Título: La mala luz.
Autor: Carlos Castán.
Editorial: ·Ediciones Destino
Colección: Áncora y Delfín.
Volumen: 1273.
ISBN: 978-84-233-4724-7
Páginas: 227.
Fecha de publicación: octubre de 2013.
Precio: 16,90 €
“Recordaba que mi padre solía decir que la
razón de vivir era prepararse para estar muerto
durante mucho tiempo”
(Mientras agonizo. William Faulkner)
“La vida dura mientras alguien te espera
y lo demás es ya pura supervivencia”
(La mala luz. Carlos Castán)
“Es una profunda y dolorosa verdad aquella visión
de Goethe según la cual la vida interior vendría a
ser
como una especie de ciudadela fortificada
en la que nadie puede adentrarse realmente,
ni salir de ella aunque a veces el embuste del
lenguaje
construya la ilusión de todo lo contrario”.
(La mala luz. Carlos Castán).
Mi relación,
como lector y crítico literario, con la obra del escritor barcelonés Carlos
Castán comenzó a finales de los noventa con la publicación de su interesante
libro de relatos “Frío de vivir”. Desde
entonces creo que he leído toda su obra publicada. Por eso tenía mucho interés
por traer a este blog el análisis literario de su primera incursión, propiamente
dicho, dentro del género novelístico con “La mala luz” (sus anteriores trabajos
publicados eran libros de relatos). Carlos Castán es un interesante autor cuya
obra, qué duda cabe, está bastante alejada de la estética “clonada” de muchas
de las novelas actuales, tanto por su temática (ahora está de moda la novela
erótica) como por sus calcadas estructuras narrativas y dramáticas. Sin
embargo, y tal vez por esa razón, su obra es exigente necesita hacerse
acreedora de una lectura pausada, en la que más importante que la acción,
propiamente dicha y como analizaré con más detenimiento a lo largo de esta
crítica literaria, es el uso de su prosa, de un prosa profundamente evocadora y
“sensorial” que sabe arrollar al lector envolviéndole en su atmósfera. Me
atrevería incluso a decir que en algunos momentos, por su capacidad evocadora y
su belleza plástica y formal, podríamos hablar de una prosa eufónica con
reminiscencias poéticas. Por otra parte, y ya centrando nuestro análisis, grosso modo, en su novela “La mala luz”,
tengo que reconocer que, personalmente, me ha gustado, aunque a lo largo del
texto, en algunos momentos y al menos esa es mi opinión, el autor “pierde pié”.
Esto no es óbice para tener en consideración que “La mala luz” no es una novela
dirigida al gran público. Por así decirlo es una novela intimista, de un
desarrollo argumental muy lento y, sobre todo, con pretensión de ser una novela
“de culto”. Sirva todo lo dicho como pórtico, a modo de proemio, de lo que más
adelante intentaré desgranar en el meticuloso análisis de la novela “La mala
luz” de Carlos Castán que, por otra parte, es un texto que se presta a un
prolijo estudio por su interés literario.
Como es
habitual y por seguir un orden metodológico a la hora de acercarnos al análisis
literario de esta novela, creo que lo más pertinente, llegados a este punto,
será pergeñar un somero resumen argumental de los hechos que acaecen en la
novela. La razón fundamental de esta sinopsis no es otra que la de situar al
eventual lector de estas líneas, en la novela objeto de nuestro estudio. Para
tal fin voy a transcribir literalmente la reseña que la propia editorial
Ediciones Destino publica en la contraportada del libro
“«Querida Nadia. Estimada Nadia. Nadia a secas. Tú
no me conoces. Soy amigo de Jacobo. No sé cómo decirte esto. No sé si estás al
tanto de que ha muerto. Lo han asesinado, en realidad. Si ya lo sabías, sabrás
también que ha sido horrible»
Jacobo y el narrador son viejos amigos que se acaban
de trasladar a Zaragoza, ambos huyendo de un matrimonio fracasado, incapaces de
soportar el peso de sus propias vidas. Mientras se habitúan a su nueva
situación, comparten cervezas, libros y veladas cada vez más largas en un
desesperado intento de eludir el mundo.
Un día, Jacobo empieza a tener miedo, un miedo
desmesurado y aparentemente irracional a quedarse solo en casa, que consigue
controlar con la compañía de su amigo, hasta que una noche Jacobo aparece
apuñalado en su propia casa. El protagonista toma entonces el relevo de su
vida, quizás como última posibilidad de huir de la propia, y así conoce a una
mujer, Nadia, que se convertirá en su obsesión y junto a la que emprenderá la
frenética investigación del asesinato de su amigo, lo que trastocará
definitivamente su propia existencia.
Atrozmente romántica, la esperada primera novela de
Carlos Castán es una historia sobre el deseo y la búsqueda de intensidad y, a
la vez, un vertiginoso thriller que se lee en absoluta tensión”
He transcrito
literalmente esta recensión de la novela porque después de leer “La mala luz” y
ver este texto, más arriba transcrito, me daba la impresión que una de dos: o
yo había leído otra novela, o bien, la recensión no hacía justicia a la novela.
Ante la duda y la perplejidad que sentí al cotejar mis impresiones de la
lectura con la recensión de la editorial, decidí darle una segunda lectura
dedicándole, aún más, un “plus” de concentración, extremando la atención por
miedo a haberme perdido algo relevante. Esta segunda, como suele ser habitual,
no hizo más que refrendar la opinión de la primera. Para mí “La mala luz” no es
estrictamente un thriller, a pesar de que se ha cometido un crimen, ni tampoco
es “un vertiginoso thriller que se lee en
absoluta tensión”, ni “emprenderán la
frenética investigación del asesinato de su amigo”. Carlos Castán en “La
mala luz” nos propone un libro intimista, que discurre lentamente, me atrevería
a decir que con parsimonia, deleitándose en cada línea, en cada imagen que nos
sugiere.
“La mala luz”
es una novela con un fuerte componente “filológico”, de amor a la literatura y,
en ese aspecto, me atrevería a decir que elitista, porque el autor va a
presuponer un conocimiento de la literatura universal que, lamentablemente, no
está al alcance de un lector medio. Con esto no quiero decir que haya que ser
un experto en literatura para leerla, ni mucho menos. Pero sí que para
disfrutar, plenamente, de esta novela ayuda a entender todo ese lenguaje
simbólico y de sugerencias literarias. La lectura de esta novela me ha evocado,
y sugerido, multitud de referencias a grandes autores de la literatura. Sin ir
más lejos a Proust. Me atrevería a decir, por supuesto salvando las distancias,
que “La mala luz” es una novela con un cierto sabor “proustiano”. ¿Quién
después de leer ese caudal de recuerdos que evoca el protagonista la visión de
un par de zapatos, no encuentra, en cierto modo, un apreciable paralelismo con la “famosa”
magdalena proustiana de “En busca del tiempo perdido”? Pero no sólo en eso,
incluso desde un punto de vista estilístico, veremos esas frases interminables
que tanto me recuerdan al gran escritor francés. Sin embargo la lista de
novelas y autores de los que Carlos Castán es deudor en esta novela es muy
larga, entre otras, insisto en mi opinión, serían, “Oceanografía del tedio” de
Eugeni D´Ors, “El oficio de vivir” de Cesare Pavese, etc, etc….
Carlos Castán
en “La mala luz”, como ya avanzaba al comienzo de este análisis literario ha
escrito una novela con voluntad de crear una obra literaria, en el sentido más
artístico de la palabra. El autor no busca, creo yo, la venta masiva de libros,
sino más bien la excelencia, el refinamiento expresivo algo que, por desgracia,
parece estar reñido con los bestsellers “al uso”. De las últimas novelas que he
leído creo que, por esa voluntad de estilo, bien podría, en cierto modo,
asimilarse a otra de las grandes novelas que se han publicado últimamente
“Intemperie” de Jesús Carrasco (pulsar el título para leer la reseña). En ambos
casos se trata de dos autores con un gran talento y un extraordinario dominio
técnico que consiguen sostener la arquitectura narrativa de una novela en la
que prácticamente no sucede “gran cosa”.
Desde un punto
de vista formal “La mala luz” es una novela que prácticamente no tiene ningún
diálogo (excepto un par de brevísimos fragmentos dialogados). Este detalle
unido a que la voz narrativa recae en uno de los protagonistas (que, por
cierto, no se cita su nombre en ningún momento) da esa subjetividad y ese tono
reflexivo que envuelve y empapa la atmósfera de toda la novela. Hacía tiempo
que no leía una novela que ha conseguido turbarme tanto por esa reflexión tan
descarnada y “dolorida” sobre la soledad del ser humano y, en definitiva, su
vacuidad. Un texto que, en muchos momentos, abraza el existencialismo literario
e incluso me atrevería a decir que el nihilismo.
“Nos dijo un profesor de física del
bachillerato que si un átomo fuera del tamaño de la catedral de Burgos, su núcleo
sería un alfiler en el suelo y los electrones pequeñas motas de polvo flotando
bajo las cúpulas. Todo lo demás está vacío. De manera que, en la medida en que
el mundo está hecho de átomos, podría decirse que todo era nada. Nosotros mismo
éramos nada”.
Carlos Castán
en esta disección “poética” y descarnada, a su vez, de la soledad consigue
algunos momentos francamente buenos, sin embargo, en mi opinión le cuesta
mantener el pulso narrativo y en algunos momentos, me da la impresión que
“divaga” en exceso en reflexiones que, únicamente, dispersan al lector. De
hecho durante la mayor parte del libro la acción es muy lenta prácticamente
inexistente para en la última parte “acelerar”, en mi opinión, en exceso como
si el autor tuviera prisa por terminar la novela. En cualquier caso, pequeños
“yerros” perdonables cuando se analiza una novela del “valor” (tanto en sus
acepciones de arrojo y valentía como de virtud) y de la dificultad técnica de
ésta. El narrador de la novela, que a su vez es el protagonista, está dibujado
con un realismo y una profundidad psicológica apabullante descendiendo a las
más profundas simas de su psique. A través de sus ojos, la mirada de un
naufrago de la vida, el autor reflexionará sobre la existencia humana (no en
vano el autor es licenciado en filosofía). El resquemor, el “horror vacui”, la
soledad, la angustia, el miedo a la muerte, serán temas que irán desfilando a
lo largo de esta densa y compleja novela. Hay muchos ejemplos muy interesantes
para destacar de “La mala luz” pero me he decido por transcribir
(resumidamente, ya que es bastante larga) una carta que el protagonista
encuentra que escribió, hacía muchos años, a una antigua novia. Ruego al lector
que reparé en la maestría con la que Carlos Castán logra remover la
sensibilidad y los recuerdos más profundos del lector y por otra parte en la
riqueza ubérrima y eufónica de su prosa
“Querida Magdalena:
Me dijeron que te olvidaría, que todo ese dolor ser
iría calmando poco a poco y que a la vuelta de unos años podría caminar de
nuevo, tranquilamente, por las calles que recorrí contigo y entrar otra vez en
los bares donde nos emborrachábamos juntos, llegar incluso a sentarme en el rincón
donde solíamos ponernos al fondo de la barra, bajo aquella misma oscuridad de
entonces y bajo aquella música que nos envolvía, sin pánico a que apareciese de
repente un recuerdo que trajese de nuevo el sabor a ponche de tu lengua o la
imagen de mis manos trepando por tus muslos, y de tu falda subida y de tu braga
mojada sobre el taburete.
Me dijeron que eso siempre termina por pasar (…) Me
dijeron que mi vida seguiría su curso y que pasarían cosas en el futuro, y que
habría más viajes y mujeres y también más deseos, por qué no, y que llegaría
una noche, sin darme cuenta, en que nuevamente dormiría de un tirón (…)
Me dijeron todo eso. Pero pasa el tiempo y mi amor
no se va. Te quise tanto, pedazo de zorra, que mi amor no puede irse. Se queda
siempre. Y duele. Y sigue. Y no se va (…) Y ahí sigue. No se cansa. Y duele. Y
no se va”.
Lamentablemente,
y como por desgracia suele ser habitual, en esta novela también se deslizan
algunos errores que, como siempre digo, me resultan especialmente molestos al leerlos.
Sobre todo porque en la mayoría de los casos resultan fácilmente subsanables
con una adecuada revisión. Ya sea por el uso inapropiado de algunas expresiones
“En cambio, el último día que acudí «al
llamado» de Jacobo sus nervios estaban en carne viva”. O el uso de palabras
que resultan ajenas al diccionario: “«coflaría»
en el sofá”.
Sin duda
alguna, desde un punto de vista técnico, “La mala luz” tiene algunos momentos
muy interesantes y de un gran valor literario. Ruego al lector que presté
atención especialmente al capítulo 15 de la novela, titulado “Nadia”, en el que
el autor va a hacer un paralelismo entre la conversación telefónica del
protagonista con Nadia, mientras que contempla en la televisión un reportaje
sobre la Segunda Guerra Mundial. En este ejemplo se verá la maestría y el
dominio técnico de Carlos Castán para enhebrar y dar sentido a esos dos planos
narrativos.
Sin duda
alguna otro de los momentos más destacables, desde un punto de vista técnico y
artístico es el último capítulo del libro que en la mayoría de los párrafos que
los conforman se iniciarán, con un estudiado interés artístico y dramático con
las frases “Vendrán un día los
investigadores y sabrán..” y “Llegarán un día los investigadores y sabrán…”. Ruego
al lector que se detenga en este capítulo y analice como gracias al uso de este
recurso el autor consigue un hermoso efecto dramático.
Como suele
ocurrir con las buenas novelas, me siento apenado porque veo que mi cuaderno de
apuntes está repleto de anotaciones que, por cuestiones de espacio, no van a
poder ver la luz en esta reseña. A modo de resumen final creo que “La mala luz”
es una novela valiente que ha optado por el camino de la calidad literaria
sacrificando la venta de miles de ejemplares. Y ésa una actitud que, en mi
opinión, honra a su autor como artista y como creador. Pero también soy
consciente que esta novela no es apta para cualquier tipo de lector. Para el
lector más interesado, o familiarizado, con las novelas más comerciales
probablemente encuentre “La mala luz” como una novela lenta e incluso aburrida.
Pero, como ya he dicho, en mi opinión es una novela que merece la pena leerse a
pesar de que, por así decirlo, pueda ser considerada como una novela “de autor”
y de un texto, en cierto modo, “elitista”.
Dicho todo lo cual y atendiendo a todo lo referido con anterioridad, creo que la puntuación más ajustada para hacer justicia a la novela "La mala luz" del escritor barcelonés Carlos Castán y de acuerdo con mi conciencia y modo de entender el arte literario sería de un 7,75/10.
© Luis Alberto Cao
Coincido en su gran mayoría con esta opinión, aunque le daría más nota por su valor literario, antes que narrativo, un 8'5. La nota de contratapa es totalmente errónea. La volví a leer cuando llevaba 90 páginas... y aún no había aparecido Nadia.
ResponderEliminarConsidero que el escritor desciende de manera brillante a los entresijos del alma... y se pierde un poco por ellos... pero, a mi entender, ¡bendita perdición!
Pues sí amigo José Antonio, en estos tiempos de literatura "Wash & Go" (permítaseme la broma) indudablemente ¡bendita perdición!.
EliminarUn abrazo amigo y gracias por tu inteligente comentario.
Totalmente de acuerdo en todo, salvo en lo que apuntas como "errores". Justo esos dos ejemplos que has puesto en la reseña, "llamado" y "coflar" son expresiones usadas en Aragón, donde transcurre la novela y donde el autor ha vivido la mayor parte de su vida.
ResponderEliminarRespecto a la editorial, no se cómo han hecho semejante chapuza con este libro. La sinopsis de la contraportada es horrible, imposible de relacionar con el libro.
Un saludo.