domingo, 24 de noviembre de 2013

El buen hijo. Ángeles González-Sinde.




Título: El buen hijo.

Autor: Ángeles González-Sinde.
Editorial: Planeta.

Colección: Autores Españoles e Iberoamericanos

ISBN: 978-84-08-11995-1
Páginas: 320. 
Fecha de publicación: 5 de noviembre de 2013.
Precio: 19,50 €




Creo en el rastro que los humanos dejamos en los objetos que tocamos, creo en la huella que unas personas imprimimos en otras, a veces positiva, a veces negativa, en ocasiones porque nos conocemos y otras sin conocernos de nada a través de una canción o un libro o una pluma bien diseñada y grata a la mano.
(El buen hijo. Ángeles González-Sinde)



“Imagina lo que quieras y encontrarás el camino que te lleve”
(El buen hijo. Ángeles González-Sinde)



Después de la tremenda desilusión que me llevé tras la lectura de “El cielo ha vuelto” de Clara Sánchez (pinchar en el título para leer la reseña), novela que resultó ganadora del Premio Planeta, en su edición del año 2013, no os voy a ocultar que he tenido una cierta “prevención” a la hora de traer a este blog literario la crítica y el análisis de la novela “El buen hijo”, de la escritora madrileña Ángeles González-Sinde, que fue declarada finalista en dicho certamen literario. Sin embargo tengo que confesaros que, sin ser una obra maestra, es un libro que resulta entretenido y de una lectura fácil, eso sí, que permite una segunda lectura de un calado mucho más profundo de lo que puede sugerir, aparentemente, en una primera lectura. Es indudable que Ángeles González-Sinde es una escritora de oficio y que en su obra abundan los recursos técnicos y el talento natural para dotar a sus textos de “vida”. Es también fácilmente reconocible, cuando se analiza sus obra literaria, la importante influencia del lenguaje cinematográfico en sus libros y, particularmente, en “El buen hijo” (como por otra parte ocurre a tantos autores en la actualidad). Ángeles González-Sinde es una de los grandes guionistas del cine español. Sirva, como ejemplo de su trabajo, el guión de la magnífica película “La buena estrella” de Ricardo Franco con el que ganó un merecidísimo Premio Goya. A lo largo de este análisis, y como suele ser habitual, intentaré incidir y destacar los aspectos fundamentales de esta novela y de los “recursos literarios” de que la autora se vale para narrarnos esta historia. Antes de entrar propiamente en el estudio sí me gustaría comentar que, en mi opinión, González-Sinde es una gran “contadora de historias” y veremos cómo, tratándose incluso, y a priori, de una historia poco relevante, la autora conseguirá sacarle todo el provecho posible. Sirva esto último para enfatizar ese oficio y esa facilidad, de que hace gala la autora, para contar historias, ese arte tan “fácil” pero a su vez tan “difícil” que llamamos literatura.



Al principio de esta reseña advertía de la prevención con la que leí esta novela, pero mi responsabilidad ante los centenares de lectores que siguen este blog me impulsó a su lectura y análisis ya que, por su repercusión mediática, es una novela que interesa a los lectores, por lo que no sería pertinente hurtarles esta reseña. Puedo decir, sin la menor duda, y al menos esa es mi opinión, que “El buen hijo” es un texto netamente superior al de “El cielo ha vuelto”, a la postre ganador del Premio Planeta. No es mi intención, en modo alguno, establecer una rigurosa comparativa entre ambas obras, labor que excedería las competencias de esta crítica. Ignoro los méritos que ha apreciado y valorado el Jurado, formado, por otra parte, por personalidades de un indubitable prestigio y acreditada solvencia en el ámbito de las letras.



Por seguir el habitual orden expositivo y por mantener una cierta coherencia metodológica en la estructura de este análisis literario, lo más adecuado será empezar por pergeñar, someramente, la sinopsis argumental de los hechos que acaecen en la novela. La razón de ser de este resumen es situar al eventual lector en el texto objeto de nuestro análisis. Para tal fin me limitaré a transcribir, literalmente, la reseña que ha publicado la propia editorial Planeta.



“Finalista Premio Planeta de Novela 2013 El brillante debut literario de la cineasta Ángeles González-Sinde es una gran comedia de sentimientos, perplejidad y desconcierto frente al mundo que nos ha tocado vivir. A sus 37 años Vicente sigue compartiendo vida y negocio con su madre. Quiere que todo cambie pero no sabe cómo o hacerlo. ¿Quién te enseña lo que no sabes? ¿Dónde se aprende a vivir mejor? A pesar de ser un tipo al que todos aprecian, tiene un importante talón de Aquiles: su indecisión y su afán por complacer a todos, lo que le lleva a enmarañarse en relaciones afectivas confusas. Un accidente doméstico deja a su progenitora impedida temporalmente, momento que Vicente aprovecha para revolucionar su vida de la manera menos inteligente posible: enamorándose de Corina, la asistenta, cuya personalidad no es tan clara como parece. Una novela de perplejidades vitales construida con tanto sentido del humor como verdad, en la que Ángeles González-Sinde nos demuestra la gran narradora de historias que es”.



Al principio de este análisis ya avanzaba que Ángeles González-Sinde es una escritora, una buena escritora, que, por así decirlo y por razones obvias, está muy influida por la escritura cinematográfica. Y “El buen hijo” es un ejemplo de ello. Si analizamos la propia estructura externa de la novela podremos observar que ya desde su propia estructuración en capítulos, encabezados por una frase, la autora va a acotar esa acción narrativa en secuencias, en el sentido más cinematográfico. Por ejemplo: en los capítulos “Domingo paella” o “Cazafantasmas” toda la acción dramática se va a articular alrededor de un “hecho” concreto dotándole al capítulo de una cierta entidad narrativa, de una cierta autonomía argumental. Estos capítulos “cerrados” están concebidos de un modo muy visual.



González-Sinde acierta plenamente a la hora de dar la voz narrativa al personaje principal en primera persona. La autora consigue que el lector empatice inmediatamente con el personaje de Vicente: el buen hijo. A lo largo del texto resulta difícil no tomarle cierto cariño por su bondad, por sus dudas en la vida, por esa incesante búsqueda de su lugar en el mundo y de la felicidad. La autora dotará, con mucha inteligencia, en algunos momentos “puntuales” del texto, de omnisciencia al narrador, esto es al protagonista. Pondré un ejemplo, de los varios que se diseminan a lo largo de la novela, de esa omnisciencia y de su importancia, desde un punto de dosificación del caudal narrativo, en el desarrollo del texto.



“Sea como fuere, la noche anterior al batacazo de mi madre había tenido un sueño inusualmente largo e intenso. Como ya he mencionado, mi padre está muerto. Murió hace muchísimo tiempo. Todavía me cuesta decir estas palabras, son grandes, monumentales y pesadas, mientras que su muerte es algo bastante invisible, es como la sombra, te cubre enteramente pero no se puede asir, ni palpar. Es infrecuente que sueñe con él, en veinte años me habrá pasado tres o cuatro veces, pero aquella noche fue una de ellas, y sin duda fue la trascendente, la más importante, el germen que, junto con la caída, cambiaría las cosas”.



Como se puede observar al final del ejemplo, el narrador nos “proyecta” hacia el futuro para explicarnos que aquel hecho sería trascendente para que “las cosas cambiasen”. Con lo que, en ese momento, el narrador abandona el plano temporal en el que se mueve para explicar o avanzar al lector la transcendencia, o las consecuencias, de un hecho en el futuro narrativo. 



Ángeles González-Sinde, como esbozaba al principio de este análisis, nos ofrece un libro que, tras la apariencia de una novela “amable” y divertida, esconde una novela que, si se tiene la adecuada predisposición, dará muchos motivos para la reflexión del lector. De hecho, a lo largo del desarrollo de “El buen hijo”, la autora recorrerá un amplio arco que va desde la comedia hasta, me atrevería a decir, el drama. El lector asistirá a un profundo análisis de introspección psicológica del protagonista, pero escrito con tanto oficio y conocimiento que, al igual que sucede con los buenos magos, no vamos a ser conscientes del “truco” de decir tantas verdades en un texto tan aparentemente desenfadado e, incluso, aparentemente banal. Voy a transcribir un par de ejemplos, pido disculpas si son un poco largos pero creo que, en mi opinión, necesarios e ilustrativos de este aspecto de la novela. En ambos la autora nos va a decir cosas muy profundas pero, insertas en la novela, de un modo, no me atrevería a decir jocoso, pero sí desenfadado



“Al parecer, aquel pastor de almas les hablaba mucho del miedo y las distintas maneras en que se manifiesta y nos bloquea. El tipo decía, y ella estaba de acuerdo, que el miedo estaba conectado con el deseo, que eran extremos de una misma soga. Utilizó esa palabra, soga, cosa que me extrañó porque su español, ya digo, es bastante deficiente, pero se ve que era un término del párroco. Cuanto más tiras del cabo del deseo, sea de una cosa o de una persona, más tiras del miedo, y sin darte cuenta te pasas al otro lado, al horror a perderlo. Y por eso hay que tener vigilada la soga, me decía. Manejarla con cuidado, desear, pero no demasiado, a ser posible nada, porque el miedo es un bicho, por lo visto, y según lo alimentes crecerá más o menos, como una de esas tortuguitas que se regalan a los niños y que al principio son diminutas, pero como les eches de comer crecen y crecen”.



“Bueno, por lo menos en el puzzle que intento recomponer, creo que cada fragmento, cada pormenor, es significativo, porque las vidas pequeñas, corrientes, no se construyen a base de actos extraordinarios y fácilmente aislables, sino de una amalgama de minucias que por sí mismas pasarían desapercibidas y únicamente sumadas adquieren sentido”.



Respecto al análisis de los personajes que pueblan la novela, me gustaría precisar que, tal vez, su diseño no sea especialmente minucioso, en algunos casos simplemente esbozados, pero que, en el conjunto de la novela, resultan correctos y cumplen con su “función”. Por así decirlo cada cual tiene su “función dramática” (conformando el “dramatic personae”) dentro de la novela y la cumplen. Esto, obviamente, conlleva una cierta simplificación dado que adoptan unos “roles” con un carácter bastante primario en su trazo que les dota de un perfil bastante plano y maniqueo. Lógicamente un autor cuando nos narra una historia utiliza como materia prima fundamental el lenguaje, la prosa. Analizando este aspecto particular resulta evidente que la autora ha utilizado una prosa actual alejada, tanto en la parte meramente narrativa, como, por supuesto, en las partes dialogadas, de cualquier virtuosismo o “barroquismo” estilístico. Obviamente González-Sinde ha moldeado su prosa al contexto en el que se desarrolla su novela. En muchos casos resulta bochornoso comprobar que algunos escritores provocan unas “bochornosas” disimilitudes entre su expresión literaria (lingüística) y el contexto (cultural, social, etc) de la trama que narran.



“El buen hijo” es un libro bastante bien editado y se nota que estaba bastante cuidado en su corrección y supervisión. Lo cual, siempre, es un verdadero placer. Únicamente he encontrado un párrafo que, en mi opinión, resulta bastante desagradable, desde un punto de vista lingüistico. En este fragmento se acumulan, en mi opinión, dos errores. Por una parte un hipérbaton muy forzado, al que no veo ningún valor estilístico y una frase desagradablemente cacofónica. Transcribiré literalmente el texto y destacaré, en negrita, ambos errores. El primero hará referencia al hipérbaton y el segundo a la cacofonía.



“Aunque había dormido poco, llegué a la tienda más temprano que nunca y me puse a limpiarla de arriba abajo. Iba a ser una sorpresa para ella. Con la improvisación del día anterior, Corina no había fregado los platos de la tarta ni las tazas del café, y el office andaba un poco manga por hombro. Como una patena lo dejé. Hasta la fregona pasé, cosa que me di cuenta de que, salvo en casa de mi hermana cuando estoy de canguro, había hecho muy pocas veces en mi vida y que tiene su gracia. Cuando llegó, un pelín tarde, se quedó asombrada”.



Ese hipérbaton, tan forzado, sería mucho más correcto si dijésemos: “Lo dejé como una patena”, ya que no encuentro un motivo estilístico que justifique el “osado” de esta figura retórica. Pido disculpas a los lectores si, tal vez, sean excesivamente filológicos estos incisos pero, me consta, que muchos de los habituales seguidores de este blog, que me escriben a propósito de este tema, me piden que, con una vocación y un interés pedagógico, los incluya para así poder disfrutar más de la literatura.



“El buen hijo” es una novela escrita con mucha sensibilidad, que no “sensiblería”, que quede claro, travestida bajo el sentido del humor y la comedia y me ha parecido especialmente interesante cómo González-Sinde remata la novela. Ruego a los lectores que reparen en la belleza, tanto formal como en su construcción narrativa, con la que la autora cierra la novela en el último capítulo titulado “La puerta verde”.



Lamentablemente creo que ya, para ser consecuentes con la propia naturaleza de una reseña literaria, no debo alargarme mucho más en este análisis. En mi cuaderno de apuntes que, al menos para mí, resulta indispensable a la hora de analizar una novela, quedan multitud de detalles técnicos y apuntes que me ha sugerido la lectura de “El buen hijo”. Sin duda alguna y considerando que estamos hablando, a pesar de su dilatada experiencia como guionista de cine, de la primera novela de Ángeles González-Sinde, considero que se trata de una autora interesante y que, en mi ficha de autores, etiquetaré con la reseña de “autora a seguir”.



A modo de resumen final me gustaría comentar algunos aspectos que, en mi opinión, resultan de obligada consignación. “El buen hijo” es una novela fresca, divertida, ingeniosa que, como comentaba con anterioridad, con ese barniz oculta una novela con un trasfondo profundo, de análisis de “temas serios”. Una novela que resulta entretenida de leer pero que requiere que el lector profundice en ese segundo nivel de lectura, imprescindible, para apreciar y degustar su valor literario. Muy interesante, también, la hermosa gradación de la comedia al drama que la autora plantea a lo largo de la novela. Y, por supuesto, el tratamiento que la González-Sinde da a Vicente, el personaje principal. A lo largo del libro comprobamos que el protagonista odia su nombre, Vicente, sin embargo en un momento dado de la novela ese mismo nombre le sonará a “música celestial” ( y hasta ahí puedo leer…). En este detalle se ejemplifica la elegancia y el oficio de Ángeles González-Sinde. Insisto que “El buen hijo” no es, ni muchísimo menos, una obra maestra de la literatura pero creo que es una novela más que correcta, escrita con oficio y conocimiento y, más aún, considerando que es el debut dentro del género novelístico de su autora.



Dicho todo lo cual y teniendo en cuenta todo lo expuesto más arriba e intentando ser lo más fiel posible a mi conciencia y a modo de entender el arte de la literatura, creo que la puntuación que más justicia haría a “El buen hijo” novela acreedora del premio de Finalista en la edición de los Premios Planeta correspondiente al año 2013, de la escritora madrileña Ángeles González-Sinde sería de un 7,00/10.


© Luis Alberto Cao


(Para ilustrar esta reseña os dejo una entrevista que concedió Ángeles González-Sinde con motivo de la publicación de esta novela)


martes, 19 de noviembre de 2013

Efeméride de la publicación de las cien primeras reseñas de "Las bizarrías de Belisa"







Hoy amig@s mí@s, hoy  es un día especialmente feliz para mí y para este modesto blog literario “Las bizarrías de Belisa”. Gracias a vuestro apoyo, que ha sido fundamental, a vuestro cariño y a vuestros ánimos hoy este blog ha cumplido cien reseñas; las primeras cien reseñas. Soy un afortunado por contar con unos lectores tan maravillosos como vosotros y por los centenares de correos que he recibido de todos vosotros. Sin duda alguna también lo soy por dedicarme a esta maravillosa profesión que tantas satisfacciones me provoca.



Por último me gustaría poder mandaros un GRACIAS inmenso que abarcase  los cuatro puntos cardinales de la rosa de los vientos, porque me consta que tengo amig@s y seguidores en multitud de países del mundo. No me gustaría alargarme mucho más en esta entrada tan especial para mí a la que habéis contribuido tod@s y cada un@ de vosotr@s.



Muchos amigos seguidores de este blog me han preguntado que el porqué de este titulo “Las bizarrías de Belisa”. La razón es como homenaje a uno de los mayores talentos que ha dado la literatura universal: Félix Lope de Vega y Carpio (1562-1635). “Las bizarrías de Belisa” según muchos autores es la última obra que escribió por así decirlo sería su canto de cisne.



Creo que no hay mejor manera para festejar esta efeméride que con literatura. Os dejo este hermosísimo poema de Lope



Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir del rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño,
esto es amor: quien lo probó lo sabe.



¡¡ GRACIAS A TOD@S!!


lunes, 18 de noviembre de 2013

La mala luz. Carlos Castán.




Título: La mala luz.

Autor: Carlos Castán.
Editorial: ·Ediciones Destino
Colección: Áncora y Delfín.
Volumen: 1273.

ISBN: 978-84-233-4724-7

Páginas: 227. 
Fecha de publicación: octubre de 2013.
Precio: 16,90 €



“Recordaba que mi padre solía decir que la
razón de vivir era prepararse para estar muerto
durante mucho tiempo”
(Mientras agonizo. William Faulkner)



“La vida dura mientras alguien te espera
y lo demás es ya pura supervivencia”
(La mala luz. Carlos Castán)



“Es una profunda y dolorosa verdad aquella visión
de Goethe según la cual la vida interior vendría a ser
como una especie de ciudadela fortificada
en la que nadie puede adentrarse realmente,
ni salir de ella aunque a veces el embuste del lenguaje
construya la ilusión de todo lo contrario”.
(La mala luz. Carlos Castán).





Mi relación, como lector y crítico literario, con la obra del escritor barcelonés Carlos Castán comenzó a finales de los noventa con la publicación de su interesante libro de relatos “Frío de vivir”. Desde entonces creo que he leído toda su obra publicada. Por eso tenía mucho interés por traer a este blog el análisis literario de su primera incursión, propiamente dicho, dentro del género novelístico con “La mala luz” (sus anteriores trabajos publicados eran libros de relatos). Carlos Castán es un interesante autor cuya obra, qué duda cabe, está bastante alejada de la estética “clonada” de muchas de las novelas actuales, tanto por su temática (ahora está de moda la novela erótica) como por sus calcadas estructuras narrativas y dramáticas. Sin embargo, y tal vez por esa razón, su obra es exigente necesita hacerse acreedora de una lectura pausada, en la que más importante que la acción, propiamente dicha y como analizaré con más detenimiento a lo largo de esta crítica literaria, es el uso de su prosa, de un prosa profundamente evocadora y “sensorial” que sabe arrollar al lector envolviéndole en su atmósfera. Me atrevería incluso a decir que en algunos momentos, por su capacidad evocadora y su belleza plástica y formal, podríamos hablar de una prosa eufónica con reminiscencias poéticas. Por otra parte, y ya centrando nuestro análisis, grosso modo, en su novela “La mala luz”, tengo que reconocer que, personalmente, me ha gustado, aunque a lo largo del texto, en algunos momentos y al menos esa es mi opinión, el autor “pierde pié”. Esto no es óbice para tener en consideración que “La mala luz” no es una novela dirigida al gran público. Por así decirlo es una novela intimista, de un desarrollo argumental muy lento y, sobre todo, con pretensión de ser una novela “de culto”. Sirva todo lo dicho como pórtico, a modo de proemio, de lo que más adelante intentaré desgranar en el meticuloso análisis de la novela “La mala luz” de Carlos Castán que, por otra parte, es un texto que se presta a un prolijo estudio por su interés literario.



Como es habitual y por seguir un orden metodológico a la hora de acercarnos al análisis literario de esta novela, creo que lo más pertinente, llegados a este punto, será pergeñar un somero resumen argumental de los hechos que acaecen en la novela. La razón fundamental de esta sinopsis no es otra que la de situar al eventual lector de estas líneas, en la novela objeto de nuestro estudio. Para tal fin voy a transcribir literalmente la reseña que la propia editorial Ediciones Destino publica en la contraportada del libro



“«Querida Nadia. Estimada Nadia. Nadia a secas. Tú no me conoces. Soy amigo de Jacobo. No sé cómo decirte esto. No sé si estás al tanto de que ha muerto. Lo han asesinado, en realidad. Si ya lo sabías, sabrás también que ha sido horrible»



Jacobo y el narrador son viejos amigos que se acaban de trasladar a Zaragoza, ambos huyendo de un matrimonio fracasado, incapaces de soportar el peso de sus propias vidas. Mientras se habitúan a su nueva situación, comparten cervezas, libros y veladas cada vez más largas en un desesperado intento de eludir el mundo.



Un día, Jacobo empieza a tener miedo, un miedo desmesurado y aparentemente irracional a quedarse solo en casa, que consigue controlar con la compañía de su amigo, hasta que una noche Jacobo aparece apuñalado en su propia casa. El protagonista toma entonces el relevo de su vida, quizás como última posibilidad de huir de la propia, y así conoce a una mujer, Nadia, que se convertirá en su obsesión y junto a la que emprenderá la frenética investigación del asesinato de su amigo, lo que trastocará definitivamente su propia existencia.



Atrozmente romántica, la esperada primera novela de Carlos Castán es una historia sobre el deseo y la búsqueda de intensidad y, a la vez, un vertiginoso thriller que se lee en absoluta tensión”



He transcrito literalmente esta recensión de la novela porque después de leer “La mala luz” y ver este texto, más arriba transcrito, me daba la impresión que una de dos: o yo había leído otra novela, o bien, la recensión no hacía justicia a la novela. Ante la duda y la perplejidad que sentí al cotejar mis impresiones de la lectura con la recensión de la editorial, decidí darle una segunda lectura dedicándole, aún más, un “plus” de concentración, extremando la atención por miedo a haberme perdido algo relevante. Esta segunda, como suele ser habitual, no hizo más que refrendar la opinión de la primera. Para mí “La mala luz” no es estrictamente un thriller, a pesar de que se ha cometido un crimen, ni tampoco es “un vertiginoso thriller que se lee en absoluta tensión”, ni “emprenderán la frenética investigación del asesinato de su amigo”. Carlos Castán en “La mala luz” nos propone un libro intimista, que discurre lentamente, me atrevería a decir que con parsimonia, deleitándose en cada línea, en cada imagen que nos sugiere.



“La mala luz” es una novela con un fuerte componente “filológico”, de amor a la literatura y, en ese aspecto, me atrevería a decir que elitista, porque el autor va a presuponer un conocimiento de la literatura universal que, lamentablemente, no está al alcance de un lector medio. Con esto no quiero decir que haya que ser un experto en literatura para leerla, ni mucho menos. Pero sí que para disfrutar, plenamente, de esta novela ayuda a entender todo ese lenguaje simbólico y de sugerencias literarias. La lectura de esta novela me ha evocado, y sugerido, multitud de referencias a grandes autores de la literatura. Sin ir más lejos a Proust. Me atrevería a decir, por supuesto salvando las distancias, que “La mala luz” es una novela con un cierto sabor “proustiano”. ¿Quién después de leer ese caudal de recuerdos que evoca el protagonista la visión de un par de zapatos, no encuentra, en cierto modo,  un apreciable paralelismo con la “famosa” magdalena proustiana de “En busca del tiempo perdido”? Pero no sólo en eso, incluso desde un punto de vista estilístico, veremos esas frases interminables que tanto me recuerdan al gran escritor francés. Sin embargo la lista de novelas y autores de los que Carlos Castán es deudor en esta novela es muy larga, entre otras, insisto en mi opinión, serían, “Oceanografía del tedio” de Eugeni D´Ors, “El oficio de vivir” de Cesare Pavese, etc, etc….




Carlos Castán en “La mala luz”, como ya avanzaba al comienzo de este análisis literario ha escrito una novela con voluntad de crear una obra literaria, en el sentido más artístico de la palabra. El autor no busca, creo yo, la venta masiva de libros, sino más bien la excelencia, el refinamiento expresivo algo que, por desgracia, parece estar reñido con los bestsellers “al uso”. De las últimas novelas que he leído creo que, por esa voluntad de estilo, bien podría, en cierto modo, asimilarse a otra de las grandes novelas que se han publicado últimamente “Intemperie” de Jesús Carrasco (pulsar el título para leer la reseña). En ambos casos se trata de dos autores con un gran talento y un extraordinario dominio técnico que consiguen sostener la arquitectura narrativa de una novela en la que prácticamente no sucede “gran cosa”.



Desde un punto de vista formal “La mala luz” es una novela que prácticamente no tiene ningún diálogo (excepto un par de brevísimos fragmentos dialogados). Este detalle unido a que la voz narrativa recae en uno de los protagonistas (que, por cierto, no se cita su nombre en ningún momento) da esa subjetividad y ese tono reflexivo que envuelve y empapa la atmósfera de toda la novela. Hacía tiempo que no leía una novela que ha conseguido turbarme tanto por esa reflexión tan descarnada y “dolorida” sobre la soledad del ser humano y, en definitiva, su vacuidad. Un texto que, en muchos momentos, abraza el existencialismo literario e incluso me atrevería a decir que el nihilismo.



Nos dijo un profesor de física del bachillerato que si un átomo fuera del tamaño de la catedral de Burgos, su núcleo sería un alfiler en el suelo y los electrones pequeñas motas de polvo flotando bajo las cúpulas. Todo lo demás está vacío. De manera que, en la medida en que el mundo está hecho de átomos, podría decirse que todo era nada. Nosotros mismo éramos nada”.



Carlos Castán en esta disección “poética” y descarnada, a su vez, de la soledad consigue algunos momentos francamente buenos, sin embargo, en mi opinión le cuesta mantener el pulso narrativo y en algunos momentos, me da la impresión que “divaga” en exceso en reflexiones que, únicamente, dispersan al lector. De hecho durante la mayor parte del libro la acción es muy lenta prácticamente inexistente para en la última parte “acelerar”, en mi opinión, en exceso como si el autor tuviera prisa por terminar la novela. En cualquier caso, pequeños “yerros” perdonables cuando se analiza una novela del “valor” (tanto en sus acepciones de arrojo y valentía como de virtud) y de la dificultad técnica de ésta. El narrador de la novela, que a su vez es el protagonista, está dibujado con un realismo y una profundidad psicológica apabullante descendiendo a las más profundas simas de su psique. A través de sus ojos, la mirada de un naufrago de la vida, el autor reflexionará sobre la existencia humana (no en vano el autor es licenciado en filosofía). El resquemor, el “horror vacui”, la soledad, la angustia, el miedo a la muerte, serán temas que irán desfilando a lo largo de esta densa y compleja novela. Hay muchos ejemplos muy interesantes para destacar de “La mala luz” pero me he decido por transcribir (resumidamente, ya que es bastante larga) una carta que el protagonista encuentra que escribió, hacía muchos años, a una antigua novia. Ruego al lector que reparé en la maestría con la que Carlos Castán logra remover la sensibilidad y los recuerdos más profundos del lector y por otra parte en la riqueza ubérrima y eufónica de su prosa



Querida Magdalena:
Me dijeron que te olvidaría, que todo ese dolor ser iría calmando poco a poco y que a la vuelta de unos años podría caminar de nuevo, tranquilamente, por las calles que recorrí contigo y entrar otra vez en los bares donde nos emborrachábamos juntos, llegar incluso a sentarme en el rincón donde solíamos ponernos al fondo de la barra, bajo aquella misma oscuridad de entonces y bajo aquella música que nos envolvía, sin pánico a que apareciese de repente un recuerdo que trajese de nuevo el sabor a ponche de tu lengua o la imagen de mis manos trepando por tus muslos, y de tu falda subida y de tu braga mojada sobre el taburete.


Me dijeron que eso siempre termina por pasar (…) Me dijeron que mi vida seguiría su curso y que pasarían cosas en el futuro, y que habría más viajes y mujeres y también más deseos, por qué no, y que llegaría una noche, sin darme cuenta, en que nuevamente dormiría de un tirón (…)


Me dijeron todo eso. Pero pasa el tiempo y mi amor no se va. Te quise tanto, pedazo de zorra, que mi amor no puede irse. Se queda siempre. Y duele. Y sigue. Y no se va (…) Y ahí sigue. No se cansa. Y duele. Y no se va”.



Lamentablemente, y como por desgracia suele ser habitual, en esta novela también se deslizan algunos errores que, como siempre digo, me resultan especialmente molestos al leerlos. Sobre todo porque en la mayoría de los casos resultan fácilmente subsanables con una adecuada revisión. Ya sea por el uso inapropiado de algunas expresiones “En cambio, el último día que acudí «al llamado» de Jacobo sus nervios estaban en carne viva”. O el uso de palabras que resultan ajenas al diccionario: “«coflaría» en el sofá”.



Sin duda alguna, desde un punto de vista técnico, “La mala luz” tiene algunos momentos muy interesantes y de un gran valor literario. Ruego al lector que presté atención especialmente al capítulo 15 de la novela, titulado “Nadia”, en el que el autor va a hacer un paralelismo entre la conversación telefónica del protagonista con Nadia, mientras que contempla en la televisión un reportaje sobre la Segunda Guerra Mundial. En este ejemplo se verá la maestría y el dominio técnico de Carlos Castán para enhebrar y dar sentido a esos dos planos narrativos.



Sin duda alguna otro de los momentos más destacables, desde un punto de vista técnico y artístico es el último capítulo del libro que en la mayoría de los párrafos que los conforman se iniciarán, con un estudiado interés artístico y dramático con las frases “Vendrán un día los investigadores y sabrán..” y “Llegarán un día los investigadores y sabrán…”. Ruego al lector que se detenga en este capítulo y analice como gracias al uso de este recurso el autor consigue un hermoso efecto dramático.



Como suele ocurrir con las buenas novelas, me siento apenado porque veo que mi cuaderno de apuntes está repleto de anotaciones que, por cuestiones de espacio, no van a poder ver la luz en esta reseña. A modo de resumen final creo que “La mala luz” es una novela valiente que ha optado por el camino de la calidad literaria sacrificando la venta de miles de ejemplares. Y ésa una actitud que, en mi opinión, honra a su autor como artista y como creador. Pero también soy consciente que esta novela no es apta para cualquier tipo de lector. Para el lector más interesado, o familiarizado, con las novelas más comerciales probablemente encuentre “La mala luz” como una novela lenta e incluso aburrida. Pero, como ya he dicho, en mi opinión es una novela que merece la pena leerse a pesar de que, por así decirlo, pueda ser considerada como una novela “de autor” y de un texto, en cierto modo, “elitista”.



Dicho todo lo cual y atendiendo a todo lo referido con anterioridad, creo que la puntuación más ajustada para hacer justicia a la novela "La mala luz" del escritor barcelonés Carlos Castán y de acuerdo con mi conciencia y modo de entender el arte literario sería de un 7,75/10.



© Luis Alberto Cao