domingo, 16 de junio de 2013

Las poseídas. Betina González



Título: Las poseídas.
Autora: Betina González
Editorial: Tusquets editores.
Colección: Andanzas.
ISBN: 978-84-8383-458-9
Fecha de publicación: Abril 2013.
Páginas: 184.
Precio: 16,00 €





“El pecado se transforma en verdadero placer
sólo cuando hay alguna posibilidad de que te descubran.
(Las poseídas. Betina González).


“Lo que más odia Dios después del pecado es la
tristeza porque nos predispone al pecado”
(San Agustín. Padre de la Iglesia. Siglos IV-V)






La escritora porteña Betina González es la autora de la novela “Las poseídas” que se ha hecho acreedora del prestigioso galardón literario “Premio Tusquets” de novela en su VIII edición. Dado el indudable prestigio artístico de dicho certamen, así como la elección de un, indudablemente, competente jurado presidido por Juan Marsé e integrado por Almudena Grandes, Juan Gabriel Vásquez, Fernando Aramburu y, en representación de la editorial, Beatriz de Moura que acordó, por mayoría, otorgar el galardón a “Las poseídas” y con estas, a priori, inmejorables cartas de presentación, he decidido traer a este blog literario esta novela para su reseña y análisis crítico.




A modo de marco general en el que circunscribir el ámbito crítico de este análisis me gustaría, desde el principio, hacer algunas precisiones y consideraciones previas (y en mi opinión necesarias). “Las poseídas” es una narración compleja, ardua, escrita, sin duda, con una pretensión claramente literaria y artística, como me detendré, con todo detalle, en ese análisis de la complejidad de la depurada técnica literaria utilizada en  su escritura. Sin embargo, al menos esa es mi opinión, la “historia” del relato que nos narra no alcanza ni la suficiente entidad literaria, ni el suficiente interés, como para atrapar, y mucho menos cautivar, al lector. Creo que más que hablar de una “historia” sería más adecuado referirse a una serie de “hebras” narrativas yuxtapuestas hilvanadas, con mayor o menor acierto que, además, se reducen a poco más de tres o cuatro. Por lo tanto, y a modo de una toma de posición general, creo que “Las poseídas” es una novela que queda, por así decirlo, literariamente desequilibrada y renqueante. Me explico. Como analizaremos a lo largo de la reseña es una novela escrita con una técnica apabullante y de una gran dificultad puesta al servicio de un relato, en mi opinión, deslavazado y en ciertos momentos anodina, que poco aporta a ese “subgénero” de la novela que podríamos definir como novela “de adolescentes”. Creo, honestamente, que la capacidad artística y técnica de la autora está muy por encima de la historia que nos cuenta. Me voy a permitir hacer una analogía, muy gráfica, para intentar clarificar mi opinión.  “Las poseídas” es como un coche deportivo último modelo, cuyo diseño nos deslumbra por su línea, por su aerodinámica, por la belleza de sus líneas… pero que, sin embargo, cuando salimos a carretera con él vemos que no puede pasar de 120 porque se ahoga…. En cualquier caso sobre éste y otros particulares recalaré, con más detenimiento, a lo largo de la reseña.




Como ya es habitual y por seguir un esquema lo más sistemático posible, creo que lo más adecuado y pertinente en este momento, especialmente de cara a los eventuales lectores de esta reseña y con la loable intención de situarles, sería esbozar, someramente, eso sí, una breve sinopsis argumental de los hechos que acaecen a lo largo de la novela. Para tal fin voy a transcribir, literalmente, la recensión que la propia editorial Busquets ha publicado.





“Una chica nueva, Felisa Walker, ingresa en un colegio religioso para niñas en la zona norte de Buenos Aires. Recién llegada de Londres, Felisa se convierte en el centro de atención por su actitud rebelde y su mal comportamiento, rodeada además por el aura «poética» que le dan sus aficiones artísticas, su perfecto inglés y su carácter tan impenetrable como independiente. Al menos así la ve López, la narradora, que no tardará en hacerse amiga suya. Las dos chicas viven entre las leyendas más o menos escabrosas que se cuentan en voz baja sobre el pasado del colegio, y algunos «peligros» más reales que se encuentran en sus cercanías. Pero poco a poco López irá descubriendo la historia de Felisa, que vive con su abuela después de la muerte de su madre en un accidente, y las razones de su comportamiento excéntrico y suicida, como si estuviera «poseída» por personas de su entorno”.




Como filólogo y, evidentemente, amante del lenguaje, es siempre un placer leer a autores con acentos hispanoamericanos y disfrutar de ese castellano tan hermoso y repleto de sonoridades que se habla al otro lado del Atlántico. Español de una belleza y una riqueza léxica que no puede dejar de evocarme vocablos y expresiones que, prácticamente, ya han fenecido en el olvido en el castellano que se habla en España. Entiendo que habrá lectores, a este lado del océano, que les resulte, en algunos momentos, de una difícil comprensión. Sin embargo, a poco que nos esforcemos y nos dejemos llevar por la belleza de su sonoridad nos sentiremos ampliamente recompensados. Voy a transcribir un hermoso fragmento en el que se aprecia ese uso tan propio del léxico del español que se habla en Argentina.


“Ese día, todo había empezado mal. Su padre estaba con gripe y su madre no sabía manejar, así que había tenido que tomar el colectivo. Como llovía, había salido con anticipación, preocupada por llegar tarde; era la segunda o tercera vez que iba sola al colegio y no estaba segura de la parada en la que tenía que bajarse”.




Betina González es una escritora técnicamente muy dotada y que, como iremos comprobando a lo largo de este análisis, va a utilizar varios recursos, sobre todo en relación con la figura del narrador, que nos van a permitir tomar distintas perspectivas de la narración. En primer lugar me gustaría analizar el uso que la autora hace de la figura del narrador, que en esta novela resulta clave y determinante a lo largo del relato. En principio la autora nos plantea un relato en primera persona, en tiempo pretérito y de un autor omnisciente. Sin embargo, conforme va a avanzando el relato, Betina González, y dependiendo de su intención estética y narrativa, provoca una “bilocación” en el persona principal, María de la Cruz López. Esa “bilocación”, esa “esquizofrenia” nos la muestra la autora, por una parte, con escindir en dos al personaje principal, con acusadas diferencias, refiriéndose a él como “López” o como “Cruz”. El narrador, en este caso la narradora, se referirá a López utilizando la tercera persona del singular, mientras que para poner voz a Cruz mantendrá la primera persona.  A lo largo del texto la autora va a fluctuar entre los distintos aspectos del verbo. Esta “fluctuación” provocará una interesantísima “inestabilidad” casi temporal. Lamento, profundamente, no poder extenderme en las consideraciones técnicas de esta novela pero creo que, sin duda alguna, serían excesivas e inapropiadas para esta reseña. Eso sí, al menos, me voy a permitir sugerir al lector que profundice en el estudio de estos aspectos técnicos que, sin duda alguna, es lo mejor de la novela. Al respecto de esta “bilocación” de la protagonista voy a transcribir un fragmento que, en mi opinión, puede resultar bastante ilustrativo.



“Fue en ese momento, en la biblioteca, la primera vez que me vi como me veía la hermana Virginia. Como realmente era. No como López (López había desaparecido ese domingo en el auto de Nicolás Arguibel). Ni siquiera como María de la Cruz. Vi lo absurdo de cualquier resistencia, de la rebelión tan esperada. Vi mi vulgaridad; la trama que me excedía.”




Un poco más arriba comentaba que, al igual que técnicamente me ha resultado especialmente interesante, no podía decir lo mismo de la narración en sí. Betina González nos plantea un relato previsible y, en mi opinión, carente, sobre todo, de originalidad. Un texto desigual y que en algunos momentos resulta lento y aburrido. Como advertía al principio de la reseña, sostenido sobre dos o tres hebras argumentales de una consistencia narrativa, cuanto menos, precaria.




El dibujo de los personajes que aparecen en la novela es muy desigual y, en la mayoría de los casos, demasiado simplista. Este exceso de simplicidad bien podría justificarse gracias a que la visión que tenemos de ellos es a través de la mirada, tan subjetiva, de la protagonista. De alguna manera eso podría explicar ese diseño de personajes tan simples, lineales y maniqueos que sustentan “Las poseídas”, pero en ningún caso, debería justificarlo.




Una de las “hebras” narrativas que configuran el texto es la relativa a la aparición de un exhibicionista mostrándose a las niñas a la salida del colegio. Siendo honesto os diré que no he conseguido entender, después de releerlo, la razón, dentro de la dinámica de la novela, de este “inserto”. Tan inexplicable, en su aparición en la novela, como en la “sorprendente” (en el sentido menos positivo) resolución. Lo único salvable de esta subtrama sería un párrafo en el que Betina González nos deja una interesante y humorística reflexión.



“El hecho de que el tipo se animara a exponer su miembro en estado vegetativo era de por sí bastante ponderable. Porque en el fondo, para cualquier chica es una suerte que su primer encuentro con el miembro viril suceda con la cosa en reposo. Desaparecen la mayoría de las advertencias, de las hipérboles y de las metáforas y lo único que queda es (lamentable imagen, hay que reconocerlo, pero es la que Marina usó en su relato) «algo que cuelga», un pedazo de carne más parecido a un sobrante o a una malformación que a lo único que, según el farsante de Viena, quieren todas las mujeres.”




Llegados a este punto, y para no alárgame mucho más de lo necesario, en este análisis tan técnico sobre esta novela, que, en mi opinión, resultaba necesario e ineludible, me gustaría dar mi opinión alejándome del prisma del crítico literario para acercarme a la opinión, como simple lector, de “Las poseídas”. La autora en esta, su segunda novela, nos plantea una narración errática que no consigue prender al lector. Un libro que tras su lectura dejará mucho más interrogantes de los que plantea y que va, en mi opinión, claramente, del más al menos. Terminando la novela en un final “semiabierto” que, por una parte era previsible, mientras que por otra deja la novela en estado “inconcluso”. Sin embargo es justo reconocer que el “arranque” de la novela resulta muy interesante y turbador, empezando por la magnífica cita del gran filósofo sueco del siglo XVIII Emanuel Swedenborg. Voy a transcribir, en primer lugar, esa cita y a continuación el “inquietante” comienzo de esta novela.




“Lo que es inocencia y cuál es su carácter es poco conocido en el mundo, y absolutamente desconocido por los que se hallan en el mal; aparece por cierto delante de los ojos por conducto del rostro, del habla y de los gestos, principalmente en los niños; sin embargo, se ignora lo que es, y ninguna idea se tiene de que en ella se oculta el cielo en el hombre.”



“—Me voy a matar.
Felisa me miró a los ojos y, como todo el mundo, no vio nada en ellos. No éramos amigas. No entendí por qué me hacía cómplice de su plan, si es que de verdad tenía uno. Opté por el humor.
—Esperá unas semanas porque si no nadie se va a enterar. Para dramas, alcanza con el de la hermana Silvia.
Quise sonar graciosa, pero las palabras pesaron en el aire del baño, se enroscaron en el humo de nuestros cigarrillos y dieron de lleno en los ojos de Felisa, que se hicieron más chicos: dos dardos negros, de realeza ofendida.
—No me creés.
—Todas nos queremos matar en algún momento.
—Todas.”




En este último ejemplo se aprecia, con toda claridad, la omnisciencia con que la autora nos presenta al narrador, en nuestro caso a la protagonista y como le hace tomar distancia respecto al relato (ya ocurrido) que nos está narrando.



A modo de resumen final, y para no alargarme mucho más, creo que “Las poseídas” de la escritora porteña Betina González es una novela interesante, desde un punto de vista técnico y literario, pero que, por desgracia, no consigue articular una trama que capte el interés del lector, entre otras causas, porque la autora se pierde en subtramas vacuas que poco o nada aportan al lector ni a la trama principal. Añadir, además, que, especialmente, he tenido la sensación al leerla que se trataba de una novela “pastiche” que, personalmente, no me ha aportado, temáticamente nada de interés (todo lo contrario que por su interés técnico). En cualquier caso os confieso que tengo mucho interés por leer su anterior novela para, de este modo, poder tener una visión más amplia de la obra de esta autora, por otra parte, gran conocedora del oficio y de la técnica literaria. Para terminar os voy a comentar algo con toda honestidad. Cada vez que escribo una reseña que nos es especialmente positiva creedme que lo paso mal. Lo paso mal porque sé el esfuerzo titánico que representar  escribir una novela. Pero también tengo claro que, por supuesto, siempre dentro de la máxima educación y respeto a los autores, mi obligación ante mi conciencia y mis lectores es ser honesto con mi manera de entender el arte literario y dar mi opinión, tal vez no sea la acertada (el arte admite múltiples interpretaciones, y todas válidas), pero lo que sí puedo decir es que es mi opinión asentada en muchos años dedicados a la crítica literaria y en mi formación literaria.




 Dicho todo lo cual, ateniéndome a todo lo ya referido, con anterioridad, en esta reseña e intentando ser lo más fiel posible a mi modo de entender la crítica literaria, creo que la puntuación más ajustada para valorar los méritos de la novela “Las poseídas” de la escritora argentina Betina González sería de un 6,50/10.


© Luis Alberto Cao


(Para ilustrar esta reseña os dejo una entrevista realizada a la autora, Betina González, con motivo de la publicación de su novela "Las poseídas")

4 comentarios:

  1. con el mayor respeto por su trabajo-elaborado y concienzudo, y que sigo de forma asidua-, a la hora de valorar una obra, en general me recuerda a esos profesores que daban "buenas notas". Cuando me decido a comprar un libro nuevo, -suelo leer 2 o 3 críticas- y alguno de sus "buenas notas" me ha decepcionado bastante. La otra cara de la moneda, es que no solo se debe pasar mal por una crítica dura con la obra de un autor, sino debe ser riguroso para no decepcionar a los posibles lectores. Afortunadamente con estas "poseídas" no la compré por un comentario de un amigo que la compró, la dejó por la mitad y la regaló. Por supuesto con algunas de "sus buenas notas", si he coincidido. Un saludo y gracias por su trabajo. José luis Gaytán

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  2. Muchas gracias amigo José Luis Gaytán, como siempre, por tu comentario y tu interés por mi trabajo. Te agradezco mucho el cariño que has puesto en el comentario. Realmente lo más importante de la reseña no es la nota final que se le pone, sino el comentario "per se", en donde se analiza la novela. Un abrazo amigo mío y gracias por tu seguimiento e interés.

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  3. Paco Granado
    Te felicito por tu excelente reseña, un comentario sincero, lleno de matices y mostrando la poliédrica realidad que supone la lectura de un libro. Combinar todas las posibilidades de una novela, sus personajes, su narrativa, su estructura, es una tarea casi tan ardua para el crítico como para el escritor. Y en este libro has logrado un planteamiento muy cercano al que me ha dejado el libro. Gracias

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  4. Muchas gracias amigo Paco Granado por tus bonitas palabra que dejas en tu comentario. Me enorgullecen enormemente especialmente viniendo de la mano de un escritor como tú. Un abrazo amigo

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