sábado, 24 de noviembre de 2012

La historia del amor. Nicole Krauss


Título original: The history of love.
Autora: Nicole Krauss
Traducción: Ana María de la Fuente
Editorial: Salamandra.
Colección: Letras de bolsillo.
ISBN:  978-84-9838-002-6
Páginas: 288.




“A veces, yo pensaba que la última página de mi libro y la última de mi vida habían de ser la misma, que cuando mi libro terminara yo terminaría, que un vendaval barrería mi casa llevándose las páginas y, cuando todas esas hojas blancas salieran aleteando por la ventana, la habitación quedaría en silencio y mi silla estaría vacía”. (La historia del amor. Nicole Krauss)




“La historia del amor” es la segunda novela de la escritora norteamericana Nicole Krauss (su primera novela fue “Llega un hombre y dice”), texto que ha venido precedido de unas críticas que ofrecen una valoraciones muy dispares y en algunos casos, casi, antitéticas. Precisamente esa disparidad de opiniones, tan radicales en algunos casos, ha sido, entre otras, la razón por la que he decidido leerla con espíritu crítico y analizarla con todo detalle.



En primer lugar, como es habitual, y como toma inicial de posición ante “La historia del amor”, me gustaría precisar, de un modo ineludible, algunos puntos previos. He tenido que tomarme un largo período de reflexión, porque me he sentido bastante desorientado tras su lectura, por decirlo de un modo un poco brusco, inmediatamente después de su lectura me quedó la duda de si se trataba de “una obra maestra” o de “una tomadura de pelo”. Precisamente por ese motivo, he vuelto a leer por segunda vez la novela con un mayor rigor crítico y teniendo a mano los apuntes tomados en mi primera lectura. Tras esta segunda lectura, depurativa, y  después de ese obligatorio período de reflexión y análisis, tan necesario para despojar y tamizar esas impresiones antitéticas incompatibles con un análisis literario serio, y después de una semana desde que cogí el libro por primera vez, creo que ya puedo sentarme ante el ordenador para redactar este análisis sobre “La historia del amor”.



A modo de una primera toma de posición me gustaría apuntar que se trata de un texto tremendamente denso y complejo de leer, fundamentalmente por esa enrevesada estructura narrativa que obliga a un esfuerzo adicional, en algunos momentos titánico, por parte del lector. En mi opinión, creo que este exceso de “barroquismo” termina por resultar superfluo y excesivo. Da la sensación que la autora ha querido escribir una novela “de culto” y para reforzar  esa percepción  ha querido presentarnos un texto deliberadamente, alambicado. Y al menos, esa es mi opinión, la auténtica obra de arte se apoya en la sencillez, en esa capacidad de los grandes artistas de hacer sencillo lo difícil y no al revés.  Sobre todo porque la técnica literaria no tiene que ser un fin en sí mismo sino, más bien, un vehículo en aras a contar una historia (y no para entorpecerla). Pero, más adelante, ya entraremos en un análisis mucho más pormenorizado de éste y de otros aspectos de la novela.



Como suele ser habitual y, fundamentalmente, con el fin de situar al eventual lector de esta reseña en el ámbito de temático en el que nos movemos, creo que lo más pertinente y adecuado será pergeñar, aunque sea someramente, una breve sinopsis argumental de la novela “La historia del amor” de Nicole Krauss, para lo cual vamos a citar, textualmente, la reseña que, con este fin, nos presenta la propia editorial Salamandra.



“Leo Gursky, cerrajero polaco jubilado en Nueva York, cuya obsesión es «no morirme un día en que nadie me haya visto», recibe misteriosamente el manuscrito de un texto que creía perdido, acompañado de una enigmática carta. Instalado en el ocaso de su vida, esta sorpresa lo lleva a bucear en los recuerdos de su lejana juventud, recuperando emociones que suponía enterradas. No muy lejos de allí, la quinceañera Alma Singer padece los dilemas y conflictos de su edad. Hace ya ocho años que su padre murió de cáncer y ella ha decidido que es hora de que su madre deje de estar triste, o sea, se dispone a encontrarle un nuevo marido. Cuando en su camino aparece La historia del amor, una novela rara, escrita en yidis, publicada en español y comprada por su padre en una librería de Buenos Aires, los interrogantes se suceden. ¿Por qué su padre se la regaló a su madre muy poco después de conocerla? ¿Quién era su autor? ¿Y quién es el misterioso hombre que ha encargado a su madre que traduzca el libro al inglés? Como en una afinada composición musical, la intensidad de la historia va aumentando progresivamente hasta que los pasos del anciano que busca reconciliarse con su pasado y la adolescente que quiere poner remedio a la soledad de su madre se entrecruzan mediante una ingeniosa y compleja trama cuyos hilos convergen en un final inolvidable. Con un tono intimista y envolvente, la autora ha logrado lo más difícil, contar una verdadera historia de amor en el sentido más amplio y profundo de la palabra, una historia llena de pasión y melancolía que conmoverá a todo tipo de lectores.”




Voy a empezar, propiamente, esta reseña permitiéndome contar una pequeña anécdota al respecto. “Dicen que salían del cine dos amigos, después de ver una película de arte y ensayo, y uno le dijo al otro: - Esta película debe ser magnífica, porque, la verdad, no he entendido nada”. Tras esta anécdota, por llamarla de alguna manera, pienso que se esconde una gran verdad. Intentaré ser lo más sistemático posible a la hora de abordar el estudio y análisis de la novela. Para lo cual empezaremos estudiando su arquitectura narrativa. La división formal de la novela es en capítulos y en cada uno de los ellos aparecerán diferentes voces narrativas que nos irán relatando, de ese modo perspectivista la trama de “La historia del amor”. Aparecen claramente tres voces narrativas claramente independientes y diferenciadas,: la de  Leopold Gursky, la de Alma Singer y la de Zvi Litvinoff. En todos los casos los narradores utilizan el tiempo pretérito y además es especialmente reseñable y meritorio como la autora distingue, por su forma de escribir y expresarse, a los narradores. Esto último resulta especialmente evidente en el relato de Alma Singer que estilísticamente diverge  ostensiblemente de los demás (no entraré en un minucioso análisis porque desbordaría excesivamente la finalidad de una reseña literaria, acercándose más a un comentario de texto). Por otra parte, la autora nos presenta un relato acronológico que, francamente complica aún más su lectura y comprensión. Pero, aún hay más, durante toda la novela Nicole Krauss nos va introduciendo fragmentos de la novela “La historia del amor”, en un segundo nivel narrativo, que, en mi opinión, poco o nada aportan al relato central de la novela, sino que únicamente sirven para desorientar aún más al lector. Finalmente al final de la novela tendremos una nueva voz narrativa,  a partir de las páginas del diario de Bird (el hermano pequeño de Alma). Profundizando en el análisis se pueden constatar algunos errores e incoherencias que, obviamente, en un texto tan farragoso, desde un punto de vista formal, sería poco menos que milagroso que no aparecieran. En cualquier caso “La historia del amor” no soporta un análisis profundo, intentando desenmarañar la madeja, porque tiene muchas lagunas, incoherencias e imprecisiones.





 
Otro de los problemas que, en mi opinión, complican la lectura de este libro es que la autora da por supuesto que el lector está familiarizado con la cultura y las tradiciones judías. Para intentar comprender la novela he tenido que detenerme, con mucha frecuencia, para buscar en Internet multitud de términos. Echo de menos una edición más cuidada, con notas a pié de página para facilitar la comprensión de la novela o, cuanto menos, un glosario final. Está aculturación que da por obvia la autora, evidentemente no es así.




Sin duda alguna el mérito principal de esta novela es el personaje de Leo Gursky. En esta creación la autora sí consigue emocionarnos, por momentos, con su convincente diseño. Un personaje de carne y hueso, con personalidad, que consigue atraparnos e introducirnos en su compleja psicología de hombre desengañado, abandonado y solitario. Por así decirlo, la novela se sustenta en todo el relato de este personaje, porque, honestamente, los otros relatos, en mi opinión, quedan muy por debajo de éste. Por otra parte el resto de los personajes no están, ni muchos menos, a su altura. Particularmente me ha decepcionado como la autora trata, por decirlo de alguna manera, al personaje de la madre de Alma, que, sin duda alguna, queda infravalorada siendo tan importante en el desarrollo de la trama de la novela. También me gustaría que el lector reparase, muy especialmente, en el personaje de Bruno, el amigo de Leopold. Tras el estupor que me produjo este personaje en la primera lectura, su segunda lectura me ha corroborado su absoluta incoherencia.... y no digo más.



Por otra parte, y ya entrando en la parte del análisis de la propia trama que sustenta la novela, en líneas generales me ha decepcionado, porque en muchos casos las situaciones están muy forzadas, muy metidas con calzador, así como, también, esa sucesión de hechos más o menos casuales que, insisto, violentan en exceso la propia coherencia interna, imprescindible en un texto literario. Sin embargo, “La historia del amor” es un claro homenaje a la literatura que desborda de detalles que denotan, sin duda alguna, que la autora es una gran enamorada de la literatura. Me ha llamado la atención que en un momento dado de la novela la madre de Alma está leyendo a Cervantes. La novela vuelve a explorar, una vez más, el tema de la sublimación de nuestra gris y desesperanzada existencia por medio de la literatura y su capacidad para subsumir la realidad.



A modo de resumen y para no alargarme mucho más, creo que “La historia del amor” es un texto excesivamente presuntuoso por parte de la autora. Una novela, probablemente, escrita con la intención de convertirse en una “novela de culto”, incluso me atrevería a decir pedante, para lo cual Nicole Krauss ha complicado todo lo que ha podido una historia que narrada de un modo menos “pretencioso” podía haber resultado una hermosa novela. Como reflexión final me gustaría decir que, teniendo en cuenta las cosas positivas de la novela, que por supuesto las tiene, Nicole Krauss, no debería a estas alturas de su incipiente carrera literaria haber buscado una estructura narrativa tan complicada que, sin duda alguna, se le va completamente de las manos.



Dicho todo lo cual y en atención a todo lo referido a lo largo de la presente reseña e intentando ser lo más fiel a mi manera de entender el arte literario, creo que la puntuación que más ajustada a la novela “La historia del amor” de la escritora norteamericana Nicole Krauss, sería de un 5,75/10.
© Luis Alberto Cao

(Para ilustrar la reseña os dejo un video de la entrevista que se le hizo a Nicole Krauss ha propósito de la publicación de su novela "Great House")


sábado, 17 de noviembre de 2012

La vida imaginaria. Mara Torres


Título: La vida imaginaria.
Autor: Mara Torres.
ISBN: 9788408031420.
Editorial: Planeta.
Colección: Premio Planeta 2012
Fecha de publicación: 6 de noviembre de 2012.
Páginas: 256.




“Quiero ser como toda esa gente que está superfeliz un sábado por la noche porque no tienen un Alberto en sus vidas. Mejor dicho, porque no tienen una «ausencia de Alberto» en sus vidas. Porque ninguno de los que están ahí bailoteando y dándose picos en la boca parece amargado y yo sí, y me quiero ir a casa. Porque todos tienen su vida y yo sólo tenía la suya: su casa, sus amigos, sus canciones, sus películas, sus restaurantes, sus vacaciones, su pueblo. Su, su. ¡Su!. Sola no dice nada. Como yo. Antes yo también era una «su» y ahora ya no soy nada” (La vida imaginaria. Mara Torres).



Después de muchos años dedicado a este oficio de la crítica literaria he aprendido muchas cosas, qué duda cabe, pero, tal vez, una de las más importantes sea que “hasta la última línea de una novela ni puedes, ni debes, emitir un juicio crítico porque sería temerario”. Y, sin duda alguna, después de una atenta, serena y reposada lectura de “La vida imaginaria” de la escritora  madrileña Mara Torres, este aserto, una vez más, se ha confirmado, punto por punto,  como absolutamente incuestionable y veraz. A lo largo de la reseña intentaré explicar, dentro de un análisis más profundo y detallado, el por qué de esta aseveración. A modo de proemio, y para fijar mi postura inicial, me gustaría comentar que “La vida imaginaria” me ha parecido una novela original, espontánea y, principalmente, escrita con mucha inteligencia e incluso me atrevería a decir con oficio, a pesar de tratarse de una escritora novel, para soslayar y vadear los escollos encubriendo sus, lógicas por otra parte, carencias narrativas, como veremos más adelante. Sin embargo y, a pesar de todo, “La vida imaginaria”, sobre todo en su tramo final consigue remontar vuelo, dejando en el lector la impresión de haber leído, cuanto menos, una novela “mágica” que nos hará sentirnos dentro de la piel de su protagonista y de lectura amable.



Tras estas consideraciones iniciales, que siempre creo conveniente a la hora de redactar una reseña literaria, creo que lo más conveniente sería, como suele ser habitual, y para situar al lector en una breve sinopsis argumental de la novela. Para este fin voy a transcribir la recensión que la propia editorial Planeta ofrece de esta novela, a pesar de ser, por razones obvias, ligeramente laudatoria y proselitista.



“¿Qué pasa por tu cabeza cuando la persona que quieres se va? ¿Qué haces con tu vida cuando tienes que pensarla otra vez? ¿Te la inventas? El mundo de Nata se llena de preguntas cuando Beto la deja. Pero el tiempo no se detiene, y los episodios que Nata cuenta de su propia historia la van llevando hacia un lugar donde todo vuelve a ser posible. Novedosa y contemporánea, esta novela tiene el nervio de un relato confesional, divertido y emocionante. Pero, por encima de todo, descubre a Fortunata Fortuna, un personaje fascinante que ha venido al mundo de la ficción para quedarse”.



En primer lugar me gustaría referir que “La vida imaginaria” de Mara Torres fue distinguida como finalista en la sexagésimo primera edición de los prestigiosos Premios Planetas. Como evidentemente no he leído ninguna de las obras que se presentaban a este concurso, no puedo asegurar fehacientemente que me parece excesiva la concesión de este galardón. Pero lo que sí puedo afirmar con toda rotundidad es que, desde un punto de vista meramente literario, sin entrar en otro tipo de consideraciones, la distancia que separa a las dos novelas finalistas de esta edición es notable.



Sin más preámbulos ya, vamos a entrar en el análisis y comentario de la novela. Para hacer un análisis lo más sistemático y coherente posible, empezaremos por estudiar la novela desde un punto de vista formal. “La vida imaginaria” está estructurada en tres partes y cada parte, a su vez, en varios pequeño capítulos. En esta estructuración formal de la novela ya nos empieza a demostrar Mara Torres su inteligencia literaria. La autora no va a entrar en un relato hilvanado y demasiado complejo técnicamente. Por el contrario, nos va a proponer una serie de pequeños capítulos que, a modo de pequeñas escenas, nos van a ir relatando la historia principal, pero sin tener que recurrir a una linealidad, “sensu stricto”, que requeriría una mayor arquitectura narrativa, y por lo tanto un mayor conocimiento y dominio del oficio y la técnica literaria. Sin embargo me parece muy acertado el uso que hace de las imágenes reales, con esas otras “imaginarias” que envuelven el texto creando un sugerente ambiente onírico. Precisamente, al menos esa es mi opinión, éste sea uno de los mayores logros de la novela, por su aporte fresco y original a la narración. Esto último sería desde un punto de vista positivo. Sin embargo, desde un punto de vista más negativo, me ha decepcionado como está escrita la novela. Con un estilo pobre y tremendamente descuidado que, francamente, en algunos momentos me distancia e incluso me hacía sentirme molesto con su lectura. Por ejemplo, el uso que hace la autora de las estructuras sintácticas. Hay varios ejemplos pero sólo me voy a centrar en uno, un hipérbaton, tan caótico que obliga a leer la frase varias veces, que resulta equívoco y que además, estilísticamente, no aporta nada en absoluto.


“Te he dicho que te echo un huevo de menos. Que te echo profundamente de menos y quiero volver contigo porque no soporto estar sin ti”.



En la primera oración, el hipérbaton, que es el recurso literario que consiste en trastocar el orden sintáctico de la frase, provoca un sentido equívoco. En contraposición con el orden natural de la frase que sería “Te he dicho que te echo de menos un huevo”. Esa inversión nos produce ese sentido equívoco de pensar que se refiere a un tema meramente “culinario”. Aunque, en honor a la verdad, la segunda frase parece que aclara el desaguisado de la primera.



En cuanto al diseño de los personajes, me gustaría comentar que, a excepción de la protagonista, Nata, el resto están esbozados muy por encima y, en cualquier caso, resultan planos y carentes de vida. Sin embargo, de nuevo Mara Torres nos demuestra, una vez más, su inteligencia al planificar la narración desde el punto de vista de la propia protagonista, poniendo la voz del narrador en la propia Nata. Técnicamente al poner la voz narrativa en la protagonista facilita y simplifica el diseño de los personajes de la novela, ya que los veremos a través de sus ojos, evitando complicaciones mayores si, por ejemplo, narramos la novela en tercera persona omnisciente. Respecto al personaje de Nata, debo decir que, en mi opinión, va creciendo a lo largo del relato y que uno termina encariñándose y empatizando plenamente con ella. Honestamente me parece un personaje delicioso.
 
Tras la lectura de la novela, y durante ese inexcusable período de reflexión previa a sentarme ante el ordenador a escribir la reseña, le he dado muchas vueltas a la novela. Y creo que “la vida imaginaria” es una novela típica de una época de crisis como la que vivimos. Intentaré explicarme. En las grandes épocas de crisis a lo largo de la historia, y no me refiero sólo a una crisis más o menos acentuada, económicamente hablando, sino más bien a una crisis del ser humano y de su identidad como la que estamos viviendo, provoca profundas convulsiones que, también, aparecen en  la literatura. En esta novela se aprecia muy bien esa desorientación vital, ese desconcierto ante este período de crisis, que en su etimología del griego viene a significar “transformación de algo”, en el que todos estamos descolocados intentado resituarnos y encontrar nuestro lugar en el mundo. Y eso se aprecia, nítidamente, en esta novela que, más allá de su valor artístico, ejemplifica esta desazón vital que padecemos.



“La vida imaginaria” es una novela que, a pesar de su temática, tiene muchos puntos de humor e ironía que suavizan bastante el relato de Nata. Como comenté más arriba esa mezcla de los planos de la realidad con los que tienen lugar en la imaginación de la protagonista crean una atmósfera narrativa muy sugestiva, como por ejemplo que en medio de la ciudad en un día de lluvia transite por las calles un trasatlántico. Particularmente me gustaría resaltar una de los capítulos de la novela, concretamente el capítulo quinto de la tercera parte titulado “Las viñetas”. Un auténtico derroche de imaginación y de belleza “plástica”. También me gustaría resaltar la escena de Nata con la terapeuta. Sin duda alguna la novela va ganando conforme van pasando las páginas. Precisamente por esto comentaba al principio de la reseña ese aserto que tanto me ha servido en mi experiencia como crítico literario “hasta la última línea de una novela ni puedes, ni debes, emitir un juicio crítico porque sería temerario”.



Mara Torres, además, sabe rematar la novela que, como ya sabéis todos los seguidores de este blog, para mí es fundamental. El último capítulo es de una belleza lírica que me ha fascinado y cómo consigue la autora decir tanto en tan pocas líneas y con una imagen tan poética. Pero es que además la autora remata la novela recogiendo dos elementos que a lo largo de la novela han sido importantes como son la camiseta de España y los cines en versión original que se revelan fundamentales para rematar la novela (no puedo contar más para no reventar la novela, pero los lectores que hayan leído la novela lo entenderán).



En lo que respecta al fondo o temática de “La vida imaginaria”, no cabe duda que se trata de una novela de amor, o más bien de desamor y de búsqueda de nuestro lugar en el mundo después de una ruptura sentimental. No cabe duda que, además de su inteligencia, Mara Torres tiene una gran sensibilidad artística para embarcarnos y envolvernos en esta historia sencilla, en esta historia que ocurre cada día pero que no por eso deja de ser especial. En el fondo, como todos, Nata tiene miedo a sufrir. La propia Nata nos lo explica muy bien plasmándolo en un documento.



“Por este documento se garantiza la felicidad de Nata Fortuna.
El documento exige a los firmantes que se diviertan, que disfruten, que viajen y sean felices durante el tiempo que vayan a estar juntos.
Los contratantes no van a hacerse daño, no van a llorar si no es de risa, no van a tener complejos el uno con el otro, van a mantener relaciones sociales al margen de la pareja, no van a vivir juntos para no gastarse, no van a pelearse para después encontrarse y otra vez pelearse, no van a darse celos con otras parejas ni con otras personas ni van a dejar que terceras personas interfieran en su relación.
Se comprometen a hablar las cosas antes de que llegue la incomunicación y a que, si uno de los dos decide que hay otra persona en su vida que merece más la pena que la otra parte contratante, la otra parte contratante lo entenderá y lo admitirá sin dramas y sin dolor”.



Además la autora pone un cierto pudor narrativo elidiendo algunas escenas amorosas con elegancia.



“Cuando hemos llegado a casa, hemos ido directos a la ducha. Me ha pedido que me sentara para poder lavarme el pelo, y voy a callarme ya porque me ruborizo si lo escribo”.



En definitiva, y ya a modo de resumen, para no alargarme mucho más me gustaría añadir que Mara Torres a pesar de su bisoñez, dado que “La vida imaginaria” es su primera novela de ficción, ha demostrado esa inteligencia, ese talento, para saber hasta donde puede llegar por el momento y cómo rentabilizar artísticamente esa limitación. Por otra parte, creo que aunque no se trata de una novela magistral, es una obra que se puede leer y que nos da una visión de esa desorientación vital que sufrimos en estas épocas tan convulsas de crisis.



Dicho todo lo cual y atendiendo a todo lo referido con anterioridad, creo que la puntuación más ajustada para hacer justicia a la novela “La vida imaginaria”, finalista de la sexagésimo primera edición de los Premios Planeta, de la autora madrileña Mara Torres y de acuerdo con mi conciencia y modo de entender el arte literario sería de un 6,25/10.

© Luis Alberto Cao

lunes, 12 de noviembre de 2012

La marca del meridiano. Lorenzo Silva.


Título: La marca del meridiano.
Autor: Lorenzo Silva
ISBN: 9788408031239
Editorial: Planeta
Colección: Premio Planeta 2012
Fecha de publicación: 5 de noviembre de 2012.
Páginas: 400.



 “Ma l’animale che mi porto dentro non mi fa vivere felice mai.
Si porta tutto, anche il café, mi rende schiavo delle mie passione”.
(Pero el animal que llevo dentro no deja vivir nunca feliz.
Se lleva todo, incluso el café, me hace esclavo de mis pasiones)
(L´animale. Franco Battiato)

“Ti lascio una canzone che tu potrai cantare a chi… a chi tu amerai dopo di me”.
(Te dejo una canción que podrás cantarle a quien...a  quien  ames después de mí).
(Ti lascio una canzone. Gino Paoli).




El gran escritor madrileño Lorenzo Silva ha sido premiado, con toda justicia y merecimiento, con el sexagésimo primer Premio Planeta en la edición de este año 2012, con su novela “La marca del meridiano”.  Tengo que reconocer que,  en ediciones anteriores y en numerosas ocasiones, me he sentido bastante defraudado por la calidad literaria de las novelas que fueron acreedoras del galardón, dándome la sensación, muy subjetiva y tal vez equívoca, que estos premios tenían un mayor componente de marketing que artístico. Sin embargo, tanto el año pasado, con “El imperio eres tú” de Javier Moro, como éste ambas novelas, con su calidad artística y literaria engrandecen la importancia de esta premio literario y me hacen reconciliarme con este galardón.


En primer lugar tengo que reconocer que para mí es un placer cuando me siento ante el ordenador para analizar una novela tan interesante, tan bien escrita y tan llena de matices, que me resarce de tantos sinsabores de tantas novelas y tantas novelas “prescindibles” y vacuas, como tengo que leer a lo largo del año. Como sabéis los lectores habituales de este blog literario, una de las medidas que me sirven para colegir el valor literario de un texto es la cantidad de apuntes que pueblan mi cuaderno de trabajo. En el caso de “La marca del meridiano” está literalmente desbordado de anotaciones y detalles técnicos.  Dicho todo lo cual resulta evidente que me ha resultado muy interesante (y muy bien escrita) esta novela. Sin embargo, como expondré a lo largo del comentario, tengo que ponerle un “pero” en su sólida y bien cimentada estructura argumental, con precisión de relojero suizo, que me ha dejado con la miel en los labios de estar ante una novela realmente magistral.



Como es habitual después de una lectura detenida y atenta de “La marca del meridiano” he dejado transcurrir todo un día para dejar madurar la novela en mi cabeza antes de verter mi opinión al ordenador, tamizada por la reflexión y la pausa necesaria la hora de enjuiciar una obra literaria. Antes de nada y para situar al eventual lector de esta reseña en el marco de la novela que vamos a analizar, creo que lo más conveniente será, a modo de aproximación, pergeñar someramente una sinopsis argumental. Para este fin utilizaremos la que nos ofrece la propia editorial Planeta.


 En una sociedad envilecida por el dinero sucio y la explotación de las personas, todavía el amor puede ablandar a las fieras. Un guardia civil retirado aparece colgado de un puente, asesinado de manera humillante. A partir de ese momento, la investigación que ha de llevar a cabo su viejo amigo y discípulo, el brigada Bevilacqua, abrirá la caja de Pandora: corrupción policial, delincuentes sin escrúpulos y un hombre quijotesco que buscará en el deber y el amor imposible la redención de una vida fracturada.

Ambientada en la Cataluña actual, esta absorbente novela policíaca de Lorenzo Silva, maestro indiscutible del género, se adentra más allá de los hechos y presenta un sólido retrato del ser humano ante la duda moral, el combate interior y las decisiones equivocadas”.



Dada la riqueza de “La marca del meridiano”, desde un punto de vista analítico, voy a intentar ser lo más sintético y sistemático posible a la hora de su estudio (permítaseme esta suerte de anáfora). Para este fin voy a intentar encuadrar, en primer lugar, esta novela. “La marca del meridiano” de Lorenzo Silva es la séptima entrega de la saga que el escritor madrileño ha dedicado a la pareja de investigadores formada por el Brigada Bevilacqua y la Sargento Chamorro. Estamos ante una novela del género negro que no tiene nada que envidiar, todo lo contrario, a toda esta invasión de novela negra escandinava. En mi opinión, muy superior literariamente hablando, tanto por su dominio técnico, como narrativo y de caracterización de los personajes, a muchas de ellas que venden centenares de miles de ejemplares. Tanto por su temática, como por su preocupación social, como por la creación de un personaje tan poliédrico como el de Bevilacqua, no puedo evitar hacer la comparación con el inspector Kurt Wallander. Y así mismo me resulta inevitable la comparación de Lorenzo Silva con el gran escritor Henning Mankell. Y esa similitud no se agota únicamente en los detalles dichos anteriormente sino que ambos personajes, y al menos esa es mi opinión, son unos evidentes  “alter egos” de sus propios autores. Un poco más adelante me detendré en un análisis más exhaustivo de la figura del Brigada Bevilacqua, auténtica alma mater de la novela.



Por seguir un orden coherente, empezaré por hablar del uso de su prosa, y por ende de su narrativa y de cómo va utilizándola a lo largo de la novela. Como ya comenté cuando hice la reseña de su anterior novela “Niños feroces”, Lorenzo Silva es un “orfebre” de la literatura, uno de los autores que mejor conoce este oficio de la escritura y que debería ser un autor de estudio para los jóvenes escritores. A lo largo del texto y dependiendo del momento y de la intención del autor las frases van modelándose. Voy a permitirme poner algunos ejemplos para aclarar a qué me refiero. En “la marca del meridiano” el autor hace coexistir frases largas, llenas de subordinaciones, con frases breves e incisivas, con una finalidad evidentemente rítmica dentro de la acción dramática, por ejemplo, nada más empezar la novela:


“Es la oscura ciencia acumulada por millones de mujeres desde el principio de los tiempos, frente a la culpa no menos sombría alimentada por millones de hombres desde más allá de lo que se guarda memoria. Porque un hombre siempre oculta algo, siempre lleva a cuestas algo que preferiría no haber hecho o dicho o sido, y una mujer siempre tiene un sexto sentido que le permite olérselo, y el descaro o la temeridad o lo que quiera que haga falta para exigirle que lo confiese. Porque los actos de los hombres son a veces como la espuma, que sube y baja con la misma facilidad, y sin demasiado motivo, mientras que los actos de las mujeres, que no por eso son menos perniciosos cuando toca, tienen que ver con algo que llevan agarrado al vientre y de lo que no abdican jamás, así las fusilen o las quemen en la hoguera”


En este fragmento se aprecian esos períodos largos, anidados unos dentro de los otros. Sin embargo, en este otro ejemplo, las frases son breves, cortas, perentorias.


“Nos fuimos directos a las habitaciones. Apenas entré en la mía, pasé al baño para cepillarme los dientes. Tras enjuagarme cometí el error de mirarme al espejo. Luego miré mi teléfono móvil, que había dejado sobre la repisa. No podía eludirlo y, por cansado que estuviera, tampoco podía demorarlo más. Marqué el número de Chamorro”.


 

Creo que con estos ejemplos se ve claramente cómo, de un modo casi cinematográfico el autor marca el tempo del relato a partir de la estructura de las frases. Por cierto, no me gustaría dejarme en el tintero, que, aparte de las historias que nos cuenta, resulta un placer leer sus novelas por la correctísima y exquisita puntuación de sus frases. Sin duda alguna es uno de los autores que mejor puntúa, ortográficamente hablando. Y qué decir de su exquisito uso de las figuras estilísticas, entre las decenas de ejemplos que abarrotan el texto, voy a citar una hermosísima doble antítesis (en estos pequeños detalles es dónde más se aprecia el valor artístico de un escritor):



“No podía olvidar que allí, bajo la cálida luz del Mediterráneo, que en tantos sentidos me recordaba la del Río de la Plata de mi niñez, era donde había conocido la felicidad y la desgracia, consecutiva y simultáneamente”.



Desde un punto de vista narrativo, y cómo corresponde a este tipo de relatos, Lorenzo Silva pone la voz narrativa en el propio personaje de Bevilacqua, pero no se trata de un narrador omnisciente que se anticipe a la propia narración. Más bien hablamos de un narrador, en primera persona y en presente, que “acompaña” el tiempo narrativo, ya que esto permite al autor una mayor libertad para buscar la subjetividad del protagonista, tan importante en la novela. Los diálogos que pueblan la novela son ágiles y con un alto componente de ironía y de un humor “inteligente” y, a veces, cáustico. Cuando leía la novela me recordaba, en cierto modo, a ese humor tan irónico de un gran maestro como es Eduardo Mendoza. Sin embargo en algunos momentos Lorenzo Silva sabe mostrarnos ese arrebatador romanticismo que subyace en ese personaje atormentado, tras esa concha endurecida por los golpes de la vida. Ruego al lector que repare en uno de los momentos, a mí modo de ver, más hermosos de la novela, cuando habla Vila (Bevilacqua) en la habitación del hotel con Chamorro. Y, por supuesto, en la escena en la trastienda de la cafetería.... Un prodigio de contención, emoción y belleza.



Como ya he comentado uno de los mayores aciertos de esta serie de novelas es la creación del personaje de Bevilacqua, en mi opinión un claro trasunto de su autor. Un hombre de vuelta ya de todo, con un cierto sarcasmo a la hora de enfrentarse a la vida. Lorenzo Silva a lo largo de la novela nos pone en su boca varias frases que creo que le definen bastante, tanto al personaje como su idiosincrasia.


“A mi edad y con mis cicatrices, me escuece que me metan goles, pero cuando el balón viene por la escuadra, fuerte y con efecto, sólo queda agacharse a recogerlo del fondo de la red”.

“En el camino de vuelta, desvencijado en el asiento trasero, me enfrenté como pude al desasosiego que había ido acumulando a lo largo del día. Había cometido el error de pedirle a Arnau que pusiera el CD de Serrat y, fatídicamente, acabó sonando aquella canción:
La vida y la muerte
bordada en la boca
tenía Merceditas
la del guardarropa.
Entonces lo recordé, todo. Y agradecí que una vez más la oscuridad de la noche sirviera para ocultar mis lágrimas de viejo caimán”.

“—Qué va. Me conoces, mitad monje y la otra mitad, monje también. Desengañado del mundo, vivo sólo para el servicio”.



Creo que con estos fragmentos, queda ya bastante caracterizado el personaje. Sé que muchos lectores no estarán de acuerdo con mi opinión, pero creo que “La marca del meridiano”, a pesar de tratarse de una novela claramente adscrita (y adscribible) al género de la novela negra, tienen un nihilismo y, por ende, una melancolía que desborda cada línea de sus páginas.



Hermoso dibujo también con el que Lorenzo Silva perfila de su contrafigura, la Sargento Chamorro. Ese contrapeso literario que contrabalancea y equilibra a ambos. Por así decirlo todo D. Quijote necesita su Sancho Panza. Esta comparación la he puesto premeditadamente para citar el hermoso homenaje que Lorenzo Silva hace del Inmortal Hidalgo en la novela (y no digo más...). Sin embargo el resto de los personajes, excepto alguna excepción, están apenas bosquejados, probablemente en pos de aquilatar más la acción de la novela, dentro de la bien engrasada maquinaria que representa este texto.



“La marca del meridiano” es una novela apegada a la realidad actual. A través de sus personajes Lorenzo Silva utiliza el escalpelo para diseccionar la sociedad actual y los males que la aquejan. Sus novelas no son, únicamente, para entretener y divertir, sino para darnos que pensar. Textos profundos que siempre nos abren la posibilidad de reflexionar sobre ellos. Como ya comenté, en algunos momentos me he reído leyendo la novela, pero después esa risa queda congelada por la carga de profundidad que el autor nos ha lanzado a la línea de flotación. Voy a citar un ejemplo al respecto.



“—Es un mando de los Mossos, con el que colaboramos Chamorro y yo la otra vez que estuvimos por aquí. Buen colega. Ahora es todavía más jefe, así que nos viene bien tener su contacto y su ayuda.
—¿Más jefe? —preguntó Chamorro.
—Intendente, nada menos. Ya sabes cómo va esto, en las autonomías no se cortan, corren el champán y los galones mientras nosotros racionamos el calimocho y trepamos penosamente por la escalilla”.



“La marca del meridiano” es una novela muy bien escrita y con mucho conocimiento tanto de la estructura  como de la dosificación de la acción. Sin duda una novela negra de calidad. Sin embargo, como comenté al principio de la reseña, tengo que advertir, en mi opinión algo que no me ha gustado. Y siento tener que decirlo pero, ante todo, mi obligación moral con todos los lectores que seguís este blog es, dentro del respeto a todos los autores, señalar tanto lo bueno, como lo menos bueno de las novelas que reseño. En este caso no me ha gustado que el autor, en cierto modo, ha jugado, por así decirlo, de un modo tramposo al final de la novela con “esa pieza del puzzle” que explica toda la investigación (lógicamente no puedo ser más claro para no reventarle a nadie la novela, pero estoy seguro que las personas que la lean entenderán a que me refiero con “esa pieza del puzzle”). Por otra parte me da la sensación que el caso no queda “bien rematado” lo que me da pie a pensar que la serie puede seguir tirando de ese hilo. Como comenté en su momento reseñando una novela de Camilla Lackberg, no me gusta esa técnica para excitar deseo del lector de la próxima entrega. Creo que Lorenzo Silva no necesita de esa técnica para que sigan leyéndole la legión de admiradores de su obra.



Por último me gustaría resalta, especialmente, el hermoso epílogo, donde el autor nos deja una memorable escena final de una belleza apabullante, todo un cántico a la nostalgia que “congela” el corazón.



Supongo que el perspicaz lector se habrá percatado de que no he querido entrar mucho en el fondo argumental de la novela. La razón obvia es que en una novela negra, lo mejor no es dar muchas pistas, lo mejor y más recomendable es leerla.


Antes de poner fin a esta larguísima reseña, creo que podría ser interesante referir todas las novelas de las serie, por si al hilo de esta reseña alguien prefiere adentrarse en esta “saga” siguiendo un orden cronológico.


-         El lejano país de los estanques (1998).
-         El alquimista impaciente (2000).
-         La niebla y la doncella (2002)
-         Nadie más que otro. Cuatro asuntos de Bevilacqua (2004).
-         La reina sin espejo (2005).
-         La estrategia del agua (2010).
-         La marca del meridiano (2012).


Tras releer la reseña, no puedo evitar sentir esa impotencia de no haber podido expresar todo lo que hubiese querido sobre esta magnífica novela, así como esa tristeza al ver tantos detalles que yacen en mi cuaderno de apuntes y que, como siempre por motivos de espacio, no podrán ver la luz.


Lo que de verdad me entristece es que el autor se llame Lorenzo Silva y no Gustaffson o Svenson o Eriksson, para que pueda tener el reconocimiento mundial que por su valía artística le corresponde. Desde aquí me gustaría reivindicar la novela negra española que tiene, como en el caso que nos ocupa, grandísimos autores que merece la pena leer y conocer. Y aprovecho para felicitar a Lorenzo Silva, en primer lugar, por esta magnifica novela y, subsidiariamente, por la concesión del Premio Planeta.



Dicho todo lo cual y atendiendo y valorando todo lo expuesto más arriba, conforme a mi conciencia y a modo de entender el arte literario, creo que la puntuación que haría más justicia a la novela “La marca del meridiano” ganadora del Premio Planeta 2012 del escritor madrileño Lorenzo Silva sería de un 8,50/10.

© Luis Alberto Cao

(Como ilustración de esta reseña os dejo una entrevista a Lorenzo Silva cuando publicó su novela "La estrategia del agua")





jueves, 8 de noviembre de 2012

La mujer es una isla. Auður Ava Ólafsdóttir


Título original: Rigning í nóvember (Lluvia en noviembre)
Autor: Auður Ava Ólafsdóttir
Traducción: Elías Portela
Editorial: Alfaguara
ISBN: . 9788420403199
Páginas: 304.
Fecha de publicación: 29 de agosto de 2012.



“Ningún hombre es una isla”.
John Donne (1572-1631)

“En el umbral de una nueva vida es importante
deshacerse de todo lo que pueda ser innecesario”
“Las flores crecen mejor con la mente vacía”.
(La mujer es una isla. Auður Ava Ólafsdóttir)



Antes de empezar con la reseña, propiamente dicha me gustaría  haceros, con toda confianza, un comentario. “La mujer es una isla” de la escritora islandesa Auður Ava Ólafsdóttir, es una novela que he tenido que leer un par de veces antes de “atreverme” a escribir la presente reseña. Tal vez, y en cierto modo, aún influido por el grato recuerdo que dejó en mí su magnífica novela anterior, “Rosa Candida”, que logró emocionarme por su sorprendente su belleza poética, así como por su novedoso estilo de narrar... Por ese motivo, tras una primera lectura que me dejó con esa indefinible sensación de desilusión, de tristeza al comprobar que las expectativas no era colmadas ni satisfechas, decidí darle una segunda oportunidad al texto, leyéndola una vez más, con ojos limpios, como si fuese una primera lectura... Sin embargo, y ya a modo de fijación de mi postura, creo que, en líneas generales, “La mujer es una isla” es una novela que, cuanto menos, queda lejos de su anterior y magnífica novela “Rosa Cándida”. Por supuesto que tanto en la literatura, como en la vida en general, no todo es blanco o es negro y, como intentaré analizar detenidamente más adelante, también he encontrado algunos detalles muy positivos que también merecen la pena destacarse.



Como suele ser habitual en todas mis reseñas y con la mejor intención de situar al eventual lector de estas líneas en el libro que vamos a analizar, creo que, sin duda, lo más adecuado y pertinente será pergeñar, eso sí, muy someramente una breve sinopsis argumental de la acción que tiene lugar en “La mujer es una isla” de Auður Ava Ólafsdóttir.



“La protagonista de esta pequeña gran historia es una mujer de treinta y tres años cuyo marido acaba de pedirle el divorcio. Decidida a dar un giro radical en su vida, y tras la profecía de una médium que le asegura que en una distancia de 300 kilómetros ganará la lotería y conocerá a tres hombres –uno de los cuales será el amor de su vida–, emprende un viaje siguiendo la ruta que rodea Islandia. No irá sola: Tumi, el hijo de una amiga en apuros, dos muñecos de peluche, y una caja de libros y de cedés la acompañarán en el camino”.



Fundamentalmente la narrativa de Auður Ava Ólafsdóttir nos resulta, en un primer momento, y cuanto menos, desconcertante, porque hablando con propiedad su prosa es, en mi opinión, mucho más descriptiva que narrativa. Sin duda alguna esa es una de las razones fundamentales de  por qué resulta tan poética, tan lírica, y en definitiva tan plástica. Pero ese uso tan descriptivo del lenguaje, por el contrario, nos produce la sensación de que la acción se ralentiza en exceso, en algunos momentos, distanciándonos constantemente de la acción principal. Por otra parte, y ya ciñéndonos más a la novela “La mujer es una isla” el argumento principal me ha parecido bastante endeble, y que sirve, únicamente, como sostén formal para permitir una profunda introspección sobre el personaje principal (del que por cierto en ningún momento la autora nos da su nombre). Es probable que está ausencia de identificación nominal de la protagonista tenga un valor simbólico que, probablemente, pretenda universalizar todos esos sentimientos.



Desde un punto de vista formal, la novela está estructurada en un capítulo cero y sesenta y cuatro pequeños capítulos, a modo de pequeñas microescenas. El capítulo cero, se narra en el tiempo real de la acción y los otros capítulos son retrospectivos, pero narrados en primera persona y en tiempo presente. Además, utilizando el tipo de letra en cursiva, va intercalando recuerdos de la niñez y juventud de la autora. Como ya el lector se irá dando cuenta estos cambios temporales (tanto de “tiempo narrativo”, como de “tiempo verbal”), provocan en el lector una cierta “inestabilidad” que, en algunos momentos, consiguen desorientarlo.



Respecto a los personajes, no han acabado de convencerme y me han parecido bastante burdos y toscos en su diseño. Por ejemplo el dibujo de la amiga de la protagonista, Auður, que ha su vez es la madre de Tumi, me ha parecido lineal, falto de vida y con una coherencia bastante discutible. El resto de los personajes, especialmente los masculinos, están, prácticamente, nada más que bosquejados, pero sin ninguna profundidad y, mucho menos, con una desarrollo dramático lo largo de la novela. El caso del personaje de Tumi, ese niño de 4 años sordomudo y con una grave deficiencia visual, merece una especial mención. Como ya comenté en la reseña de otra novela (“El lector de Julio Verne” de Almudena Grandes), nos encontramos de nuevo con un niño de 4 años que, sobre todo al final de la novela, va a razonar, hablar y pensar como un adulto. Y esa “exagerada maduración” de un niño es algo que siempre me ha distanciado mucho, por su inverosimilitud.

Sin embargo, tampoco sería justo si no reconociese que Auður Ava Ólafsdóttir, tiene una sensibilidad especial para transmitir esos sentimientos de soledad, de melancolía, de desapego... que abundan en sus novelas (incluida su Rosa Candida). En todas sus obras vemos cómo pesa en los personajes la dureza del clima y del paisaje de su Islandia natal. Tengo que reconocer, por cierto, que siempre me he sentido muy atraído por Islandia y espero que, algún día, pueda ir a conocerla.



En “La mujer es una isla” la autora diseccionará las relaciones de pareja y su agotamiento con el paso del tiempo. Y, justo es reconocerlo, en algunos momentos con una lucidez y una expresión realmente notable. Voy a permitirme, para que el lector se haga una idea, transcribir un par de fragmentos en el que Auður Ava Ólafsdóttir reflexionará, en voz alta, sobre este particular:



“Además, el mundo está repleto de niños, los coches de las carreteras del país no están más que llenos de niños, lo sé muy bien. En cada estación de servicio los padres jóvenes juntan tres, cuatro hijos por debajo de la edad escolar en el coche.(...) Los padres están cansados, no hablan entre ellos, no se ponen de acuerdo, no admiran las flores del epilobio ártico, ni el glaciar por culpa de los niños, que se marean en coche. Luego se pierden en el bosquecillo del camping y resulta imposible ponerse a consultar el diccionario de sinónimos en la entrada de la tienda de campaña porque hay que estar siempre de guardia, me imagino. Algunos de nuestros amigos no han dormido una noche entera en años; no pueden hacerlo a no ser que sea con prisas de cuando en cuando. Ya no se besan ni siquiera cuando van a buscar al otro al trabajo sino que cada uno vuelve la vista a un lado y miran por la ventanilla del coche. Lo sé muy bien, lo he visto muy bien. Hay muy pocos matrimonios que sobreviven a tener hijos”.



“—Una de las cosas que indican que una relación va mal es cuando las parejas sienten que deberían tener hijos juntos”.



Sin duda, como ya comenté un poco más arriba, el argumento de la novela resulta bastante descabellado, como por ejemplo lo de la lotería, lo de los amantes que encuentra, etc... Y ese es, sin duda alguna, el principal defecto que le achaco a esta novela que su estructura es tan endeble que, prácticamente, la hace insostenible. Me resulta difícil de entender cómo se produce la ruptura con su marido y la actitud que adopta ella respecto a esa separación... (no digo más para no reventarla, pero cuando el lector lo lea comprenderá a qué me refiero. Todo ello, unido, explica esa sensación tan desasosegante y agridulce que tuve después de ambas lecturas.



Tengo que reconocer que tampoco ayuda la versión castellana que, en mi opinión adolece de bastantes defectos que, aún más, complican la lectura. Las personas que siguen habitualmente este blog saben que siempre me he mostrado intransigente con las malas ediciones que tanto daño hacen a una novela. Resulta inconcebible que en grandes y prestigiosas editoriales, a veces, se deslicen una ediciones en lengua castellana tan poco cuidadas. Entre tantísimos ejemplos solamente voy a citar uno, como muestra de a qué me refiero.



“El hotel Sand  fue construido en un tiempo récord al estilo del salvaje Oeste, ya que viene a la luz (sic) (??) que tiene un modelo exacto al Oeste de Texas, con toda seguridad el modelo es trescientas habitaciones más grande”.



Estoy convencido de que si Auður Ava Ólafsdóttir no hubiese escrito “Rosa Candida” muy probablemente mi opinión sobre esta novela hubiese sido otra. Pero, por desgracia, “La mujer es una isla” no resiste, de ninguna manera, la comparación con su anterior novela. Por último y llegando a la fase del comentario de la reseña me gustaría volver a reflexionar, como ya he comentado al respecto de otras novelas, sobre el tema de los autores que después de una obra magistral vuelven a publicar otra novela, claramente inferior. No hace mucho comentaba este tema reseñando la novela de María Dueñas “Misión Olvido”. Y me reafirmo en la opinión que expresaba. Si yo hubiese tenido el talento y la fortuna de escribir una gran novela (como “El mundo entre costuras” o “Rosa Candida”) a no ser que estuviese muy seguro de que mi próxima novela no alcanzase un nivel similar a la primera yo, personalmente, preferiría no publicar más.



A modo de resumen, creo que “La mujer es una isla” de Auður Ava Ólafsdóttir, es una novela diferente, con un ritmo demasiado descriptivo que puede resulta demasiado lento y una estructura argumental bastante pobre. Como decía en el párrafo anterior creo que esta novela es un paso atrás en la producción de la autora y, además, tengo que reconocer que me ha desilusionado bastante, dadas las expectativas que generó en mí su anterior novela.



Dicho todo lo cual y teniendo en consideración todo ello, he intentando ser lo más fiel posible a mi conciencia y a mi modo de entender el arte literario, creo que la puntuación más ajustada para valorar “La mujer es una isla” de la escritora islandesa Auður Ava Ólafsdóttir sería de un 6,00/10.

© Luis Alberto Cao

(Os dejo como ilustración un bonito video de un país tan maravilloso como Islandia)