierta en la cama de un hospital porque acaba de recibir un tiro en la cabeza que le ha producido una amnesia postraumática. Esta situación de inestabilidad dará pie al autor para enfrentarnos a un relato en la que nada es lo que parece y en la que el lector será vapuleado y desorientado a parte iguales por los avatares que se van desarrollando a lo largo de la novela, acompañando en esta zozobra y perplejidad al protagonista.



Reconozco que, desde un principio, una de las cosas que más me atrajo, por mi formación filológica ha sido las referencias a, probablemente, uno de los autores más importantes e influyentes de la historia de la literatura. Me estoy refiriendo al gran poeta florentino Dante Alighieri. En ese punto quizás sea en donde me he sentido más defraudado. Dan Brown va a tocar el estudio de su mejor Divina comedia, en teoría “alma mater” de esta novela, de un modo muy tangencial y, sobre todo, superficial. Como filólogo puedo decir que igual que el autor demuestra un notable conocimiento e información sobre el arte no alcanza, ni mucho menos, esa capacidad de análisis y penetración en un texto tan rico y sugerente como la Divina Comedia, obra cumbre del padre de las letras italianas.



Dicho lo cual, a estas alturas,  ya resulta bastante evidente que “Inferno” podría definirse como un gran espectáculo de fuegos artificiales (y nunca mejor dicho lo de artificiales) que entretiene y que, por momentos, maravilla pero que después de haber asistido a varios termina por sorprender cada vez menos. Insisto, y me gustaría reincidir nuevamente en este aspecto, que considero fundamental, que esto no quita que sea una novela amena e interesante, en parte gracias al sustento del personaje central que, sin duda alguna, ha sido el cimiento del éxito de esta saga literaria. Otro de los puntos que hacen interesantes estas novelas es la sabia dosificación de los diferentes ingredientes imprescindibles para “cocinar” un bestseller: acción, arcanos y misterios esotéricos, unas ciertas gotitas de amor, un protagonista atractivo e interesante, mezclado con una base temática basada en la intrahistoria del arte y todo esto salpimentado con un poco de humor y ¡voilà!... he aquí la receta del éxito.



“Inferno” es un libro en el que abunda el humor y la ironía (en el sentido de la primera acepción de esta palabra en el diccionario de la RAE: Burla fina y disimulada). Como bien habrá observado el lector no he querido, deliberadamente, dar pistas, de ningún tipo, sobre lo que ocurre en la acción de la novela porque podría correr el riesgo de reventar la novela, nada más lejos de mi intención. Pero, sin embargo, y contraviniendo esta resolución voy a citar un claro ejemplo de esta ironía de la que hace gala el autor. En un momento dado Robert Langdon se pone en contacto, telefónicamente, con su editor para conseguir un Jet privado. A lo que el editor le dice que los libros que ha escrito Langdon no son un bestseller, a menos que se titulasen “Cincuenta sombras de la iconografía” haciendo una encubierta burla del bestseller, casi homónimo, de E.L.James. Evidentemente en esta elegante crítica, pero a la vez mordaz, Dan Brown nos muestra que dentro de los bestsellers hay “clases y clases”… “Inferno” pertenece a la clase de los bestsellers de mayor calidad e interés.



Dentro de la parte más negativa de la novela no me queda más remedio que destacar una grave incoherencia del personaje protagonista femenino, Sienna Brooks. Dan Brown desliza un error bastante considerable respecto a este personaje… lamentablemente lo dejaré a la sagacidad y la atención del lector porque revelar este “error” sería prácticamente desvelar y reventar toda la novela. También me ha llamado la atención otro error o incoherencia, no sé si a causa de una mala traducción o imputable al propio autor. En un momento de la novela uno de los personajes dice “, con esta información y dado que en la novela no tenemos una clara definición temporal de cuando se desarrolla podríamos darlo por válido, pero unas páginas más adelante Dan Brown nos comenta que otro personaje, con intención de conseguir un “favor” extrae de su cartera un billete de 100 euros… Aún más grave y evidente es el lamentable error de traducción y edición, que debería ser impropia de una editorial de la importancia en lengua española de Planeta y que desmerece tremendamente el resultado final de la edición de la novela.  Me refiero en concreto a este fragmento que aparece al final de la novela (el error se repite al menos un par de veces), la citaré textualmente:



“ – ¿Y no cree que esa forma de pensar entra en conflicto con el proceso evolucionario?



No pude evitar removerme en el asiento cuando leí esta frase, porque la palabra “evolucionario” no existe en castellano. Lo correcto sería hablar del proceso evolutivoy, de ningún modo, “evolucionario”. Una pena que en estos detalles se descuide tanto la edición de una obra en la que imagino la editorial habrá hecho un importante esfuerzo económico.



Lamentablemente, y como por desgracia suele ser ya más que habitual, quedan en mi cuaderno de apuntes infinidades de observaciones y detalles que, en mi opinión, hubieran merecido figurar en este análisis literario. Sobre todo me hubiese gustado incidir en la construcción de los personajes en Dan Brown que, en mi opinión resulta un tema muy interesante, pero lamentablemente voy a tener que posponer ese análisis fundamentalmente por dos motivos: en primer lugar porque la longitud de este estudio está desbordando la extensión recomendable para una reseña literaria y, por otra parte, porque tal vez fuese un estudio demasiado técnico que, es probable, también desvirtuase la razón de ser de esta reseña.



A modo de resumen general de este análisis sobre la última novela “Inferno” de Dan Brown, me gustaría decir que me ha parecido una novela muy entretenida e interesante, en la que el autor, al menos esa es mi opinión, usa (y abusa) de caminos ya recorridos en novelas anteriores. Me entristece que un autor de su imaginación y de su talento para armar desarrollos dramáticos se conforme y se acomode en escribir novelas clónicas en las que, como escritor, como artista, no asuma el menor riesgo. Me encantaría leer alguna novela de Brown en la que cambiase completamente de registro y, al igual que hizo J.K. Rowling con “Una vacante imprevista” (pulsa en el título para leer la reseña), nos mostrase fehacientemente el talento que, por lo menos vislumbro a través de su obra. Y lo digo a sabiendas que muchos colegas que se dedican a la crítica literaria únicamente le consideran como un “escritor de bestsellers”.


Dicho todo lo cual y atendiendo a todo lo anteriormente referido, a mi conciencia y a manera de entender el arte literario, creo que la puntuación que más justicia haría a la novela “Inferno” del escritor norteamericano Dan Brown, sería de un 7,75/10.

© Luis Alberto Cao


(Para ilustrar esta reseña os dejo el booktrailer de la novela)