Título: Las poseídas.
Autora: Betina González
Editorial: Tusquets editores.
Autora: Betina González
Editorial: Tusquets editores.
Colección: Andanzas.
ISBN: 978-84-8383-458-9
Fecha de publicación: Abril 2013.
Fecha de publicación: Abril 2013.
Páginas: 184.
Precio: 16,00 €
“El pecado se transforma en
verdadero placer
sólo cuando hay alguna
posibilidad de que te descubran.
(Las poseídas. Betina
González).
“Lo que más odia Dios
después del pecado es la
tristeza porque nos
predispone al pecado”
(San Agustín. Padre de la Iglesia.
Siglos IV-V)
La escritora porteña Betina González es la autora
de la novela “Las poseídas” que se ha hecho acreedora del prestigioso
galardón literario “Premio Tusquets” de novela en su VIII edición. Dado el indudable
prestigio artístico de dicho certamen, así como la elección de un,
indudablemente, competente jurado presidido por Juan Marsé e integrado por
Almudena Grandes, Juan Gabriel Vásquez, Fernando Aramburu y, en representación
de la editorial, Beatriz de Moura que acordó, por mayoría, otorgar el galardón a
“Las poseídas” y con estas, a priori, inmejorables cartas de presentación, he decidido
traer a este blog literario esta novela para su reseña y análisis crítico.
A modo de marco general en el que circunscribir el
ámbito crítico de este análisis me gustaría, desde el principio, hacer algunas
precisiones y consideraciones previas (y en mi opinión necesarias). “Las
poseídas” es una narración compleja, ardua, escrita, sin duda, con una
pretensión claramente literaria y artística, como me detendré, con todo
detalle, en ese análisis de la complejidad de la depurada técnica literaria
utilizada en su escritura. Sin embargo,
al menos esa es mi opinión, la “historia” del relato que nos narra no alcanza ni
la suficiente entidad literaria, ni el suficiente interés, como para atrapar, y
mucho menos cautivar, al lector. Creo que más que hablar de una “historia”
sería más adecuado referirse a una serie de “hebras” narrativas yuxtapuestas
hilvanadas, con mayor o menor acierto que, además, se reducen a poco más de
tres o cuatro. Por lo tanto, y a modo de una toma de posición general, creo que
“Las poseídas” es una novela que queda, por así decirlo, literariamente desequilibrada
y renqueante. Me explico. Como analizaremos a lo largo de la reseña es una
novela escrita con una técnica apabullante y de una gran dificultad puesta al
servicio de un relato, en mi opinión, deslavazado y en ciertos momentos anodina,
que poco aporta a ese “subgénero” de la novela que podríamos definir como novela
“de adolescentes”. Creo, honestamente, que la capacidad artística y técnica de
la autora está muy por encima de la historia que nos cuenta. Me voy a permitir
hacer una analogía, muy gráfica, para intentar clarificar mi opinión. “Las poseídas” es como un coche deportivo
último modelo, cuyo diseño nos deslumbra por su línea, por su aerodinámica, por
la belleza de sus líneas… pero que, sin embargo, cuando salimos a carretera con
él vemos que no puede pasar de 120 porque se ahoga…. En cualquier caso sobre
éste y otros particulares recalaré, con más detenimiento, a lo largo de la
reseña.
Como ya es habitual y por seguir un esquema lo más
sistemático posible, creo que lo más adecuado y pertinente en este momento,
especialmente de cara a los eventuales lectores de esta reseña y con la loable
intención de situarles, sería esbozar, someramente, eso sí, una breve sinopsis
argumental de los hechos que acaecen a lo largo de la novela. Para tal fin voy
a transcribir, literalmente, la recensión que la propia editorial Busquets ha
publicado.
“Una chica nueva,
Felisa Walker, ingresa en un colegio religioso para niñas en la zona norte de
Buenos Aires. Recién llegada de Londres, Felisa se convierte en el centro de
atención por su actitud rebelde y su mal comportamiento, rodeada además por el
aura «poética» que le dan sus aficiones artísticas, su perfecto inglés y su
carácter tan impenetrable como independiente. Al menos así la ve López, la
narradora, que no tardará en hacerse amiga suya. Las dos chicas viven entre las
leyendas más o menos escabrosas que se cuentan en voz baja sobre el pasado del
colegio, y algunos «peligros» más reales que se encuentran en sus cercanías.
Pero poco a poco López irá descubriendo la historia de Felisa, que vive con su
abuela después de la muerte de su madre en un accidente, y las razones de su
comportamiento excéntrico y suicida, como si estuviera «poseída» por personas
de su entorno”.
Como filólogo y, evidentemente, amante del lenguaje, es
siempre un placer leer a autores con acentos hispanoamericanos y disfrutar de
ese castellano tan hermoso y repleto de sonoridades que se habla al otro lado
del Atlántico. Español de una belleza y una riqueza léxica que no puede dejar
de evocarme vocablos y expresiones que, prácticamente, ya han fenecido en el
olvido en el castellano que se habla en España. Entiendo que habrá lectores, a
este lado del océano, que les resulte, en algunos momentos, de una difícil comprensión.
Sin embargo, a poco que nos esforcemos y nos dejemos llevar por la belleza de su
sonoridad nos sentiremos ampliamente recompensados. Voy a transcribir un
hermoso fragmento en el que se aprecia ese uso tan propio del léxico del español
que se habla en Argentina.
“Ese día, todo
había empezado mal. Su padre estaba con gripe y su madre no sabía manejar, así
que había tenido que tomar el colectivo. Como llovía, había salido con
anticipación, preocupada por llegar tarde; era la segunda o tercera vez que iba
sola al colegio y no estaba segura de la parada en la que tenía que bajarse”.
Betina González es una escritora técnicamente muy dotada
y que, como iremos comprobando a lo largo de este análisis, va a utilizar
varios recursos, sobre todo en relación con la figura del narrador, que nos van
a permitir tomar distintas perspectivas de la narración. En primer lugar me
gustaría analizar el uso que la autora hace de la figura del narrador, que en
esta novela resulta clave y determinante a lo largo del relato. En principio la
autora nos plantea un relato en primera persona, en tiempo pretérito y de un
autor omnisciente. Sin embargo, conforme va a avanzando el relato, Betina
González, y dependiendo de su intención estética y narrativa, provoca una “bilocación”
en el persona principal, María de la Cruz López. Esa “bilocación”, esa “esquizofrenia”
nos la muestra la autora, por una parte, con escindir en dos al personaje
principal, con acusadas diferencias, refiriéndose a él como “López” o como “Cruz”.
El narrador, en este caso la narradora, se referirá a López utilizando la
tercera persona del singular, mientras que para poner voz a Cruz mantendrá la
primera persona. A lo largo del texto la
autora va a fluctuar entre los distintos aspectos del verbo. Esta “fluctuación”
provocará una interesantísima “inestabilidad” casi temporal. Lamento,
profundamente, no poder extenderme en las consideraciones técnicas de esta
novela pero creo que, sin duda alguna, serían excesivas e inapropiadas para
esta reseña. Eso sí, al menos, me voy a permitir sugerir al lector que
profundice en el estudio de estos aspectos técnicos que, sin duda alguna, es lo
mejor de la novela. Al respecto de esta “bilocación” de la protagonista voy a
transcribir un fragmento que, en mi opinión, puede resultar bastante
ilustrativo.
“Fue en ese
momento, en la biblioteca, la primera vez que me vi como me veía la hermana
Virginia. Como realmente era. No como López (López había desaparecido ese
domingo en el auto de Nicolás Arguibel). Ni siquiera como María de la Cruz. Vi
lo absurdo de cualquier resistencia, de la rebelión tan esperada. Vi mi
vulgaridad; la trama que me excedía.”
Un poco más arriba comentaba que, al igual que
técnicamente me ha resultado especialmente interesante, no podía decir lo mismo
de la narración en sí. Betina González nos plantea un relato previsible y, en
mi opinión, carente, sobre todo, de originalidad. Un texto desigual y que en
algunos momentos resulta lento y aburrido. Como advertía al principio de la
reseña, sostenido sobre dos o tres hebras argumentales de una consistencia
narrativa, cuanto menos, precaria.
El dibujo de los personajes que aparecen en la novela es
muy desigual y, en la mayoría de los casos, demasiado simplista. Este exceso de
simplicidad bien podría justificarse gracias a que la visión que tenemos de
ellos es a través de la mirada, tan subjetiva, de la protagonista. De alguna
manera eso podría explicar ese diseño de personajes tan simples, lineales y
maniqueos que sustentan “Las poseídas”, pero en ningún caso, debería
justificarlo.
Una de las “hebras” narrativas que configuran el texto es
la relativa a la aparición de un exhibicionista mostrándose a las niñas a la
salida del colegio. Siendo honesto os diré que no he conseguido entender,
después de releerlo, la razón, dentro de la dinámica de la novela, de este “inserto”.
Tan inexplicable, en su aparición en la novela, como en la “sorprendente” (en
el sentido menos positivo) resolución. Lo único salvable de esta subtrama sería
un párrafo en el que Betina González nos deja una interesante y humorística
reflexión.
“El hecho de que el
tipo se animara a exponer su miembro en estado vegetativo era de por sí
bastante ponderable. Porque en el fondo, para cualquier chica es una suerte que
su primer encuentro con el miembro viril suceda con la cosa en reposo.
Desaparecen la mayoría de las advertencias, de las hipérboles y de las
metáforas y lo único que queda es (lamentable imagen, hay que reconocerlo, pero
es la que Marina usó en su relato) «algo que cuelga», un pedazo de carne más
parecido a un sobrante o a una malformación que a lo único que, según el farsante
de Viena, quieren todas las mujeres.”
Llegados a este punto, y para no alárgame mucho más de lo
necesario, en este análisis tan técnico sobre esta novela, que, en mi opinión,
resultaba necesario e ineludible, me gustaría dar mi opinión alejándome del
prisma del crítico literario para acercarme a la opinión, como simple lector,
de “Las poseídas”. La autora en esta, su segunda novela, nos plantea una
narración errática que no consigue prender al lector. Un libro que tras su
lectura dejará mucho más interrogantes de los que plantea y que va, en mi opinión,
claramente, del más al menos. Terminando la novela en un final “semiabierto”
que, por una parte era previsible, mientras que por otra deja la novela en
estado “inconcluso”. Sin embargo es justo reconocer que el “arranque” de la
novela resulta muy interesante y turbador, empezando por la magnífica cita del
gran filósofo sueco del siglo XVIII Emanuel Swedenborg. Voy a transcribir, en
primer lugar, esa cita y a continuación el “inquietante” comienzo de esta
novela.
“Lo que es
inocencia y cuál es su carácter es poco conocido en el mundo, y absolutamente
desconocido por los que se hallan en el mal; aparece por cierto delante de los
ojos por conducto del rostro, del habla y de los gestos, principalmente en los
niños; sin embargo, se ignora lo que es, y ninguna idea se tiene de que en ella
se oculta el cielo en el hombre.”
“—Me voy a matar.
Felisa me miró a
los ojos y, como todo el mundo, no vio nada en ellos. No éramos amigas. No
entendí por qué me hacía cómplice de su plan, si es que de verdad tenía uno.
Opté por el humor.
—Esperá unas
semanas porque si no nadie se va a enterar. Para dramas, alcanza con el de la
hermana Silvia.
Quise sonar
graciosa, pero las palabras pesaron en el aire del baño, se enroscaron en el
humo de nuestros cigarrillos y dieron de lleno en los ojos de Felisa, que se
hicieron más chicos: dos dardos negros, de realeza ofendida.
—No me creés.
—Todas nos queremos
matar en algún momento.
—Todas.”
En este último ejemplo se aprecia, con toda claridad, la
omnisciencia con que la autora nos presenta al narrador, en nuestro caso a la
protagonista y como le hace tomar distancia respecto al relato (ya ocurrido)
que nos está narrando.
A modo de resumen final, y para no alargarme mucho más,
creo que “Las poseídas” de la escritora porteña Betina González es una novela
interesante, desde un punto de vista técnico y literario, pero que, por
desgracia, no consigue articular una trama que capte el interés del lector, entre
otras causas, porque la autora se pierde en subtramas vacuas que poco o nada
aportan al lector ni a la trama principal. Añadir, además, que, especialmente,
he tenido la sensación al leerla que se trataba de una novela “pastiche” que,
personalmente, no me ha aportado, temáticamente nada de interés (todo lo
contrario que por su interés técnico). En cualquier caso os confieso que tengo
mucho interés por leer su anterior novela para, de este modo, poder tener una
visión más amplia de la obra de esta autora, por otra parte, gran conocedora
del oficio y de la técnica literaria. Para terminar os voy a comentar algo con
toda honestidad. Cada vez que escribo una reseña que nos es especialmente
positiva creedme que lo paso mal. Lo paso mal porque sé el esfuerzo titánico
que representar escribir una novela.
Pero también tengo claro que, por supuesto, siempre dentro de la máxima
educación y respeto a los autores, mi obligación ante mi conciencia y mis
lectores es ser honesto con mi manera de entender el arte literario y dar mi
opinión, tal vez no sea la acertada (el arte admite múltiples interpretaciones,
y todas válidas), pero lo que sí puedo decir es que es mi opinión asentada en
muchos años dedicados a la crítica literaria y en mi formación literaria.
Dicho todo lo cual, ateniéndome a todo lo ya
referido, con anterioridad, en esta reseña e intentando ser lo más fiel posible
a mi modo de entender la crítica literaria, creo que la puntuación más ajustada
para valorar los méritos de la novela “Las poseídas” de la escritora argentina
Betina González sería de un 6,50/10.
© Luis Alberto Cao
(Para ilustrar esta reseña os dejo una entrevista realizada a la autora, Betina González, con motivo de la publicación de su novela "Las poseídas")
con el mayor respeto por su trabajo-elaborado y concienzudo, y que sigo de forma asidua-, a la hora de valorar una obra, en general me recuerda a esos profesores que daban "buenas notas". Cuando me decido a comprar un libro nuevo, -suelo leer 2 o 3 críticas- y alguno de sus "buenas notas" me ha decepcionado bastante. La otra cara de la moneda, es que no solo se debe pasar mal por una crítica dura con la obra de un autor, sino debe ser riguroso para no decepcionar a los posibles lectores. Afortunadamente con estas "poseídas" no la compré por un comentario de un amigo que la compró, la dejó por la mitad y la regaló. Por supuesto con algunas de "sus buenas notas", si he coincidido. Un saludo y gracias por su trabajo. José luis Gaytán
ResponderEliminarMuchas gracias amigo José Luis Gaytán, como siempre, por tu comentario y tu interés por mi trabajo. Te agradezco mucho el cariño que has puesto en el comentario. Realmente lo más importante de la reseña no es la nota final que se le pone, sino el comentario "per se", en donde se analiza la novela. Un abrazo amigo mío y gracias por tu seguimiento e interés.
ResponderEliminarPaco Granado
ResponderEliminarTe felicito por tu excelente reseña, un comentario sincero, lleno de matices y mostrando la poliédrica realidad que supone la lectura de un libro. Combinar todas las posibilidades de una novela, sus personajes, su narrativa, su estructura, es una tarea casi tan ardua para el crítico como para el escritor. Y en este libro has logrado un planteamiento muy cercano al que me ha dejado el libro. Gracias
Muchas gracias amigo Paco Granado por tus bonitas palabra que dejas en tu comentario. Me enorgullecen enormemente especialmente viniendo de la mano de un escritor como tú. Un abrazo amigo
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