lunes, 24 de junio de 2013

La verdad sobre el caso Harry Quebert. Jöel Dicker.



Título original: La veritè sur l´affaire Harry Quebert
Autor: Jöel Dicker
Traducción: Juan Carlos Durán Romero.
Editorial: Alfaguara.
Fecha de publicación: 19 de junio de 2013.
ISBN: 9788420414065.
Páginas: 666.







«Anhele el amor, Marcus. Haga de él su más hermosa conquista, su única ambición. Después de los hombres, habrá otros hombres. Después de los libros, hay otros libros. Después de la gloria, hay otras glorias. Después del dinero, hay más dinero. Pero después del amor, Marcus, después del amor, no queda más que la sal de las lágrimas.»


“Las obra maestras no se escriben. Existen por sí mismas”.

(La verdad sobre el caso Harry Quebert. Jöel Dicker)





Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta”


(Comienzo de “Lolita”. Vladimir Nabokov)





No me cabe duda que, probablemente, esté a punto de empezar a escribir una de las reseñas más difíciles, de más responsabilidad, desde que hace casi dos años inicié la andadura de este blog literario. Hace ya casi 24 horas que terminé la lectura de “La verdad sobre el caso Harry Quebert” del joven (insultantemente joven) escritor suizo Jöel Dicker, que con poco más de 27 años ha sido capaz de escribir esta obra maestra de la literatura. Y tengo que decirlo de este modo tan rotundo porque aún sigo en estado de shock después de su lectura que, prácticamente devoré de un tirón a pesar de sus 666 páginas. Sé que para poder definir una obra como “maestra” es necesario el transcurso de años e incluso de generaciones, porque sólo el tiempo es capaz de acrisolar la “obra maestra” pero, sin la menor duda, “La verdad sobre el caso Harry Quebert” es una novela soberbia y extraordinaria que marcará una inflexión dentro del llamado género de la novela negra. Os tengo que confesar que he pasado todo el fin de semana totalmente absorto por la lectura y que en mi cuaderno de notas se apilan, a lo largo de 26 páginas de letra muy apretada, todos los detalles que me ha sugerido su atenta y minuciosa lectura. También os tengo que confesar que, aún casi 24 horas después sigo en un estado muy cercano al shock. Es más, podría asegurar que aún sigo bajo los efectos de este particular “síndrome de Stendhal” literario que sufro, debido fundamentalmente, a la absoluta perfección técnica con la que Joël Dicker nos ha narrado, a pesar de su juventud, esta compleja historia. Sin embargo, y ahí está la genialidad de este escritor, va a conseguir ofrecer al lector la impresión de que todo es sencillo y fluye con naturalidad. Y ese es uno de sus grandes méritos. Intentaré explicarme con un ejemplo aprovechando que uno de los personajes es un gran pintor. El pintor genial es aquel que en un solo trazo es capaz de coger la esencia del objeto que ha dibujado. Algo que parece tan sencillo como un simple trazo, pero, sin embargo. en ese “sencillo” trazo está toda la genialidad del artista. Y ese es el caso de Jöel Dicker, que en una historia tan compleja de narrar, como analizaré con todo detalle y minuciosidad más adelante, consigue que el relato fluya, aparentemente, con sencillez y sin dificultad.




Os confesare, amigos seguidores, habituales de este blog, que me siento atenazado ante la responsabilidad de analizar y reseñar esta extraordinaria y soberbia novela. Sé, ya cuento con ello, que no seré capaz de hacer justicia, ni siquiera remotamente, a un texto tan redondo y escrito con una perfección técnica tan apabullante como este. Pero a pesar de ello, lo que sí puedo hacer es recomendaros, encarecidamente, que no dejéis de leer esta soberbia y espectacular novela que, os atrapará desde el primer momento y que, ya os lo adelanto, os costará interrumpir la lectura. Dicho esto, que para mí era importante, porque os confieso que esta noche pasada me ha costado mucho trabajo conciliar el sueño dándole vueltas y reflexionando sobre este libro, creo que lo mejor será entrar en materia. Dada la riqueza, desde un punto de vista analítico de esta novela, intentaré ser lo más sistemático y riguroso posible aunque, como suele ser habitual en muchos casos, sé que quedarán muchos detalles en el tintero. Lo que sí aprovecho para comentaros es que, espero, un poco más adelante, poder dedicar un tiempo para un estudio largo y pormenorizado aplicando todo el arsenal analítico del que nos dota la filología, para estudiar y diseccionar esta novela en el contexto de la novela negra europea y americana. Porque, como ya comento, “La verdad sobre el caso Harry Quebert” de Jöel Dicker, por sus características y su importancia filológica puede terminar convirtiéndose en una obra “de culto” y digna de estudio. Por último, y a lo largo de este análisis literario, intentaré fundamentar los motivos de mi entusiasmo ante esta novela, por desgracia a grandes trazos pero, como he dicho, intentaré encontrar el tiempo necesario para escribir y analizar con toda profundidad que requiere esta sobresaliente novela.




Por seguir un orden metodológico y, como es habitual, tal vez lo más adecuado y pertinente, cuando nos encontramos en los umbrales de este análisis, sería comenzar pergeñando, someramente, una sinopsis argumental de los hechos que acaecen en la novela. A este fin creo que la reseña que publica la editorial Alfaguara resulta bastante adecuada para la finalidad que se persigue, por lo que pasó a transcribirla literalmente.




“Un gran relato policiaco y romántico que transcurre en tres períodos −1975, 1998 y 2008− sobre el asesinato de una muchacha de quince años en la pequeña localidad de Aurora, en New Hampshire.


En el año 2008, Marcus Goldman, un joven escritor, acude a ver a su mentor Harry Quebert, autor de una exitosa novela, y descubre que éste mantuvo un idilio secreto con Nola Kellergan. Un poco más tarde, Harry es detenido, acusado de asesinato, al hallarse el cuerpo sin vida de Nola enterrado en su jardín.


Marcus empieza a realizar pesquisas y a escribir un libro acerca del caso. Al tiempo que trata de demostrar la inocencia de Harry, una red de secretos sale a la luz. La verdad solamente llegará al fin de un prolongado, enrevesado y emocionante trayecto”.




Me gustaría empezar este análisis, en primer lugar, contextualizando la obra del autor para situar al lector. “La verdad sobre el caso Harry Quebert” de Jöel Dicker es la segunda novela de este joven escritor suizo. La primera, “Los últimos días de nuestros padres” aún no se ha publicado en España, aunque parece ser que próximamente la publicará Alfaguara. Con esta novela, objeto de nuestro análisis, consiguió varios importantes galardones: Premio Goncourt des Lycéens, Gran Premio de Novela de la Academia Francesa y Premio Lire a la mejor novela en lengua francesa. Vendió más de 750.000 ejemplares y arrasó en las listas del país galo. Y hasta el día de hoy ha vendido los derechos de traducción a más de una treinta de idiomas. Con estos “méritos” bien se pudiera pensar que estamos ante un bestseller, y que sin duda, vistas las cifras así es. Pero en este caso, en concreto, debemos hacer un esfuerzo por obviar ese contenido peyorativo que suele tener, implícito, esa palabra. Porque se trata de una excepcional novela con un agradable y magnífico aroma a buena literatura que rezuma por entre sus páginas.




Después de situar, en su ámbito creativo, la novela vamos a proceder, sin más dilación, a entrar en el análisis, en el que intentaré ser lo más riguroso posible, dentro de las limitaciones espaciales propias de una reseña. Uno de los puntos más importantes y que han conseguido rendirme ante esta novela es la maestría técnica con la que Jöel Dicker estructura todo el discurso narrativo. La estructura resulta especialmente compleja, pero, como avanzaba un poco más arriba, para el lector no resultará especialmente difícil de seguir, a pesar de sus múltiples saltos cronológicos dentro del relato, y de que el autor nos propone, a veces, un discurso acronológico y alineal que, lejos de dificultar la comprensión de la novela, la clarificará y simplificará. Desde un punto de vista narrativo “La verdad sobre el caso Harry Quebert” nos plantea la coexistencia de varios narradores. Dentro de la dinámica interna de la novela cada narrador nos otorgará una perspectiva y una subjetividad, u objetividad, diferente. Fundamentalmente, y en orden a su importancia discursiva, podemos hablar de dos narradores: la voz narrativa de Marcus Goldman, el escritor protagonista y “autor” de la novela que empleará el tiempo verbal en pasado y no será omnisciente, aportando un perspectiva subjetiva, y que irá al paso de la acción dramática acompañando al lector. Y, por otra parte, una segunda voz narrativa en tiempo pasado pero, esta sí, omnisciente y objetiva. Esta voz narrativa la empleará Jöel Dicker, fundamentalmente en los relatos retrospectivos de los hechos acaecidos que, durante toda la novela, irán apareciendo a modo de “flasbacks”. En algunos casos, ambas voces, de un modo magistral, parece que se funden provocando una inestabilidad en el lector para conocer y discernir si lo narrado es lo ocurrido realmente o es fruto de la subjetividad. Y, como comentaba, ese recurso técnico es utilizado por el autor de un modo, sencillamente, magistral.




La novela está narrada, como ya comenté, en varios planos temporales. En la recensión que nos ofrece la editorial Alfaguara se simplifican estos planes temporales reduciéndolo sólo a tres 1975, 1998 y 2008. Sin embargo, aunque mayoritariamente es así, supone una cierta simplificación, porque su riqueza de planos narrativos es muy superior. Jöel Dicker va a ir entremezclando estos diferentes planos con un virtuosismo apabullante. Lógicamente antes de sentarme a escribir esta reseña he estado analizando, en mi cuaderno de apuntes, esta sucesión de planos temporales que tanto me han impresionado y he quedado, francamente, anonadado por la perfección con la que se suceden. Es emocionante constatar cómo cada una de las piezas está perfectamente colocada en el lugar conveniente. Intentaré explicarme con una analogía. Imaginemos una catedral hecha con piezas de dominó, por ejemplo, si movemos una pieza de su lugar irremediablemente afectará al equilibrio y estabilidad de la propia catedral. Pues bien, algo parecido sucede con esa milimétrica utilización de los planos temporales. De este modo el autor consigue, a lo largo de toda la novela, jugar con el lector, y nunca mejor dicho, hasta convertirlo en un auténtico “pelele goyesco” en sus manos y llevarle a su terreno obligándole a transitar por sus propios caminos. Otro de los grandes méritos del autor es que, como magnífico escritor que es de novela negra, sabrá ir sembrando el texto de esos falsos caminos, o de esos atajos que no llevan a ninguna parte o bien que desorientarán al lector. No puedo dejar de citar que la novela, desde un punto de vista de la investigación es prácticamente irreprochable. Siendo muy puntilloso, extremadamente puntillosos, he detectado un par de mínimas “incoherencias” pero que en una novela de este nivel me resultan, francamente, irrelevantes e indignas de ser citadas.





“La verdad sobre el caso Harry Quebert” es una novela redonda, perfecta. Una novela que no deja ningún fleco sin cerrar y que está rematada de un modo que dejará satisfecho al más exigente de los lectores, porque al terminar el libro veremos que todas las piezas del puzzle encajan a la perfección. El comienzo de la novela, tanto en su parquedad como en su modo de narrarlo, más propio de una noticia de un periodística que de un texto literario, es empleado de este modo con un claro afán estilístico que, desde un primer momento, aportará un factor de veracidad (sobre el tema del uso enfático de la veracidad de la novela me detendré un poco más adelante) y de absoluta objetividad, con el fin de aseverar que los hechos ocurrieron exactamente de ese modo. Voy a transcribir, literalmente, este inicio de la novela:




“El día de la desaparición(Sábado 30 de agosto de 1975)

—Central de policía, ¿es una emergencia?
—¿Oiga? Me llamo Deborah Cooper, vivo en Side Creek Lane. Creo que acabo de ver a una joven perseguida por un hombre en el bosque.
—¿Qué ha pasado exactamente?
—¡No lo sé! Estaba en la ventana, mirando hacia fuera, y de pronto he visto a esa chica corriendo entre los árboles. Había un hombre tras ella... Creo que intentaba escapar de él.
—¿Dónde están ahora?
—Pues... ya no los veo. Se han metido en el bosque.
—Enviamos una patrulla de inmediato, señora.
Esta llamada fue el comienzo del caso que estremeció a la ciudad de Aurora, en New Hampshire. Ese día Nola Kellergan, de quince años, una joven de la zona, desapareció. Nunca se volvió a saber de ella”.




A partir de este sobrio inicio, sin más alharacas, Jöel Dicker comenzará a tejer esta magistral tela de araña que es “La verdad sobre el caso Harry Quebert”. Otra de las grandezas de esta novela es que se acerca, por así decirlo, a la “novela total”, en el aspecto de su riqueza temática. Independientemente de que se trate de una novela que se puede adscribir al género negro, en mi opinión, es una novela profundamente romántica, arrebatadora romántica, me atrevería a decir, con algunos momentos de una belleza y una efusividad lírica que no podrán, por menos, que erizarnos el vello. Pero si hay algo que fundamentalmente cabe destacar es que se trata de una novela que trata sobre la literatura y sobre el hecho de la escritura. Se trata de un libro que hará las delicias de los amantes de la literatura y, además, una lectura obligada e ineludible para todos aquellos que deseen dedicarse a la escritura. Cada capítulo, por llamarlos de alguna manera, está encabezado por una serie de consejos para aquellos que quieran ser escritores (estos consejos tienen una clara razón de ser dentro de la dinámica argumental de la novela). Voy a transcribir alguno, a modo de ejemplo, que demuestran la sabiduría del autor en estos “consejos”:




“Me gustaría enseñarle a escribir, Marcus, no para que sepa escribir, sino para convertirle en escritor. Porque escribir libros no es nada: todo el mundo sabe escribir, pero no todo el mundo es escritor.
—¿Y cómo sabe uno que es escritor, Harry?
—Nadie sabe que es escritor. Son los demás los que se lo dicen.”


“Si los escritores son seres tan frágiles, Marcus, es porque pueden conocer dos clases de dolor afectivo, es decir, el doble que los seres humanos normales: las penas de amor y las penas de libro. Escribir un libro es como amar a alguien: puede ser muy doloroso”.


“¿Y los personajes? ¿En quién se inspira para los personajes?
—En todo el mundo. Un amigo, la mujer de la limpieza, el empleado de la ventanilla del banco. Pero cuidado: no son las personas mismas las que inspiran, sino sus acciones. Su forma de actuar es lo que hace pensar que podrían ser personajes de una novela. Los escritores que dicen que no se inspiran en nadie mienten, pero hacen bien en hacerlo: así se ahorran un montón de problemas.
—¿Y eso?
—El privilegio del escritor, Marcus, es que puede ajustar cuentas con sus semejantes gracias a su libro. La única regla es no citarlos directamente. Nunca por su nombre: es una puerta abierta a denuncias y tormentos. ¿En qué número estamos de la lista?
—El 23.
—Entonces será el 23, Marcus: no escriba más que ficción. El resto sólo le traerá problemas”.




Este último “consejo” que nos da el autor en boca de su personaje Harry Quebert, me da pie para entrar en el análisis, lo más pormenorizado que nos permita la extensión aconsejable de una reseña literaria, de los personajes que aparecen en la novela y de su función dentro de esta sólida y bien trabada estructura narrativa. La “administración” de los personajes por parte del autor está muy bien dosificada por varias razones. En primer lugar Jöel Dicker va a irnos suministrando con cuentas gotas la información sobre los protagonistas y siempre desde distintos puntos de vista. Todo esto contribuye a que, como buen autor suizo, haya conseguido engrasar la maquinaria que funciona como un auténtico reloj suizo, en cuanto a su precisión y a la belleza de su diseño.  Por otra parte los personajes están todos muy bien equilibrados en el contexto de la novela porque, por así decirlo, se irán contrabalanceando y compensando unos con otros para, de este modo producir un interesante equilibrio dramático. De hecho si profundizamos en el análisis observaremos que los personajes, en algunos casos, se van agrupando tanto por analogías, tanto caracterológicas como en función de la trama, como por disimilitudes. Evidentemente, entre otras, por la razón de que lleva una de las voces narrativas, uno de los personajes más importantes de la novela es el de Marcus Goldman. Por así decirlo él, a través del libro que está escribiendo sobre la verdadera historia del caso de Harry Quebert, será el hilo conductor de toda la trama de investigación. Me ha resultado, como crítico literario, muy interesante toda la parte relativa a esa sequia literaria a esa tremenda y devastadora sensación del bloqueo creativo, especialmente después de una gran primera novela. Magnífico, sin paliativos, el certero dibujo del personaje de Harry Quebert, ese hombre torturado por sus recuerdos y su dolor. Pero si un personaje me ha resultado especialmente atractivo es, sin duda alguna, el de Nola Kellergan que estoy seguro que terminará por enamorar a los lectores por su fuerza, por su complejidad y, en definitiva, por su subyugante belleza que consigue encandilarnos. Dado que esta reseña está dirigida a todos los lectores, de los que, probablemente, muchos aún no habrán leído la novela, creo que no debo profundizar mucho más en este aspecto, para no “dar más pistas” de las necesarias, porque si algo recomiendo encarecidamente es la lectura y el goce y disfrute de esta excepcional y altamente adictiva novela, y de ninguna manera pretendo “reventarla”. Dentro del elenco de personajes que cohabitan en “La verdad sobre el caso Harry Quebert”, me gustaría señalar un par de ellos que “desentonan” respecto al “dibujo” del resto de los personajes. Podría definirlos como personajes “paródicos”, por su dibujo en algunos momentos casi humorístico, pero que sirven al autor para la denuncia y el escarnio de determinados “usos”. Estos personajes que sobre los que, con este sentido del humor, carga las tintas Jöel Dicker son: la madre de Marcus (con algunas intervenciones delirantes) y el editor Roy Barnaski en el que el autor va a cargar las tintas contra algunos editores, contra su tiranía y contra sus criterios, meramente mercantilistas, de la literatura. Siendo auténticos éstos auténticos “charcuteros” de los libros. Voy a transcribir un par de ejemplos en los que Jöel Dicker arremeterá, en su novela, contra ellos en boca de Harry Quebert:




“—¿Sabe usted lo que es un editor? Un escritor frustrado con un papá con suficiente dinero como para permitirle apropiarse del talento de los demás”.



“—Imagínese, Marcus, lo que cuesta un solo cartel publicitario en el metro de Nueva York. Una fortuna. Se paga mucho dinero por un cartel cuya duración es limitada y el número de personas que lo verán también es limitado: la gente debe estar en Nueva York y coger esa línea de metro en esa parada en un espacio de tiempo dado. Mientras que ahora basta con suscitar el interés de una forma u otra, con crear elbuzz”, como dicen, con hacer que hablen de uno, y con contar con la gente para que hable de usted en las redes sociales: tendrá acceso a un espacio publicitario gratuito e infinito. Gente de todo el mundo que se encarga, sin darse cuenta siquiera, de hacerle publicidad a escala planetaria. ¿No es increíble? Los usuarios de Facebook no son más que hombres-anuncio que trabajan gratis. Sería estúpido no utilizarlo”.



“La verdad sobre el caso Harry Quebert” es una novela, tal y como comentaba un poco más arriba, de lectura obligatoria para todo aquel que quiera dedicarse a la maravillosa profesión de escritor. Y muy especialmente para los autores que deseen dedicarse a la novela negra. Aparte de los 33 utilísimos consejos que le da Harry Quebert a su alumno Marcus Goldman, algunos ya reproducidos en este análisis, es toda una lección de cómo se escribe un buen libro del género negro. El uso de las diferentes tramas y cómo el autor, como un prestidigitador nos oculta la bolita o nos saca el conejo del sombrero. Todo con una elegancia y una inteligencia que, después de leer la novela, nos deja totalmente apabullados y fascinados antes su capacidad y dominio técnico, que como ya comenté hace parecer sencillo lo que es tremendamente complejo y difícil, como la alambicada estructura narrativa de la novela.




Si entramos en el estudio propiamente lingüístico de su prosa. En primer lugar nos llamara la atención que, mayoritariamente, Jöel Dicker nos ofrece una frases breves y simples en su estructura, buscando un efecto de agilidad en el relato. Dicker no busca un estilo elevado, ni un léxico excesivamente rebuscado, para él la prosa no es un fin en sí mismo, sino un medio, necesario eso sí, para contarnos una historia. Al hilo de este aspecto no puedo menos que felicitar al traductor al castellano de “La verdad sobre el caso Harry Quebert”, Juan Carlos Durán Romero, por su magnífica, sobria y efectiva traducción. Que, en mi opinión, ha sabido verter al castellano el ritmo y la plasticidad del relato. También tengo que felicitar a la editorial Alfaguara por la cuidadísima edición de la novela, así como al departamento artístico por la hermosa portada, por cierto traída de un modo muy pertinente, del famoso cuadro “Portrait of Orleans” del gran pintor estadounidense Edward Hooper.




En mi opinión, como ya avancé con anterioridad, no debemos perder de vista que “La verdad sobre el caso Harry Quebert” es, fundamentalmente, una historia de amor. De un amor que no muere con el paso de los años, de un amor desbocado, de un auténtico “amour fou”. Por eso, creo yo , que más que una novela negra, que sin duda lo es, se trata de una gran novela de amor, de un amor que trasciende e inunda todo, que a la vez irradia y a la vez atrae, de un amor indestructible. Como comprobará el lector es una novela de una riqueza tan inabarcable que resulta difícil abarcar toda esa inmensidad que hace imposible agotarla, adscribiéndola, exclusivamente, a un género literario




Jöel Dicker en esta novela consigue crear una, bastante conseguida, sensación de realidad haciendo creer, en algunos instantes, que estamos ante un historia real. En algunos momentos se siente uno tentado de hacer una búsqueda en Internet tanto sobre los hechos que plantea, sobre la biografía de los dos novelistas o, por último, indagar sobre la obra maestra de Harry Quebert “Los orígenes del mal”. Esta voluntad estética por sumergir al lector en la veracidad de los hechos está perfectamente conseguida. Como ejemplo de este intento de dar veracidad a la novela me gustaría señalar el siguiente. A lo largo de la novela aparece, de un modo esporádico y secundario, un personaje que se llama Erne Pinkas y durante el relato le pide, en varias ocasiones, a Marcus Goldman que cuando escriba su libro que le cite en el apartado de agradecimientos. Pues bien, cuando termina la novela “La verdad sobre el caso Harry Quebert”, contemplé gratamente sorprendido las siguientes frases dedicadas todas ellas a personajes de la novela (incluido Erne Pinkas):



“Doy las gracias de todo corazón a Erne Pinkas, de Aurora, New Hampshire, por su preciosa ayuda.

En la policía estatal de New Hampshire y Alabama, mi agradecimiento al sargento Perry Gahalowood (brigada criminal de la policía estatal de New Hampshire) y al oficial Philip Thomas (brigada autopista de la policía estatal).

Finalmente, dedico un agradecimiento especial a mi ayudante Denise, sin la que nunca hubiese podido terminar este libro”.




Como resumen final de este largo, probablemente excesivamente, análisis literario, pero en mi opinión necesario debido a su gran interés técnico y artístico, creo que “La verdad sobre el caso Harry Quebert” es una novela soberbia, magnífica, redonda, adictiva, hipnótica… y, para mí, roza la maestría. Su lectura nos va a garantizar subir en una montaña rusa de sensaciones, que, de ninguna manera, nos dejarán indiferentes. Jöel Dicker jugará con el lector y lo vapuleará de un modo “in misericorde” haciéndole dudar de todo, para terminar en un final redondo, perfecto, que satisfará a los paladares más exquisitos de la literatura. Todo ello basado en una depurada técnica narrativa que le permite ofrecernos una narración acronológica y alineal que es capaz de sumergirnos y fascinarnos a un tiempo. Pero, y ahí radica su gran mérito, sin desorientar “temporalmente” al lector. En esta ocasión, y sin que sirva de precedente, tengo que estar totalmente de acuerdo con la publicidad que la editorial Alfaguara hace de la novela cuando dice que se trata de una novela “literariamente adictiva”. Ya poco más me queda que, aparte de lamentar la cantidad de notas que quedarán, por desgracia, inéditas en mi cuaderno de trabajo, sólo recomendar encarecidamente, una vez más, su lectura que no va a defraudarnos y, que en estos tiempos de crisis, su compra será una buena inversión, porque esta novela terminará convirtiéndose en un clásico. Para terminar, y antes de dar la valoración numérica de esta novela en opinión de este crítico literario, me gustaría dejaros con un hermoso fragmento de la novela que, pienso, puede ser un digno colofón a esta reseña-análisis de esta magnífica novela:



Un buen libro, Marcus, no se mide sólo por sus últimas palabras, sino por el efecto colectivo de todas las palabras precedentes. Apenas medio segundo después de haber terminado el libro, tras haber leído la última palabra, el lector debe sentirse invadido por un fuerte sentimiento; durante un instante, sólo debe pensar en todo lo que acaba de leer, mirar la portada y sonreír con un gramo de tristeza porque va a echar de menos a todos los personajes. Un buen libro, Marcus, es un libro que uno se arrepiente de terminar”.




Dicho todo lo cual y atendiendo a todo lo ya expuesto con anterioridad, a lo largo de este análisis literario, y conforme a mi conciencia y a mi modo de entender el arte literario, creo que la puntuación que haría más justicia a la novela “La verdad sobre el caso Harry Quebert” del escritor suizo Jöel Dicker sería de un 9,50/10.

© Luis Alberto Cao


(Para ilustrar esta reseña os dejo una entrevista a Jöel Dicker, autor de "La verdad sobre el caso Harry Quebert)



miércoles, 19 de junio de 2013

El fotógrafo de cadáveres. Julio Castedo.




Título: El fotógrafo de cadáveres.
Autor: Julio Castedo
Editorial: Plataforma editorial
ISBN: 978-84-15577-08-9
Páginas: 213
Fecha de Publicación: Septiembre de 2012.




“Es probable que, aunque hubiese crecido
Totalmente ajeno a tu influencia, tampoco habría
podido llegar a ser como tú habrías deseado”
(Carta al padre. Franz Kafka)



“No ignora que la memoria confabula en
secreto a favor de nuestro bienestar, que
exagera los recuerdos agradables y tiende a
dejar escapar lo turbio, a hacer confuso lo abyecto”
(El fotógrafo de cadáveres. Julio Castedo)




Cuando allá por el mes de enero de este año puse en marcha esta sección, dedicada a nuestros autores noveles, ya columbraba que su misión y su razón de ser era la de apoyar y ayudar en su carrera a todos esos autores, dotados de un gran talento, que esperan una oportunidad para darse a conocer y tener “esa” oportunidad para poder iniciar su carrera literaria.  Mi última publicación en esta sección data del 14 de enero de 2013, cuando analicé y reseñé la extraordinaria novela “Hojas de dedalera” de la escritora salmantina Victoria Álvarez. Desde entonces he leído varias novelas que muchos autores han tenido la amabilidad de enviarme (a los que, por cierto, he contestado a todos, dándoles mi opinión personal sobre su trabajo, así como algunos consejos que, en mi opinión, les podrían ayudar en su incipiente carrera literaria). Por otra parte, si algo tengo claro es que este blog está concebido desde la máxima honestidad, por mi parte, a la hora de aplicar, con todo rigor, como he hecho siempre, el análisis crítico de las novelas. Y entendí que, tratándose de autores noveles que buscan darse a conocer y dado que la finalidad principal de este blog es “dar un empujón” a los escritores que empiezan, no sería muy adecuado, ni probablemente justo, publicar la reseña de una novela que, personalmente, no considerase que tuviese un mínimo interés literario y artístico y que, incluso, y en el peor de los casos, su publicación pudiese llegar a perjudicar al autor. Aún me quedan bastantes novelas por leer, y gracias a vuestra confianza en mi trabajo me siguen llegando muchísimas,  y espero que, poco a poco, pueda ir leyendo todas. Como os podéis imaginar esta sección representa para mí un tremendo sobreesfuerzo, porque muchas de las novelas  (PINCHAR AQUÍ PARA LEER MÁS)





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