lunes, 31 de diciembre de 2012

Las mejores novelas de 2012


Querid@s amig@s, cuando termina un año siempre es momento de valorar y resumir lo acontecido en el año. Además si tenemos en cuenta que Sus Majestades de Oriente están a punto de llegar, creo que nunca debea faltar entre los regalos un libro. Un libro siempre es el mejor regalo que podemos hacer. Me han escrito bastantes correos muchos seguidores de este blog pidiendome consejo a la hora de hacer la carta para los Reyes Magos. Así es que he confeccionado una pequeña lista con las novelas que más me han gustado durante este año 2012 . Todas y cada una de ellas son muy recomendables.  Así como las novelas que vienen en la página de este blog: Top 10 de los mejores libros de "Las bizarrías de Belisa" http://www.bizarriasdebelisa.com/p/top-10-mejores-libros-de-las-bizarrias_2.html

También quiero aprovechar para daros las gracias a tod@s por vuestro fantástico seguimiento de mi trabajo así como desearos UN FELIZ AÑO 2013 que nos traiga mucha felicidad, salud y trabajo y que, además, sea una excelente cosecha literaria. Un abrazo




LOS 10 MEJORES LIBROS DEL AÑO 2012
(Pulsando la portada enlaza con la reseña)



1.- EL TANGO DE LA GUARDIA VIEJA. ARTURO PÉREZ-REVERTE.




2.- EL INVIERNO DEL MUNDO. KEN FOLLET





3.- LA DEVOCIÓN DEL SOSPECHOSO X. KEIGO HIGASHINO.





4.- LA DELICADEZA. DAVID FOENKINOS.
 




5.- EL ABANICO DE SEDA. LISA SEE





6.- EL ENREDO DE LA BOLSA Y LA VIDA. EDUARDO MENDOZA.




7.- TIEMPO DE ARENA. INMA CHACÓN.




8.- EL IMPERIO ERES TÚ. JAVIER MORO.




9.- EL LECTOR DE JULIO VERNE. ALMUDENA GRANDES.




10.- LA MARCA DEL MERIDIANO. LORENZO SILVA.



© Luis Alberto Cao



¡¡¡¡ FELIZ AÑO 2013!!!!



 

sábado, 29 de diciembre de 2012

Nada se opone a la noche. Delphine de Vigan.


Título original: Rien ne s`oppose à la nuit.
Autor: Delphine de Vigan.
Traducción: Juan Carlos Durán Romero.
Editorial: Anagrama.
Colección: Panorama de Narrativas.
ISBN: 978-84-339-7842-4
Páginas: 376.
Año de edición: 2012.



“Mi madre estaba azul, de un azul pálido mezclado con ceniza, las manos extrañamente más oscuras que el rostro, cuando la encontré en su casa esa mañana de enero. Las manos como manchadas de tinta en los nudillos de las falanges.

Mi madre llevaba varios días muerta.

Ignoro cuántos segundos, quizá minutos, necesité para comprenderlo, a pesar de lo evidente de la situación (mi madre estaba echada en su cama y no respondía a ninguna señal), un tiempo muy largo, torpe y febril, hasta el grito que salió de mis pulmones, como tras varios minutos de apnea. Todavía hoy, más de dos años después, sigue siendo para mí un misterio, ¿mediante qué mecanismo pudo mi cerebro mantener tan alejada de él la percepción del cuerpo de mi madre, y sobre todo de su olor?, ¿cómo pudo tardar tanto tiempo en aceptar la información que yacía ante él? No es el único interrogante que me dejó su muerte” 
(“Nada se opone a la noche” (comienzo de la novela). Delphine de Vigan)




“Nada se opone a la noche” de la escritora francesa Delphine de Vigan, se ha convertido en su país natal en todo un fenómeno editorial, poniendo unánimemente de acuerdo a la crítica especializada y al gran público. Novela acreedora de varios galardones en Francia como: El Premio de Novela Fnac, el Premio de novela de las Televisiones Francesas, el Premio Renaudot de los Institutos de Francia, el Gran Premio de las Lectoras Elle y el Gran Premio de La Heroína Madame Figaro. Con estas cartas de presentación, y dada su acogida en España tras su publicación por la editorial Anagrama, me siento ante el ordenador para escribir la reseña y el minucioso análisis que me ha sugerido la atenta y reflexiva lectura de esta novela. En primer lugar, como suele ser habitual, y con objeto de  enmarcar el sentido general de la reseña, me gustaría precisar que “Nada se opone a la noche” es una hermosa novela, intimista, contenida, pero, a su vez, llena de sentimientos a flor de piel y que, por otra parte, va a ahondar en un certero estudio acerca  del propio acto creativo, en los resortes que desencadenan la concepción de una obra literaria en la mente del escritor. Dicho lo cual tengo que reconocer, sin ambages ni paliativos, que “Nada se opone a la noche”  me ha gustado y que ha conseguido conmoverme y emocionarme, a partes iguales, con esta historia sencilla de una familia, como cualquier otra, y cómo la autora, a modo de expiación indaga en su pasado para encontrar la paz y el perdón consigo misma.



Existen muchos tipos de novelas, tanto por su variada temática como por la intención que pone el autor al escribirla, en el caso de “Nada se opone a la noche”, me atrevería a definirla como una novela que, al menos a mí personalmente, me ha producido dolor y sufrimiento en algunos momentos, obviamente no por su calidad literaria, sino por ese amargo y sordo dolor que destilan sus páginas. En este caso, en esta novela de tintes autobiográficos, veremos, una vez más, que la realidad desborda la ficción y que a lo largo del texto palpita esa inefable emoción de la verdad, de esa mirada a nuestro pasado y a todas esas cosas a las que quisiéramos volver, para no cometer los errores que cometimos, para poder decir aquella palabra que murió en nuestra garganta, para poder dar lo que hubiésemos querido y no nos atrevimos, en definitiva, y por definirlo con un sustantivo sería nostalgia. “Nada se opone a la noche” es un canto a la nostalgia.



Dada la gran capacidad de evocación que ha tenido esta novela sobre mí, y para intentar aquilatar y sistematizar la presente reseña voy a comenzarla con un minucioso análisis de la novela en sí, particularizando este análisis en el texto, desde un punto de vista literario, formal y estilístico para, posteriormente, y ya en la parte más propia del comentario, explayarme con alguna de las muchas consideraciones que me ha sugerido la lectura de “Nada se opone a la noche” y que me gustaría compartir con todos vosotros.



Dicho todo lo cual, y para entrar ya, sin más preámbulos, en materia, creo que lo más conveniente para contextualizar y situar al eventual lector de estas páginas, en el trasfondo de la novela objeto de esta reseña, será pergeñar, aunque sea someramente, la sinopsis argumental de “Nada se opone a la noche” de la escritora francesa Delphine de Vigan. En este caso la recensión publicada por la editorial Anagrama, cumple más que sobradamente con los fines que persigo por lo que me limitaré a trascribirla literalmente.



Después de encontrar a su madre muerta en misteriosas circunstancias, Delphine de Vigan se convierte en una sagaz detective dispuesta a reconstruir la vida de la desaparecida. Los cientos de fotografías tomadas durante años, la crónica del abuelo de Delphine, registrada en cintas de casete, las vacaciones de la familia filmadas en súper ocho o las conversaciones mantenidas por la escritora con sus hermanos son los materiales de los que se nutre la memoria. Nos hallamos ante una espléndida y sobrecogedora crónica familiar, pero también ante una reflexión sobre la «verdad» de la escritura, porque son muchas las versiones de una misma historia y narrar implica elegir una de esas versiones y una manera de contarla. Y esta elección a veces es dolorosa, porque en el viaje de la cronista al pasado de su familia irán aflorando los secretos más oscuros”.



Uno de los grandes  méritos de “Nada se opone a la noche”, aparte de muchos otros que intentaré ir analizando,  es que desde el primer momento de la novela ya sabemos exactamente qué es lo que va a ocurrir. De hecho, al comienzo de la reseña he citado los primeros párrafos de la novela, con los que, propiamente, también terminará. Por lo tanto, uno de los pilares fundamentales sobre los que se asienta la literatura, la linealidad de una relato con un esquema al uso de presentación-nudo-desenlace, en esta novela ha quedado derruido. Entonces, ¿por qué está novela me ha resultado tan interesante? Fundamentalmente no por el desarrollo de lo que cuenta, sino por la manera (por la técnica) como nos lo va a contar, implicándonos en la novela y haciéndonos empatizar con su personaje (su “yo” narrativo).




“Nada se opone a la noche” está estructurada en tres grandes partes, que corresponde a tres períodos narrativos diferentes. Aunque en mi opinión, de un modo implícito, porque no aparece como tal, en la primera parte va incluido un prólogo que marcará el punto de partida, y a su vez, el punto de llegada de la novela, que es el descubrimiento del cadáver de su madre por parte de la autora. La primera parte abarcaría toda la infancia y juventud de “Lucile” dentro de una familia numerosa golpeada por diversas tragedias. La segunda parte representaría los recuerdos de niñez de la autora y de la soledad y el desamparo sentimental, por parte de su madre, que ella siente. Y, por último, la tercera parte sería a partir del nacimiento de los hijos de la autora. Si nos detenemos un poco en esta estructuración narrativa, veremos que, con toda seguridad ha sido muy meditada por la autora, va subrayando en la narración de esta historia de un suicidio “anunciado”, cada una de las partes por nacimientos produciendo un fuerte contraste dramático y estilístico.




 
La novela está narrada en primera persona por la autora, como no podía ser menos tratándose de una obra, por así decirlo, “autobiográfica”. En el que Delphine de Vigan consigue tomar distancia respecto a sus personajes y  no dejarse arrastrar por la emoción de la historia que nos está narrando. Especialmente me ha interesado, como comenté al principio de esta reseña, todo lo relativo a ese “itinerario” por el que el escritor procesa todo ese material y lo convierte en literatura, en arte a la postre. Sus dudas, las dificultades por las que se enfrenta un autor a la hora de escribir, los bloqueos creativos, la tensión nerviosa que le atenaza... Sin duda alguna, creo que este libro, como pocos, nos acerca a ese “misterio” de la creación literaria, esa lucha titánica en la que los autores se ven inmersos al tener que enfrentarse consigo mismo o, como en este caso, con el dolor de los recuerdos que, a través de la literatura, conseguirá canalizarlos, exorcizarlos y darles un vía de escape. Voy a transcribir un par de ejemplos de todo ese “itinerario” creativo del escritor, tal y como nos lo cuenta la propia autora.


“Hoy sé el estado de tensión particular en el que me hunde esta escritura, lo mucho que me cuestiona, me perturba, me agota, en una palabra, me cuesta, en el sentido físico del término. Posiblemente tenía ganas de rendir homenaje a Lucile, regalarle un ataúd de papel —pues me parece el más hermoso de todos— y el destino de un personaje. Pero también sé que a través de la escritura busco el origen de su sufrimiento, como si existiese un momento preciso en el que el núcleo de su persona hubiese sido mellado de forma definitiva e irreparable, y no puedo ignorar hasta qué punto esta búsqueda, no contenta con ser difícil, es vana”.



“Escribo de Lucile con mis ojos de niña que creció demasiado deprisa, escribo ese misterio que siempre fue ella para mí, a la vez tan presente y tan lejana, ella, que, desde que cumplí diez años, nunca más me cogió en brazos”.



Si profundizamos un poco más en el estudio de la novela, desde un punto de vista de su estructura estilística, repararemos, en primer lugar, del uso que hace la autora, fundamentalmente, de los tiempos verbales y su significado dentro de la novela. Este estudio filológico, tan interesante, sería realmente prolijo y, por lo tanto, alejado del sentido de una reseña literaria. Pero sí me gustaría bosquejar, por curiosidad, por si a algún lector le interesase profundizar en este aspecto, que fundamentalmente la autora utiliza los verbos en pretérito perfecto simple y en imperfecto, pero sin embargo en algunos momentos utiliza el presente, con todo esa intención y valor simbólico que esto le confiere. Pondré un ejemplo, en el que a partir de una nota que deja su madre, da pie a que Delphine nos narre su evocación en tiempo presente (véase que al utilizar el tiempo presente la narración se intensifica y enfatiza, notablemente, desde un punto de vista dramático)


“El texto empieza con estas palabras:
           
Ese año, en noviembre, cumplí treinta y tres años. Un año algo doloroso, lo pienso por poco supersticioso que sea uno. Soy una hermosa mujer salvo por mis dientes podridos, lo que en cierta forma me gusta e incluso a veces me hace reír. He querido dejar constancia de la muerte latente.

Lucile cuenta después los días que preceden a la crisis. Llora sola por la calle, en una tienda china, después en las Galerías Lafayette, compra un piano en la calle Vivienne, después toda clase de objetos y ropa que no van con ella. Más tarde, se encuentra en la consulta de Lacan, a quien días antes ha enviado una carta, exigiendo verle. Cuando la secretaria le anuncia que no la recibirá, Lucile pide descansar un momento en la sala de espera. Cuando el psicoanalista sale de su despacho y se inquieta por su presencia, se abalanza sobre él y le arranca las gafas gritando: «¡Le he pillado, le he pillado!» Lacan la golpea en la cara, la secretaria consigue inmovilizarla en el suelo, y acto seguido la echan entre los dos, sin ningún tipo de asistencia”.



Otro punto interesante de la escritura de Delphine de Vigan en esta novela, es cómo va variando, conforme va a avanzado la novela la sintaxis de las frases se va haciendo más somera, más desposeída de subordinaciones y complementos, como si fuese desprendiéndose de todo lo que podría sobrar a la frase. Evidentemente todo esta “economía lingüística” va buscando una finalidad claramente expresiva que a mí, particularmente, me ha resultado francamente interesante. La autora no sólo va desarrollando el fondo de la novela sino que la propia forma de la novela, las palabras, van acompasando ese desarrollo. Siempre que entro en todos estos detalles filológicos lo hago con la prevención lógica de que no estamos leyendo la novela en su lengua original. Pero todo esto lo comentó suponiendo el buen hacer del traductor Juan Carlos Durán Romero, que por otra parte, creo que ha hecho una traducción bastante correcta. De ahí uno de mis caballos de batalla habituales acerca de la importancia de una buena traducción y de la labor del traductor. Por eso, sobre todo cuando leemos grandes novelas de la literatura universal, como por ejemplo Madame Bovary, ya que estamos analizando la novela de una autora en lengua francesa, es imprescindible leer una buena traducción. En este caso, aprovecharía para recomendar la magnífica e intemporal traducción que la escritora Carmen Martín Gaite hace de la inmortal obra de Gustave Flaubert..



No sería justo, por otra parte, si no destacase también que, en medio de todo este dolor, la autora nos escribe con una prosa, en algunos momentos, de una gran belleza lírica, no me resisto a poner un ejemplo de esa prosa llena de imágenes y de recursos poéticos



“A veces Lucile se preguntaba si habría un límite en la fecundidad de su madre, si su vientre podría entonces llenarse y vaciarse sin fin, y producir bebés rosados y suaves a los que Liane devoraba con su risa y sus besos”.



Delphine de Vigan, como comenté más arriba “lucha” denodadamente por mantener la independencia de sus personajes y no llevárselos a su terreno. La autora se ha documentado profusamente y por varias fuentes y no quiere, hasta donde sea posible, contarnos su visión de la historia, pretende contarnos la verdad de lo que ocurrió y desde un punto de vista lo más desapasionado posible. Un ejemplo claro de este distanciamiento que se impone la autora a la hora de escribir, se ve muy bien en la manera en que se refiere a su madre. A lo largo de toda la novela Delphine de Vigan siempre se referirá a su madre por su nombre de pila, Lucile, en ningún momento hará una alusión explicita a su parentesco (mi madre, mamá, etc). La creación, o mejor dicho “recreación”, de los personajes es magistral. Por supuesto se lleva la palma el personaje de Lucile (la madre de la autora) que esta dibujada con un trazo exquisito que nos permite sumergirnos en esa mujer con una grave enfermad mental y que intenta luchar contra esa lacra familiar que ha golpeado, inmisericorde, a varios miembros. En la parte del comentario me detendré un poco sobre este tema de la enfermedad familiar. Soberbia igualmente la caracterización de los personajes de George y Liane (los padres de Lucile) y cómo la autora nos muestra su evolución y deterioro. Pero sobre todo me gustaría destacar cómo la autora nos describe ese sentimiento, latente en todas sus páginas, de soledad y de abandono, de dolor y desvalimiento, de silencios y de sentimientos no verbalizados que anega toda la novela y que conduce a un final que, a buen seguro, va a conseguir emocionaros....



No puedo evitar sentir impotencia, al ver todas las notas que se acumulan en mi cuaderno de apuntes y que, por desgracia, van a quedar inéditas. Al menos he intentado reflejar en este análisis los puntos miliares sobre los que se sustenta la novela “Nada se opone a la noche”.  Llegados a este punto y entrando en la parte más propia del comentario, me gustaría compartir con vosotros algunas reflexiones al hilo de la lectura de esta novela. “Nada se opone a la noche” es una novela que es una delicia para los amantes de la literatura. En ella vamos a asistir a la trastienda de la creación literaria y el sufrimiento que suele provocar a los autores. Vemos como a partir de uno hechos reales Delphine de Vigan va a reconstruir esa historia pero trascendiéndola y, de este modo, dándole un valor artístico y literario. Me explico. La autora no nos ha escrito una crónica periodística de la historia de su familia sino que lo ha sublimado, mediante el tratamiento de ese material y ha escrito una obra literaria. En este libro también se ve muy bien ese tratamiento terapéutico que produce, como bien saben los psicólogos y psiquiatras, la elaboración por escrito de nuestras propias emociones, como bien decía el gran filósofo y lingüista austriaco Ludwig Wittgenstein: “Los límites de mi lenguaje, son los límites de mi mundo”. De hecho la propia Lucile inmersa en la oscuridad de su enfermedad deja, por escrito, sus sensaciones y su mundo interior.



Otro de los temas interesantes que nos sugiere la autora es hasta que punto las taras psiquiátricas de una familia se transmiten de generación en generación, es lo que en la novela se llama psicogenealogía. En la novela se entremezclan los ataques psicóticos, los suicidios, el incesto, el alcoholismo...que afectan a varios miembros de la familia. Reconozco que es un tema que me ha resultado interesante y que, cuando tenga algo de tiempo, me gustaría profundizar en él. Sin duda alguna uno de los puntos clave sobre el que la autora reflexionará será sobre el cariño, en este caso la falta de él, y las relaciones materno-filiales...




En definitiva y a modo de resumen final me gustaría añadir que “Nada se opone a la noche” de la escritora francesa Delphine de Vigan ha conseguido emocionarme y conmoverme profundamente, tanto por esa historia tan descarnada que nos narra como por su asimilación y tratamiento literario. En estos tiempos que corren en que los anaqueles de las librerías se llenan de obras “clónicas”, escritas con mayor o menor fortuna, resulta un placer zambullirse en un oasis de gozo artístico leyendo esta novela, diferente a la inmensa mayoría, todas cortadas por el mismo patrón. Ya aviso a los lectores, que esta lectura les va a conmover y probablemente les va a causar dolor, pero creo que, por el contrario, les va a proporcionar un goce estético y una sensación al cerrar el libro de haber leído un novela que les va a dejar huella y les hará reflexionar.  Y si además resulta un libro sencillo de leer y ameno... ¡qué mas se puede pedir!



Dicho todo lo cual y después de haber valorado lo más objetivamente todo lo arriba consignado e intentando ser lo más fiel a mi conciencia y a modo de entender el arte literario, creo que la puntuación que más justicia haría a la novela “Nada se opone a la noche” de la escritora francesa Delphine de Vigan, sería de un 8,25/10.


© Luis Alberto Cao


(Para ilustrar la reseña os dejo el acto en el que se le concedió a Delphine de Vigan el premio de Novela Fnac 2011).


martes, 25 de diciembre de 2012

Una vacante imprevista. J.K. Rowling.


Título original: The Casual Vacancy.
Autor: J.K. Rowling.
Traducción: Gemma Rovira y Patricia Antón.
ISBN: 978-84-9838-492-5
Editorial: Publicaciones y Ediciones Salamandra, S.A.
Páginas: 608.
Fecha de publicación: 19 de diciembre de 2012.




“En lo más profundo del amor se esconde una piedad indecible” (W.B. Yeats)

“Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit.”
 (Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro)
 ( La Asinaria. Tito Macio Plauto)



“Una vacante imprevista” es la última novela publicada por la popular escritora británica J.K. Rowling, autora de la celebérrima heptalogía de la saga de Harry Potter, con la que vendió millones de ejemplares en todo el mundo, siendo traducida a más de  65 idiomas. Con estos antecedentes me dispongo a escribir esta reseña sobre su última novela. Antes de entrar en su análisis, propiamente dicho, me voy a permitir, a modo de introducción, haceros algunas reflexiones previas al respecto.



En primer lugar, me gustaría señalar el mérito y el valor de J.K. Rowling al abandonar la exitosa saga de Harry Potter, para dar el salto, por así llamarlo, a la “literatura de adultos”. Y pongo entre comillas literatura de adultos, porque, en mi opinión, es falaz hacer distinciones entre literatura para adultos y para jóvenes, la única distinción valida sería entre buena y mala literatura. En cualquier caso tengo que alabar su determinación a la hora buscar su progreso como artista y como escritora lanzándose, por así decirlo, al vacío y sin red. Si os soy sincero, antes de leer esta novela, pensé que J.K. Rowling terminaría haciendo como su compatriota Sir Arthur Conan Doyle que después de jurar y perjurar que nunca más volvería a escribir sobre Sherlock Holmes, de hecho lo “mató” y dada la presión de la opinión tuvo, “malgré lui”, que “resucitarle”. Por otra parte, me gustaría advertir a mis lectores que quienes lean este libro pensando en que puede tener algo que ver con las aventuras de Harry Potter que desechen inmediatamente esa idea, porque se trata de un libro diametralmente alejado de aquella saga. Por eso, creo conveniente advertirlo, para evitar la desilusión, y me atrevería a decir la decepción, que, en algunos casos, provocará. A la hora de enfrentarnos a la lectura de “Una vacante imprevista” debemos hacer un ejercicio de abstracción y olvidarnos, completamente, de las obras anteriores de la autora, para así, libres de ese prejuicio, poder valorar y disfrutar de la novela.



Hechas estas consideraciones previas, que me han aparecido necesarias y obligadas, sí me gustaría, a modo de una primera toma de contacto, y para situar en un marco general el tono posterior de este análisis, decir que tras la detenida y minuciosa lectura de “Una vacante imprevista” de J.K. Rowling, he quedado gratamente sorprendido e impresionado por esta excepcional novela y por el giro radical que la autora ha impuesto a su carrera literaria. Sin perjuicio de su posterior desarrollo, tengo que reconocer que he quedado en estado de shock ante esta descarnada y dura novela que, sin duda alguna, necesita de una lectura en la que, sobre todo al principio, el lector debe poner mucho esfuerzo de su parte, por su complejidad narrativa, pero que sin duda alguna, al final, habrá merecido la pena. “Una vacante imprevista” es una novela que, como un directo a la mandíbula, dejará al lector, tras su lectura, impactado y trastabillándose por su crudeza (de ahí que me haya parecido muy adecuada, para encabezar este análisis, la cita que hago del gran dramaturgo romano Tito Macio Plauto). Tengo que reconocer que, particularmente a mí, me dejó realmente “tocado” y cuando eso ocurre quiere decir que la autora ha sido capaz de llegar a los más profundo del lector y eso tiene un nombre: Literatura. Literatura de calidad. Y también, tengo que reconocer, que no he podido dejar, durante este día preceptivo de reflexión antes de sentarme a escribir la reseña, dejar de pensar en este magnífico libro, no es una obra maestra pero sí es una gran novela, y en ese cúmulo de sensaciones que me ha provocado. Dado el interés que ha suscitado en mi esta novela ya me hago a la idea, que por desgracia, me quedarán muchísimas anotaciones en mi cuaderno que no podrán ver la luz, por lo que intentaré ser lo más sistemático posible a la hora de enfrentarme  a la reseña de este interesante libro, tan rico en matices, sugerencias y evocaciones y que, sin duda alguna, hará reflexionar al lector tras su lectura.



Me voy a permitir, aunque esta reseña se alargue un poco más de lo procedente, tratándose de las ya sabidas limitaciones que impone una reseña por su propia naturaleza, dejar para el final, en la parte dedicada al comentario, algunas reflexiones que me ha sugerido la lectura de “Una vacante imprevista” y que me gustaría poner en común con todos vosotros.



Para seguir un cierto orden, a la hora de abordar este minucioso y lo más exhaustivo posible análisis de “Una vacante imprevista”, de la escritora británica J.K. Rowling empezaremos, como suele ser habitual por una breve sinopsis argumental de la novela que vamos a analizar, con el fin de situar al lector y contextualizar el sentido de la reseña. Para este fin utilizaré la reseña que ha distribuido la propia editorial Salamandra, especialmente por su brevedad aunque, por el contrario, sólo muestra un pálido reflejo de su riqueza y complejidad argumental:



“Con su plaza adoquinada y su antiquísima abadía, Pagford parece un típico pueblecito inglés, un lugar idílico en el que la vida transcurre con plácida tranquilidad.
Sin embargo, sus habitantes están inmersos en una realidad muy diferente. Tras la conmoción causada por la súbita muerte de Barry Fairbrother, se desencadena una auténtica batalla en sordina por ocupar la vacante dejada por Barry en el concejo parroquial, donde se dirime el destino de una urbanización de dudosa legalidad.
Y cuando la tensión hace aflorar una serie de conflictos latentes que involucran a todo el pueblo —hijos contra padres, pobres contra ricos, mujeres contra maridos, alumnos contra maestros—, la pasión, la hipocresía y, especialmente, los secretos que suelen anidar en una comunidad pequeña desempeñarán un papel decisivo en el futuro de Pagford”



Al principio de este análisis ya advertí al lector sobre el empeño que es necesario poner para abordar, provechosamente, su lectura. La razón de esta dificultad inicial viene dada por el propio planteamiento de la arquitectura dramática de J.K. Rowling. En “Una vacante imprevista” la autora nos propone un estudio del microcosmos de la sociedad representada en un pequeño pueblo inglés en donde todos se conocen. Este estudio, permítaseme la expresión, casi entomológico, permite a la autora hacer una disección, por extensión, de toda la sociedad actual y, sin duda alguna, el resultado de esta disección no puede ser más descorazonador, propio de una sociedad y de un mundo en una profunda crisis, y no sólo económica. El lector tiene la sensación que al igual que en “una casa de muñecas” (y cito esta “analogía” con toda la intención del mundo equiparándola a la inmortal obra del gran dramaturgo sueco Henrik Ibsen), pudiésemos levantar los tejados de las casitas del pueblo de Pagford y ver que ocurre realmente en cada una de las casas y en las mentes de cada uno de sus moradores. Pues bien, esa serie de relatos cruzados de cada uno de los habitantes en un primer momento puede resultar desconcertante, por lo que hay que extremar la concentración del lector para no perderse. Aunque tengo que reconocer que, tal vez, el comienzo pueda ser algo lento y, para algunos lectores, incluso disuasorio y desalentador.




Estructuralmente la novela está configurada en siete partes y cada una de las partes en varios capítulos. Llamaré la atención al lector que, sobre todo, a partir de la quinta parte la obra alcanza un nivel, francamente, óptimo. Por la maestría con la que la autora va entremezclando y relacionando todas esas historia que conforman el tejido narrativo de la novela. En concreto me gustaría señalar la quinta parte que me ha parecido, a pesar de su grandísima dificultad técnica, toda una demostración de dominio del lenguaje narrativo que, en algunos momentos, sugiere un lenguaje, por su transición tan pictórica entre las escenas, muy cercano a la gramática cinematográfica. También tengo que destacar una interesantísima narración que la autora nos plantea cuando habla del “asunto” del río ( permítaseme este modo de hablar tan criptográfico para evitar reventar la novela...) contraponiéndola en paralelo con otro suceso también muy importante, de un modo claramente simbólico. Estoy seguro que cuando leáis la novela apreciareis ese detalle técnico que resulta tan efectista para los fines que persigue J.K. Rowling.

 
“Una vacante imprevista” es una novela con sabor a gran literatura, tanto por su concepción formal como por su ambición literaria. En esta obra J.K. Rowling parece como si nos hubiese querido demostrar que es una gran escritora y “de que hay vida después de Harry Potter”. Y para este fin, y para que no quede la menor duda al respecto, la autora nos plantea esta interesante y compleja novela de “adultos”. Sin duda alguna tanto por su temática, como por su crudeza (se trata explícitamente de las drogas, violaciones, sexo sin tapujos, marginalidad...) no parece, en principio, muy recomendable para niños.




“Una vacante imprevista” es una novela con unos presupuestos claramente Naturalista y ese es otro de los motivos por el que esta novela me ha interesado, por esa recuperación de la literatura Naturalista. El Naturalismo es una corriente literaria que, fundamentalmente, tuvo lugar a finales de siglo XIX en Francia, su principal representante es Émile Zola y en Inglaterra, especialmente, por Thomas Hardy. Por múltiples razones, que desbordarían esta reseña, sería curioso explicar el  porqué en España este movimiento pasó casi desapercibido y, en cualquier caso, muy descafeinado. En esta novela se puede apreciar como está solidamente cimentada en los principios fundacionales de esta corriente literaria: novelas de un claro trasfondo social, imposibilidad de prosperar de la clase social en la que se nació, cómo salimos ya predestinados desde que nacemos y cómo esas taras incluso se somatizan y, por poner algunos ejemplos, como en este realismo extremo, la divisa de este movimiento era “ sólo lo real y todo lo real”, no ahorrará detalles para mostrarnos la crudeza de la vida de los desheredados. Sin embargo, es justo reconocer que en la novela de J.K. Rowling aparece en algunos momentos la ironía y un fino sentido del humor, cosa que el Naturalismo no se permitía. De hecho la novela parece comenzar como una “comedia negra” pero conforme van pasando las páginas esa comedia empieza a dramatizarse, terminando en una auténtica tragedia sin paliativos. Voy a transcribir un fragmento de la novela, con un profundo valor Naturalista, que ilustra la adscripción, en mi opinión y en algunos aspectos, de “Una vacante imprevista” a esta corriente literaria, eso sí,  con 150 años de retraso.



“—Tu madre biológica —dijo ella, mirándolo como no lo había hecho nunca, sin lástima ni cariño— tenía catorce años. Era, según nos dijeron, de clase media, una chica muy lista. Se negó rotundamente a revelar quién era el padre. Nadie supo si trataba de proteger a un novio menor de edad o algo peor. Nos contaron todo eso por si tú tenías algún tipo de problema mental o físico. —Y con toda claridad, como una profesora que pone énfasis en un tema que sin duda saldrá en el examen, añadió—: Por si eras el resultado de un incesto”.



“Una vacante imprevista” está narrada en tercera persona por un narrador ajeno a la acción dramática, presupuesto inevitable para el relato objetivo y “entomológico”  que nos propone la autora. Únicamente, y de vez en cuando, J.K. Rowling da cabida a las impresiones y recuerdos de los personajes, prestándoles la voz narrativa para dar la perspectiva y profundidad necesaria al relato. Estos fragmentos aparecen claramente diferenciados tipográficamente por el uso de los paréntesis.



Pero, sin duda alguna, uno de los puntos determinantes a la hora analizar esta novela es el estudio de sus personajes, que nos darán muchas pistas para aquilatar el valor de una obra literaria. Rowling muestra su gran dominio a la hora de crear personajes que pueblen sus novelas. En el caso de la novela que estamos reseñando, si nos detenemos en un análisis pormenorizado de cada uno de ellos, veremos que todos son diferente entre sí y que cada cual nos va aportar una pincelada distinta, que al apartarnos y ver el cuadro a distancia, veremos el efecto de orfebre, de artesano, que produce (lamento no poder detenerme más en este uso tan interesante que la autora hace de los personajes). En mi opinión el talento para crear caracteres de Rowling luce especialmente en los personajes femeninos dotados de una complejidad y de una penetración psicológica impactante. Siempre quedarán en mi memoria algunos personajes que, por un motivo o por otro me han impactado como: Kay, Krystal, Samantha, Terri, Gavin... y un larguísimo etcétera. Algunas escenas que Rowling nos va narrar están descritas con un efectismo y un dramatismo que terminarán por conmovernos. Hay varias escenas que se podrían destacar pero prefiero no hacer una referencia explícita a ellas para evitar “destripar” y dar alguna pista al lector que pudiese “reventar” la novela.



A lo largo de toda la novela se nos presenta una sociedad podrida y depravada que tras una hipócrita fachada de honorabilidad esconde simas de oprobio y degeneración. En la que todo parece tener un precio y un valor, que todos están dispuestos a pagar o a vender, destacando la ruindad y la mezquindad del ser humano. Como ejemplo voy a citar un fragmento en el que uno de los personajes reflexiona sobre lo anteriormente consignado:



“«Un daño muy grave, horroroso, a las vidas de otras personas.»
«Ellos mismos se han buscado esas vidas», se dijo con desdén cuando doblaba la esquina de Foley Road. Las víctimas del Fantasma estaban enfangadas en hipocresía y mentiras, y no les gustaba verse expuestas. Eran unas chinches estúpidas que huían de la luz. No sabían nada sobre la vida real”.



Al principio de la reseña comentaba que “Una vacante imprevista” ya avisaba que no es una obra maestra, aunque sí es una buena novela. El motivo por el que no alcanza la excelencia, entre otros, sería porque resulta evidente que Rowling se posiciona claramente por los personajes más pobres, más desahuciados del orden social. Esto de por sí no tenía porqué ser un inconveniente para que fuese una novela magistral, por supuesto. El problema es que para acentuar esta inferioridad de estos personajes, caracteriza a los personajes más opulentos de Pagford ofreciéndonos un tratamiento paródico e incluso grotesco de ellos que, al menos a mí, me distanció del relato que la autora nos estaba contando. Tal vez, con una mayor contención y verosimilitud en el dibujo de estos personajes la novela hubiera sido realmente excepcional. Y este sería mi principal crítica a esta novela.



Por desgracia no he podido leer esta novela en inglés para así poder haber entrado en un comentario, más profundo acerca de la prosa de J.K. Rowling, porque reconozco que cada día me cuesta más leer las traducciones, algunas con fragrantes errores de todo tipo. En este caso la traducción no me ha resultado especialmente mala, aunque algunos términos empleados me han sonado un poco “chirriantes” dentro del contexto de la novela. Hay que destacar el trabajo de planificación de la novela en el que tras ese aparente fluir de la acción se esconde, sin duda alguna, un arduo trabajo de planificación y estructuración del texto. Lo bueno es que está también montada la novela que en ningún momento notamos que el mecanismo “chirríe” y contemplamos, admirados, como las piezas van encajando a la perfección y en sus momento adecuado. Durante este día de reflexión, entre la terminación de la lectura de “Una vacante imprevista” y la redacción de esta reseña en mi cabeza asimilaba esta novela al curso de un río. “Una vacante imprevista” es una especie de río caudaloso en el que confluyen multitud de afluentes y subafluentes (que son las historias paralelas que van conformando la Historia), con meandros donde las aguas se remansan y zonas en las que el agua fluye turbulentamente, para al final terminar desembocando pacíficamente en el mar, con suavidad...



Cuando veo toda la cantidad de abigarradas notas que se acumulan en las más de diez hojas que he llenado mientras leía la novela, no puedo dejar de sentir una gran impotencia, al no poder explayarme con la amplitud que una novela del calado de “Una vacante imprevista” necesitaría para completar un análisis riguroso que hiciese justicia a la novela.



Al principio de la reseña ya comenté que me gustaría, en la parte final dedicada al comentario, compartir con vosotros algunas reflexiones que me ha sugerido la lectura del libro. J.K. Rowling en esta novela nos ha mostrado su preocupación por los problemas sociales y sobre todo por los niños, como eslabón más frágil de esta cadena que es la sociedad. Veremos la desatención por parte de los adultos de los niños y adolescentes y las consecuencias que a lo largo de la novela arrostrarán. Rowling en esta novela, producto de esta sociedad en crisis, nos enfrenta al espejo de nuestros miedos y nuestros errores, y de las consecuencias trágicas que pueden tener.



Otro de los temas que la autora nos propone, para nuestra reflexión, es la idea de que todo vale para conseguir nuestros fines y de cómo utilizamos un doble rasero a la hora de su aplicación. Como comenté al principio creo que “Una vacante imprevista” es una novela que suscitará la reflexión en el lector, pero eso sí vuelvo a advertir a los lectores que tengan en cuenta que esta novela no tiene absolutamente nada que ver con la heptalogía de Harry Potter y que, como bien nos dice la propia Rowling, se trata de una novela para adultos, no para niños. Por otra parte, el comienzo de la novela resulta un poco desconcertante y su desarrollo tal vez sea un poco lento, pero, sin duda alguna, merecerá hacer el esfuerzo de perseverar porque J.K., Rowling ha escrito una gran novela que, a través de sus páginas, evoca un aroma a buena literatura. Aroma que, por desgracia, cada día cuesta más encontrar en los anaqueles de las librerías.



Dicho todo lo cual y teniendo en cuenta todo lo ya referido e intentando ser lo más fiel posible a mi modo de entender el arte literario, así  como sopesando muy detenidamente todas las razones expresadas más arriba, creo que la puntuación que más justicia haría para valorar la novela “Una vacante imprevista” de la escritora británica J.K. Rowling sería de un 8,25/10.

© Luis Alberto Cao

(Para ilustrar esta reseña os dejo una entrevista que J.K., Rowling concedió con motivo de la presentación de "The casual vacancy")


miércoles, 19 de diciembre de 2012

Las voces bajas. Manuel Rivas.


Título: Las voces bajas.
Autor: Manuel  Rivas.
Editorial: Alfaguara.
Colección: Hispánica
ISBN: 9788420411507
Fecha de publicación: 17 de octubre de 2012.
Nº de páginas: 208.





“Podría decir que mi madre llevaba por fuera la corriente de la conciencia. Era un cuerpo abierto. Hablaba ella. Y en ella, otros. ¿Quiénes hablaban? En Esperando a Godot, hay un momento en que Vladimir y Estragon oyen las voces bajas de los muertos. Su sonido es como de alas. Como de arena. Como de hojas. Susurran. Crujen. Murmuran”. (Las voces bajas. Manuel Rivas)


“Irradiada de peces en glorioso vestido de lágrimas”.
( Epitafios escritos en el aire. Nelly Sachs)




“Las voces bajas” es la última obra publicada por el escritor coruñés Manuel Rivas y, como es habitual en el autor, escrita en gallego (aunque normalmente el propio Manuel Rivas suele verter sus propios textos al castellano). Escritor especialmente conocido, entre otras,  por su magistral novela “El lápiz del carpintero” Premio de la Crítica Narrativa en gallego en 1996, así como por su cuento “La lengua de las mariposas”, que aparecía en su libro  “¿Qué me quieres, amor?” que sirvió como soporte argumental a la hermosa, emotiva e inolvidable película de José Luis Cuerda. Con estas obras tan interesantes, desde un punto de vista literario, me enfrentaba a la lectura y posterior análisis de “Las voces bajas”, con expectativas muy positivas de disfrutar con la lectura del libro. Como ya es habitual en todas mi reseñas, en primer lugar, y antes de nada, me gustaría fijar, de un modo general, mi opinión respecto a esta novela, para posteriormente entrar en un estudio analítico más pormenorizado. Tengo que decir, sin ambages, que tras la lectura de “Las voces bajas”, en cierto modo, me he sentido decepcionado, entristecido, porque, al menos esa es mi opinión, esta novela representa un paso atrás dentro de su, por otra parte, brillante carrera literaria. Me ha parecido una novela deslavazada, escrita a jirones, y he echado de menos una urdimbre más sólida en su construcción narrativa. Sin embargo, como en toda su producción literaria, Manuel Rivas nos sigue demostrando ese uso ubérrimo, pleno de figuras retóricas y esa prosa que resulta, en algunos momentos, auténticamente eufónica. Sirvan estas palabras a modo de fijación de mi posición inicial, sin perjuicio de que a lo largo de la reseña entre en un análisis más sutil y matizado de lo expresado unas líneas más arriba.



Pero para acercar más al eventual lector de estas líneas a la obra que estamos analizando, y con el fin de contextualizar y centrar el objeto del análisis, parece lo más adecuado esbozar, aunque sea someramente, una breve recensión sobre el argumento de “Las voces bajas”. Utilizaremos para este propósito, por parecerme adecuada, la sinopsis que nos ofrece la propia editorial Alfaguara, que voy a transcribir literalmente:




“"Las voces bajas es la novela de la vida. Son las voces de los niños, las mujeres que hablan solas, los emigrantes, los muertos, los animales... Las voces de los que no quieren dominar y se alimentan de palabras y cuentos."Desde la primera página, late algo singular en Las voces bajas. Escrita al modo de una autobiografía, todo parece verdad y todo, imaginación. Es el efecto de una novela de la memoria encendida. El libro arranca en una geografía real donde la mirada de la infancia va descubriendo, con una mezcla de miedo, estupor y maravilla, lo que de extraordinario hay en la existencia de la gente corriente. Con el hilo conductor de María, la hermana mayor, magnética, la muchacha anarquista que siempre abría camino, esta novela es una construcción de humor y dolor, donde las palabras pelean y se abrazan con la vida. Al leer esta obra, un ojo llora y otro ríe."No sabemos bien lo que la literatura es, pero sí que detectamos la boca de la literatura. Tiene la forma de un rumor. De un murmullo. Puede ser escandalosa, incontinente, enigmática, malhablada, balbuciente. Yo conocí muy pronto esa boca. En aquel momento era, ni más ni menos, la boca de mi madre hablando sola."En Las voces bajas, el amor y la ironía sostienen a pulso el retablo humano. La nueva obra íntima y fascinante del autor de El lápiz del carpintero”.




Tengo que confesaros que, tras terminar ayer la lectura de “Las voces bajas”, he andado todo el día pesaroso, porque me apena tener que escribir una reseña cuando la lectura de una novela me ha decepcionado o, cuanto menos, me ha dejado frío, indiferente. Y eso que, como veremos, tiene puntos positivos, especialmente la belleza de su prosa, plena de imágenes que nos invaden por todos nuestros sentidos. Sin embargo la novela, aunque yo casi me atrevería más a definirla como una especie de diario sentimental, conformado, a un modo de álbum fotográfico, de multitud de escenas a modo de imágenes, pero que, al menos esa es mi opinión, me resultan inconexas dentro en un relato endeble y, en algunos momentos, anodino. Sin duda alguna este relato, para las personas de la familia y del entorno del autor, resultará ameno y entrañable, pero para las personas ajenas a ese entorno nos resulta deslavazado. Probablemente porque desconocemos los códigos metalingüísticos que el autor ha “esparcido” por la novela y el significado simbólico, y en algunos momentos alegórico, de las imágenes que utiliza, por lo que siento la sensación de que, tras la lectura, nos hemos perdido algo, probablemente lo más importante.



Formalmente, como comenté en el párrafo anterior, la novela está estructurada en 22 pequeños capítulos, que representan una escena, generalmente cerrada en sí misma, con un título claramente alusivo a su temática. En estas escenas el autor nos va a ir narrando recuerdos que abarcar un plano temporal desde la niñez del protagonista (el propio autor) hasta su madurez. En estos recuerdos, a modo de cuentecillos, desfilarán su familia, su pueblo, sus miedos, ilusiones, deseos.... Evidentemente, dado el carácter del libro el autor pondrá la voz narrativa en primera persona, ya que será él (su “yo” narrativo) quien asuma ese papel. “Las voces bajas” es una novela que destila, por todas partes, esa nostalgia, ese triste embeleco que se nos hace evidente con el decurso de los años... sin duda, ese ambiente nostálgico de los montes gallegos, de esa pertinaz lluvia que sentimos que cae, mansamente, durante toda la novela. Sin embargo Manuel Rivas nos deja en esta novela muestras de un fino del sentido del humor, en algunos casos, con una ironía impar. Transcribiré algunos ejemplos en los que se aprecia, palmariamente, este fino sentido del humor:


“Ya Marcial Suárez decía de Allariz que era el lugar del mundo con más iglesias por católico cuadrado”


“Durante la dictadura franquista, el cuadro de la mujer desnuda estuvo una larga temporada recluido en un sótano municipal y después de volver a la luz todavía pasaba al lado oculto si había un acto público o recepción de autoridades. Durante una visita del arzobispo y cardenal Quiroga Palacios, la autoridad competente decidió cubrir la sensual obra con un panel floreado de claveles blancos y rojos. Pero, en pleno acto, una corriente de aire golpeó una ventana y el temblor hizo caer la tapadera al suelo. Ante los invitados apareció el cuerpo refulgente de la bellísima Simone, con la única túnica de su cabello dorado. Y fue entonces cuando el arzobispo Quiroga, que compartía con su coetáneo Juan XXIII el libre albedrío del humor, exclamó con picardía: «Pero ¿por qué demonios tenían escondida esta divina creación?».





Tal vez, uno de los puntos que más me han interesado de la novela es el estudio etnológico que el autor nos plantea de la tierra gallega y de la idiosincrasia propia de sus habitantes. Me gustaría llamar la atención del lector sobre un párrafo en la que se ejemplifica ese acervo cultural ancestral, que ha pervivido a través de los siglos a través de la tradición oral. El párrafo en cuestión es aquél en el que Manuel Rivas nos explica ese dicho que definía la máxima ignorancia: “Es tan bruto que no sabe ni el nombre de los árboles”. No voy  a transcribirlo dado su extensión, pero es muy interesante. 








Otro de los puntos positivos del autor es su capacidad evocadora para crear ambientes y atmósferas en los que los personajes quedan perfectamente integrados. Por decirlo a la inversa, el paisaje gallego es una de los personajes fundamentales de la novela. Por la propia estructura de la novela, a retazos, es un texto bastante “coral” en lo que respecta a los personajes, que aparecen, en algunos casos, apenas bosquejados. De todos los personajes que aparecen, en mi opinión, el mejor trazado y perfilado es el del tío Francisco Barrós. Un personaje que tiene entidad suficiente para traspasar y desbordar esta novela y cuya historia, a buen seguro, daría para escribir otra novela. Me ha gustado la cita que el autor hace en la novela del actor Xan das Bolas, que probablemente a muchos de los lectores no les suene de nada. Fue un conocido cómico y actor que, entre otros, trabajo con Berlanga, Bardem, Sáenz de Heredia y que, si os tomáis la molestia de buscarlo en internet descubriréis que os sonará conocido.



Como comenté al principio, a pesar de tratarse de una novela menor en la producción de Manuel Rivás, el autor sigue teniendo “un guante en la pluma” (permítaseme esta figura retórica para expresar poéticamente esa elegancia y esa belleza inmaterial que destila su prosa). A lo largo de la novela hay decenas de ejemplos, a cuál mejor, que muestran esta aterciopelada prosa de su autor. A modo de muestra voy a transcribir un par de ejemplos, ruego al lector que repare en el uso eufónico y el manantial de recursos estilísticos  que fluye en su escritura.



“La hora y la ausencia de hombres permiten que las mujeres estén dentro de la taberna, a la sombra. También ellas trabajan. Cosen, bordan o hacen calceta. Y encima de la mesa está María. Lee en voz alta el periódico. No hay radio, no hay televisión. María está leyendo con la linterna de sus ojos verdes en medio de un silencio antiguo”.


“El murciélago movía las alas con torpeza, se esforzaba por zafarse de aquella pesadilla, pero volvía a caer. En el primer acto de la maldad, encontrábamos algo cómico en su cara, con trazos tan humanos. Hasta que llegamos a sentir el pánico de su mirar ciego. Los animales ayudan a ver. Si hay un volar que ahora me hechiza, con el que me identifico, es el de los murciélagos. Fue un obsequio de la culpa. Esa forma del desarreglo absoluto, los giros imprevistos, la ruptura de perspectivas, el ser visible e invisible a un tiempo. Una ironía total de los sentidos. El presente alucinado”.



“Las voces bajas” desliza entre sus páginas algunos errores. El lector habitual de este blog es sabedor de mi cruzada contra que, en libros editados por editoriales (valga la redundancia) tan prestigiosas como, por ejemplo, Alfaguara, puedan deslizarse estos errores que tanto perjudican a la valoración final de una obra literaria. En el caso de la novela que estamos analizando hay algunos pero especialmente quería citar uno que me parece especialmente palmario.



“Manuel, el de Sigrás, estaba afiliado al Sindicato. Y decir sindicato en las Mariñas coruñesas era decir Confederación. La CNT anarquista. Estuvo un tiempo preso, durante el «bienio negro», pero el propio juez levantó los cargos. Participó en la larga huelga para alcanzar la semana laboral de ocho horas. Y cuando mencionaba esa lucha, un brevísimo inciso en su silencio, volvía a refulgir en el pozo de la mirada una melancolía libertaria”.




Supongo que, evidentemente, el autor en vez de “Participó en la larga huelga para alcanzar la semana laboral de ocho horas”, se querría referir a la jornada laboral de ocho horas. Y, como comentaba anteriormente, me apena que estos errores de bulto se deslicen en estas ediciones tan “cuidadas” y de editoriales de tanta importancia y prestigio.



Para no extenderme ya mucho más y, a modo de resumen, me gustaría decir que “Las voces bajas” me ha decepcionado. Y me ha decepcionado porque, en mi opinión, es un claro paso a atrás en la trayectoria literaria de su autor. Novela deslavazada, hecha a retazos que, en ningún momento consigue captar plenamente la atención y el interés del lector, probablemente por esa estructura a retazos en la que se echa de menos una sólida armadura narrativa que sustente el entramado del libro. Sin duda lo más positivo de este libro es la capacidad de su autor para hacer “magia” con las palabras. En fin, para mí que soy una enamorado de la literatura ha sido una auténtica pena... y nunca me es plato de gusto escribir una reseña negativa, pero si algo tengo claro es que en este blog siempre seré fiel a mi modo de entender la literatura. Sé que muchos lectores confían en mis opiniones y, por supuesto, mi intención es no defraudarles nunca. Y además ardo en deseos de leer la nueva novela que publique para corroborar que esta novela ha sido un “pequeño” traspiés en su meritoria carrera literaria.




Dicho todo lo cual y atendiendo a todas las razones ya indicadas,  y siendo fiel a mi conciencia y a modo de entender el arte literario, creo que la puntuación más adecuada y que más justicia haría a la novela “Las voces bajas” del escritor coruñés Manuel Rivas, sería de un 5,75/10.

© Luis Alberto Cao


(Para ilustrar la reseña os dejo una entrevista que concedieron Manuel Rivas y José Luis Cuerda)


sábado, 15 de diciembre de 2012

La vida iba en serio. Jorge Javier Vázquez.


Título: La vida iba en serio.
Autor: Jorge Javier Vázquez.
ISBN: 978-84-08-03611-1
Editorial: Planeta
Fecha edición: 8 de noviembre de 2012.
Páginas: 256.




“Desde muy pequeño me convertí en un maestro en el arte de escuchar,
puesto que yo no podía contarle a nadie nada de lo que sentía”.

“Si es verdad que la infancia es la patria de cada
uno, yo soñé desde muy pequeño con el exilio”
(La vida iba en serio. Jorge Javier Vázquez)




A lo largo de estos días, desde que anuncié en este blog mi intención de reseñar la primera novela publicada por el televisivo Jorge Javier Vázquez “La vida iba en serio”, he recibido inopinadamente, más de una veintena de correos electrónicos de algunos de los amables seguidores habituales de mis reseñas. En estos correos la inmensa mayoría me sugerían que dedicase mis esfuerzos críticos a novelas de mas relevancia y no perdiese el tiempo con esta “bazofia”, palabra textual de uno de los amigos seguidores de este blog literario. Tengo que confesar, antes de entrar en el análisis detallado y exhaustivo de la novela, que desde hace más de tres años no veo absolutamente ningún programa de los llamados “del corazón”, o de “telebasura” y que mi opinión personal sobre el personaje y la actividad televisiva de Jorge Javier no puede ser muy positiva. Dicho lo cual, me gustaría también  aclarar que durante estos días que he estado inmerso en la lectura de “La vida iba en serio”, me he abstraído totalmente del personaje “mediático” que ha escrito la novela para “únicamente” centrarme y “enfrentarme” a un texto literario con la mayor imparcialidad y del modo más objetivo y aséptico posible. Respecto a los correos de los amables seguidores de este blog me gustaría comentar que “Las bizarrías de Belisa” es un blog literario dedicado, fundamentalmente, a la reseña y análisis de novelas de plena actualidad literaria. Por lo tanto y dado el indiscutible éxito de ventas que está teniendo en las librerías queda, en mi opinión, más que justificada su inclusión.




Después de este largo y, en mi opinión, imprescindible proemio a la presente reseña, creo llegado el momento de, como suele ser habitual en todas mis reseñas, pergeñar, a modo de una primera impresión general y con intención de aquilatar mi opinión al respecto, un esbozo, a grandes rasgos, del tono general del análisis posterior.  “La vida iba en serio” me ha resultado una novela, en algunas fases, interesante pero que, sin embargo, alterna con otros momentos de un escaso interés, tanto literario como en el desarrollo de la trama que nos cuenta. Resulta evidente, a poco que profundicemos mínimamente en el texto, el amplio bagaje cultural y de conocimiento literario del autor, con varios velados (y no tan velados) “homenajes” a diversas obras importantes de nuestra literatura. Pero, como ya he comentado, todo esto será objeto de un análisis mucho más detallado a lo largo de la presente reseña.



Para intentar contextualizar y, por lo tanto, situar al eventual lector en el ámbito de la novela que vamos a analizar, sin duda alguna, lo más adecuado será pergeñar, someramente, un breve bosquejo de la sinopsis argumental de la trama que sustenta la novela. Para lo cual voy a permitirme transcribir, literalmente, la recensión que, a estos efectos, a publicado la propia editorial Planeta.


“Ese muchacho que llega a Madrid en 1995 arrastrando su maleta, con un contrato para trabajar en una revista del corazón y mil silencios en el recuerdo, poco imagina que algún día no muy lejano será uno de los rostros televisivos más reconocido, exitoso y en no pocas ocasiones denostado de nuestro país. La novela cuenta la historia de un joven periodista que deja atrás su barrio, a su familia y una vida interior cargada de deseos sin cumplir, miedos y preguntas sin respuesta, y se sienta en un banco de una plaza antes de atreverse a abrir la puerta de su piso alquilado.

En ese momento no sabe todavía lo poco que tardará en conseguir lo que anhela: la libertad para ser él mismo sin temor, para vivir abiertamente su sexualidad, para destacar en su profesión y empezar a conocer a gente, a periodistas, a famosos y a amigos ante los que abrirse sin reparos ni vergüenza. Pero ignora que todo tiene un precio, que avanzar y hacer que se cumplan los sueños conlleva la carga de las deudas con el pasado, unas deudas que se deben saldar para seguir adelante”.



Ayer, tras cerrar el libro después de su lectura, me quedé bastante perplejo porque, alejado de la imagen que tenía de Jorge Javier Vázquez, sentí esa difusa sensación de la mucha soledad, incomprensión, miedos y dolor que tuvo que arrostrar durante su infancia y juventud hasta que, por fin, consiguió llegar a Madrid y empezar a vivir su vida con libertad. El texto no deja de ser una mirada nostálgica al pasado y parece sugerir un ejercicio, una necesidad, por parte del autor, para reconciliarse consigo mismo y con su familia que, por cierto, juega un papel muy importante a lo largo de la novela.


La novela está estructurada en 13 capítulos y un epílogo. En la mayoría de los capítulos el narrador es el “yo poético” del propio Jorge Javier, pero en algunos otros asumen el papel de narrador el padre y la madre del autor. Precisamente estos capítulos narrados por los padres son, como mucha diferencia, los mejores del libro. Narrados con un costumbrismo y una pincelada alegre y suelta, realmente apreciable y que, sin duda alguna, nos traerán reminiscencias e influencias de grandes autores decimonónicos de la literatura castellana. Sin embargo, como insinuaba un poco más arriba, los capítulos “narrados” por el autor me han parecido improvisados y poco elaborados, con continuos saltos temporales que, al menos esa es mi opinión, dan una impresión de “ir escribiendo las cosas según se me van ocurriendo”, sin esa reflexión, sin esa planificación estructural y temática que diferencia una obra literaria de un “diario” que cualquiera de nosotros pudiera escribir. Pero, incluso, sin profundizamos un poco más en  el nivel sintáctico de los relatos puestos en voz del autor veremos que, de vez en cuando, hace un uso “improcedente” y pedante de muchas palabras que quedan fuera del ámbito lingüístico general de la novela. Por ejemplo, en un momento dado de la novela Jorge Javier Vázquez nos dice:



“Cuando estaba en segundo de carrera me largué un verano a estudiar a Londres. A la vuelta, mientras desayunaba en el bar entre clase y clase, pretendí epatar a una compañera”



Tras leer el contexto sintáctico en el que se desarrolla la  novela, resulta totalmente discordante y “pedante” el uso de la palabra “epatar” que, por cierto, es una palabra correctísima, sin duda alguna, pero quizá poco a adecuada en el contexto lingüístico en el que se desarrolla la novela. También me llamó mucho la atención que, en el caso de Jorge Javier Vázquez,  que es filólogo deslice un error como el que aparece en el siguiente fragmento:



“El caso es que le cogí el tranquillo a aquello de hacer refritos, aunque con lo que yo soñaba era con trasladarme a Madrid y tratar de tú a tú con los personajes sobre los que escribía. No me iba lo de ser rata de redacción, escribía con la misma pasión que quien pega sellos. Lo único que me hacía gracia era la versatilidad que iba adquiriendo mi personalidad: si me tocaba escribir sobre personajes americanos, firmaba mis artículos como George Scott, mientras que los días que los protagonistas de mis reportajes eran aquellos actores de culebrones tan en boga por aquella época me convertía en Héctor Banderas; y si por casualidad me tocaba en el reparto escribir sobre el Festival de San Remo, firmaba como Giorgio Coletti. Podría decirse que tenía heterónimos a tutiplén, como Pessoa”.




En este fragmento anterior Jorge Javier Vázquez confunde el uso de pseudónimo, que por el contexto parece que es lo que quiere decir, con heterónimo que no es lo mismo, ya que hay una diferencia bastante sensible. A lo largo del libro se deslizan bastantes errores y es  una lástima que en un libro publicado por una editorial tan importante como es Planeta haya estos errores, probablemente de edición. Pondré un ejemplo de a qué me refiero con esto. Habla de que su primer encargo de trabajo en Madrid, en el año 1995, fue asistir a la colocación de la primera piedra de un centro para discapacitados cuya madrina era una folclórica de posguerra “No sólo fue la folclórica: también rondaba por ahí la mujer del presidente del Gobierno, la presidenta de la Comunidad...” Resulta evidente, al poner en mayúsculas la palabra Comunidad que el autor se refiere a la Comunidad de Madrid. Sin embargo en el año 1995, forzosamente tuvo que ser “el presidente de la Comunidad”, en masculino, puesto que la única mujer que presidió la Comunidad de Madrid fue Esperanza Aguirre cuyo mandato fue muy posterior (2003-2012).
 
 
“La vida iba en serio” es una novela que destila mucha ternura, especialmente, como ya he comentado en los relatos de sus padres. Sin duda alguna tengo que reseñar la delicadeza, la sensibilidad y la belleza con que Jorge Javier, en la voz narrativa de su padre, nos hablará de cómo descubrió la gravedad de su enfermedad pero eso sí, sin sensiblería lacrimógena. Y precisamente esa parquedad, esa contención es lo que incrementa ese efecto dramático. Sin embargo y a modo de contrapunto, el autor nos ofrece algunos momentos de un fino sentido del humor, particularmente me gustaría destacar un momento que me encantó.



“La idiota encontró en mí una presa fácil debido a mi timidez y consiguió que acudiera a trabajar con el miedo en el cuerpo hasta que un día la oí pronunciar la siguiente frase: «Antonio García Obregón, a la sazón padre de Ana Obregón…». A partir de entonces troqué el miedo por el desprecio y descubrí lo tranquilo que se trabajaba recibiendo órdenes y bufidos de una burra”.



Evidentemente la jefa desconocía que la locución adverbial “a la sazón” puede equivaler a “entonces”, “en aquel tiempo...”, por lo que resulta descacharrante la “burrada” que le dice, sobre todo viniendo de una profesional del lenguaje como se supone que es la redactora de una revista.



En lo que respecta a los personajes, excepción hecha de los personajes principales, que quedan más o menos caracterizados, el autor pasa muy de puntillas sobre los “personajes secundarios” que están apenas esbozados y con un desarrollo muy deficiente, por así decirlo, de un modo muy “colateral”. Dentro de esta serie de personajes secundarios, recomendaría al lector que prestase atención en un personaje que sólo aparece citado, como muy de pasada, pero que se será muy importante en el desarrollo dramático de la novela: Mercadé, un amigo del padre de Jorge Javier Vázquez.



Al principio de esta reseña comenté que es evidente, sin duda alguna, que el autor de “La vida iba en serio” es un gran lector, y un gran conocedor de la literatura, imagino que su condición de filólogo habrá sido un factor coadyuvante. En un momento dado de la novela el propio autor nos confiesa lo siguiente: “Porque mis miedos me los he comido solo, tumbado en mi habitación escuchando música o leyendo, leyendo sin parar todo lo que caía en mis manos”. Aquí vemos, de nuevo, como ya hemos comentado en otras reseñas de este blog, el factor de liberación y de trasmutación de la realidad que proporciona la literatura. Pues bien, fruto de ese amor a la literatura, a lo largo del texto, el autor nos deja múltiples “homenajes”, más o menos evidentes, a la propia literatura. Sin ir más lejos el título de la novela es un palmario homenaje al poeta Jaime Gil de Biedma, curiosamente la antes citada Esperanza Aguirre era sobrina del poeta, que, al igual que Jorge Javier Vázquez, tuvo una vida muy marcada por su homosexualidad. El poema del que el autor extrae el título de la novela se titula “No volveré a ser joven” y ruego al lector que lo lea con mucha atención y piense en qué pudo identificarse Jorge Javier Vázquez a la hora de titular su novela de este modo.


Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra”



“La vida iba en serio” es una novela redonda, que termina bien rematada. En este caso resulta especialmente evidente puesto que la novela va a terminar exactamente igual que empezó, cerrando perfectamente ese círculo del relato. Sin embargo, veremos que el efecto dramático y el significado de esta misma situación, con la que empieza y termina la novela, es radicalmente distinto y esto provoca un gratificante efecto en el lector mostrando un siempre agradecido, por parte del público en general, de un “happy end”.




Lamentablemente y como por desgracia suele ser habitual por razones de espacio, van a quedar inéditos, en mi cuaderno de notas, algunos detalles técnicos que me hubiese encantado poder mostrar para ilustrar este análisis. Pero lo que sí quisiera, volviendo a ese inusual proemio, con el que encabezaba esta reseña, es reflexionar sobre los prejuicios con los que nos enfrentamos, en nuestro caso concreto, a la lectura de una novela. “La vida iba en serio”, evidentemente, no es una obra maestra de la literatura, pero sí es una novela correcta, especialmente considerando que se trata de la obra de un autor novel, a pesar  de que como ya he referido adolece de algunos errores. Antes de sentarme a escribir esta reseña he reflexionado mucho sobre las impresiones recibidas tras su lectura. Y, por poner un ejemplo, no hace mucho analicé un libro que lleva casi 20 semanas en el puesto número uno de las listas de ventas y que es el primer libro de una famosa trilogía “erótica”. Pues bien,  tras un análisis objetivo y desapasionado, es indudable que “La vida iba en serio”, desde un punto de vista literario y artístico es infinitamente superior. Por desgracia para su autor, a pesar de vender un montón de libros, su gran problema será que siempre se le mirará como a un personaje televisivo y le va costar mucho, si es que lo consigue, que sea valorado exclusivamente como escritor.



Ya, para ir terminado, me gustaría citar uno de los momentos, desde un punto de vista artístico más interesante de toda la novela. Me refiero a cómo el autor nos va a ir entrecruzando la narración del padre y de la madre (y no puedo decir más para no reventar del todo la novela). El efecto que produce esa narración “bimembre” (permítaseme la expresión) es interesantísimo.



A modo de resumen final, me gustaría consignar que “La vida iba en serio” es un canto a la nostalgia, a ese amor fundamentalmente a su padre que no supo verbalizar y que, de alguna manera, esta novela le ayudará a exorcizar esos sentimientos de culpa. Novela en el que la soledad y el sentimiento de marginación aparecen constantemente, a cada línea que leemos. Recomendaría al eventual e hipotético lector de esta novela que, al igual que he hecho yo, hiciese el esfuerzo de leerla sin ningún tipo de prejuicios a su autor para poder enjuiciarla en su justo término. Como ya comenté más arriba es cierto que lo que salva la novela es, en mi opinión, la parte en que las voces narrativas son los padres, porque los capítulos que narra el “yo poético” del autor son en algunos momentos bastante flojos e incluso, me atrevería a decir, soeces y de mal gusto.


Dicho todo lo cual y teniendo en cuenta todos los méritos (y deméritos) aquí expuestos y conforme a mi conciencia y modo de entender el arte literario, creo que la puntuación que haría más justicia a la novela “La vida iba en serio” primera novela publicada por el escritor Jorge Javier Vázquez sería de un 6,50/10.

© Luis Alberto Cao

(Para ilustrar esta reseña, os dejo un video de una entrevista radiofónica que el autor concedió para hablar de su novela).