lunes, 18 de noviembre de 2013

La mala luz. Carlos Castán.




Título: La mala luz.

Autor: Carlos Castán.
Editorial: ·Ediciones Destino
Colección: Áncora y Delfín.
Volumen: 1273.

ISBN: 978-84-233-4724-7

Páginas: 227. 
Fecha de publicación: octubre de 2013.
Precio: 16,90 €



“Recordaba que mi padre solía decir que la
razón de vivir era prepararse para estar muerto
durante mucho tiempo”
(Mientras agonizo. William Faulkner)



“La vida dura mientras alguien te espera
y lo demás es ya pura supervivencia”
(La mala luz. Carlos Castán)



“Es una profunda y dolorosa verdad aquella visión
de Goethe según la cual la vida interior vendría a ser
como una especie de ciudadela fortificada
en la que nadie puede adentrarse realmente,
ni salir de ella aunque a veces el embuste del lenguaje
construya la ilusión de todo lo contrario”.
(La mala luz. Carlos Castán).





Mi relación, como lector y crítico literario, con la obra del escritor barcelonés Carlos Castán comenzó a finales de los noventa con la publicación de su interesante libro de relatos “Frío de vivir”. Desde entonces creo que he leído toda su obra publicada. Por eso tenía mucho interés por traer a este blog el análisis literario de su primera incursión, propiamente dicho, dentro del género novelístico con “La mala luz” (sus anteriores trabajos publicados eran libros de relatos). Carlos Castán es un interesante autor cuya obra, qué duda cabe, está bastante alejada de la estética “clonada” de muchas de las novelas actuales, tanto por su temática (ahora está de moda la novela erótica) como por sus calcadas estructuras narrativas y dramáticas. Sin embargo, y tal vez por esa razón, su obra es exigente necesita hacerse acreedora de una lectura pausada, en la que más importante que la acción, propiamente dicha y como analizaré con más detenimiento a lo largo de esta crítica literaria, es el uso de su prosa, de un prosa profundamente evocadora y “sensorial” que sabe arrollar al lector envolviéndole en su atmósfera. Me atrevería incluso a decir que en algunos momentos, por su capacidad evocadora y su belleza plástica y formal, podríamos hablar de una prosa eufónica con reminiscencias poéticas. Por otra parte, y ya centrando nuestro análisis, grosso modo, en su novela “La mala luz”, tengo que reconocer que, personalmente, me ha gustado, aunque a lo largo del texto, en algunos momentos y al menos esa es mi opinión, el autor “pierde pié”. Esto no es óbice para tener en consideración que “La mala luz” no es una novela dirigida al gran público. Por así decirlo es una novela intimista, de un desarrollo argumental muy lento y, sobre todo, con pretensión de ser una novela “de culto”. Sirva todo lo dicho como pórtico, a modo de proemio, de lo que más adelante intentaré desgranar en el meticuloso análisis de la novela “La mala luz” de Carlos Castán que, por otra parte, es un texto que se presta a un prolijo estudio por su interés literario.



Como es habitual y por seguir un orden metodológico a la hora de acercarnos al análisis literario de esta novela, creo que lo más pertinente, llegados a este punto, será pergeñar un somero resumen argumental de los hechos que acaecen en la novela. La razón fundamental de esta sinopsis no es otra que la de situar al eventual lector de estas líneas, en la novela objeto de nuestro estudio. Para tal fin voy a transcribir literalmente la reseña que la propia editorial Ediciones Destino publica en la contraportada del libro



“«Querida Nadia. Estimada Nadia. Nadia a secas. Tú no me conoces. Soy amigo de Jacobo. No sé cómo decirte esto. No sé si estás al tanto de que ha muerto. Lo han asesinado, en realidad. Si ya lo sabías, sabrás también que ha sido horrible»



Jacobo y el narrador son viejos amigos que se acaban de trasladar a Zaragoza, ambos huyendo de un matrimonio fracasado, incapaces de soportar el peso de sus propias vidas. Mientras se habitúan a su nueva situación, comparten cervezas, libros y veladas cada vez más largas en un desesperado intento de eludir el mundo.



Un día, Jacobo empieza a tener miedo, un miedo desmesurado y aparentemente irracional a quedarse solo en casa, que consigue controlar con la compañía de su amigo, hasta que una noche Jacobo aparece apuñalado en su propia casa. El protagonista toma entonces el relevo de su vida, quizás como última posibilidad de huir de la propia, y así conoce a una mujer, Nadia, que se convertirá en su obsesión y junto a la que emprenderá la frenética investigación del asesinato de su amigo, lo que trastocará definitivamente su propia existencia.



Atrozmente romántica, la esperada primera novela de Carlos Castán es una historia sobre el deseo y la búsqueda de intensidad y, a la vez, un vertiginoso thriller que se lee en absoluta tensión”



He transcrito literalmente esta recensión de la novela porque después de leer “La mala luz” y ver este texto, más arriba transcrito, me daba la impresión que una de dos: o yo había leído otra novela, o bien, la recensión no hacía justicia a la novela. Ante la duda y la perplejidad que sentí al cotejar mis impresiones de la lectura con la recensión de la editorial, decidí darle una segunda lectura dedicándole, aún más, un “plus” de concentración, extremando la atención por miedo a haberme perdido algo relevante. Esta segunda, como suele ser habitual, no hizo más que refrendar la opinión de la primera. Para mí “La mala luz” no es estrictamente un thriller, a pesar de que se ha cometido un crimen, ni tampoco es “un vertiginoso thriller que se lee en absoluta tensión”, ni “emprenderán la frenética investigación del asesinato de su amigo”. Carlos Castán en “La mala luz” nos propone un libro intimista, que discurre lentamente, me atrevería a decir que con parsimonia, deleitándose en cada línea, en cada imagen que nos sugiere.



“La mala luz” es una novela con un fuerte componente “filológico”, de amor a la literatura y, en ese aspecto, me atrevería a decir que elitista, porque el autor va a presuponer un conocimiento de la literatura universal que, lamentablemente, no está al alcance de un lector medio. Con esto no quiero decir que haya que ser un experto en literatura para leerla, ni mucho menos. Pero sí que para disfrutar, plenamente, de esta novela ayuda a entender todo ese lenguaje simbólico y de sugerencias literarias. La lectura de esta novela me ha evocado, y sugerido, multitud de referencias a grandes autores de la literatura. Sin ir más lejos a Proust. Me atrevería a decir, por supuesto salvando las distancias, que “La mala luz” es una novela con un cierto sabor “proustiano”. ¿Quién después de leer ese caudal de recuerdos que evoca el protagonista la visión de un par de zapatos, no encuentra, en cierto modo,  un apreciable paralelismo con la “famosa” magdalena proustiana de “En busca del tiempo perdido”? Pero no sólo en eso, incluso desde un punto de vista estilístico, veremos esas frases interminables que tanto me recuerdan al gran escritor francés. Sin embargo la lista de novelas y autores de los que Carlos Castán es deudor en esta novela es muy larga, entre otras, insisto en mi opinión, serían, “Oceanografía del tedio” de Eugeni D´Ors, “El oficio de vivir” de Cesare Pavese, etc, etc….




Carlos Castán en “La mala luz”, como ya avanzaba al comienzo de este análisis literario ha escrito una novela con voluntad de crear una obra literaria, en el sentido más artístico de la palabra. El autor no busca, creo yo, la venta masiva de libros, sino más bien la excelencia, el refinamiento expresivo algo que, por desgracia, parece estar reñido con los bestsellers “al uso”. De las últimas novelas que he leído creo que, por esa voluntad de estilo, bien podría, en cierto modo, asimilarse a otra de las grandes novelas que se han publicado últimamente “Intemperie” de Jesús Carrasco (pulsar el título para leer la reseña). En ambos casos se trata de dos autores con un gran talento y un extraordinario dominio técnico que consiguen sostener la arquitectura narrativa de una novela en la que prácticamente no sucede “gran cosa”.



Desde un punto de vista formal “La mala luz” es una novela que prácticamente no tiene ningún diálogo (excepto un par de brevísimos fragmentos dialogados). Este detalle unido a que la voz narrativa recae en uno de los protagonistas (que, por cierto, no se cita su nombre en ningún momento) da esa subjetividad y ese tono reflexivo que envuelve y empapa la atmósfera de toda la novela. Hacía tiempo que no leía una novela que ha conseguido turbarme tanto por esa reflexión tan descarnada y “dolorida” sobre la soledad del ser humano y, en definitiva, su vacuidad. Un texto que, en muchos momentos, abraza el existencialismo literario e incluso me atrevería a decir que el nihilismo.



Nos dijo un profesor de física del bachillerato que si un átomo fuera del tamaño de la catedral de Burgos, su núcleo sería un alfiler en el suelo y los electrones pequeñas motas de polvo flotando bajo las cúpulas. Todo lo demás está vacío. De manera que, en la medida en que el mundo está hecho de átomos, podría decirse que todo era nada. Nosotros mismo éramos nada”.



Carlos Castán en esta disección “poética” y descarnada, a su vez, de la soledad consigue algunos momentos francamente buenos, sin embargo, en mi opinión le cuesta mantener el pulso narrativo y en algunos momentos, me da la impresión que “divaga” en exceso en reflexiones que, únicamente, dispersan al lector. De hecho durante la mayor parte del libro la acción es muy lenta prácticamente inexistente para en la última parte “acelerar”, en mi opinión, en exceso como si el autor tuviera prisa por terminar la novela. En cualquier caso, pequeños “yerros” perdonables cuando se analiza una novela del “valor” (tanto en sus acepciones de arrojo y valentía como de virtud) y de la dificultad técnica de ésta. El narrador de la novela, que a su vez es el protagonista, está dibujado con un realismo y una profundidad psicológica apabullante descendiendo a las más profundas simas de su psique. A través de sus ojos, la mirada de un naufrago de la vida, el autor reflexionará sobre la existencia humana (no en vano el autor es licenciado en filosofía). El resquemor, el “horror vacui”, la soledad, la angustia, el miedo a la muerte, serán temas que irán desfilando a lo largo de esta densa y compleja novela. Hay muchos ejemplos muy interesantes para destacar de “La mala luz” pero me he decido por transcribir (resumidamente, ya que es bastante larga) una carta que el protagonista encuentra que escribió, hacía muchos años, a una antigua novia. Ruego al lector que reparé en la maestría con la que Carlos Castán logra remover la sensibilidad y los recuerdos más profundos del lector y por otra parte en la riqueza ubérrima y eufónica de su prosa



Querida Magdalena:
Me dijeron que te olvidaría, que todo ese dolor ser iría calmando poco a poco y que a la vuelta de unos años podría caminar de nuevo, tranquilamente, por las calles que recorrí contigo y entrar otra vez en los bares donde nos emborrachábamos juntos, llegar incluso a sentarme en el rincón donde solíamos ponernos al fondo de la barra, bajo aquella misma oscuridad de entonces y bajo aquella música que nos envolvía, sin pánico a que apareciese de repente un recuerdo que trajese de nuevo el sabor a ponche de tu lengua o la imagen de mis manos trepando por tus muslos, y de tu falda subida y de tu braga mojada sobre el taburete.


Me dijeron que eso siempre termina por pasar (…) Me dijeron que mi vida seguiría su curso y que pasarían cosas en el futuro, y que habría más viajes y mujeres y también más deseos, por qué no, y que llegaría una noche, sin darme cuenta, en que nuevamente dormiría de un tirón (…)


Me dijeron todo eso. Pero pasa el tiempo y mi amor no se va. Te quise tanto, pedazo de zorra, que mi amor no puede irse. Se queda siempre. Y duele. Y sigue. Y no se va (…) Y ahí sigue. No se cansa. Y duele. Y no se va”.



Lamentablemente, y como por desgracia suele ser habitual, en esta novela también se deslizan algunos errores que, como siempre digo, me resultan especialmente molestos al leerlos. Sobre todo porque en la mayoría de los casos resultan fácilmente subsanables con una adecuada revisión. Ya sea por el uso inapropiado de algunas expresiones “En cambio, el último día que acudí «al llamado» de Jacobo sus nervios estaban en carne viva”. O el uso de palabras que resultan ajenas al diccionario: “«coflaría» en el sofá”.



Sin duda alguna, desde un punto de vista técnico, “La mala luz” tiene algunos momentos muy interesantes y de un gran valor literario. Ruego al lector que presté atención especialmente al capítulo 15 de la novela, titulado “Nadia”, en el que el autor va a hacer un paralelismo entre la conversación telefónica del protagonista con Nadia, mientras que contempla en la televisión un reportaje sobre la Segunda Guerra Mundial. En este ejemplo se verá la maestría y el dominio técnico de Carlos Castán para enhebrar y dar sentido a esos dos planos narrativos.



Sin duda alguna otro de los momentos más destacables, desde un punto de vista técnico y artístico es el último capítulo del libro que en la mayoría de los párrafos que los conforman se iniciarán, con un estudiado interés artístico y dramático con las frases “Vendrán un día los investigadores y sabrán..” y “Llegarán un día los investigadores y sabrán…”. Ruego al lector que se detenga en este capítulo y analice como gracias al uso de este recurso el autor consigue un hermoso efecto dramático.



Como suele ocurrir con las buenas novelas, me siento apenado porque veo que mi cuaderno de apuntes está repleto de anotaciones que, por cuestiones de espacio, no van a poder ver la luz en esta reseña. A modo de resumen final creo que “La mala luz” es una novela valiente que ha optado por el camino de la calidad literaria sacrificando la venta de miles de ejemplares. Y ésa una actitud que, en mi opinión, honra a su autor como artista y como creador. Pero también soy consciente que esta novela no es apta para cualquier tipo de lector. Para el lector más interesado, o familiarizado, con las novelas más comerciales probablemente encuentre “La mala luz” como una novela lenta e incluso aburrida. Pero, como ya he dicho, en mi opinión es una novela que merece la pena leerse a pesar de que, por así decirlo, pueda ser considerada como una novela “de autor” y de un texto, en cierto modo, “elitista”.



Dicho todo lo cual y atendiendo a todo lo referido con anterioridad, creo que la puntuación más ajustada para hacer justicia a la novela "La mala luz" del escritor barcelonés Carlos Castán y de acuerdo con mi conciencia y modo de entender el arte literario sería de un 7,75/10.



© Luis Alberto Cao



3 comentarios:

  1. Coincido en su gran mayoría con esta opinión, aunque le daría más nota por su valor literario, antes que narrativo, un 8'5. La nota de contratapa es totalmente errónea. La volví a leer cuando llevaba 90 páginas... y aún no había aparecido Nadia.

    Considero que el escritor desciende de manera brillante a los entresijos del alma... y se pierde un poco por ellos... pero, a mi entender, ¡bendita perdición!

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    1. Pues sí amigo José Antonio, en estos tiempos de literatura "Wash & Go" (permítaseme la broma) indudablemente ¡bendita perdición!.
      Un abrazo amigo y gracias por tu inteligente comentario.

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  2. Totalmente de acuerdo en todo, salvo en lo que apuntas como "errores". Justo esos dos ejemplos que has puesto en la reseña, "llamado" y "coflar" son expresiones usadas en Aragón, donde transcurre la novela y donde el autor ha vivido la mayor parte de su vida.
    Respecto a la editorial, no se cómo han hecho semejante chapuza con este libro. La sinopsis de la contraportada es horrible, imposible de relacionar con el libro.
    Un saludo.

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