Este Blog ha sido creado como un rincón literario, como una tertulia sobre libros y sobre literatura. En estos tiempos de crisis, siempre nos quedarán las artes... y cómo no los libros...
Querid@s amig@s, cuando termina un año siempre es momento de valorar y resumir lo acontecido en el año. Además si tenemos en cuenta que Sus Majestades de Oriente están a punto de llegar, creo que nunca debería faltar entre los regalos un libro. Un libro siempre es el mejor regalo que podemos hacer. Me han escrito bastantes correos muchos seguidores de este blog pidiendome consejo a la hora de hacer la carta para los Reyes Magos. Así es que he confeccionado una pequeña lista con las novelas que más me han gustado durante este año 2012 . Todas y cada una de ellas son muy recomendables. Así como las novelas que vienen en la página de este blog: Top 10 de los mejores libros de "Las bizarrías de Belisa" http://www.bizarriasdebelisa.com/p/top-10-mejores-libros-de-las-bizarrias_2.html
También quiero aprovechar para daros las gracias a tod@s por vuestro fantástico seguimiento de mi trabajo así como desearos UN FELIZ AÑO 2013 que nos traiga mucha felicidad, salud y trabajo y que, además, sea una excelente cosecha literaria. Un abrazo
LOS 10 MEJORES LIBROS DEL AÑO 2012
(Pulsando la portada enlaza con la reseña)
1.- EL TANGO DE LA GUARDIA VIEJA. ARTURO PÉREZ-REVERTE.
2.- EL INVIERNO DEL MUNDO. KEN FOLLET
3.- LA DEVOCIÓN DEL SOSPECHOSO X. KEIGO HIGASHINO.
4.- LA DELICADEZA. DAVID FOENKINOS.
5.- EL ABANICO DE SEDA. LISA SEE
6.- EL ENREDO DE LA BOLSA Y LA VIDA. EDUARDO MENDOZA.
“Mi madre estaba azul, de un azul pálido mezclado con ceniza, las manos
extrañamente más oscuras que el rostro, cuando la encontré en su casa esa
mañana de enero. Las manos como manchadas de tinta en los nudillos de las
falanges.
Mi madre llevaba varios días muerta.
Ignoro cuántos segundos, quizá minutos, necesité para
comprenderlo, a pesar de lo evidente de la situación (mi madre estaba echada en
su cama y no respondía a ninguna señal), un tiempo muy largo, torpe y febril,
hasta el grito que salió de mis pulmones, como tras varios minutos de apnea.
Todavía hoy, más de dos años después, sigue siendo para mí un misterio,
¿mediante qué mecanismo pudo mi cerebro mantener tan alejada de él la
percepción del cuerpo de mi madre, y sobre todo de su olor?, ¿cómo pudo tardar
tanto tiempo en aceptar la información que yacía ante él? No es el único
interrogante que me dejó su muerte”
(“Nada se opone a la noche” (comienzo de la
novela). Delphine de Vigan)
“Nada se opone a la noche” de la escritora francesa Delphine de Vigan, se
ha convertido en su país natal en todo un fenómeno editorial, poniendo
unánimemente de acuerdo a la crítica especializada y al gran público. Novela
acreedora de varios galardones en Francia como: El Premio de Novela Fnac, el Premio de
novela de las Televisiones Francesas, el Premio Renaudot de los Institutos de
Francia, el Gran Premio de las Lectoras Elle y el Gran Premio de La Heroína
Madame Figaro. Con estas cartas de presentación, y dada su acogida en España tras
su publicación por la editorial Anagrama, me siento ante el ordenador para
escribir la reseña y el minucioso análisis que me ha sugerido la atenta y
reflexiva lectura de esta novela. En primer lugar, como suele ser habitual, y
con objeto deenmarcar el sentido general
de la reseña, me gustaría precisar que “Nada se opone a la noche” es una
hermosa novela, intimista, contenida, pero, a su vez, llena de sentimientos a
flor de piel y que, por otra parte, va a ahondar en un certero estudio acercadel propio acto creativo, en los resortes
que desencadenan la concepción de una obra literaria en la mente del escritor.
Dicho lo cual tengo que reconocer, sin ambages ni paliativos, que “Nada se
opone a la noche”me ha gustado y que
ha conseguido conmoverme y emocionarme, a partes iguales, con esta historia
sencilla de una familia, como cualquier otra, y cómo la autora, a modo de
expiación indaga en su pasado para encontrar la paz y el perdón consigo misma.
Existen muchos
tipos de novelas, tanto por su variada temática como por la intención que pone
el autor al escribirla, en el caso de “Nada se opone a la noche”, me atrevería
a definirla como una novela que, al menos a mí personalmente, me ha producido
dolor y sufrimiento en algunos momentos, obviamente no por su calidad literaria,
sino por ese amargo y sordo dolor que destilan sus páginas. En este caso, en
esta novela de tintes autobiográficos, veremos, una vez más, que la realidad
desborda la ficción y que a lo largo del texto palpita esa inefable emoción de
la verdad, de esa mirada a nuestro pasado y a todas esas cosas a las que
quisiéramos volver, para no cometer los errores que cometimos, para poder decir
aquella palabra que murió en nuestra garganta, para poder dar lo que hubiésemos
querido y no nos atrevimos, en definitiva, y por definirlo con un sustantivo
sería nostalgia. “Nada se opone a la noche” es un canto a la nostalgia.
Dada la gran
capacidad de evocación que ha tenido esta novela sobre mí, y para intentar
aquilatar y sistematizar la presente reseña voy a comenzarla con un minucioso
análisis de la novela en sí, particularizando este análisis en el texto, desde
un punto de vista literario, formal y estilístico para, posteriormente, y ya en
la parte más propia del comentario, explayarme con alguna de las muchas consideraciones
que me ha sugerido la lectura de “Nada se opone a la noche” y que me gustaría
compartir con todos vosotros.
Dicho todo lo
cual, y para entrar ya, sin más preámbulos, en materia, creo que lo más
conveniente para contextualizar y situar al eventual lector de estas páginas,
en el trasfondo de la novela objeto de esta reseña, será pergeñar, aunque sea
someramente, la sinopsis argumental de “Nada se opone a la noche” de la
escritora francesa Delphine de Vigan. En este caso la recensión publicada por
la editorial Anagrama, cumple más que sobradamente con los fines que persigo
por lo que me limitaré a trascribirla literalmente.
“Después de encontrar a su madre muerta en
misteriosas circunstancias, Delphine de Vigan se convierte en una sagaz detective
dispuesta a reconstruir la vida de la desaparecida. Los cientos de fotografías
tomadas durante años, la crónica del abuelo de Delphine, registrada en cintas
de casete, las vacaciones de la familia filmadas en súper ocho o las
conversaciones mantenidas por la escritora con sus hermanos son los materiales
de los que se nutre la memoria. Nos hallamos ante una espléndida y
sobrecogedora crónica familiar, pero también ante una reflexión sobre la
«verdad» de la escritura, porque son muchas las versiones de una misma historia
y narrar implica elegir una de esas versiones y una manera de contarla. Y esta
elección a veces es dolorosa, porque en el viaje de la cronista al pasado de su
familia irán aflorando los secretos más oscuros”.
Uno de los grandesméritos de “Nada se opone a la noche”,
aparte de muchos otros que intentaré ir analizando,es que desde el primer momento de la novela ya sabemos
exactamente qué es lo que va a ocurrir. De hecho, al comienzo de la reseña he
citado los primeros párrafos de la novela, con los que, propiamente, también
terminará. Por lo tanto, uno de los pilares fundamentales sobre los que se
asienta la literatura, la linealidad de una relato con un esquema al uso de
presentación-nudo-desenlace, en esta novela ha quedado derruido. Entonces, ¿por
qué está novela me ha resultado tan interesante? Fundamentalmente no por el
desarrollo de lo que cuenta, sino por la manera (por la técnica) como nos lo va
a contar, implicándonos en la novela y haciéndonos empatizar con su personaje
(su “yo” narrativo).
“Nada se opone a la noche” está
estructurada en tres grandes partes, que corresponde a tres períodos narrativos
diferentes. Aunque en mi opinión, de un modo implícito, porque no aparece como
tal, en la primera parte va incluido un prólogo que marcará el punto de
partida, y a su vez, el punto de llegada de la novela, que es el descubrimiento
del cadáver de su madre por parte de la autora. La primera parte abarcaría toda
la infancia y juventud de “Lucile” dentro de una familia numerosa golpeada por
diversas tragedias. La segunda parte representaría los recuerdos de niñez de la
autora y de la soledad y el desamparo sentimental, por parte de su madre, que
ella siente. Y, por último, la tercera parte sería a partir del nacimiento de
los hijos de la autora. Si nos detenemos un poco en esta estructuración
narrativa, veremos que, con toda seguridad ha sido muy meditada por la autora,
va subrayando en la narración de esta historia de un suicidio “anunciado”, cada
una de las partes por nacimientos produciendo un fuerte contraste dramático y
estilístico.
La novela está narrada en primera
persona por la autora, como no podía ser menos tratándose de una obra, por así
decirlo, “autobiográfica”. En el que Delphine de Vigan consigue tomar distancia
respecto a sus personajes yno dejarse
arrastrar por la emoción de la historia que nos está narrando. Especialmente me
ha interesado, como comenté al principio de esta reseña, todo lo relativo a ese
“itinerario” por el que el escritor procesa todo ese material y lo convierte en
literatura, en arte a la postre. Sus dudas, las dificultades por las que se
enfrenta un autor a la hora de escribir, los bloqueos creativos, la tensión
nerviosa que le atenaza... Sin duda alguna, creo que este libro, como pocos,
nos acerca a ese “misterio” de la creación literaria, esa lucha titánica en la
que los autores se ven inmersos al tener que enfrentarse consigo mismo o, como
en este caso, con el dolor de los recuerdos que, a través de la literatura,
conseguirá canalizarlos, exorcizarlos y darles un vía de escape. Voy a
transcribir un par de ejemplos de todo ese “itinerario” creativo del escritor,
tal y como nos lo cuenta la propia autora.
“Hoy sé el estado de tensión
particular en el que me hunde esta escritura, lo mucho que me cuestiona, me
perturba, me agota, en una palabra, me cuesta, en el sentido físico del
término. Posiblemente tenía ganas de rendir homenaje a Lucile, regalarle un
ataúd de papel —pues me parece el más hermoso de todos— y el destino de un
personaje. Pero también sé que a través de la escritura busco el origen de su
sufrimiento, como si existiese un momento preciso en el que el núcleo de su
persona hubiese sido mellado de forma definitiva e irreparable, y no puedo
ignorar hasta qué punto esta búsqueda, no contenta con ser difícil, es vana”.
“Escribo de Lucile con mis ojos de
niña que creció demasiado deprisa, escribo ese misterio que siempre fue ella
para mí, a la vez tan presente y tan lejana, ella, que, desde que cumplí diez
años, nunca más me cogió en brazos”.
Si profundizamos un poco más en el
estudio de la novela, desde un punto de vista de su estructura estilística,
repararemos, en primer lugar, del uso que hace la autora, fundamentalmente, de
los tiempos verbales y su significado dentro de la novela. Este estudio
filológico, tan interesante, sería realmente prolijo y, por lo tanto, alejado
del sentido de una reseña literaria. Pero sí me gustaría bosquejar, por
curiosidad, por si a algún lector le interesase profundizar en este aspecto,
que fundamentalmente la autora utiliza los verbos en pretérito perfecto simple
y en imperfecto, pero sin embargo en algunos momentos utiliza el presente, con
todo esa intención y valor simbólico que esto le confiere. Pondré un ejemplo,
en el que a partir de una nota que deja su madre, da pie a que Delphine nos
narre su evocación en tiempo presente (véase que al utilizar el tiempo presente
la narración se intensifica y enfatiza, notablemente, desde un punto de vista
dramático)
“El texto
empieza con estas palabras:
Ese año, en
noviembre, cumplí treinta y tres años. Un año algo doloroso, lo pienso por poco
supersticioso que sea uno. Soy una hermosa mujer salvo por mis dientes
podridos, lo que en cierta forma me gusta e incluso a veces me hace reír. He
querido dejar constancia de la muerte latente.
Lucile cuenta después los días que preceden a la crisis. Llora
sola por la calle, en una tienda china, después en las Galerías Lafayette,
compra un piano en la calle Vivienne, después toda clase de objetos y ropa que
no van con ella. Más tarde, se encuentra en la consulta de Lacan, a quien días
antes ha enviado una carta, exigiendo verle. Cuando la secretaria le anuncia
que no la recibirá, Lucile pide descansar un momento en la sala de espera.
Cuando el psicoanalista sale de su despacho y se inquieta por su presencia, se
abalanza sobre él y le arranca las gafas gritando: «¡Le he pillado, le he
pillado!» Lacan la golpea en la cara, la secretaria consigue inmovilizarla en
el suelo, y acto seguido la echan entre los dos, sin ningún tipo de
asistencia”.
Otro punto interesante de la escritura
de Delphine de Vigan en esta novela, es cómo va variando, conforme va a
avanzado la novela la sintaxis de las frases se va haciendo más somera, más
desposeída de subordinaciones y complementos, como si fuese desprendiéndose de
todo lo que podría sobrar a la frase. Evidentemente todo esta “economía
lingüística” va buscando una finalidad claramente expresiva que a mí,
particularmente, me ha resultado francamente interesante. La autora no sólo va
desarrollando el fondo de la novela sino que la propia forma de la novela, las
palabras, van acompasando ese desarrollo. Siempre que entro en todos estos
detalles filológicos lo hago con la prevención lógica de que no estamos leyendo
la novela en su lengua original. Pero todo esto lo comentó suponiendo el buen
hacer del traductor Juan Carlos Durán Romero, que por otra parte, creo que ha
hecho una traducción bastante correcta. De ahí uno de mis caballos de batalla
habituales acerca de la importancia de una buena traducción y de la labor del
traductor. Por eso, sobre todo cuando leemos grandes novelas de la literatura
universal, como por ejemplo Madame Bovary, ya que estamos analizando la novela
de una autora en lengua francesa, es imprescindible leer una buena traducción.
En este caso, aprovecharía para recomendar la magnífica e intemporal traducción
que la escritora Carmen Martín Gaite hace de la inmortal obra de Gustave
Flaubert..
No sería justo, por otra parte, si no
destacase también que, en medio de todo este dolor, la autora nos escribe con
una prosa, en algunos momentos, de una gran belleza lírica, no me resisto a
poner un ejemplo de esa prosa llena de imágenes y de recursos poéticos
“A veces Lucile se preguntaba si
habría un límite en la fecundidad de su madre, si su vientre podría entonces
llenarse y vaciarse sin fin, y producir bebés rosados y suaves a los que Liane
devoraba con su risa y sus besos”.
Delphine de Vigan, como comenté más
arriba “lucha” denodadamente por mantener la independencia de sus personajes y
no llevárselos a su terreno. La autora se ha documentado profusamente y por
varias fuentes y no quiere, hasta donde sea posible, contarnos su visión de la
historia, pretende contarnos la verdad de lo que ocurrió y desde un punto de vista
lo más desapasionado posible. Un ejemplo claro de este distanciamiento que se
impone la autora a la hora de escribir, se ve muy bien en la manera en que se
refiere a su madre. A lo largo de toda la novela Delphine de Vigan siempre se
referirá a su madre por su nombre de pila, Lucile, en ningún momento hará una
alusión explicita a su parentesco (mi madre, mamá, etc). La creación, o mejor
dicho “recreación”, de los personajes es magistral. Por supuesto se lleva la
palma el personaje de Lucile (la madre de la autora) que esta dibujada con un
trazo exquisito que nos permite sumergirnos en esa mujer con una grave enfermad
mental y que intenta luchar contra esa lacra familiar que ha golpeado,
inmisericorde, a varios miembros. En la parte del comentario me detendré un
poco sobre este tema de la enfermedad familiar. Soberbia igualmente la
caracterización de los personajes de George y Liane (los padres de Lucile) y
cómo la autora nos muestra su evolución y deterioro. Pero sobre todo me
gustaría destacar cómo la autora nos describe ese sentimiento, latente en todas
sus páginas, de soledad y de abandono, de dolor y desvalimiento, de silencios y
de sentimientos no verbalizados que anega toda la novela y que conduce a un
final que, a buen seguro, va a conseguir emocionaros....
No puedo evitar sentir impotencia, al
ver todas las notas que se acumulan en mi cuaderno de apuntes y que, por
desgracia, van a quedar inéditas. Al menos he intentado reflejar en este
análisis los puntos miliares sobre los que se sustenta la novela “Nada se opone
a la noche”.Llegados a este punto y
entrando en la parte más propia del comentario, me gustaría compartir con
vosotros algunas reflexiones al hilo de la lectura de esta novela. “Nada se
opone a la noche” es una novela que es una delicia para los amantes de la
literatura. En ella vamos a asistir a la trastienda de la creación literaria y
el sufrimiento que suele provocar a los autores. Vemos como a partir de uno
hechos reales Delphine de Vigan va a reconstruir esa historia pero trascendiéndola
y, de este modo, dándole un valor artístico y literario. Me explico. La autora
no nos ha escrito una crónica periodística de la historia de su familia sino
que lo ha sublimado, mediante el tratamiento de ese material y ha escrito una
obra literaria. En este libro también se ve muy bien ese tratamiento
terapéutico que produce, como bien saben los psicólogos y psiquiatras, la
elaboración por escrito de nuestras propias emociones, como bien decía el gran
filósofo y lingüista austriaco Ludwig Wittgenstein: “Los límites de mi
lenguaje, son los límites de mi mundo”. De hecho la propia Lucile inmersa en la
oscuridad de su enfermedad deja, por escrito, sus sensaciones y su mundo
interior.
Otro de los temas interesantes que nos sugiere la autora es hasta que punto las
taras psiquiátricas de una familia se transmiten de generación en generación,
es lo que en la novela se llama psicogenealogía. En la novela se entremezclan
los ataques psicóticos, los suicidios, el incesto, el alcoholismo...que afectan
a varios miembros de la familia. Reconozco que es un tema que me ha resultado
interesante y que, cuando tenga algo de tiempo, me gustaría profundizar en él.
Sin duda alguna uno de los puntos clave sobre el que la autora reflexionará
será sobre el cariño, en este caso la falta de él, y las relaciones
materno-filiales...
En definitiva y a modo de resumen
final me gustaría añadir que “Nada se opone a la noche” de la escritora
francesa Delphine de Vigan ha conseguido emocionarme y conmoverme
profundamente, tanto por esa historia tan descarnada que nos narra como por su
asimilación y tratamiento literario. En estos tiempos que corren en que los
anaqueles de las librerías se llenan de obras “clónicas”, escritas con mayor o
menor fortuna, resulta un placer zambullirse en un oasis de gozo artístico
leyendo esta novela, diferente a la inmensa mayoría, todas cortadas por el
mismo patrón. Ya aviso a los lectores, que esta lectura les va a conmover y
probablemente les va a causar dolor, pero creo que, por el contrario, les va a
proporcionar un goce estético y una sensación al cerrar el libro de haber leído
un novela que les va a dejar huella y les hará reflexionar.Y si además resulta un libro sencillo de
leer y ameno... ¡qué mas se puede pedir!
Dicho todo lo cual y después de haber
valorado lo más objetivamente todo lo arriba consignado e intentando ser lo más
fiel a mi conciencia y a modo de entender el arte literario, creo que la
puntuación que más justicia haría a la novela “Nada se opone a la noche” de la
escritora francesa Delphine de Vigan, sería de un 8,25/10.
Título original: The Casual Vacancy.
Autor: J.K. Rowling.
Traducción: Gemma Rovira y Patricia Antón.
ISBN: 978-84-9838-492-5
Editorial: Publicaciones y Ediciones Salamandra, S.A.
Páginas: 608.
Fecha de publicación: 19 de diciembre de
2012.
“En lo más profundo
del amor se esconde una piedad indecible” (W.B. Yeats)
“Lupus est homo homini, non homo,
quom qualis sit non novit.”
(Lobo es el hombre para el hombre, y no
hombre, cuando desconoce quién es el otro)
( La Asinaria. Tito Macio Plauto)
“Una
vacante imprevista” es la última novela publicada por la popular escritora
británica J.K. Rowling, autora de la celebérrima heptalogía de la saga de Harry
Potter, con la que vendió millones de ejemplares en todo el mundo, siendo
traducida a más de65 idiomas. Con
estos antecedentes me dispongo a escribir esta reseña sobre su última novela.
Antes de entrar en su análisis, propiamente dicho, me voy a permitir, a modo de
introducción, haceros algunas reflexiones previas al respecto.
En
primer lugar, me gustaría señalar el mérito y el valor de J.K. Rowling al
abandonar la exitosa saga de Harry Potter, para dar el salto, por así llamarlo,
a la “literatura de adultos”. Y pongo entre comillas literatura de adultos,
porque, en mi opinión, es falaz hacer distinciones entre literatura para
adultos y para jóvenes, la única distinción valida sería entre buena y mala
literatura. En cualquier caso tengo que alabar su determinación a la hora
buscar su progreso como artista y como escritora lanzándose, por así decirlo,
al vacío y sin red. Si os soy sincero, antes de leer esta novela, pensé que
J.K. Rowling terminaría haciendo como su compatriota Sir Arthur Conan Doyle que
después de jurar y perjurar que nunca más volvería a escribir sobre Sherlock
Holmes, de hecho lo “mató” y dada la presión de la opinión tuvo, “malgré lui”,
que “resucitarle”. Por otra parte, me gustaría advertir a mis lectores que
quienes lean este libro pensando en que puede tener algo que ver con las
aventuras de Harry Potter que desechen inmediatamente esa idea, porque se trata
de un libro diametralmente alejado de aquella saga. Por eso, creo conveniente
advertirlo, para evitar la desilusión, y me atrevería a decir la decepción,
que, en algunos casos, provocará. A la hora de enfrentarnos a la lectura de
“Una vacante imprevista” debemos hacer un ejercicio de abstracción y
olvidarnos, completamente, de las obras anteriores de la autora, para así,
libres de ese prejuicio, poder valorar y disfrutar de la novela.
Hechas
estas consideraciones previas, que me han aparecido necesarias y obligadas, sí
me gustaría, a modo de una primera toma de contacto, y para situar en un marco
general el tono posterior de este análisis, decir que tras la detenida y
minuciosa lectura de “Una vacante imprevista” de J.K. Rowling, he quedado
gratamente sorprendido e impresionado por esta excepcional novela y por el giro
radical que la autora ha impuesto a su carrera literaria. Sin perjuicio de su
posterior desarrollo, tengo que reconocer que he quedado en estado de shock
ante esta descarnada y dura novela que, sin duda alguna, necesita de una
lectura en la que, sobre todo al principio, el lector debe poner mucho esfuerzo
de su parte, por su complejidad narrativa, pero que sin duda alguna, al final,
habrá merecido la pena. “Una vacante imprevista” es una novela que, como un
directo a la mandíbula, dejará al lector, tras su lectura, impactado y
trastabillándose por su crudeza (de ahí que me haya parecido muy adecuada, para
encabezar este análisis, la cita que hago del gran dramaturgo romano Tito Macio
Plauto). Tengo que reconocer que, particularmente a mí, me dejó realmente
“tocado” y cuando eso ocurre quiere decir que la autora ha sido capaz de llegar
a los más profundo del lector y eso tiene un nombre: Literatura. Literatura de
calidad. Y también, tengo que reconocer, que no he podido dejar, durante este
día preceptivo de reflexión antes de sentarme a escribir la reseña, dejar de
pensar en este magnífico libro, no es una obra maestra pero sí es una gran
novela, y en ese cúmulo de sensaciones que me ha provocado. Dado el interés que
ha suscitado en mi esta novela ya me hago a la idea, que por desgracia, me
quedarán muchísimas anotaciones en mi cuaderno que no podrán ver la luz, por lo
que intentaré ser lo más sistemático posible a la hora de enfrentarmea la reseña de este interesante libro, tan
rico en matices, sugerencias y evocaciones y que, sin duda alguna, hará
reflexionar al lector tras su lectura.
Me
voy a permitir, aunque esta reseña se alargue un poco más de lo procedente,
tratándose de las ya sabidas limitaciones que impone una reseña por su propia
naturaleza, dejar para el final, en la parte dedicada al comentario, algunas
reflexiones que me ha sugerido la lectura de “Una vacante imprevista” y que me
gustaría poner en común con todos vosotros.
Para
seguir un cierto orden, a la hora de abordar este minucioso y lo más exhaustivo
posible análisis de “Una vacante imprevista”, de la escritora británica J.K.
Rowling empezaremos, como suele ser habitual por una breve sinopsis argumental
de la novela que vamos a analizar, con el fin de situar al lector y
contextualizar el sentido de la reseña. Para este fin utilizaré la reseña que
ha distribuido la propia editorial Salamandra, especialmente por su brevedad
aunque, por el contrario, sólo muestra un pálido reflejo de su riqueza y
complejidad argumental:
“Con
su plaza adoquinada y su antiquísima abadía, Pagford parece un típico
pueblecito inglés, un lugar idílico en el que la vida transcurre con plácida
tranquilidad.
Sin embargo, sus habitantes están inmersos en una realidad muy diferente. Tras
la conmoción causada por la súbita muerte de Barry Fairbrother, se desencadena
una auténtica batalla en sordina por ocupar la vacante dejada por Barry en el
concejo parroquial, donde se dirime el destino de una urbanización de dudosa
legalidad.
Y cuando la tensión hace aflorar una serie de conflictos latentes que
involucran a todo el pueblo —hijos contra padres, pobres contra ricos, mujeres
contra maridos, alumnos contra maestros—, la pasión, la hipocresía y,
especialmente, los secretos que suelen anidar en una comunidad
pequeña desempeñarán un papel decisivo en el futuro de Pagford”
Al
principio de este análisis ya advertí al lector sobre el empeño que es
necesario poner para abordar, provechosamente, su lectura. La razón de esta
dificultad inicial viene dada por el propio planteamiento de la arquitectura
dramática de J.K. Rowling. En “Una vacante imprevista” la autora nos propone un
estudio del microcosmos de la sociedad representada en un pequeño pueblo inglés
en donde todos se conocen. Este estudio, permítaseme la expresión, casi
entomológico, permite a la autora hacer una disección, por extensión, de toda
la sociedad actual y, sin duda alguna, el resultado de esta disección no puede
ser más descorazonador, propio de una sociedad y de un mundo en una profunda
crisis, y no sólo económica. El lector tiene la sensación que al igual que en
“una casa de muñecas” (y cito esta “analogía” con toda la intención del mundo
equiparándola a la inmortal obra del gran dramaturgo sueco Henrik Ibsen),
pudiésemos levantar los tejados de las casitas del pueblo de Pagford y ver que
ocurre realmente en cada una de las casas y en las mentes de cada uno de sus
moradores. Pues bien, esa serie de relatos cruzados de cada uno de los
habitantes en un primer momento puede resultar desconcertante, por lo que hay
que extremar la concentración del lector para no perderse. Aunque tengo que
reconocer que, tal vez, el comienzo pueda ser algo lento y, para algunos
lectores, incluso disuasorio y desalentador.
Estructuralmente
la novela está configurada en siete partes y cada una de las partes en varios
capítulos. Llamaré la atención al lector que, sobre todo, a partir de la quinta
parte la obra alcanza un nivel, francamente, óptimo. Por la maestría con la que
la autora va entremezclando y relacionando todas esas historia que conforman el
tejido narrativo de la novela. En concreto me gustaría señalar la quinta parte
que me ha parecido, a pesar de su grandísima dificultad técnica, toda una
demostración de dominio del lenguaje narrativo que, en algunos momentos,
sugiere un lenguaje, por su transición tan pictórica entre las escenas, muy
cercano a la gramática cinematográfica. También tengo que destacar una
interesantísima narración que la autora nos plantea cuando habla del “asunto”
del río ( permítaseme este modo de hablar tan criptográfico para evitar
reventar la novela...) contraponiéndola en paralelo con otro suceso también muy
importante, de un modo claramente simbólico. Estoy seguro que cuando leáis la
novela apreciareis ese detalle técnico que resulta tan efectista para los fines
que persigue J.K. Rowling.
“Una
vacante imprevista” es una novela con sabor a gran literatura, tanto por su
concepción formal como por su ambición literaria. En esta obra J.K. Rowling
parece como si nos hubiese querido demostrar que es una gran escritora y “de
que hay vida después de Harry Potter”. Y para este fin, y para que no quede la
menor duda al respecto, la autora nos plantea esta interesante y compleja
novela de “adultos”. Sin duda alguna tanto por su temática, como por su crudeza
(se trata explícitamente de las drogas, violaciones, sexo sin tapujos,
marginalidad...) no parece, en principio, muy recomendable para niños.
“Una
vacante imprevista” es una novela con unos presupuestos claramente Naturalista
y ese es otro de los motivos por el que esta novela me ha interesado, por esa
recuperación de la literatura Naturalista. El Naturalismo es una corriente
literaria que, fundamentalmente, tuvo lugar a finales de siglo XIX en Francia,
su principal representante es Émile Zola y en Inglaterra, especialmente, por
Thomas Hardy. Por múltiples razones, que desbordarían esta reseña, sería
curioso explicar el porqué en España
este movimiento pasó casi desapercibido y, en cualquier caso, muy descafeinado.
En esta novela se puede apreciar como está solidamente cimentada en los
principios fundacionales de esta corriente literaria: novelas de un claro
trasfondo social, imposibilidad de prosperar de la clase social en la que se
nació, cómo salimos ya predestinados desde que nacemos y cómo esas taras
incluso se somatizan y, por poner algunos ejemplos, como en este realismo
extremo, la divisa de este movimiento era “ sólo lo real y todo lo real”, no
ahorrará detalles para mostrarnos la crudeza de la vida de los desheredados.
Sin embargo, es justo reconocer que en la novela de J.K. Rowling aparece en
algunos momentos la ironía y un fino sentido del humor, cosa que el Naturalismo
no se permitía. De hecho la novela parece comenzar como una “comedia negra”
pero conforme van pasando las páginas esa comedia empieza a dramatizarse,
terminando en una auténtica tragedia sin paliativos. Voy a transcribir un
fragmento de la novela, con un profundo valor Naturalista, que ilustra la
adscripción, en mi opinión y en algunos aspectos, de “Una vacante imprevista” a
esta corriente literaria, eso sí,con
150 años de retraso.
“—Tu madre biológica
—dijo ella, mirándolo como no lo había hecho nunca, sin lástima ni cariño—
tenía catorce años. Era, según nos dijeron, de clase media, una chica muy
lista. Se negó rotundamente a revelar quién era el padre. Nadie supo si trataba
de proteger a un novio menor de edad o algo peor. Nos contaron todo eso por si
tú tenías algún tipo de problema mental o físico. —Y con toda claridad, como
una profesora que pone énfasis en un tema que sin duda saldrá en el examen,
añadió—: Por si eras el resultado de un incesto”.
“Una
vacante imprevista” está narrada en tercera persona por un narrador ajeno a la
acción dramática, presupuesto inevitable para el relato objetivo y
“entomológico”que nos propone la
autora. Únicamente, y de vez en cuando, J.K. Rowling da cabida a las
impresiones y recuerdos de los personajes, prestándoles la voz narrativa para
dar la perspectiva y profundidad necesaria al relato. Estos fragmentos aparecen
claramente diferenciados tipográficamente por el uso de los paréntesis.
Pero,
sin duda alguna, uno de los puntos determinantes a la hora analizar esta novela
es el estudio de sus personajes, que nos darán muchas pistas para aquilatar el
valor de una obra literaria. Rowling muestra su gran dominio a la hora de crear
personajes que pueblen sus novelas. En el caso de la novela que estamos reseñando,
si nos detenemos en un análisis pormenorizado de cada uno de ellos, veremos que
todos son diferente entre sí y que cada cual nos va aportar una pincelada
distinta, que al apartarnos y ver el cuadro a distancia, veremos el efecto de
orfebre, de artesano, que produce (lamento no poder detenerme más en este uso
tan interesante que la autora hace de los personajes). En mi opinión el talento
para crear caracteres de Rowling luce especialmente en los personajes femeninos
dotados de una complejidad y de una penetración psicológica impactante. Siempre
quedarán en mi memoria algunos personajes que, por un motivo o por otro me han
impactado como: Kay, Krystal, Samantha, Terri, Gavin... y un larguísimo
etcétera. Algunas escenas que Rowling nos va narrar están descritas con un
efectismo y un dramatismo que terminarán por conmovernos. Hay varias escenas
que se podrían destacar pero prefiero no hacer una referencia explícita a ellas
para evitar “destripar” y dar alguna pista al lector que pudiese “reventar” la
novela.
A lo
largo de toda la novela se nos presenta una sociedad podrida y depravada que
tras una hipócrita fachada de honorabilidad esconde simas de oprobio y
degeneración. En la que todo parece tener un precio y un valor, que todos están
dispuestos a pagar o a vender, destacando la ruindad y la mezquindad del ser
humano. Como ejemplo voy a citar un fragmento en el que uno de los personajes
reflexiona sobre lo anteriormente consignado:
“«Un daño muy grave, horroroso, a las vidas de otras
personas.»
«Ellos mismos se han buscado esas vidas», se dijo con
desdén cuando doblaba la esquina de Foley Road. Las víctimas del Fantasma
estaban enfangadas en hipocresía y mentiras, y no les gustaba verse expuestas.
Eran unas chinches estúpidas que huían de la luz. No sabían nada sobre la vida
real”.
Al
principio de la reseña comentaba que “Una vacante imprevista” ya avisaba
que no es una obra maestra, aunque sí es una buena novela. El motivo por el que
no alcanza la excelencia, entre otros, sería porque resulta evidente que
Rowling se posiciona claramente por los personajes más pobres, más desahuciados
del orden social. Esto de por sí no tenía porqué ser un inconveniente para que
fuese una novela magistral, por supuesto. El problema es que para acentuar esta
inferioridad de estos personajes, caracteriza a los personajes más opulentos de
Pagford ofreciéndonos un tratamiento paródico e incluso grotesco de ellos que,
al menos a mí, me distanció del relato que la autora nos estaba contando. Tal
vez, con una mayor contención y verosimilitud en el dibujo de estos personajes
la novela hubiera sido realmente excepcional. Y este sería mi principal crítica
a esta novela.
Por
desgracia no he podido leer esta novela en inglés para así poder haber entrado
en un comentario, más profundo acerca de la prosa de J.K. Rowling, porque
reconozco que cada día me cuesta más leer las traducciones, algunas con
fragrantes errores de todo tipo. En este caso la traducción no me ha resultado
especialmente mala, aunque algunos términos empleados me han sonado un poco
“chirriantes” dentro del contexto de la novela. Hay que destacar el trabajo de
planificación de la novela en el que tras ese aparente fluir de la acción se
esconde, sin duda alguna, un arduo trabajo de planificación y estructuración
del texto. Lo bueno es que está también montada la novela que en ningún momento
notamos que el mecanismo “chirríe” y contemplamos, admirados, como las piezas
van encajando a la perfección y en sus momento adecuado. Durante este día de
reflexión, entre la terminación de la lectura de “Una vacante imprevista” y la
redacción de esta reseña en mi cabeza asimilaba esta novela al curso de un río.
“Una vacante imprevista” es una especie de río caudaloso en el que confluyen
multitud de afluentes y subafluentes (que son las historias paralelas que van
conformando la Historia), con meandros donde las aguas se remansan y zonas en
las que el agua fluye turbulentamente, para al final terminar desembocando
pacíficamente en el mar, con suavidad...
Cuando
veo toda la cantidad de abigarradas notas que se acumulan en las más de diez
hojas que he llenado mientras leía la novela, no puedo dejar de sentir una gran
impotencia, al no poder explayarme con la amplitud que una novela del calado de
“Una vacante imprevista” necesitaría para completar un análisis riguroso que
hiciese justicia a la novela.
Al
principio de la reseña ya comenté que me gustaría, en la parte final dedicada
al comentario, compartir con vosotros algunas reflexiones que me ha sugerido la
lectura del libro. J.K. Rowling en esta novela nos ha mostrado su preocupación
por los problemas sociales y sobre todo por los niños, como eslabón más frágil
de esta cadena que es la sociedad. Veremos la desatención por parte de los
adultos de los niños y adolescentes y las consecuencias que a lo largo de la
novela arrostrarán. Rowling en esta novela, producto de esta sociedad en
crisis, nos enfrenta al espejo de nuestros miedos y nuestros errores, y de las
consecuencias trágicas que pueden tener.
Otro
de los temas que la autora nos propone, para nuestra reflexión, es la idea de
que todo vale para conseguir nuestros fines y de cómo utilizamos un doble
rasero a la hora de su aplicación. Como comenté al principio creo que “Una
vacante imprevista” es una novela que suscitará la reflexión en el lector, pero
eso sí vuelvo a advertir a los lectores que tengan en cuenta que esta novela no
tiene absolutamente nada que ver con la heptalogía de Harry Potter y que, como
bien nos dice la propia Rowling, se trata de una novela para adultos, no para
niños. Por otra parte, el comienzo de la novela resulta un poco desconcertante
y su desarrollo tal vez sea un poco lento, pero, sin duda alguna, merecerá
hacer el esfuerzo de perseverar porque J.K., Rowling ha escrito una gran novela
que, a través de sus páginas, evoca un aroma a buena literatura. Aroma que, por
desgracia, cada día cuesta más encontrar en los anaqueles de las librerías.
Dicho
todo lo cual y teniendo en cuenta todo lo ya referido e intentando ser lo más
fiel posible a mi modo de entender el arte literario, asícomo sopesando muy detenidamente todas las
razones expresadas más arriba, creo que la puntuación que más justicia haría
para valorar la novela “Una vacante imprevista” de la escritora británica J.K.
Rowling sería de un 8,25/10.
Colección: Hispánica
ISBN: 9788420411507
Fecha de publicación: 17 de octubre de 2012.
Nº de páginas: 208.
“Podría
decir que mi madre llevaba por fuera la corriente de la conciencia. Era un
cuerpo abierto. Hablaba ella. Y en ella, otros. ¿Quiénes hablaban?
En Esperando a Godot, hay un momento en que Vladimir y Estragon oyen las
voces bajas de los muertos. Su sonido es como de alas. Como de arena. Como de
hojas. Susurran. Crujen. Murmuran”. (Las voces bajas. Manuel Rivas)
“Irradiada
de peces en glorioso vestido de lágrimas”.
( Epitafios
escritos en el aire. Nelly Sachs)
“Las voces bajas” es la última obra
publicada por el escritor coruñés Manuel Rivas y, como es habitual en el autor,
escrita en gallego (aunque normalmente el propio Manuel Rivas suele verter sus
propios textos al castellano). Escritor especialmente conocido, entre
otras, por su magistral novela “El
lápiz del carpintero” Premio de la Crítica Narrativa en gallego en 1996, así
como por su cuento “La lengua de las mariposas”, que aparecía en su libro “¿Qué me quieres, amor?” que sirvió como
soporte argumental a la hermosa, emotiva e inolvidable película de José Luis
Cuerda. Con estas obras tan interesantes, desde un punto de vista literario, me
enfrentaba a la lectura y posterior análisis de “Las voces bajas”, con
expectativas muy positivas de disfrutar con la lectura del libro. Como ya es
habitual en todas mi reseñas, en primer lugar, y antes de nada, me gustaría
fijar, de un modo general, mi opinión respecto a esta novela, para
posteriormente entrar en un estudio analítico más pormenorizado. Tengo que
decir, sin ambages, que tras la lectura de “Las voces bajas”, en cierto modo,
me he sentido decepcionado, entristecido, porque, al menos esa es mi opinión,
esta novela representa un paso atrás dentro de su, por otra parte, brillante
carrera literaria. Me ha parecido una novela deslavazada, escrita a jirones, y
he echado de menos una urdimbre más sólida en su construcción narrativa. Sin
embargo, como en toda su producción literaria, Manuel Rivas nos sigue
demostrando ese uso ubérrimo, pleno de figuras retóricas y esa prosa que
resulta, en algunos momentos, auténticamente eufónica. Sirvan estas palabras a
modo de fijación de mi posición inicial, sin perjuicio de que a lo largo de la
reseña entre en un análisis más sutil y matizado de lo expresado unas líneas
más arriba.
Pero para acercar más al eventual
lector de estas líneas a la obra que estamos analizando, y con el fin de
contextualizar y centrar el objeto del análisis, parece lo más adecuado
esbozar, aunque sea someramente, una breve recensión sobre el argumento de “Las
voces bajas”. Utilizaremos para este propósito, por parecerme adecuada, la
sinopsis que nos ofrece la propia editorial Alfaguara, que voy a transcribir
literalmente:
“"Las voces bajas es la novela
de la vida. Son las voces de los niños, las mujeres que hablan solas, los
emigrantes, los muertos, los animales... Las voces de los que no quieren
dominar y se alimentan de palabras y cuentos."Desde la primera página,
late algo singular en Las voces bajas. Escrita al modo de una autobiografía,
todo parece verdad y todo, imaginación. Es el efecto de una novela de la memoria
encendida. El libro arranca en una geografía real donde la mirada de la
infancia va descubriendo, con una mezcla de miedo, estupor y maravilla, lo que
de extraordinario hay en la existencia de la gente corriente. Con el hilo
conductor de María, la hermana mayor, magnética, la muchacha anarquista que
siempre abría camino, esta novela es una construcción de humor y dolor, donde
las palabras pelean y se abrazan con la vida. Al leer esta obra, un ojo llora y
otro ríe."No sabemos bien lo que la literatura es, pero sí que detectamos
la boca de la literatura. Tiene la forma de un rumor. De un murmullo. Puede ser
escandalosa, incontinente, enigmática, malhablada, balbuciente. Yo conocí muy
pronto esa boca. En aquel momento era, ni más ni menos, la boca de mi madre hablando
sola."En Las voces bajas, el amor y la ironía sostienen a pulso el retablo
humano. La nueva obra íntima y fascinante del autor de El lápiz del
carpintero”.
Tengo que confesaros que, tras terminar
ayer la lectura de “Las voces bajas”, he andado todo el día pesaroso, porque me
apena tener que escribir una reseña cuando la lectura de una novela me ha
decepcionado o, cuanto menos, me ha dejado frío, indiferente. Y eso que, como
veremos, tiene puntos positivos, especialmente la belleza de su prosa, plena de
imágenes que nos invaden por todos nuestros sentidos. Sin embargo la novela,
aunque yo casi me atrevería más a definirla como una especie de diario
sentimental, conformado, a un modo de álbum fotográfico, de multitud de escenas
a modo de imágenes, pero que, al menos esa es mi opinión, me resultan inconexas
dentro en un relato endeble y, en algunos momentos, anodino. Sin duda alguna
este relato, para las personas de la familia y del entorno del autor, resultará
ameno y entrañable, pero para las personas ajenas a ese entorno nos resulta
deslavazado. Probablemente porque desconocemos los códigos metalingüísticos que
el autor ha “esparcido” por la novela y el significado simbólico, y en algunos
momentos alegórico, de las imágenes que utiliza, por lo que siento la sensación
de que, tras la lectura, nos hemos perdido algo, probablemente lo más
importante.
Formalmente, como comenté en el párrafo
anterior, la novela está estructurada en 22 pequeños capítulos, que representan
una escena, generalmente cerrada en sí misma, con un título claramente alusivo
a su temática. En estas escenas el autor nos va a ir narrando recuerdos que
abarcar un plano temporal desde la niñez del protagonista (el propio autor)
hasta su madurez. En estos recuerdos, a modo de cuentecillos, desfilarán su
familia, su pueblo, sus miedos, ilusiones, deseos.... Evidentemente, dado el
carácter del libro el autor pondrá la voz narrativa en primera persona, ya que
será él (su “yo” narrativo) quien asuma ese papel. “Las voces bajas” es una novela
que destila, por todas partes, esa nostalgia, ese triste embeleco que se nos
hace evidente con el decurso de los años... sin duda, ese ambiente nostálgico
de los montes gallegos, de esa pertinaz lluvia que sentimos que cae,
mansamente, durante toda la novela. Sin embargo Manuel Rivas nos deja en esta
novela muestras de un fino del sentido del humor, en algunos casos, con una
ironía impar. Transcribiré algunos ejemplos en los que se aprecia,
palmariamente, este fino sentido del humor:
“Ya Marcial Suárez decía de Allariz
que era el lugar del mundo con más iglesias por católico cuadrado”
“Durante la dictadura franquista, el
cuadro de la mujer desnuda estuvo una larga temporada recluido en un sótano
municipal y después de volver a la luz todavía pasaba al lado oculto si había
un acto público o recepción de autoridades. Durante una visita del arzobispo y
cardenal Quiroga Palacios, la autoridad competente decidió cubrir la sensual
obra con un panel floreado de claveles blancos y rojos. Pero, en pleno acto, una
corriente de aire golpeó una ventana y el temblor hizo caer la tapadera al
suelo. Ante los invitados apareció el cuerpo refulgente de la bellísima Simone,
con la única túnica de su cabello dorado. Y fue entonces cuando el arzobispo
Quiroga, que compartía con su coetáneo Juan XXIII el libre albedrío del humor,
exclamó con picardía: «Pero ¿por qué demonios tenían escondida esta divina
creación?».
Tal vez, uno de los puntos que más me han
interesado de la novela es el estudio etnológico que el autor nos plantea de la
tierra gallega y de la idiosincrasia propia de sus habitantes. Me gustaría
llamar la atención del lector sobre un párrafo en la que se ejemplifica ese
acervo cultural ancestral, que ha pervivido a través de los siglos a través de
la tradición oral. El párrafo en cuestión es aquél en el que Manuel Rivas nos
explica ese dicho que definía la máxima ignorancia: “Es tan bruto que no
sabe ni el nombre de los árboles”. No voya transcribirlo dado su extensión, pero es muy interesante.
Otro de los puntos positivos del autor
es su capacidad evocadora para crear ambientes y atmósferas en los que los
personajes quedan perfectamente integrados. Por decirlo a la inversa, el
paisaje gallego es una de los personajes fundamentales de la novela. Por la propia
estructura de la novela, a retazos, es un texto bastante “coral” en lo que
respecta a los personajes, que aparecen, en algunos casos, apenas bosquejados.
De todos los personajes que aparecen, en mi opinión, el mejor trazado y
perfilado es el del tío Francisco Barrós. Un personaje que tiene entidad
suficiente para traspasar y desbordar esta novela y cuya historia, a buen
seguro, daría para escribir otra novela. Me ha gustado la cita que el autor
hace en la novela del actor Xan das Bolas, que probablemente a muchos de los
lectores no les suene de nada. Fue un conocido cómico y actor que, entre otros,
trabajo con Berlanga, Bardem, Sáenz de Heredia y que, si os tomáis la molestia
de buscarlo en internet descubriréis que os sonará conocido.
Como comenté al principio, a pesar de
tratarse de una novela menor en la producción de Manuel Rivás, el autor sigue
teniendo “un guante en la pluma” (permítaseme esta figura retórica para
expresar poéticamente esa elegancia y esa belleza inmaterial que destila su
prosa). A lo largo de la novela hay decenas de ejemplos, a cuál mejor, que
muestran esta aterciopelada prosa de su autor. A modo de muestra voy a
transcribir un par de ejemplos, ruego al lector que repare en el uso eufónico y
el manantial de recursos estilísticos
que fluye en su escritura.
“La hora y la ausencia de hombres
permiten que las mujeres estén dentro de la taberna, a la sombra. También ellas
trabajan. Cosen, bordan o hacen calceta. Y encima de la mesa está María. Lee en
voz alta el periódico. No hay radio, no hay televisión. María está leyendo con
la linterna de sus ojos verdes en medio de un silencio antiguo”.
“El murciélago movía las alas con
torpeza, se esforzaba por zafarse de aquella pesadilla, pero volvía a caer. En
el primer acto de la maldad, encontrábamos algo cómico en su cara, con trazos
tan humanos. Hasta que llegamos a sentir el pánico de su mirar ciego. Los
animales ayudan a ver. Si hay un volar que ahora me hechiza, con el que me
identifico, es el de los murciélagos. Fue un obsequio de la culpa. Esa forma
del desarreglo absoluto, los giros imprevistos, la ruptura de perspectivas, el
ser visible e invisible a un tiempo. Una ironía total de los sentidos. El
presente alucinado”.
“Las voces bajas” desliza entre sus
páginas algunos errores. El lector habitual de este blog es sabedor de mi
cruzada contra que, en libros editados por editoriales (valga la redundancia)
tan prestigiosas como, por ejemplo, Alfaguara, puedan deslizarse estos errores
que tanto perjudican a la valoración final de una obra literaria. En el caso de
la novela que estamos analizando hay algunos pero especialmente quería citar
uno que me parece especialmente palmario.
“Manuel, el de Sigrás, estaba
afiliado al Sindicato. Y decir sindicato en las Mariñas coruñesas era decir
Confederación. La CNT anarquista. Estuvo un tiempo preso, durante el «bienio
negro», pero el propio juez levantó los cargos. Participó en la larga huelga
para alcanzar la semana laboral de ocho horas. Y cuando mencionaba esa lucha,
un brevísimo inciso en su silencio, volvía a refulgir en el pozo de la mirada
una melancolía libertaria”.
Supongo que, evidentemente, el autor en
vez de “Participó en la larga huelga para alcanzar la semana laboral de ocho
horas”, se querría referir a la jornada laboral de ocho horas. Y, como
comentaba anteriormente, me apena que estos errores de bulto se deslicen en
estas ediciones tan “cuidadas” y de editoriales de tanta importancia y
prestigio.
Para no extenderme ya mucho más y, a
modo de resumen, me gustaría decir que “Las voces bajas” me ha decepcionado. Y
me ha decepcionado porque, en mi opinión, es un claro paso a atrás en la
trayectoria literaria de su autor. Novela deslavazada, hecha a retazos que, en
ningún momento consigue captar plenamente la atención y el interés del lector,
probablemente por esa estructura a retazos en la que se echa de menos una
sólida armadura narrativa que sustente el entramado del libro. Sin duda lo más
positivo de este libro es la capacidad de su autor para hacer “magia” con las
palabras. En fin, para mí que soy una enamorado de la literatura ha sido una
auténtica pena... y nunca me es plato de gusto escribir una reseña negativa,
pero si algo tengo claro es que en este blog siempre seré fiel a mi modo de
entender la literatura. Sé que muchos lectores confían en mis opiniones y, por
supuesto, mi intención es no defraudarles nunca. Y además ardo en deseos de
leer la nueva novela que publique para corroborar que esta novela ha sido un
“pequeño” traspiés en su meritoria carrera literaria.
Dicho todo lo cual y atendiendo a todas
las razones ya indicadas, y siendo fiel
a mi conciencia y a modo de entender el arte literario, creo que la puntuación
más adecuada y que más justicia haría a la novela “Las voces bajas” del
escritor coruñés Manuel Rivas, sería de un 5,75/10.
Título: La vida iba en serio.
Autor: Jorge Javier Vázquez.
ISBN: 978-84-08-03611-1
Editorial: Planeta
Fecha edición: 8 de noviembre de 2012.
Páginas: 256.
“Desde
muy pequeño me convertí en un maestro en el arte de escuchar,
puesto
que yo no podía contarle a nadie nada de lo que sentía”.
“Si
es verdad que la infancia es la patria de cada
uno,
yo soñé desde muy pequeño con el exilio”
(La
vida iba en serio. Jorge Javier Vázquez)
A lo largo de estos días, desde que
anuncié en este blog mi intención de reseñar la primera novela publicada por el
televisivo Jorge Javier Vázquez “La vida iba en serio”, he recibido
inopinadamente, más de una veintena de correos electrónicos de algunos de los
amables seguidores habituales de mis reseñas. En estos correos la inmensa
mayoría me sugerían que dedicase mis esfuerzos críticos a novelas de mas
relevancia y no perdiese el tiempo con esta “bazofia”, palabra textual de uno
de los amigos seguidores de este blog literario. Tengo que confesar, antes de
entrar en el análisis detallado y exhaustivo de la novela, que desde hace más
de tres años no veo absolutamente ningún programa de los llamados “del
corazón”, o de “telebasura” y que mi opinión personal sobre el personaje y la
actividad televisiva de Jorge Javier no puede ser muy positiva. Dicho lo cual,
me gustaría tambiénaclarar que durante
estos días que he estado inmerso en la lectura de “La vida iba en serio”, me he
abstraído totalmente del personaje “mediático” que ha escrito la novela para
“únicamente” centrarme y “enfrentarme” a un texto literario con la mayor
imparcialidad y del modo más objetivo y aséptico posible. Respecto a los
correos de los amables seguidores de este blog me gustaría comentar que “Las
bizarrías de Belisa” es un blog literario dedicado, fundamentalmente, a la
reseña y análisis de novelas de plena actualidad literaria. Por lo tanto y dado
el indiscutible éxito de ventas que está teniendo en las librerías queda, en mi
opinión, más que justificada su inclusión.
Después de este largo y, en mi
opinión, imprescindible proemio a la presente reseña, creo llegado el momento
de, como suele ser habitual en todas mis reseñas, pergeñar, a modo de una
primera impresión general y con intención de aquilatar mi opinión al respecto,
un esbozo, a grandes rasgos, del tono general del análisis posterior.“La vida iba en serio” me ha resultado una
novela, en algunas fases, interesante pero que, sin embargo, alterna con otros
momentos de un escaso interés, tanto literario como en el desarrollo de la
trama que nos cuenta. Resulta evidente, a poco que profundicemos mínimamente en
el texto, el amplio bagaje cultural y de conocimiento literario del autor, con
varios velados (y no tan velados) “homenajes” a diversas obras importantes de
nuestra literatura. Pero, como ya he comentado, todo esto será objeto de un
análisis mucho más detallado a lo largo de la presente reseña.
Para intentar contextualizar y, por lo
tanto, situar al eventual lector en el ámbito de la novela que vamos a
analizar, sin duda alguna, lo más adecuado será pergeñar, someramente, un breve
bosquejo de la sinopsis argumental de la trama que sustenta la novela. Para lo
cual voy a permitirme transcribir, literalmente, la recensión que, a estos
efectos, a publicado la propia editorial Planeta.
“Ese
muchacho que llega a Madrid en 1995 arrastrando su maleta, con un contrato para
trabajar en una revista del corazón y mil silencios en el recuerdo, poco
imagina que algún día no muy lejano será uno de los rostros televisivos más
reconocido, exitoso y en no pocas ocasiones denostado de nuestro país. La
novela cuenta la historia de un joven periodista que deja atrás su barrio, a su
familia y una vida interior cargada de deseos sin cumplir, miedos y preguntas sin
respuesta, y se sienta en un banco de una plaza antes de atreverse a abrir la
puerta de su piso alquilado.
En
ese momento no sabe todavía lo poco que tardará en conseguir lo que anhela: la
libertad para ser él mismo sin temor, para vivir abiertamente su sexualidad,
para destacar en su profesión y empezar a conocer a gente, a periodistas, a
famosos y a amigos ante los que abrirse sin reparos ni vergüenza. Pero ignora
que todo tiene un precio, que avanzar y hacer que se cumplan los sueños
conlleva la carga de las deudas con el pasado, unas deudas que se deben saldar
para seguir adelante”.
Ayer, tras cerrar el libro después de su lectura,
me quedé bastante perplejo porque, alejado de la imagen que tenía de Jorge
Javier Vázquez, sentí esa difusa sensación de la mucha soledad, incomprensión,
miedos y dolor que tuvo que arrostrar durante su infancia y juventud hasta que,
por fin, consiguió llegar a Madrid y empezar a vivir su vida con libertad. El
texto no deja de ser una mirada nostálgica al pasado y parece sugerir un
ejercicio, una necesidad, por parte del autor, para reconciliarse consigo mismo
y con su familia que, por cierto, juega un papel muy importante a lo largo de
la novela.
La novela está estructurada en 13 capítulos y un
epílogo. En la mayoría de los capítulos el narrador es el “yo poético” del
propio Jorge Javier, pero en algunos otros asumen el papel de narrador el padre
y la madre del autor. Precisamente estos capítulos narrados por los padres son,
como mucha diferencia, los mejores del libro. Narrados con un costumbrismo y
una pincelada alegre y suelta, realmente apreciable y que, sin duda alguna, nos
traerán reminiscencias e influencias de grandes autores decimonónicos de la
literatura castellana. Sin embargo, como insinuaba un poco más arriba, los
capítulos “narrados” por el autor me han parecido improvisados y poco
elaborados, con continuos saltos temporales que, al menos esa es mi opinión,
dan una impresión de “ir escribiendo las cosas según se me van ocurriendo”, sin
esa reflexión, sin esa planificación estructural y temática que diferencia una
obra literaria de un “diario” que cualquiera de nosotros pudiera escribir.
Pero, incluso, sin profundizamos un poco más enel nivel sintáctico de los relatos puestos en voz del autor
veremos que, de vez en cuando, hace un uso “improcedente” y pedante de muchas
palabras que quedan fuera del ámbito lingüístico general de la novela. Por
ejemplo, en un momento dado de la novela Jorge Javier Vázquez nos dice:
“Cuando estaba en segundo de carrera me largué
un verano a estudiar a Londres. A la vuelta, mientras desayunaba en el bar
entre clase y clase, pretendí epatar a una compañera”
Tras leer el contexto sintáctico en el
que se desarrolla lanovela, resulta
totalmente discordante y “pedante” el uso de la palabra “epatar” que, por
cierto, es una palabra correctísima, sin duda alguna, pero quizá poco a
adecuada en el contexto lingüístico en el que se desarrolla la novela. También
me llamó mucho la atención que, en el caso de Jorge Javier Vázquez,que es filólogo deslice un error como el que
aparece en el siguiente fragmento:
“El caso es que le cogí el
tranquillo a aquello de hacer refritos, aunque con lo que yo soñaba era con
trasladarme a Madrid y tratar de tú a tú con los personajes sobre los que escribía.
No me iba lo de ser rata de redacción, escribía con la misma pasión que quien
pega sellos. Lo único que me hacía gracia era la versatilidad que iba
adquiriendo mi personalidad: si me tocaba escribir sobre personajes americanos,
firmaba mis artículos como George Scott, mientras que los días que los
protagonistas de mis reportajes eran aquellos actores de culebrones tan en boga
por aquella época me convertía en Héctor Banderas; y si por casualidad me
tocaba en el reparto escribir sobre el Festival de San Remo, firmaba
como Giorgio Coletti. Podría decirse que tenía heterónimos a tutiplén,
como Pessoa”.
En este fragmento anterior Jorge
Javier Vázquez confunde el uso de pseudónimo, que por el contexto parece que es
lo que quiere decir, con heterónimo que no es lo mismo, ya que hay una
diferencia bastante sensible. A lo largo del libro se deslizan bastantes
errores y esuna lástima que en un
libro publicado por una editorial tan importante como es Planeta haya estos
errores, probablemente de edición. Pondré un ejemplo de a qué me refiero con
esto. Habla de que su primer encargo de trabajo en Madrid, en el año 1995, fue
asistir a la colocación de la primera piedra de un centro para discapacitados
cuya madrina era una folclórica de posguerra “No sólo fue la folclórica:
también rondaba por ahí la mujer del presidente del Gobierno, la presidenta de
la Comunidad...” Resulta evidente, al poner en mayúsculas la palabra
Comunidad que el autor se refiere a la Comunidad de Madrid. Sin embargo en el
año 1995, forzosamente tuvo que ser “el presidente de la Comunidad”, en
masculino, puesto que la única mujer que presidió la Comunidad de Madrid fue
Esperanza Aguirre cuyo mandato fue muy posterior (2003-2012).
“La vida iba en serio” es una novela
que destila mucha ternura, especialmente, como ya he comentado en los relatos
de sus padres. Sin duda alguna tengo que reseñar la delicadeza, la sensibilidad
y la belleza con que Jorge Javier, en la voz narrativa de su padre, nos hablará
de cómo descubrió la gravedad de su enfermedad pero eso sí, sin sensiblería
lacrimógena. Y precisamente esa parquedad, esa contención es lo que incrementa
ese efecto dramático. Sin embargo y a modo de contrapunto, el autor nos ofrece
algunos momentos de un fino sentido del humor, particularmente me gustaría
destacar un momento que me encantó.
“La idiota encontró en mí una presa
fácil debido a mi timidez y consiguió que acudiera a trabajar con el miedo en
el cuerpo hasta que un día la oí pronunciar la siguiente frase: «Antonio García
Obregón, a la sazón padre de Ana Obregón…». A partir de entonces troqué el
miedo por el desprecio y descubrí lo tranquilo que se trabajaba recibiendo
órdenes y bufidos de una burra”.
Evidentemente la jefa desconocía que
la locución adverbial “a la sazón” puede equivaler a “entonces”, “en aquel
tiempo...”, por lo que resulta descacharrante la “burrada” que le dice, sobre
todo viniendo de una profesional del lenguaje como se supone que es la
redactora de una revista.
En lo que respecta a los personajes,
excepción hecha de los personajes principales, que quedan más o menos
caracterizados, el autor pasa muy de puntillas sobre los “personajes
secundarios” que están apenas esbozados y con un desarrollo muy deficiente, por
así decirlo, de un modo muy “colateral”. Dentro de esta serie de personajes
secundarios, recomendaría al lector que prestase atención en un personaje que
sólo aparece citado, como muy de pasada, pero que se será muy importante en el
desarrollo dramático de la novela: Mercadé, un amigo del padre de Jorge Javier
Vázquez.
Al principio de esta reseña comenté
que es evidente, sin duda alguna, que el autor de “La vida iba en serio” es un
gran lector, y un gran conocedor de la literatura, imagino que su condición de
filólogo habrá sido un factor coadyuvante. En un momento dado de la novela el
propio autor nos confiesa lo siguiente: “Porque mis miedos me los he comido
solo, tumbado en mi habitación escuchando música o leyendo, leyendo sin parar
todo lo que caía en mis manos”. Aquí vemos, de nuevo, como ya hemos
comentado en otras reseñas de este blog, el factor de liberación y de
trasmutación de la realidad que proporciona la literatura. Pues bien, fruto de
ese amor a la literatura, a lo largo del texto, el autor nos deja múltiples
“homenajes”, más o menos evidentes, a la propia literatura. Sin ir más lejos el
título de la novela es un palmario homenaje al poeta Jaime Gil de Biedma,
curiosamente la antes citada Esperanza Aguirre era sobrina del poeta, que, al
igual que Jorge Javier Vázquez, tuvo una vida muy marcada por su
homosexualidad. El poema del que el autor extrae el título de la novela se
titula “No volveré a ser joven” y ruego al lector que lo lea con mucha atención
y piense en qué pudo identificarse Jorge Javier Vázquez a la hora de titular su
novela de este modo.
“Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra”
“La
vida iba en serio” es una novela redonda, que termina bien rematada. En este
caso resulta especialmente evidente puesto que la novela va a terminar
exactamente igual que empezó, cerrando perfectamente ese círculo del relato.
Sin embargo, veremos que el efecto dramático y el significado de esta misma
situación, con la que empieza y termina la novela, es radicalmente distinto y
esto provoca un gratificante efecto en el lector mostrando un siempre
agradecido, por parte del público en general, de un “happy end”.
Lamentablemente
y como por desgracia suele ser habitual por razones de espacio, van a quedar
inéditos, en mi cuaderno de notas, algunos detalles técnicos que me hubiese
encantado poder mostrar para ilustrar este análisis. Pero lo que sí quisiera,
volviendo a ese inusual proemio, con el que encabezaba esta reseña, es
reflexionar sobre los prejuicios con los que nos enfrentamos, en nuestro caso
concreto, a la lectura de una novela. “La vida iba en serio”, evidentemente, no
es una obra maestra de la literatura, pero sí es una novela correcta,
especialmente considerando que se trata de la obra de un autor novel, a pesarde que como ya he referido adolece de
algunos errores. Antes de sentarme a escribir esta reseña he reflexionado mucho
sobre las impresiones recibidas tras su lectura. Y, por poner un ejemplo, no
hace mucho analicé un libro que lleva casi 20 semanas en el puesto número uno
de las listas de ventas y que es el primer libro de una famosa trilogía
“erótica”. Pues bien,tras un análisis
objetivo y desapasionado, es indudable que “La vida iba en serio”, desde un
punto de vista literario y artístico es infinitamente superior. Por desgracia
para su autor, a pesar de vender un montón de libros, su gran problema será que
siempre se le mirará como a un personaje televisivo y le va costar mucho, si es
que lo consigue, que sea valorado exclusivamente como escritor.
Ya,
para ir terminado, me gustaría citar uno de los momentos, desde un punto de
vista artístico más interesante de toda la novela. Me refiero a cómo el autor
nos va a ir entrecruzando la narración del padre y de la madre (y no puedo
decir más para no reventar del todo la novela). El efecto que produce esa
narración “bimembre” (permítaseme la expresión) es interesantísimo.
A
modo de resumen final, me gustaría consignar que “La vida iba en serio” es un
canto a la nostalgia, a ese amor fundamentalmente a su padre que no supo verbalizar
y que, de alguna manera, esta novela le ayudará a exorcizar esos sentimientos
de culpa. Novela en el que la soledad y el sentimiento de marginación aparecen
constantemente, a cada línea que leemos. Recomendaría al eventual e hipotético
lector de esta novela que, al igual que he hecho yo, hiciese el esfuerzo de
leerla sin ningún tipo de prejuicios a su autor para poder enjuiciarla en su
justo término. Como ya comenté más arriba es cierto que lo que salva la novela
es, en mi opinión, la parte en que las voces narrativas son los padres, porque
los capítulos que narra el “yo poético” del autor son en algunos momentos
bastante flojos e incluso, me atrevería a decir, soeces y de mal gusto.
Dicho todo lo cual y teniendo en cuenta
todos los méritos (y deméritos) aquí expuestos y conforme a mi conciencia y
modo de entender el arte literario, creo que la puntuación que haría más
justicia a la novela “La vida iba en serio” primera novela publicada por el
escritor Jorge Javier Vázquez sería de un 6,50/10.