miércoles, 6 de noviembre de 2013

El héroe discreto. Mario Vargas Llosa.




Título: El héroe discreto.

Autor: Mario Vargas Llosa.

ISBN: 9788420414898.
Editorial: Alfaguara.
Colección: Hispánica.
Fecha de publicación:12 de septiembre de 2013.
Páginas: 392.
Precio: 19,50 €






“Nuestro hermoso deber es imaginar
que hay un laberinto y un hilo”.
(“El hilo de la fábula”. Jorge Luis Borges)



Tenía la ingrata sensación de que su memoria le mentía;
nada de lo que recordaba había existido, eran fantasmas
y lo habían sido siempre, puro producto de su imaginación.
Pensar en eso lo asustaba
(“El héroe discreto. Mario Vargas Llosa).




He elegido esta cita de Jorge Luis Borges, que sirve de encabezamiento a la novela “El héroe discreto” del eximio escritor peruano-español Mario Vargas Llosa, porque creo que define, con toda la belleza y la clarividencia que poseía ese gigante, probablemente el más grande, de las letras hispanoamericanas. En ella Jorge Luis Borges nos define, con esa hermosa cita a la mitológica Ariadna, una de las “obligaciones” artísticas de los escritores. Mario Vargas Llosa fue premiado el año 2010 con el máximo galardón al que puede aspirar un escritor vivo, que no es otro que el Premio Nobel de Literatura. Sin embargo, el gran maestro argentino, por espurias y poco literarias razones, no fue, en su momento, considerado “merecedor” de este galardón. Esto me sirve para reflexionar, muy brevemente, sobre las injusticias que la Academia Sueca ha cometido en multitud de ocasiones privando de este reconocimiento a grandísimos autores y, por el contrario, premiando a autores de muy segunda fila (en algunos casos de tercera y cuarta) con una obra de una calidad literaria, cuanto menos y siendo generosos, muy discutible. Sin embargo, sin duda alguna, no es el caso del gran escritor arequipeño Mario Vargas Llosa que a lo largo de sus muchos años de carrera ha sido capaz de crear un sólido “corpus” narrativo y dar vida a un universo propio y, en muchos casos, claramente reconocible. La Academia, por fin, dejó de “experimentar” a la hora de “otorgar” este prestigioso galardón, el más importante reconocimiento mundial al que puede aspirar un autor vivo (he entrecomillado la palabra otorgar con ese cierto sentido irónico que le da la segunda acepción de la palabra según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua).




Antes de entrar propiamente en el análisis y estudio de “El héroe discreto” de Mario Vargas Llosa y después de este proemio, en mi opinión necesario, que antecede a estas líneas, me gustaría cimentar, de un modo obviamente muy general, el basamento de las columnas sobre las que se apoyará esta crítica literaria. Ya desde este primer momento, y considerando toda la obra de su autor, tengo que decir que “El héroe discreto” es una novela en tono menor dentro de su prolífica producción. Me gustaría que se me entendiera bien lo que acabo de afirmar. No digo que se trate de una novela “menor”, sino más bien una novela en “tono menor”. A lo largo de este análisis intentaré explicar en qué consiste esa diferencia esencial, siempre, obviamente, contextualizando esta novela dentro del marco general de su obra. En cualquier caso “El héroe discreto” es un texto que literariamente se presta a un profundo análisis crítico porque, como veremos un poco más adelante, tiene algunos detalles muy interesantes que sería imposible obviar en un riguroso estudio crítico.




Como es habitual, y por seguir con un esquema lo más coherente posible a la hora de intentar sistematizar, de un modo racional este estudio, creo que lo más pertinente es empezar por pergeñar una breve sinopsis argumental de la acción narrativa. Suelo empezar por estos breves resumenes argumentales para situar al lector en el objeto materia de nuestro análisis. En esta ocasión transcribiré la breve recensión que ha suministrado la propia editorial Alfaguara.




El héroe discreto narra la historia paralela de dos personajes: el ordenado y entrañable Felícito Yanaqué, un pequeño empresario de Piura, que es extorsionado; y de Ismael Carrera, un exitoso hombre de negocios, dueño de una aseguradora en Lima, quien urde una sorpresiva venganza contra sus dos hijos holgazanes que quisieron verlo muerto.



Ambos personajes son, a su modo, discretos rebeldes que intentan hacerse cargo de sus propios destinos, pues tanto Ismael como Felícito le echan un pulso al curso de los acontecimientos. Mientras Ismael desafía todas las convenciones de su clase, Felícito se aferra a unas pocas máximas para sentar cara al chantaje. No son justicieros, pero están por encima de las mezquindades de su entorno para vivir según sus ideales y deseos.



Viejos conocidos del mundo vargasllosiano aparecen en estas páginas: el sargento Lituma y los inconquistables, don Rigoberto, doña Lucrecia y Fonchito, todos moviéndose ahora en un Perú muy próspero.



Un libro lleno de humor, con elementos propios del melodrama, donde Piura y Lima ya no son espacios físicos, sino reinos de la imaginación poblados por los personajes del gran escritor que es Mario Vargas Llosa”.




A la hora de estudiar “El héroe discreto” voy a intentar ser lo más sistemático y ordenado posible, siguiendo un férreo esquema con la intención de “mostrar” algunos de los aspectos más interesantes, desde un punto de vista literario, de la novela. En primer lugar me gustaría precisar y aclarar a qué me refería al definir este libro como novela en “tono menor”. Al contemplar, tomando una cierta perspectiva, la obra narrativa de Vargas Llosa, tenemos la impresión de contemplar algunas grandes novelas a modo de grandes cumbres y, en este paisaje de grandes macizos montañosos, lógicamente aparecen novelas “valle”. Es precisamente a estas novelas “valle” a las que me quiero referir cuando afirmo que “El héroe discreto” es una novela en “tono menor”. “El héroe discreto” es una novela ligera y amable, que, en mi opinión, es más un receso, en “tono menor”, que el autor se ha tomado en su producción literaria. Algo así como un divertimento que Vargas Llosa se ha tomado después de ganar el Nobel. Digamos que, haciendo un remedo de la famosa frase del anuncio, lo ha hecho “porque él lo vale”.  Sin embargo, bajo esa aparente “banalidad”, si entramos en un análisis con mayor rigor y profundidad, podremos comprobar que en “El héroe discreto”, como por otra parte en toda la producción del autor, Vargas Llosa siempre escribe consciente de su arte y de su vocación literaria. Y esto se apreciará en su voluntad estilística y en el uso de algunos recursos técnicos, por otra parte recurrentes en otras novelas anteriores, pero que Vargas Llosa maneja con soltura, belleza y maestría.




En “El héroe discreto” bajo un mirada mordaz y barnizada con un fino sentido del humor (no pude evitar recordar, leyendo esta novela, a otro gran maestro de las letras como es Eduardo Mendoza), Vargas Llosa va a seguir poniendo bajo su lupa de observador al ser humano, sus tribulaciones y anhelos más íntimos que, por esa misma razón inherente a él, resultan intemporales, derribando cualquier frontera espacio-temporal. Si entramos propiamente en su análisis formal se pude destacar que la novela está estructurada en veinte capítulos. En esos veinte capítulos el autor nos va a plantear una narración bimembre, con dos historias que se van imbricando, yuxtaponiéndose e, incluso, superponiéndose. Destaca la maestría en que, por así decirlo, a partir de una conversación y, sin solución de continuidad, desplaza la narración a otro plano temporal, enhebrando de este modo, con una magnífica economía de medios, dos narraciones yuxtapuestas (me permitiré llamarle una transición narrativa). Creo que se verá mejor con un ejemplo (en cualquier caso emplazo al lector a que preste atención a todo el capítulo X de una perfección y una belleza técnica que llama la atención). En este ejemplo veremos un conversación que mantienen Rigoberto con el padre O´Donovan, que está muy preocupado por su hijo Fonchito, y, de repente, de un modo abrupto, la conversación salta a una pretérita que mantenían Rigoberto con Fonchito, para volver de nuevo a la actual (dentro del tiempo narrativo). Señalaré en  negrita, en el ejemplo, el inserto de la conversación con Fonchito y cómo fluye con total naturalidad, con el consiguiente “ahorro” de material narrativo superfluo.



“—Lo normal sería que le hubiera dado por emborracharse, irse con las fulanas, fumarse un pito de marihuana, hacer las barrabasadas que hacíamos tú y yo cuando estábamos en la edad del pato —dijo Rigoberto, apesadumbrado—. No, viejo, a Fonchito no le ha dado por ahí. Sino, en fin, ya sé que te vas a reír, pero, desde hace algún tiempo, se le ha metido en la cabeza que se le aparece el diablo.



El padre O’Donovan trató de contenerse, pero no pudo y soltó una sonora carcajada.
—No me río de Fonchito, sino de ti —aclaró, siempre entre risas—. De que tú, Orejitas, hables del diablo. Ese personaje suena rarísimo en tu boca. Desentona.



—No sé si es el diablo, nunca te he dicho que lo sea, nunca he usado esa palabra, no sé por qué la usas tú, papá —protestó Fonchito, con un hilo de voz, tanto que su padre, para no perder palabra de lo que el chico decía, tuvo que inclinarse y acercarle la cabeza.



—Está bien, perdona, hijo —se disculpó—. Sólo te pido que me digas una cosa. Te hablo muy en serio, Fonchito. ¿Sientes frío cada vez que se te aparece Edilberto Torres? ¿Como si con él llegara a donde tú estás un ventarrón helado?



—Qué tonterías dices, papá —abrió mucho los ojos Fonchito, dudando entre reírse o seguir serio—. ¿Me estás tomando el pelo o qué?



—¿Se le aparece como se le aparecía el diablo al famoso padre Urraca, en forma de señora calata? —volvió a reírse el padre O’Donovan—. Supongo que habrás leído esa tradición de Ricardo Palma, Orejitas, es una de las más divertidas”.




Si tuviera que circunscribir esta novela dentro de una “corriente” literaria, sin duda alguna lo asimilaría a una novela costumbrista. Esta caracterización se aprecia con toda nitidez tanto en el dibujo de los personajes como en el propio lenguaje con el que el autor les dota de vida. Los personajes, en muchos de los casos, están trazados con un dibujo caricaturesco y de un modo muy primario. En cuanto a su lenguaje resulta tremendamente localista, lleno de modismos y de giros idiomáticos muy particulares del español que se habla en el Perú. Respecto al lenguaje tan “localista” que utiliza el autor tengo que reconocer que como filólogo (y por tanto amante de la lengua) y profesional del “lenguaje” he disfrutado mucho leyendo esta novela y comprobando la pujanza y la belleza del español que se habla en toda Hispanoamérica y, particularmente, en el Perú. Voy a poner, únicamente, un par de ejemplos dentro de los centenares que se encuentran diseminados a lo largo de la novela de ese uso tan hermoso y ubérrimo del español que se habla en Latinoamérica que nos descubre nuevos significados y nuevas sonoridades que tanto enriquecen nuestra lengua común.




“—¿Y cuando terminó la película y prendieron las luces, Edilberto Torres seguía en el asiento contiguo al tuyo? —preguntó Rigoberto, sabiendo perfectamente la respuesta”.



“Tenía los ojitos húmedos de la emoción. Mabel estaba duchándose, ahorita vendría. Los hizo sentar en la salita, debajo de la imagen del Corazón de Jesús, frente a la pequeña mesa donde había una llamita de cartón y una bandera peruana. El ventilador encendido chirriaba de manera sincrónica y la corriente de aire hamacaba las flores de plástico”.




Ruego al lector que repare en el segundo ejemplo cómo el autor va a verbalizar un sustantivo (hamaca) dotándole de las características y del valor del propio sustantivo. En el español que se habla en España diríamos “mecía” las flores de plástico. Siguiendo con este ejemplo, se puede comprobar que una de las formas más habituales de composición de palabras es la derivación de un verbo en un sustantivo. En el caso de el verbo "mecer" nos da una sustantivo que es "la mecedora". En este caso, por el contrario, a partir de un sustantivo "la hamaca" vamos a obtener un verbo "hamacar". De todos modos tengo que reconocer que me ha gustado muchísimo este nuevo verbo, hamacar, por su “grafismo”.




Mario Vargas Llosa siempre se ha reconocido como un rendido admirador de la literatura francesa. En muchas entrevistas ha confesado que decidió ser escritor después de leer la inmortal novela “Madame Bovary” de Gustave Flaubert, probablemente una de las mejores novelas de la historia de la literatura. Esta admiración resulta palmaria en su manera de entender el hecho literario. Honoré de Balzac en su colosal e inmortal obra “La comedia humana” intentó narrar toda una sociedad. Para este fin utilizó, entre otros medios, la aparición de multitud de personajes que se “desplazaban” a través de todas la novelas que configuraban su vasta obra “La comedia humana”. En ese aspecto Vargas Llosa, en sus novelas del Perú “contemporáneo” utilizará a algunos personajes que, recurrentemente, se moverán por todo su universo narrativo. Citaré algunos ejemplos de personajes que aparecen en “El héroe discreto” y que han “transitado” por otras novelas: El sargento Lituma, que aparece, entre otras, en “La casa verde” y “Lituma en los Andes” (precisamente en esta novela se le promueve al cargo de sargento), Don Rigoberto, que aparece en “El elogio de la madrastra” y “Los cuadernos de Don Rigoberto” (mostrándonos en esta última su vocación de erotómano), etc, etc…. En “El heróe discreto” el autor va a seguir con su exploración de otras facetas, de otras aristas de sus, ya de por sí, poliédricos personajes.




Como ya comenté un poco más arriba Vargas Llosa es un autor que se sabe escritor y todo lo que escribe tiene una intención estilista, una intención de hacer Literatura (con mayúscula). A través de su obra vemos que, además de un gran escritor, es un enamorado, incluso como lector de la literatura. En esta novela, a través del personaje de Don Rigoberto un hombre culto y todo un diletante, Vargas Llosa rinde homenaje a otro gran autor Thomas Mann (también Premio Nobel, por cierto) creando un trama de la novela inspirado en la novela “Doktor Faustus”. Voy a permitirme transcribir un párrafo de este homenaje por parte del arequipeño al alemán.




“Se levantó sin hacer ruido y, descalzo y a oscuras, fue al escritorio, su pequeño espacio de civilización, tanteando las paredes. Encendió la lamparilla del sillón donde acostumbraba leer y oír música. Había un silencio cómplice en la noche barranquina. El mar era un rumor lejanísimo. No le costó nada encontrar el libro en el estante de las novelas. Allí estaba. Era el capítulo veinticinco: lo tenía señalado con una cruz y dos signos de admiración. El cráter, el episodio de máxima concentración de vivencias, el que hacía cambiar de naturaleza toda la historia, introduciendo en un mundo realista una dimensión sobrenatural. El episodio en el que por primera vez aparece el diablo y conversa con el joven compositor Adrian Leverkühn, en su retiro italiano de Palestrina, y le propone el celebérrimo pacto. Apenas empezó a releerlo quedó atrapado por la sutileza de la estrategia narrativa. El diablo se presenta a Adrian como un hombrecillo normal y corriente; el único síntoma insólito es, al principio, el frío que emana de él y hace que el joven músico sienta escalofríos. Tendría que preguntarle a Fonchito, como una curiosidad un poco tonta, casual, «¿Te ocurre sentir frío cada vez que se te aparece ese sujeto?». Ah, Adrian también padece jaquecas y náuseas premonitorias antes del encuentro que cambiará su vida. «Dime, Fonchito, por casualidad ¿te vienen dolores de cabeza, descomposición de estómago, desarreglos físicos de cualquier índole cada vez que se te presenta ese individuo?»”.




Otro de los logros de Vargas Llosa en esta novela es la “sensorialidad” de su prosa. El autor en esta novela dotará a su prosa de una carnalidad que nos transmitirá, casi nos retransmitirá, las sensaciones, incluso físicas, de los personajes. Esto se aprecia especialmente bien en cómo el autor nos narra ese sofocante ambiente subtropical de Piura que, incluso, nos hace sentir esa sensación de copiosa transpiración. En “El héroe discreto” Vargas Llosa va a optar por dejar la voz a un narrador omnisciente en tercera persona, que en algunos fragmentos de la novela únicamente ser va a permitir acompañar la acción narrativa.




Los lectores habituales de este blog literario sabéis que para mí es muy importante la manera de rematar una novela. En el caso de la novela objeto de este análisis, no puedo decir que me haya encantado la resolución de la novela. Especialmente en la trama relativa a Rigoberto y su hijo Fonchito. En cualquier caso hay que reconocer que, en esta novela, bastante desigual en cuanto a su interés dramático, es meritorio cómo Vargas Llosa consigue sostenerla y que, sin duda alguna, en manos menos expertas, hubiera caído estrepitosamente antes de llegar a la mitad del libro. Como comentaba con anterioridad creo que Vargas Llosa, en esta novela, se ha permitido hacer “lo que le ha dado la gana”, algo que sólo se pueden permitir los grandes, riéndose incluso de sí mismo. En “El héroe discreto” no debe esperar al lector un libro profundo o en el que su autor zahiera inmisericorde las lacras que asolan esta sociedad postmoderna. En esta novela el autor sólo ha pretendido reírse de todos y de todo, incluso de las cosas que nos parecen más solemnes e inconmovibles.




Tengo que lamentar, muy profundamente, que queden tantos detalles, dignos de ser contados, para compartir con todos vosotros. Y es una pena porque, como refería al principio, es una novela muy rica desde un punto de vista analítico. Por último, y ya a modo de resumen final, me gustaría añadir que “El héroe discreto” no es, ni mucho menos, una de sus mejores novelas; sin embargo, es un texto agradable de leer, en algunos momentos divertidos y, en general, ligera y de fácil lectura. Vargas Llosa que ha alcanzado, con toda justicia, la gloria literaria de un Premio Nobel, se puede permitir darse el gusto de escribir esta novela. Porque, como ya decía un poco más arriba, es un texto que se sostiene gracias a su maestría, a su dominio del lenguaje, de la técnica narrativa y de los resortes que mueven este maravilloso arte que no es otro que, aquel ancestral, de contar historias.




Dicho todo lo cual y teniendo en cuenta todos los argumentos aquí expuestos y conforme a mi conciencia y modo de entender el arte literario, creo que la puntuación que haría más justicia a la novela “El héroe discreto” del gran escritor peruano-español Mario Vargas Llosa y considerándola independientemente de su obra literaria, sería de un 7,00/10.


 © Luis Alberto Cao


(Para ilustra esta reseña os dejo una entrevista que concedió Mario Vargas Llosa con motivo de la publicación de su novela "El héroe discreto").


9 comentarios:

  1. Estoy decepcionado, simplemente "La fiesta del chivo" fue su canto del cisne. Todas las reseñas y comentarios que me han hecho sobre "el héroe discreto" me hacen pensar que no sera mejor que Palomino Moreno u otras novelas de ese tipo que saco Vargas Llosa en el último cuarto del sXX. Sin duda buenas novelas, pero ninguna que merite mayor reconocimiento, la vida es muy poca y los libros son muchos

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  2. Hola: Creo que has destacado los puntos esenciales de la novela. Coincido con tu opinión enteramente. En cuanto a la forma de expresarse típica del Perú, a mí también me cautiva. Destaqué en mi ejemplar el siguiente extracto de un diálogo: "Reconozco que la querida de don Felícito tiene una linda silueta, tetas belicosas y piernas y brazos bien modelados y carnosos, pero el potito, te habrás fijado, deja bastante que desear. No es muy tocable. No acabó de desarrollarse, no floreció, en algún momento quedó atrofiado. En mi sistema de clasificación, el suyo es un culito tímido, ya me entiendes".
    Por otro lado, me llama la atención eso de que a veces la Academia Sueca premia a autores de segunda. Cierto que lo he oído en multitud de ocasiones, pero nunca he sabido a qué autores podrán referirse. Recuerdo que el Nobel concedido a Dario Fo fue muy criticado, pero por razones ideológicas, no artísticas. Me preguntaba si podrías decirme algunos de esos autores que consideras que no merecían ganar ese premio. (En lo que sí coincido es en que muchos que lo merecían no lo consiguieron. A veces inexplicablemente, como en el caso de Borges. Otras, porque murieron jóvenes o con poca obra publicada. Recordemos que la obra de los autores premiados ha de haber sido publicada en Suecia. Así que es lógico que ni Kafka, ni Proust, ni García Lorca tuvieran opciones).
    Saludos.

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    1. Amigo José Guedes me alegra coincidir contigo en la opinión sobre esta novela. En cuanto a lo que comentas de la Academia Sueca, en mi opinión, hay muchos autores de muy segunda fila y que han sido premiados. Al hablar de segunda fila me refiero a autores que, entre otras causas, sus obras no han resistido el principal filtro del valor de una obra literaria: el paso del tiempo. Para mí hay decenas de ejemplos, pero si únicamente nos referimos a los Nobeles españoles, creo que, en esta categoria podría citar un par de ejemplos: José de Echegaray (1904) y Jacinto Benavente (1922). En ambos casos autores con unas obras, anacrónicas y obsoletas, que han quedado totalmente "cribadas" por el paso del tiempo, resultando obras totalmente anacrónicas y de un valor literario, en algunos casos, discutible. Pensemos por ejemplo que Ruyard Kipling obtuvo el Nobel en 1907 y sus obras siguen vivas y actuales. En lo que respecta a lo que apuntas de la publicación en Suecia, ¿piensas que los autores que has citado era más dificil que publicaran en Suecia que nos que he puesto de ejemplo?. Un abrazo amigo y gracias por tus comentarios.

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  3. Hola, de nuevo:
    Gracias por tu respuesta. La verdad es que en este caso no coincido en parte con tu opinión, pero lógicamente la respeto. Ciertamente, José Echegaray ya no tiene muchos adeptos, pero considero que Jacinto Benavente sigue vigente. Por supuesto que su estilo era clásico ya para su época e incluso muchos artistas de vanguardia lo criticaban por ello en vida, pero pienso que "Los intereses creados" es una de las mejores obras de teatro del s.xx escritas en español. (Otra cosa es su apoyo al franquismo, que ni comparto ni respeto).
    En cuanto a que las obras de Kafka, Proust o Lorca lo tuvieran difícil para publicarse en Suecia, me refería a que lo tenían difícil en vida de ellos. Cuando Kafka murió, sólo había publicado una de sus obras magnas, "El proceso" (casi un relato), y algunos relatos buenos; Proust no había terminado la publicación de la obra por la que habría ganado el Nobel ("En busca del tiempo perdido" iba por el tercer o el cuarto volumen. Supongo que el jurado podría considerar más adecuado premiarlo cuando estuviera terminada. En Suecia, como mucho, se habrían publicado los 2 primeros volúmenes de 7); y Lorca fue asesinado a los 38 años. Todos lo merecían, pero la verdad es que lo raro es dar este tipo de premios a autores relativamente jóvenes como ellos, o con la mayoría de su obra sin publicar. Vamos, que me parece que era cuestión de tiempo, aunque opino como tú que lo merecían más que Echegaray o Benavente.
    Por cierto, como nombras a kipling, te recomiendo, si no las has leído, sus memorias: Algo de mí mismo. La publicó hace unos años la editorial Pre-textos. La edición es sencilla, pero tiene algo que la hace muy agradable al tacto y a la vista.
    Un abrazo y gracias por tu magnífico blog. Cuando tardas en escribir tus entradas, se te echa mucho de menos.

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  4. Cordial saludo Luis Alberto
    Me resulta difícil aceptar que un reciente premio Nobel se permita "hacer lo que le de la gana". A partir de aquí tiene mas responsabilidades, no solo con sus seguidores sino con sus nuevos lectores.
    Esta novela fue para mi una verdadera decepción, hay muchas maneras de "contar un cuento" lo importante es hacerlo creíble y a mi la historia de Fonchito me parece particularmente dura de tragar.
    Decir que "no es una de sus mejores novelas" es ser demasiado bondadoso, aunque después de leer tu análisis le puedo reconocer unos cuantos méritos.
    Te felicito por tus "primeros 100 y gracias por tus valiosos aporte.
    MarthaLu

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    1. Gracias amiga MarthaLu por tu interesante comentario que tantos nos enriquece a todos. Un besazo.

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  5. Antonio González6 de enero de 2014, 23:11

    De acuerdo con el comentario, no es una novela de grandes pretensiones pero sí muy agradable, se pasa un buen rato leyéndola. Saludos.

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  6. No entiendo el capitulo 10 me ayudarías a saber de que se trata... gracias.

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  7. en realidad no comprendo el fin que el autor tiene con el logro de esta trama, las vez es el conflicto familiar por ambiciones personales.... o quiza la preservacion de la dignidad de la persona integra..... aunque lo de integro no le va a Yanaque,, porque solo Ismael es discreto al casarse pero Yanaque hace publica su resolucion.... quiza alguien mas conocedor podria aclararme la duda.... Gracias.....

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