miércoles, 29 de febrero de 2012

Todo cuanto amé. Siri Hustvedt

Título original: What I loved.
Autor: Siri Hustvedt.
Traducción: Gian Castelli.
Editorial: Anagrama
Colección: Panorama de narrativas.
ISBN: 978-84-339-7043-5.
Páginas: 456.



Tengo que reconocer que la lectura de “Todo cuanto amé” de la escritora norteamericana Sidi Hustvedt ha sido, tal vez, de las más exigentes que he realizado, hasta ahora, para este blog literario. Varias veces he tenido que volver páginas atrás para releer algún fragmento que, para mí, adquiría un nuevo significado, un  nuevo valor, a la luz de la lectura posterior. Como toma de posición inicial tengo que adelantar que la novela me ha parecido realmente extraordinaria, rica en matices, densa en su trama y en su desarrollo y novedosa en su planteamiento. Eso sí, admito que es un texto difícil, complejo y oscuro por momentos, en el que cuesta entrar en él. Por así decirlo, no es la típica novela para leer en el metro. Por el contrario es un libro que requiere esfuerzo por parte del lector, y sobre todo al principio; pero sin duda el esfuerzo es ampliamente recompensado por el placer estético, temático y formal que termina apoderándose del lector.



Como es costumbre he dejado pasar un día desde que finalicé la lectura de “Todo cuanto amé” antes de sentarme ante el ordenador para escribir esta reseña. Siempre creo que es conveniente y necesario, para dejar reposar esas sensaciones tan vívidas que la lectura suele provocar, pero en esta novela, lo reconozco, me ha sido especialmente necesario. Para centrar un poco el ámbito de la novela que voy a reseñar, voy a transcribir la breve sinopsis argumental que la propia  editorial Anagrama nos ofrece de la novela:



“El aprecio por un cuadro de Bill Wechsler lleva al historiador de arte Leo Hertzberg a querer conocer a su autor. Una profunda amistad, basada por igual en afinidades y contrastes, los unirá desde entonces, e incluirá asimismo a sus familiares. A lo largo de los años tres mujeres orbitan en su universo: Erica, la hermosa profesora casada con Leo, y las dos esposas del pintor. Pero cuando una muerte trágica sacude inesperadamente el mundo de estos personajes, entre ellos surge un nuevo orden, bajo el que late un oscuro engaño que acabará por erigirse en una amenaza de imprevisibles consecuencias”.



Antes de nada me gustaría comentar que Sidi Hustvedt me ha parecido una grandísima escritora, dotada de una sensibilidad y un dominio técnico y de recursos sorprendente y cómo, con esa sensibilidad femenina, nos ha sabido contar una historia intimista, de sentimientos, a veces sugeridos, de silencios y de ausencias. Como iremos analizando el dominio técnico para narrar una historia tan difícil me ha resultado apabullante. Porque realmente es una historia muy complicada de sostener a lo largo de una novela. Ya desde el primer momento Sidi ha puesto la voz narrativa en uno de los protagonistas, Leo Hertzberg, un profesor especialista en arte. Esto va a obligarnos a seguir toda la narración a través de los ojos de Leo, dotándole de ese elemento subjetivo tan importante para la finalidad artística que busca la autora, descubriéndonos ese mundo interior tan rico, y a la vez complejo y torturado, del protagonista.



En esta novela la autora nos propone una historia sencilla, simple, alejada de cualquier fuego de artificio. La relación de amistad entre dos familias: la familia de Leo, el crítico de arte y la familia de Bill Wechsler, un afamado pintor. A partir de este simple presupuesto inicial la autora nos crea un complejo mundo de interrelaciones entre ambas familias. Y es así donde la autora nos va a desmenuzar esas relaciones, que no son sino un reflejo de la propia sociedad norteamericana, en la que están insertas.



Me gustaría transcribir un fragmento de la novela, que aparece prácticamente al final del texto y que, yo creo, que nos da la pauta y el sentido de toda la novela:



“Las historias que relatamos sobre nosotros mismos sólo pueden narrarse en pasado. El pasado se remonta hacia atrás desde donde ahora nos encontramos, y ya no somos actores de la historia sino espectadores que se han decidido a hablar. En ocasiones, el rastro que dejamos se ve señalado por guijarros como los que Hansel dejaba a su paso. En otras, el rastro desaparece porque los pájaros han descendido al alba y han devorado todas las migajas. La historia vuela sobre las lagunas, rellenándolas con las hipotaxis de un «y» o un «y entonces». Yo mismo lo he hecho en estas páginas para no salirme de un camino que sé interrumpido por baches superficiales y varios pozos más profundos. Escribir es un modo de localizar mi hambre, y el hambre no es sino un vacío”.



Quisiera detenerme, aunque sea brevemente, sobre la construcción de los personajes en “Todo cuanto amé”.  Es una delicia y un placer ver como Sidi Huestvedt ha sabido crear unos personajes reales, vivos, creíbles, totalmente alejados de esos personajes acartonados y planos que pueblan multitud de novelas. Aparte del extraordinario personaje de Leo, el protagonista, vemos que todos los personajes, hasta lo más insignificantes, por ejemplo el personaje de Mr. Bob (el vecino de la planta baja), están cincelados con tanto detalle, con tanto preciosismo en sus descripciones y hasta en su caracterización, por su modo de hablar, que rebosan de vida. Algunos de estos personajes, francamente, me han dejado una profunda impresión.


 
Tal vez la historia peque, de alguna manera, de un cierto elitismo intelectual. Las referencias artísticas (principalmente a artistas contemporáneos) que nos propone la autora desbordan, ampliamente, los conocimientos del lector medio. Y muestra, bien a las claras, que Sidi atesora un amplísimo conocimiento del arte contemporáneo. Veremos cómo la autora nos va a describir, de un modo casi fotográfico, las obras que va creando Bill y nos va introduciendo en  todo ese proceso que lleva a la creación de una obra artística. Nos enseñará a ver el mundo a través de los ojos de un pintor, de un artista y cómo recrea la realidad.  Me ha sorprendido y me ha interesando sobremanera como la autora, a partir de los cuentos infantiles clásicos, los deconstruye reinterpretándolos. “Todo cuanto amé” es una novela profundamente simbólica, en el que casi todo lo que nos presenta nos sugiere una segunda lectura que le ofrece un valor diferente. Esto se ve perfectamente en el simbolismo de los cuadros y la gran capacidad evocadora de las descripciones que la autora nos hace de ellos.



Cuando leía la novela, me recordó a una de las últimas novelas que he reseñado en este blog, “El hijo” de Michel Rostain. En “Todo cuanto amé” se produce también la muerte de un hijo (y no quiero desvelar mucho más, para que el eventual lector de esta reseña no pierda el interés por leer esta soberbia novela). Viendo como ambos autores enfocan este hecho trascendental en la vida de unos padres, nos da idea de la gran capacidad artística de Sidi Hustvedt. Veremos esa ausencia, ese dolor, pero retratado con un sentimiento tan “interiorizado” y a la vez tan “desgarrador” que, en mi opinión, resulta francamente magistral.



Violet, la mujer de Leo, está escribiendo sobre la histeria, los trastornos alimentarios y en general sobre los desordenes nerviosos. La autora nos plantea como el arte y la “locura”, en cierto modo, van de la mano. Sidi analizará el llamado “arte trasgresor “  principalmente focalizándolo en la figura de Gilles, un joven artista provocador, que en sus obras lleva la provocación y el horror a su máximo exponente (por cierto el hijo de Bill, Mark está totalmente abducido por este siniestro personaje). La autora nos pone algunos ejemplos de este horror trasgresor. Por ejemplo Tom Otterness que en una muestra le pega un tiro a un cachorrillo, o Chris Burden que hizo que le pegaran un tiro en un hombro, o Schwarzkogler que se cortó el pene en sentido longitudinal e hizo fotografiar la escena… El propio Bill cuando vio, en una exposición, el trabajo de Gilles sólo pudo decir: “Esto es enfermizo. –dijo- Eso es estar mentalmente enfermo. A mí no me parece que eso sea Arte; esto no es más que una locura” Y aquí es, en mi opinión, donde la autora carga las tintas en su crítica a esta sociedad mercantilista y deshumanizada, en la que, parece ser, que todo tiene un precio y que todo está a la venta.



Resulta también descorazonador ver cómo está la juventud de perdida, de aturdida y confundida, en esta sociedad actual. En la que casi nadie encontramos nuestro lugar. Esa sensación de vacuidad está muy retratada en la novela sobre todo en el personaje de Mark. Un personaje que yo calificaría de inquietante, de extremadamente inquietante.



Me gustaría, también, destacar la prosa tan hermosa y descriptiva de que hace gala la autora. Prosa ubérrima y llena de lirismo, con algunos momentos descriptivos realmente logrados. Únicamente, y por poner algún pero, me he encontrado con algunas palabras que me han resultado “chirriantes”, supongo que más que nada debido a la traducción. Particularmente me ha sonado extraña la palabra “despaciosamente”, que aparece varias veces en el texto. Y que, personalmente, yo sustituiría por “lentamente”.



“Todo cuanto amé” es una novela que sigue claramente una línea ascendente. En mi opinión el comienzo resulta trabado y lento, pero si superamos esa primera impresión, vemos que la novela va cogiendo aire, sobre todo en los capítulos segundo y tercero. Tomando, en algunos momentos, un aire que me recordaba, de alguna manera, a la novela negra.



Para ir terminando esta reseña, creo que Sidi Hustvedt se ha querido retratar también en esta novela. En mi opinión el personaje de Violet es un claro trasunto de la autora. Ambas han estudiado en la misma universidad de Sant Olaf, ambas son descendientes de emigrantes noruegos, ambas han trabajado en tesis doctorales y, por último, ambas están casadas con artistas. Sidi Hustvedt es una intelectual de primer nivel, con una sólida formación artística y eso se trasluce en sus novelas. Antes de leer esta novela, la única referencia que tenía de la autora es que era la mujer del gran escritor Paul Auster, pero después de leer esta novela, la verdad, es que me ha demostrado que ella también es una grandísima autora.



En conclusión y por no alargarme mucho más, aunque como decía al principio está novela da para un análisis muy prolijo y detallado, “Todo cuanto amé” es una gran novela. Pero eso sí, un texto que va a requerir, sobre todo al principio, esfuerzo y perseverancia por parte del lector, pero que sin duda merecerá la pena. Una novela que deja poso después de su lectura y nos hace reflexionar, y que seguramente a nadie dejará indiferente. Eso sí, e insisto de nuevo, no es una novela de fácil lectura, porque estamos hablando de una obra profunda, de un alto calado intelectual, en algunas fases, pero que no va a decepcionar al lector.



Dicho todo lo cual y teniendo en cuenta todo lo anteriormente referido y siendo fiel a mi manera de entender la crítica literaria, creo que la puntuación más ajustada a los méritos de “Todo cuanto amé” de Sidi Hustvedt sería de un 8,25/10.

© Luis Alberto Cao

(Para ilustrar la reseña cuelgo un video de Sidi Hustvedt hablando sobre otra gran autora Jane Austen)



miércoles, 22 de febrero de 2012

Banu Qasi. Los hijos de Casio. Carlos Aurensanz.

Título: Banu Qasi. Los hijos de Casio.
Autor: Carlos Aurensanz.
ISBN:
9788466641197
Editorial: Ediciones B.
Colección: Colección Histórica
Año de edición: 2009.
Páginas: 807.




Ayer terminé la lectura de la voluminosa e interesante novela, desde un punto de vista analítico, “Banu Qasi. Los hijos de Casio” de Carlos Aurensanz. Después de varias maratonianas e intensas jornadas dedicadas a una atenta y reflexiva lectura de este texto, y como es costumbre en mí, he esperado al día siguiente para sentarme ante el ordenador para escribir la presente reseña, del modo más desapasionado y objetivo posible, teniendo a la vista las decenas de notas que me ha sugerido su reflexiva lectura. En primer lugar, y a modo de toma de posición inicial, tengo que reconocer que me ha sorprendido gratamente, aunque eso sí no me ha emocionado especialmente, sobre todo considerando que estamos hablando de un autor novel. Aunque, como iré comentando con posterioridad, con más detenimiento, esta bisoñez, por llamarlo de alguna manera, será un arma de doble filo al abordar la redacción de una novela histórica tan ambiciosa como ésta que nos propone Carlos Aurensanz.



Para situar y dar perspectiva al eventual lector de esta reseña, voy a comenzar por transcribir la breve sinopsis argumental que la propia editorial, Ediciones B, ha publicado que me parece bastante correcta:



“Destinado desde su nacimiento a dirigir a su pueblo, Mūsa ibn Mūsa toma su nombre del gran conquistador de la Península, que varias generaciones antes había alcanzado el valle del Ebro para someter al conde visigodo Casio. Sus descendientes, los Banū Qasī, ya convertidos al Islam, desempeñarán un papel más que relevante en la región durante el siglo IX de nuestra era. Junto al caudillo árabe, comparten el protagonismo de esta historia Íñigo Arista, hermano de madre de Mūsa, que ha de convertirse en el primer rey de Pamplona. Por otra, el emir de Córdoba, Abd al Rahman II, artífice del esplendor político y cultural de Al Ándalus en este período. En un escenario caracterizado por el enfrentamiento entre el Islam y el Cristianismo, Mūsa e Íñigo tratan de mantener la soberanía y la independencia de sus pueblos colocando sus lazos familiares por delante de sus diferencias de credo. Sometidos a los vaivenes de la historia, ambos se convertirán, también, en sus protagonistas”.



Desde un punto de vista estilístico me ha gustado el uso lingüístico e idiomático del que hace gala el autor, repleto de vocablos de raíz árabe que aparecen a lo largo de toda la novela. Citaré sólo algunos de ellos que nos muestran, bien a las claras, como el legado árabe en nuestra lengua y en general en nuestra cultura, ha resultado más que importante: alcayata, aljibe, alcazaba, aceifa, acémila, alquerías, alcázar, aljama, alhóndigas… Dentro de toda esta caracterización lingüística, que dicho sea de paso nos sirve para ambientarla estilísticamente, me gustaría resaltar, especialmente, toda esa geografía de toponímicos que puebla la novela y que a mí, personalmente, me ha resultado francamente deliciosa y muy instructiva. No me gustaría, llegados a este punto, desaprovechar la ocasión para agradecer al autor los apéndices que incluye en el libro. Esto es, el censo de personajes y los glosarios, tanto de los términos árabes como el de los toponímicos, guía imprescindible para no perderse en una novela tan densa y prolija en datos y descripciones. Durante toda la lectura reconozco que ha habido algo que me ha estado “haciendo daño a los ojos” y es ver el toponímico “Banbaluna” (Pamplona). Ignoro por qué el autor ha adoptado esa grafía cuando, al menos esa es mi opinión, lo correcto, según las reglas de la ortografía castellana sería “Bambaluna”. Por último y en lo que respecta a este tema, agradecer al autor la amplísima y bien documentada bibliografía que nos presenta. Camino ideal para aquellos lectores que quieran profundizar en aquella época de la historia de España.



En lo que respecta a la prosa de Carlos Aurensanz me ha parecido hermosa y con un hermoso tono lírico, en algunos fragmentos de la obra. En todo caso no cabe duda que es una prosa bella, plena, eufónica y llena de una abundante riqueza léxica. Pero en donde más quisiera hacer hincapié a la hora de analizar la prosa de “Banu Qasi: los hijos de Casio” sería en un detalle que yo llamaría “pudor narrativo”. Me explico. En una de las escenas más deliciosas y poéticas de la novela, en la que el autor nos narra toda la preparación de Assona  para la boda con Musa. Aurensanz nos dibujará con toda riqueza de detalles toda la belleza y el simbolismo de los esponsales musulmanes y toda la preparación ritual de la mujer antes de encontrarse con su futuro marido. Pues bien, cuando llegan finalmente al tálamo el autor nos tiende un pudoroso velo en una hermosa elipsis narrativa que me voy a permitir reproducir:



“Musa la abrazó durante un instante y luego la separó de él con suavidad. Tomó su rostro entre sus manos, y mirándola a los ojos acercó sus labios a los de su esposa. No precisaron de palabras para entenderse a continuación, y el deseo tanto tiempo contenido les guió hasta el lecho. La tenue y acogedora luz de las lamparillas, el delicado perfume que inundaba la alcoba y el suave tacto de la seda sobre sus cuerpos desnudos alimentaron sus sentidos ávidos, mientras su unión se perfeccionaba a los ojos de Allah”.


 
Pero este “pudor narrativo”, esta delicadeza al tratar el tema del amor, es extensible a algunas escenas cruentas y de una gran brutalidad, que en manos de otros autores serían muy susceptibles de extenderse en todo tipo de detalles. Uno de los ejemplos más evidentes, a lo largo de la novela hay varios, es la matanza que tuvo lugar en Tulaytula (Toledo), la llamada jornada del foso, en que el autor pasa muy de puntillas, poco menos que esbozando la escena muy de soslayo, sin detenerse en detalles morbosos o excesivamente truculentos:



“Por orden de Amrús, los porteros conducían a los que llegaban por una de las dos puertas de la alcazaba explicando que después saldrían por la parte posterior con el fin de evitar la aglomeración en el alcázar. Aconsejó también a sus invitados que mandasen a los palafreneros llevar las acémilas a la puerta de salida para esperarles. Amrús había dispuesto a los verdugos con las espadas desenvainadas y los brazos remangados al borde de aquella excavación, una sepultura en el interior del alcázar: grupo a grupo les eran llevados, los degollaban y echaban sus cuerpos a la fosa hasta alcanzar la matanza a miles, sin cesar incluso cuando ya había amanecido”.



La narración de la  novela es lineal y cronológica, abarcando toda la vida de Musa Ibn Musa, desde su nacimiento hasta su muerte. El relato tiene como protagonista prácticamente en exclusiva al propio Musa. Pero, como comentaré con más detenimiento al final de esta reseña, ese planteamiento inicial es, para mí, una de las razones por las que está novela no ha conseguido emocionarme y se ha quedado a medio camino de ser una gran novela.



“Banu Qasi” es un texto profusamente documentado. Una auténtica labor de historiador la que ha realizado Carlos Aurensanz, para documentar de un modo tan admirable esta novela. Esta rigurosa documentación no es sólo evidente en los hechos históricos sino que el autor ha sabido recrear, en mi opinión muy acertadamente, esos intersticios que los historiadores no cubren y que sólo los artistas y los novelistas con capaces de hacerlo. Me quiero referir a esa vida doméstica y cotidiana de las personas que vivían en el siglo IX. Me ha gustado la ambientación de la novela que consigue que sea prácticamente inadvertible esa fontanela en la que se fusiona la verdad del hecho histórico que se narra con la ficción literaria fruto de la imaginación del escritor.



Otro de los fragmentos que me ha resultado muy logrado es cuando el autor nos describe la magnificencia de Qurtuba (Córdoba). En algunos momentos y gracias a su hermosa prosa, casi parecía que lo veía con mis propios ojos, porque el autor posee una prosa muy “sensorial” que sabe inundar nuestros sentidos con las imágenes que evocan sus palabras. Muy apropiada para describir la grandeza de la corte cordobesa. Especialmente recomiendo al lector que disfrute con la hermosa descripción que se hace de la mezquita cordobesa. Un deleite para lo sentidos… También me gustaría dejar constancia del final de la novela que, para mí, es uno de los momentos más hermosos de la novela, con esa muerte de Musa Ibn Musa.



“Banu Qasi: los hijos de Casio” es una novela que fluye suavemente, en el que los acontecimientos tienen lugar lentamente. Por así decirlo y en mi opinión es una novela con un cierto matiz discursivo en el que la que, objetivamente, en el tiempo real de la acción de la novela suceden pocas cosas y la mayoría de las cosas que suceden nos son contadas o narradas de diferentes modos, pero de un modo diferido.



Como comenté al principio de esta reseña, no cabe duda que estamos ante una novela más que aceptable sobre todo considerando que el Carlos Aurensanz es un autor novel y teniendo en cuenta todas las virtudes que he ido glosando con anterioridad. Pero tanto por honestidad intelectual, como por sentido de la responsabilidad ante mis lectores, no puedo menos que señalar las cosas que, según entiendo yo el arte de la literatura, no me han gustado o, cuanto menos, que creo que son francamente mejorables. Voy a intentar ser lo más didáctico y lo más claro posible en mis razonamientos.



“Banu Qasi” es una novela que está excesivamente centrada en su protagonista. Digamos que la novela queda coja, porque no encontramos, según el esquema clásico de la novela, la contrafigura que se oponga al protagonista, esto es, el antagonista. Tan necesario a la hora de dar vida literaria a un relato y prender el interés del lector. Por otra parte la novela me ha resultado previsible, adoleciendo de esas intrigas con las que los autores buscan prender y arrastrar a los lectores. “Banu Qasi” prácticamente carece de subtramas o tramas paralelas a la principal, lo que en mi opinión, empobrece la novela porque le priva de la profundidad que otorga una narración “coral” desde distintos puntos de vista. Esto por ejemplo resulta evidente en que al autor tiene que valerse de algunos “trucos” para poder sostener el relato. Por ejemplo, a lo largo de la novela, nos enteramos de muchas de las cosas que suceden porque el autor las pone en boca de algunos personajes. Y ese, en mi opinión, es el problema. La acción literaria no debe llegar al lector exclusivamente por el relato de los personajes. Una novela narrada con muchos más recursos técnicos y más oficio, hubiera hecho que el lector hubiese vivido los acontecimientos en propia persona y no a través de un relato.



Antes me refería a que el autor tiende un velo de pudor sobre los temas que puedan resultar poco gratos, y me parece bien. Pero creo que en una novela histórica en la que hablamos de un caudillo, de un guerrero, echo de menos que el autor no entre más en la narración de los hechos bélicos que, de alguna manera, fueron muy importantes en la vida de Musa. Entiendo que narrar esos episodios bélicos resulta extremadamente complicado.



Quisiera detenerme un poco en el análisis del personaje de Ziyab Ibn Hub, el gran amigo de Musa. Precisamente este personaje, que como bien nos dice el autor es fruto de su imaginación, es el que me resulta menos creíble. Quiero decir que, al menos en mi opinión, la finalidad de este personaje es ser una  “excusa” de la que se sirve el autor para explicar en sus cartas, lo que sucede en Qurtuba, etc... Y es una pena, porque se repite lo que comenté un poco más arriba, de nuevo el autor nos informa sobre lo que ocurre con el artificio de alguien que nos lo cuenta. Cuando, al menos eso creo yo, la novela se hubiese enriquecido notablemente si mediante ese mismo personaje el autor nos hubiese llevado “in situ” a Qurtuba a vivir lo hechos que nos narra.




Tal y como refería al principio creo que, efectivamente, es una novela histórica tremendamente ambiciosa ya desde sus planteamientos iniciales. Carlos Aurensanz, sin embargo, ha adoptado por una narración simple y lineal. En mi opinión creo que  una decisión equivocada. En cualquier caso insisto en que me ha sorprendido gratamente. Más aún sin consideramos que estamos hablando de una primera novela. La maestría narrativa, el dominio de la técnica y la perfección del arte literario se alcanza con el paso de los años y con el paso de las novelas. Por lo que espero y le deseo de todo corazón que muy pronto podamos hablar de Carlos Aurensanz como uno de nuestros grandes escritores.




Dicho todo lo cual y valorando todo lo anteriormente reseñado, y de acuerdo con mi conciencia y mi manera de entender el arte literario, creo que la puntuación que haría más justicia a los méritos de “Banu Qasi: Los hijos de Casio” de Carlos Aurensanz sería de un 7,50/ 10.


© Luis Alberto Cao

(Para ilustrar la novela cuelgo un video sobre la Mezquita de Córdoba)


jueves, 16 de febrero de 2012

El hijo. Michel Rostain.


Título original: Le fils.
Autor: Michel Rostain.
Traducción: Lluís Maria Todó.
Editorial: La esfera de los libros.
ISBN: 978-84-9970-019-9.
Páginas: 147.



Seguir buscando palabra que digan algo allí donde buscamos a personas que ya no dicen nada. ¿Y seguir encontrando palabras que sepan decir algo allí donde encontramos a personas que yo no puedan decir nada?” (Erich Fried)

“Un hijo jamás ‘fue’, siempre ‘es’”(Marina Tsvetaeva)



“El hijo” es la primera novela del escritor francés Michel Rostain. Con ésta, su primera novela, consiguió el Premio Goncourt 2011 a la primera novela. Reconozco que tenía mucha curiosidad e interés por leer esta novela, pero tengo que precisar que después de su lectura atenta y reflexiva, me he sentido bastante defraudado respecto a las expectativas iniciales que albergaba. Si bien es cierto que no puedo perder de vista que estamos analizando la obra de un escritor novel, con todo el descargo que esto podría, o cuanto menos debería,  significar. La novela narra un hecho tan luctuoso como la muerte de un hijo, que le acaeció realmente al autor. Pero antes de entrar a fondo en el análisis y comentario de “El hijo” de Michel Rostain, y como ya es habitual, voy a bosquejar, eso sí muy someramente, una sinopsis argumental.



“La historia nos cuenta la muerte de Lion, un joven de 21 años e hijo único, y cómo sus padres, aunque la novela se centra especialmente en la figura del padre, sobrellevan esa pena y ese duelo. Asistiremos a los recuerdos, a la evocación nostálgica, al dolor, a los remordimientos…”



Imagino que para Michel Rostain haya sido un alivio y una ayuda psicológica la escritura de este libro y que probablemente le haya ayudado a exorcizar su dolor, su pena y su duelo. Ese inmenso trauma que supone la muerte de un hijo y que debe ser inenarrable. Sin embargo Rostain, nos plantea la posibilidad de acompañarle en todo ese tránsito, tan triste como obligado, que deben pasar esos padres. Sin duda hasta ahí me parece un intento loable y en algunos puntos de la novela incluso bastante bien narrado, pero sin embargo se echa mucho de menos, la falta de “recursos” y técnica del autor para manejar “literariamente” esta novela. Dentro de lo positivo me ha gustado el enfoque narrativo de poner la voz de narrador en Lion, el hijo fallecido. Indudablemente en una manos, artísticamente más expertas que las del autor, hubiera dado mucho juego. La verdad es que, en mi opinión, la novela empieza muy bien, de hecho para mí el primer capítulo es, con mucha diferencia, el mejor de la novela, con momentos incluso de humor que acentúan aún más el drama de la historia que nos está contando, pero conforme van pasando las páginas la novela va perdiendo “gas” y diluyéndose para terminar de un modo excesivamente forzado que no me ha gustado nada. Aunque, sobre este particular, dejaré para más adelante mi comentario.



El propio Michel Rostain, ya en el epílogo de la novela nos explica, en mi opinión, las razones por las que escribió la novela y que creo que son el corolario de “El hijo”



La noche misma en que murió nuestro hijo Daniel Michel me llamó por teléfono: ‘No sé si en un momento como el que está pasando puedes escuchar lo que quiero decirte, pero yo he vivido ese mismo horror hace unos años, la desesperación absoluta. Sólo quiero decirte que se puede vivir con eso’”.



En esta novela hay algunos momentos especialmente “sensibleros” que me resultan chirriantes. Digamos que el autor busca dar una vuelta de tuerca al lector. Comprendo que el tema se presta a ello, pero sin embargo considero que en algunos momentos es excesivo. Por poner un ejemplo (hay varios que se podrían citar), me resulta poco creíble que cuando el padre se pone a revisar fotos de la vida de su hijo, empiece a ver fotos que le hizo fallecido en la camilla del hospital… A esto me quería referir en esos detalles que buscan, tramposamente creo yo, la vena sensible del lector.


Cuando leía la novela, no podía dejar de recordar la película italiana “La habitación del hijo” (La stanza del figlio) de Nanni Moretti y constatar el tremendo parecido que existe entre dicha película y la novela “El hijo”. Supongo que Michel  Rostain tuvo conocimiento de esta película y que probablemente le haya servido de inspiración. La película trata del trauma que supone a unos padres la muerte de su hijo adolescente, la película se centra especialmente, al igual que en esta novela, en el duelo del padre. Como curiosidad el padre en la película es psicoanalista, y el padre en la novela es un habitual de los psicoanalistas. Y ya, por último, en lo que respecta a los paralelismos entre ambas obras, quiero detenerme en la portada del libro (un muchacho que salta desde unas rocas al mar), que cuando la vi no encontraba su relación con la novela; pero sin embargo, en la película de Moretti cobra todo su significado porque el hijo muere ahogado en el mar.


 
Por otra parte, “El hijo” es una novela muy cinematográfica, por decirlo de alguna manera, porque el relato está compuesto de retazos sueltos, a modo de fogonazos, a los que en muchos casos no consigo encontrarles una coherencia narrativa. Personalmente, algunos de estos retazos me han resultado, por así decirlo, un poco improvisados y sin mucho sentido, tal vez achacables a la bisoñez propia de un autor novel. Respecto a los personajes, tengo que reconocer que no me han acabado de cautivar. La figura del padre me ha resultado demasiado lineal y previsible, constantemente ahogado en su dolor. Sin embargo, como decía al principio, sí que me ha gustado el personaje del Lion, el hijo fallecido, al adoptar la figura del narrador. Esa elección, estilísticamente, me ha resultado muy interesante por sus posibilidades literarias y artísticas.



A pesar de tratarse de una temática eminentemente trágica, el autor nos va dejando algunas perlas de humor, que personalmente me han resultado de agradecer. Por ejemplo nos habla del tanatopractor (el encargado de maquillar a los difuntos) al que Rostain define como “palabra a medio camino entre barquero de la laguna Estigia y chulo piscinas”. Por último, no me voy a resistir a citar un fragmento del libro que me ha parecido muy interesante y, sobre todo, muy inteligente, dando ese toque de “humor” que comentaba al principio



Silogismos. Papá llora cada vez que piensa en mí. Papá sólo es feliz cuando piensa en mí. Por lo tanto, Papá es feliz cada vez que llora”.



Como comentaba, la novela tiene un comienzo bastante prometedor, pero conforme avanza va decayendo. El final de la novela tiene algunos detalles que, a mi modo de ver, deslucen notablemente la novela, porque resultan poco menos que increíbles. Dejo a la consideración del atento lector que reparen en la parte que habla del rostro del león. Así como el final del esparcimiento de las cenizas de Lion que me parece, francamente, bastante pillado por los pelos, para hacerlo coincidir con la erupción del famoso volcán Eyjafjallajôkull en Islandia, que provocó el año pasado la mayor caos aéreo de la historia.



En definitiva, creo que “El hijo” de Michel Rostain, es una novela que bucea en los sentimientos y en el trauma de la pérdida de un hijo, pero que quizá naufraga en esa autocomplacencia, en ese autoregodeo en el dolor, especialmente en el personaje del padre. Me ha parecido curioso que en la novela en su idioma original Rostain consigna muchas palabras en español y además nos cuenta que Lion llevaba grabado en su mp3 una petenera, que un palo del flamenco.


A modo de resumen, y para no alargarme mucho más, creo que “El hijo” de Michel Rostain es una novela prometedora en su planteamiento, pero que al final, al menos para mí, resulta pobre en su desarrollo, posiblemente achacable a la poca destreza y falta de oficio propia de un autor que publica su primera novela. Qué pena que Michel Rostain haya abordado la escritura de esta novela sin haberse fogueado en otras obras previamente.



Dicho todo lo cual y de acuerdo con mi conciencia y mi manera de entender la crítica literaria, creo que la puntuación más ajustada y que más hace justicia a la novela “El hijo” de Michel Rostain sería de un 6,00/10.


© Luis Alberto Cao

(Para ilustrar esta reseña os dejo un video de Islandia que es en donde termina esta novela)

martes, 14 de febrero de 2012

Sunset Park. Paul Auster.


Título original: Sunset Park
Autor: Paul Auster.
Traducción: Benito Gómez Ibáñez.
Editorial: Anagrama
Colección: Panorama de narrativas.
ISBN: 9788433975461
Páginas: 288.



“Las heridas son un parte fundamental de la vida y a menos que uno esté herido 
de alguna forma, jamás se hará hombre” (Sunset Park. Paul Auster)



Es para mí todo un placer, poder reseñar en este blog de literatura la novela “Sunset Park” de Paul Auster, uno de los escritores más importantes y con mayor talento de la literatura actual. Un escritor con un estilo propio, que le hace inconfundible y con un dominio del lenguaje y de la técnica narrativa prácticamente insuperable. Un auténtico maestro en vida y que, sin duda, pronto alcanzará la gloria literaria del premio Nóbel de literatura. En “Sunset Park”, como analizaremos un poco más abajo con todo detenimiento, Auster nos consigue introducir en ese mundo que sólo él sabe crear y recrear. Veremos como diseccionará, sin temor y sin temblarle el pulso, la situación actual de la sociedad norteamericana, valiéndose de unos personajes tan bien construidos y, en resumen, tan vivos y reales, que enfrentándolos, como en un juego de espejos, y por contraste, nos darán una visión caleidoscópica de aquella sociedad.



Como es habitual comenzaremos esta reseña, con unas breves pinceladas sobre la sinopsis argumental de la novela “Sunset Park” para dar una perspectiva de este texto al eventual lector de esta reseña. En este caso he elegido el resumen que ha confeccionado la propia editorial Anagrama:


“Miles Heller tiene veintiocho años y a los veinte desanudó los lazos que lo unían al mundo que hasta entonces había conocido. Abandonó la universidad, se despidió con nocturnidad y una breve nota de sus padres, dejó Nueva York y nadie ha vuelto a saber nada de él. Desde entonces, ha rodado por lugares y trabajos poco cualificados, moviéndose siempre en ese oscuro espacio entre el suelo y el primer peldaño de la escalera laboral y social. Ahora vive en Florida y trabaja para una empresa, al servicio de los bancos de la zona, que se encarga de vaciar las viviendas de los desahuciados que en plena crisis no pudieron seguir pagando su hipoteca, y las prepara para una nueva venta. Miles no tiene ambiciones, vive con lo mínimo, mantiene relaciones muy escasas con la gente y con el mundo y sus únicos lujos son los libros, que compra en ediciones baratas, y la cámara digital con la que documenta a los fantasmas. Si algo ha logrado en estos siete años, ha sido poder vivir en un presente perpetuo, sin deseos y sin futuro. Y habría seguido así si no fuera por una chica, Pilar Sánchez. La conoció en un parque cuando ambos estaban leyendo El gran Gatsby. Miles por tercera vez, porque se lo había regalado su padre cuando cumplió dieciséis años. Que es, precisamente, la edad de Pilar, una menor. Y como Miles puede ir a la cárcel por su relación con ella, cuando la feroz, codiciosa hermana de Pilar comienza a chantajearlos, él vuelve a Nueva York para esperar allí la mayoría de edad de la joven. Su vuelta es el retorno al pasado y a sus secretos; a su padre, un brillante editor; a su madre, una actriz implacablemente seductora hasta con su hijo; y a su madrastra, una intelectual cuyo juicio no pudo soportar. Pero es también la vuelta al mundo, a la comunidad de Sunset Park y a sus compañeros okupas; a la vida, con todos sus horrores y esplendores”.



Por seguir un cierto orden en el análisis de esta extraordinaria novela, me gustaría, en primer lugar, destacar la belleza del comienzo de la novela. Ese comienzo que nos dará ya la pauta que marcará todo el devenir del texto. Miles trabaja en  la Compañía Inmobiliaria Dunbar, que subcontrata sus servicios de «mantenimiento de viviendas» a los bancos de la zona que ahora son los dueños de las propiedades en cuestión y él se dedica a fotografiar objetos y recuerdos que los antiguos dueños han dejado allí. Digamos que quiere apropiarse del espíritu de las cosas. La novela está repleta de detalles que demuestran su manufactura reposada y artesanal y es ahí en dónde el autor demuestra un gran virtuosismo.



En la novela vemos que constantemente hay dos temas, que bajo diferentes aspectos narrativos, están continuamente gravitando: el béisbol y la literatura (ambos temas recurrentes en casi toda su producción literaria) Y que, de hecho Auster, los utiliza, en cierto modo como hilo conductor de su relato. Indudablemente este libro, en mi opinión, tiene bastante de autobiográfico. Es indudable que todo el relato de Morris Heller (el padre de Miles) y de su editorial y de su relación con los escritores, especialmente en su relación con el escritor Renzo Michaelson, tienen muchos guiños autobiográficos. Curiosamente al igual que le ocurren al padre de Morris en “Sunset Park”, el propio Auster quiso dedicarse al béisbol hasta que sufrió un accidente deportivo que le retiro de su práctica.



En un punto en que me gustaría incidir especialmente en esta reseña, es el uso en la obra de Paul Auster de la figura del narrador. En mi opinión creo que es uno de los mejores escritores en su utilización. De hecho el propio Auster, en la propia novela, hablándonos de la obra maestra del genial escritor norteamericano Francis Scott Fitgerald “El gran Gatsby”, reconoce que gran parte del mérito de esta obra maestra recae en la elección del autor de darle la voz del narrador al personaje de  Nick Carraway, “…sin la humanidad y comprensión de Nick, no seríamos capaces de sentir nada por ellos. Nick es el elemento determinante de la novela. Si la historia la hubiera contado un narrador omnisciente, no habría sido ni la mitad de buena”. En esta novela sí que se trata de un narrador omnisciente, pero que resulta fundamental en el relato. Creo que se verá mejor en un ejemplo extraído de la propia novela:


Si aquella pelota no se hubiera estrellado contra el ojo de su padre, ¿quién podría decir que no lo hubieran matado en la guerra… antes de casarse, antes de que nacieran sus hijos?”.


Creo que en este fragmento se aprecia con toda nitidez el uso magistral que hace Paul Auster del narrador omnisciente, que nos permite incluso ahondar en los pensamientos más íntimos de los personajes, eso sí, dotado de esa necesaria distancia y lejanía que aporta la figura del narrador omnisciente. Pero sin duda, otro de los puntos fuertes del autor, como comenté un poco más arriba, es su creación de caracteres y de personajes. “Sunset Park” está estructurada fundamentalmente en la narración de los dos personajes principales: Morris Keller y su hijo Miles. Es una delicia leer esta novela y ver cómo Auster nos arrastra, sincopadamente, con ambos relatos que en algunos puntos convergen. Ambos, padre e hijo, son personajes torturados, con traumas que arrastran a lo largo de los años. En el caso del padre sigue anclado y traumatizado por el dolor producido por la muerte de su padre; en tanto que en el caso del hijo, por su participación involuntaria, pero que a Miles le sigue torturando, en la muerte por atropello de su hermano.


 
Me ha gustado también mucho todo el relato de la vida, que tan primorosamente nos teje el autor, en la casa de okupas de Bing Nathan. Ese joven gordo y desgarbado tan preocupado por su falta de éxito con las chicas. Sin embargo, creo que es uno de los personajes más interesantes. Bing es un nihilista, y en mi opinión germen de todo ese movimiento social de los indignados en los Estados Unidos que está tomando fuerza y concienciando a algunos segmentos de los sociedad norteamericana. Me voy a permitir transcribir un par de descripciones que nos hace el propio Auster de este singular personaje:



“Es el guerrillero del agravio, el campeón del descontento, el detractor militante de la vida contemporánea que sueña con forjar una nueva realidad con las ruinas de un mundo fallido. A diferencia de la mayoría de los inconformistas de su clase, no cree en la acción política. No pertenece a movimiento ni partido alguno, nunca ha hablado en público y no tiene deseos de sacar a la calle hordas coléricas para quemar edificios y derribar gobiernos. Su postura es puramente personal, pero si vive de acuerdo con los principios que ha establecido para sí mismo, está convencido de que otros seguirán su ejemplo”.



“Asume que el futuro es una causa perdida y si el presente es todo lo que cuenta ahora, entonces debe ser un presente imbuido del espíritu del pasado. Por eso rehuye los teléfonos móviles, los ordenadores y todos los objetos electrónicos: porque se niega a tomar parte en las nuevas tecnologías”.



No me puedo resistir a comentar que en esta novela, como en toda su producción, los personajes suelen ser complejos y poliédricos, que a lo largo de la novela vemos cómo van evolucionando y cómo van interactuando entre ellos y precisamente los contornos de esas relaciones van articulando la narración. Sunset Park, es una novela plenamente realista, y narrada, en términos generales, de un modo lineal, alejada, en ese sentido, de algunas de sus anteriores novelas, en las que abundaba un mayor componente “fantástico”.



Como pergeñé al principio de esta reseña, Auster disecciona la realidad de la sociedad norteamericana de hoy. Veremos, en los okupas de Sunset Park, los efectos devastadores de la crisis en Estados Unidos, no sólo económicamente, sino también socialmente. El propio autor, nos establece un cierto paralelismo entre la situación de Estados Unidos al terminar la segunda guerra mundial, en su faceta de descomposición del antiguo modelo social de antes del conflicto, y la actual de la crisis y la frustración. Para ilustrarnos este paralelismo Auster utiliza a un personaje llamado Alice Bergstrom que vive con los demás okupas, porque no tiene posibilidad económica de vivir en otra parte. Esta chica está preparando una tesis. Y en esas tesis está estudiando la película de William Wyler “Los mejores años de nuestra vida” (1946). Creo que lo mejor es que el lector, cuando lea esta novela, se de cuenta de la maestría con la Auster nos muestra los paralelismos entre ambas situaciones. Pero, sin embargo, el autor nos sugiere que la salvación está, o puede estar,  en el amor y en el arte. Para mí es un honor coincidir con un maestro y un artista de la talla de Paul Auster. De hecho, cuando cree este blog lo hice bajo la siguiente premisa: “En estos tiempos de crisis, siempre nos quedarán las artes... y como no los libros para hacernos más llevadera nuestra existencia...”.



Como comentaba al principio resulta un placer ver cómo Auster es capaz de dar vida a este relato y con la maestría y el dominio técnico con el que lo hace. Y lo mejor de todo, es que cuando lo lees parece sencillo y natural e, incluso, está también escrito que parece que el autor lo ha ido escribiendo según se le iba ocurriendo, sin tener un plan concebido de su novela. Y ése es el gran mérito de Paul Auster su técnica es tan prodigiosa y tan apabullante que nos da la sensación de que no hay tal trabajo técnico. Como decían los antiguos en la sencillez suprema está el arte y la belleza.



En definitiva, y a modo de resumen, creo que “Sunset Park” es una novela de obligada lectura para todos los amantes de la literatura. Me atrevería incluso ha añadir, que para las persona que aún no hayan leído a Auster, creo que esta podría ser una novela especialmente indicada para introducirse en su “particular” mundo narrativo. “Sunset Park” es una novela amena y fácil de leer, que tras esa aparente facilidad oculta un discurso de un profundo calado sociológico y humano.



Dicho todo lo cual, y en consideración a todo lo anteriormente referido creo que la puntuación que haría más justicia a la novela “Sunset Park” del escritor norteamericano Paul Auster sería de un 8,25/10.


© Luis Alberto Cao



miércoles, 8 de febrero de 2012

El temblor del héroe. Álvaro Pombo




Título: El temblor del héroe.
Autor: Álvaro Pombo.
ISBN: 9788423324910
Editorial Ediciones Destino
Colección: Áncora y Delfín.
Páginas: 222
Año de publicación 2012.



“El temblor del héroe” es la última novela de Álvaro Pombo, que fue galardonada con el Premio Nadal de novela en su edición de 2012. Se trata de una novela compleja, densa y “extraña”, por definirla de algún modo. Es un texto oscuro y repleto de divagaciones y citas filosóficas que, en mi opinión, resultan extremadamente pedantes y claramente prescindibles. Pero en cualquier caso, y de momento, sólo trato de establecer, a grosso modo, las líneas generales de mi opinión, obviamente de modo un tanto genérico, sobre la novela que voy a reseñar y a tratar de analizar y comentar para entrar con posterioridad más en profundidad.


Después de leer con mucha atención la novela “El temblor del héroe” me ha quedado la sensación de que estamos, por decirlo de alguna manera, ante una novela “experimental”, con todo lo que ello comporta. Aún así, es indudable que Álvaro Pombo ha arriesgado mucho en esta novela, con una actitud que me atrevería a definir como valiente, siendo uno de los grandes escritores del panorama literario español, y por tanto, teniendo mucho que perder, como también analizaremos con más detenimiento.



Como es habitual y para circunscribir el ámbito de esta reseña, vamos a comenzar por hacer una somera sinopsis argumental de la novela. En este caso voy a citar textualmente el resumen que aparece en la contraportada del libro:


“Román es un profesor universitario jubilado al que invade la nostalgia de los días luminosos de la pedagogía en que fascinaba a sus alumnos despertándoles el amor por el saber y ayudándoles a alcanzar una vida más noble y más alta.


Entre sus antiguos alumnos están Elena y Eugenio, una pareja de médicos a los que todavía trata y con los que ha establecido complejas relaciones en lo intelectual y en lo sentimental.


Por otra parte, halagado por el interés hacia su persona que demuestra un joven periodista, Héctor, permite que éste entre en su vida sin sospechar que el pasado torturado del nuevo personaje le atrapará en una situación en la que es incapaz de tomar decisiones, de comprometerse con el drama al que asiste.”



Como comentaba en la cabecera de estar reseña “El temblor del héroe” es una novela densa, filosófica, incluso me atrevería a decir que académica, oxoniense (como dice el propio Álvaro Pombo en su novela). Personalmente me ha resultado en algunos momentos excesivamente “académica” y en muchos momentos francamente pedante y aburrida. El texto está trufado de citas y más citas filosóficas, que sin duda dan muestra de la erudición del autor, pero, personalmente, creo que no aportan nada al relato en sí. La mayoría de las citas están escritas en inglés y en latín. Tal vez suponga el autor que todos debemos conocer las lenguas de Cicerón y Shakespeare; pero lamentablemente no se equivoca. Se echa de menos una traducción al castellano de todas esas citas, cuanto menos en unas aclaraciones a pie de página. Sin embargo me llama la atención que cuando, por ejemplo, cita a Kierkegaard o a Kant no los citan ni en danés, ni en alemán. En todo este maremagnum de citas Álvaro Pombo, con mucho sentido del humor se autocita refiriendo un poema suyo. No olvidemos que el autor es un más que notable poeta. En cualquier caso y como comentaba a veces el texto resulta de una pedantería realmente insufrible, voy a permitirme citar un ejemplo:


“Tenía el don predigital del uso transtextual de los textos” (sic)



La novela está estructurada en 24 capítulos, que funcionan a modo de micro escenas, con una unidad temática. Y en mi opinión representa una especie de cursillo de filosofía al modo platónico. Me explico. Articulado sobre una serie de diálogos, tal y como el genial filósofo griego exponía sus pensamientos. De hecho en la propia novela el autor nos cita textualmente uno de sus más famosos diálogos “El banquete”. Además el autor nos expone todo este saber filosófico de un modo francamente farragoso. El propio Álvaro Pombo nos lo ratifica en su propia novela:



“Porque la filosofía es ante todo un lenguaje sobreabundante, excesivo y poético, digan lo que digan los positivistas contra esa nuestra gigantomaquia”.




 
En cuanto al análisis de los personajes, el autor se centra principalmente en Román, Bernardo y Héctor, porque tanto Elena como Eugenio, son tratados de un modo más superficial. De algún modo el autor nos plantea y nos sugiere un triángulo amoroso subyacente, no resuelto. Y es precisamente este “conflicto” el nudo gordiano de la trama. En este punto me gustaría detenerme un poco para hablar de otro de los grandes personajes de la novela que es, en mi opinión, la figura del narrador. En esta novela me ha impresionado la creación (la recreación) que hace el autor de la figura del narrador. En esta novela tan filosófica y, por lo tanto, tan helenista, el narrador adopta la posición de preponderancia absoluta. El narrador será como una especie de deidad olímpica del panteón griego que asiste hierático a todo el drama que se desarrolla. Desde su altura de dios contempla con indiferencia el devenir y el sufrimiento de los humanos. El narrador está, claramente, en un plano de superioridad.


Cuando leía esta novela, tan rica en sugerencias filosófico-literarias, no he podido sustraerme a recordar una figura señera en la historia de la literatura de la que, con toda seguridad bebió el autor. Me refiero al personaje protagonista de la obra de Moliére “El tartufo”. No diré mucho más para no reventar la novela al eventual lector. Pero esa figura del tartufo es retomada en esta novela por Álvaro Pombo.



Como comentaba en esta novela “excesiva” la prosa es sobreabundante, barroca, me atrevería a decir que, incluso, culteranista. De hecho he encontrado leyendo la novela algunas expresiones que no he conseguido encontrar en ningún diccionario. Por ejemplo la locución “a corrumbillos”. Ignoro si es un localismo, pero  si algún amable lector de estar reseña sabe qué es, me encantaría que me dejase un comentario explicándomelo. También en algunas ocasiones el autor emplea, en mi opinión indebidamente algunos términos. Por ejemplo:


“La memoria, sin embargo, inmediata, de Bernardo, su citomanía impenitente, musita: Rex tremendae majestatis, etc…”


Ignoro a qué se refiere el autor con la palabra citomanía, cuyo significado es deseo anormal por alimentarse. Supongo que se tratará de una errata de imprenta.



A pesar de todo tengo que congratularme de que Álvaro Pombo, dado su prestigio y su maestría literaria se haya permitido experimentar  y escribir esta “frivolité”. Cuando me he sentado a escribir esta reseña he recordado a otro de nuestros grandes autores, Miguel Delibes que al final de su carrera se permitió dar un salto artístico y alejarse de su mundo novelístico habitual y escribió “El hereje”.  En mi opinión, y a pesar de todo, creo que “El temblor del héroe” es una novela que me ha resultado interesante a ratos, a pesar de sus “excesos” y sobre todo por su valor experimental  y vanguardista. Esta novela sólo se la pueden permitir autores ya consagrados y que no tienen la intención de vender libros como churros. El autor, por su edad,  por su prestigio, puede permitirse escribir esta novela. Porque evidentemente, y ojalá me equivoque creo que “El temblor del héroe” no va a ser, ni muchos menos, un superventas. Esta obra requiere un tipo de lector reflexivo y alejado de los ya transitados y muy trillados caminos de los bestsellers.


En cuanto al fondo de la novela resulta desalentador y descorazonador. El autor nos plantea la cobardía, la culpa y como la confianza y la amistad pueden ser socavadas en cualquier momento, por las razones más espurias. Creo que Álvaro Pombo se pone en la piel de Román y lo utiliza como su trasunto literario. Y esto le permite reflexionar sobre la vejez, la perdida de las amistades y sobre todo, tener la sensación de que su tiempo ya ha pasado. El propio Román nos dice haciéndose portavoz de todo este desaliento la siguiente frase:


“El gran problema que se tiene- piensa Román- es que no sentimos nada. Yo mismo ahora no siento ningún sentimiento”.



A modo de resumen me gustaría precisar algunas cosas. Creo que esta novela va a ser difícilmente comprendida, a lo que puede contribuir su densidad y compacidad. A ello también contribuirá que argumentalmente es una novela en la que sobreabunda la estaticidad y la introspección. Un texto en el que se sugiere más que se muestra y en el que reconozco requiere mucho esfuerzo del lector para entrar. Tal vez por las continuas digresiones de un alto calado filosófico y a continuas citas de un alto grado de erudición.


Empecé esta reseña diciendo que “El temblor del héroe” era una novela experimental. Y es cierto, pero creo que lamentablemente no pasa, ni consigue trasmitir mucho más allá de eso.


Dicho todo lo cual y teniendo en cuenta todo lo ya referido creo que la puntuación que, en mi opinión, haría mas justicia a la hora de valorar “El temblor del héroe”, ganadora del prestigioso Premio Nadal 2012, de Álvaro Pombo sería de un 5,50/10.


© Luis Alberto Cao