sábado, 6 de julio de 2019

Largo pétalo de mar. Isabel Allende

Título original: Largo pétalo de mar.
Autor: Isabel Allende.
Editorial: Plaza & Janés.
ISBN: 9788401022418
Páginas: 384.
Fecha de publicación: Mayo de 2019.
Precio: 22,90 €.



“Patria es donde están nuestros muertos”

“No se puede cambiar el pasado, pero tal vez se pueden ir eliminando los peores recuerdos…”

“Esta gente ha sufrido mucho, señores. Son personas de buena moral, ordenados y respetuosos, vienen a su país dispuestos a trabajar y rehacer sus vidas”
(Largo pétalo de mar: Isabel Allende)


“Oh Chile, largo pétalo

de mar y vino y nieve,
ay cuándo
ay cuándo y cuándo
ay cuándo
me encontraré contigo,
enrollarás tu cinta
de espuma blanca y negra en mi cintura,
desencadenaré mi poesía
sobre tu territorio”.
(Cuándo de Chile. Pablo Neruda)



“Largo pétalo de mar” es la última novela publicada por la gran escritora chilena Isabel Allende y, como intentaré desarrollar, de un modo lo más minucioso y didáctico posible a lo largo de este análisis literario, ya desde su propio título, extraído de este célebre poema de Pablo Neruda, transcrito más arriba, nos sugerirá algunas pistas sobre las intenciones literarias y estéticas de la autora a la hora de abordar la redacción de esta novela.


He reflexionado mucho, antes de sentarme ante el ordenador para escribir este análisis, a la hora de enfocar esta crítica y cómo expresar la ambivalencia de sensaciones que han quedado en mi paladar tras su lectura atenta y pausada. Mi impresión general, a bote pronto y antes de entrar en el estudio propiamente más exhaustivo y prolijo, es que “Largo pétalo de mar” me ha resultado una novela interesante por momentos (algunos francamente buenos) entreverada por otros que, tratándose de una artista del talento y oficio de Isabel Allende, me han parecido deslavazados, anodinos e, incluso, impropios de su talento artístico. Digamos, pues, que, a modo de marco general de esta crítica, “Largo pétalo de mar” me ha parecido una novela desigual que, a pesar de manejar una temática tan interesante, desde un punto de vista narrativo, no consigue, en mi modesta opinión, sacarle, a lo largo de toda la novela (e insisto en la idea de en “toda la novela”) todo el jugo que a priori podía ofrecer. En cualquier caso, a lo largo de esta crítica, intentaré desmenuzar y argumentar el porqué de esta opinión.


Dicho lo cual y por seguir una exposición ordenada y metodológica, creo que lo más adecuado en este momento será, como viene siendo habitual, pergeñar una breve sinopsis argumental que sitúe al lector de estas líneas, de alguna manera, en el objeto de este análisis literario. Para este fin, utilizaremos la reseña que la propia editorial Plaza&Janés (a la que aprovecho a felicitar por la impecable edición de este libro) ha preparado a este efecto.


“En plena Guerra Civil española, el joven médico Víctor Dalmau, junto a su amiga pianista Roser Bruguera, se ven obligados a abandonar Barcelona, exiliarse y cruzar los Pirineos rumbo a Francia. A bordo del Winnipeg, un navío fletado por el poeta Pablo Neruda que llevó a más de dos mil españoles rumbo a Valparaíso, embarcarán en busca de la paz y la libertad que no tuvieron en su país. Recibidos como héroes en Chile -ese «largo pétalo de mar y nieve», en palabras del poeta chileno-, se integrarán en la vida social del país durante varias décadas hasta el golpe de Estado que derrocó al doctor Salvador Allende, amigo de Víctor por su común afición al ajedrez. Víctor y Roser se encontrarán nuevamente desarraigados, pero como dice la autora: «si uno vive lo suficiente, todos los círculos se cierran».

Un viaje a través de la historia del siglo XX de la mano de unos personajes inolvidables que descubrirán que en una sola vida caben muchas vidas y que, a veces, lo difícil no es huir sino volver.


Para mí, sentarme ante el ordenador para escribir una reseña, siempre me ha resultado una gran responsabilidad, fundamentalmente con mi conciencia y, cómo no, por el respeto que tengo a todas las personas que me seguís y, por supuesto, a los autores. Bajo estas premisas, sin duda necesarias de volver a recordar una vez más, en esta novela me he encontrado en ese dilema, en esa dicotomía, entre mi realidad como crítico literario que se dedica al análisis frío, científico y desapasionado de una obra narrativa y como lector, como simple enamorado y amante de la literatura. En el caso de “Largo pétalo de mar” como simple lector me ha parecido una novela interesante y entretenida y con una materia prima (la temática) que ya, de entrada, la hace muy apetecible. Sin embargo al juzgarla bajo el prisma desapasionado del “científico” no puedo dejar de apreciar que, en mi opinión, se trata de una novela muy desigual, en el sentido del ritmo literario interno que, por otra parte, aúna instantes soberbios, tanto de narrativa como de caracterización de personajes, con otros francamente “impropios”. No voy a explayarme mucho en estos particulares porque, como siempre digo, no pretendo “reventar” la novela y lo que deseo es fomentar el amor a la lectura y, por supuesto, la lectura de este libro que si buscáis el placer de la lectura, estoy seguro que, como me pasa a mí, lo disfrutaréis.


“Largo pétalo de mar” es una novela que narra, linealmente, una historia que abarca un arco temporal de casi 60 años. La autora, con toda consciencia, pone el punto de vista narrativo en una voz en tercera persona omnisciente. Aprovecho este momento para explicar el concepto de omnisciente que muchos de vosotros me habéis consultado a través del correo electrónico. Cuando utilizamos el termino omnisciente (para los amigos seguidores del blog amantes de las etimología viene de la latín “Omnis” todo y “sciens, -entis” que sabe) queremos  expresar que el narrador, de alguna manera, se sitúa “por encima” de la propia narración. Esto es, tiene un grado de conocimiento superior. Pondré un ejemplo de la novela para intentar aclarar este concepto tan utilizado en el análisis literario.


“El ajedrez sería el fundamento de la amistad entre los dos hombres, que determinaría el segundo exilio de Víctor Dalmau”.


Como se puede apreciar en el ejemplo transcrito el narrador ya sabe lo que ocurrirá en un plano temporal muy posterior a los hechos expuestos en el momento del presente narrativo. Por otra parte Isabel Allende nos plantea un texto en el que no aparece excesivo diálogo, centrándose más en poner el peso de la narración en la figura del narrador. Este planteamiento de la autora, evidentemente hecho con una finalidad artística y estilística,  ya nos da una pista de su “intención literaria” a la hora de narrar este relato.


Isabel Allende siempre ha sido una autora muy elegante a la hora de escribir. Esta aseveración se puede corroborar a lo largo de toda su producción literaria. En el caso que nos ocupa hay algunos ejemplos que nos muestran esta elegancia antes citada. Voy a transcribir un fragmento en el que Isabel Allende nos ofrece una hermosa elipsis narrativa que en su belleza, tamizada por ese velo del pudor, nos ofrece mucho más de lo que oculta.



“La llevó a un hotel modesto, aunque no podía permitirse ese gasto, y ella volvió a Viña del Mar cerca de la medianoche, cuando sus padres estaban a punto de notificar su desaparición a los carabineros. El chófer, debidamente sobornado, dijo que habían pinchado un caucho por el camino”.


Sin duda uno de los aspectos insoslayables a la hora de analizar esta novela es el uso de los personajes. Es precisamente en esta faceta donde Isabel Allende es más reconocible a lo largo de toda su obra narrativa. Basta leer cualquiera de sus novelas con atención e interés crítico para descubrir ese nexo común que une, más bien diría ata, a todos sus personajes. Allende es una escritora de grandes personajes femeninos, fuertes y que portan esa gran fuerza “redentora” y telúrica que hace palidecer a todos los personajes masculinos. En este caso, fiel a toda su obra narrativa, los personajes a modo de novela bizantina desaparecerán y volverán a aparecer inopinadamente para ir tejiendo las vidas y los destinos de todos ellos. Me gustaría señalar, para la consideración del atento lector de la novela, la caracterización del personaje de Juana que para los que ya conocéis otras obras de la autora veréis que aparece en esencia en muchísimas de sus novelas. Voy a transcribir la descripción del personaje que nos hace la autora y veréis como enseguida os traerá a la memoria a otros personajes de su universo narrativo.


“Juana Nancucheo, mestiza de criollo e indígena mapuche del sur profundo, de edad difícil de adivinar, baja de estatura y sólida como los troncos antiguos de sus bosques nativos, de trenza larga y piel cetrina, ruda de modales y fiel por hábito, estaba al mando de la administración doméstica desde tiempos inmemoriales. Dirigía con gesto adusto a las tres mucamas, la cocinera, la lavandera, el jardinero y el hombre que enceraba los pisos, acarreaba la leña y el carbón, cuidaba a las gallinas y realizaba las tareas pesadas; nadie recordaba su nombre, era simplemente «el hombrecito de los mandados». El único libre de la vigilancia de Juana era el chófer, que vivía en los altos del garaje y dependía directamente de los patrones, aunque, según ella, eso se prestaba para mucho abuso; lo tenía en la mira, no era de fiar, metía mujeres en su pieza, estaba segura. «En esta casa sobra personal doméstico», solía opinar Isidro del Solar. «¿A quién piensa echar pues, patrón?», lo atajaba ella. «A nadie, lo digo por decir», se retractaba él de inmediato. «Algo de razón ha de tener», admitía Juana para sus adentros”.


A pesar de que Isabel Allende nos propone en “Largo pétalo de mar” un tema descarnado e hiperrealista como el del exilio, no por eso podemos dejar de adivinar ese “realismo mágico” tan habitual en sus obras. Desfilarán, de nuevo, esa serie de “monotemas” que se desplazan de un libro a otro dentro de su bibliografía: los grandes y poderosos clanes familiares, la predestinación de sus personajes, ese contraste tan brutal entre la vida y la muerte que sobrevuela constantemente su narrativa, así como la maldad intrínseca del ser humano que, en esta novela, es uno de los “leitmotifs” pugnando por abrirse paso entre la vida y la muerte. A continuación os transcribo un triste y desgarrador momento que ejemplifica esa maldad intrínseca del ser humano.


Fue la vecina la que denunció a Víctor Dalmau, la misma mujer que dos años antes le pidió que se valiera de su amistad con el presidente para colocar a su hijo en el cuerpo de carabineros, la misma a quien le instaló un par de válvulas en el corazón, la misma que intercambiaba azúcar y arroz con Roser, la misma que asistió compungida al velorio de Carme. Lo arrestaron en el hospital. Tres hombres sin uniforme, que no se identificaron, fueron a buscarlo cuando estaba en el quirófano, pero tuvieron la decencia de esperar a que terminara de operar. «Acompáñenos, doctor, es una gestión de rutina», le ordenaron en tono firme. En la calle lo empujaron dentro de un automóvil negro, lo esposaron y le vendaron los ojos. El primer puñetazo le cayó en el estómago”.


Otro de los puntos ineludibles a la hora de estudiar esta novela, desde un punto de vista más filológico, es la hermosa y ubérrima prosa que la autora nos muestra en su novela. Para mí, como filólogo, es un placer disfrutar de su riqueza léxica con tanto aroma y sabor al castellano hablado allende los mares. Una prosa que apela a los colores, a los sabores y que nos transporta a aquella naturaleza desbordante del nuevo mundo. Isabel Allende también hará uso de las músicas y de los sonidos para enriquecer sensorialmente el texto.


“A veces le entregaba un fajo grueso de varias cartas amarradas con un cordel. Siempre había alguna de la madre y el hermano de Guillem, pero la mayoría eran de Roser, que le escribía a diario uno o dos párrafos, hasta juntar un par de páginas, que metía en un sobre y lo llevaba al correo militar canturreando la más popular canción de los milicianos: «Si me quieres escribir, / ya sabes mi paradero: / Tercera Brigada Mixta, / primera línea de fuego»”


Al final de esta reseña, y para ilustrar este análisis colgaré un video con esta canción citada por la autora, en este caso será en la interpretación de la gran cantante catalana Marina Rossell una de las voces más hermosas de la actualidad.


Repasando mi cuaderno de notas, repleto de decenas de anotaciones que me ha sugerido el estudio de esta novela, no puedo evitar el desánimo de ver que muchas de ellas no van a poder ver la luz por no extenderme mucho más en esta crítica. Si me gustaría terminar esta parte del análisis con un hermoso fragmento, que a mí personalmente, me ha parecido extraordinario


“Las condiciones seguían siendo inhumanas, pero al menos fue pasando lo más crudo del invierno. Los prisioneros se organizaron para sobrevivir sin enloquecer. Hacían mítines revolucionarios, divididos en partidos políticos, como durante la guerra. Cantaban, leían lo que les caía en las manos, alfabetizaban a quienes lo necesitaban, publicaban un periódico —una hoja escrita a mano que circulaba de un lector a otro— e intentaban preservar la dignidad cortándose el pelo y quitándose los piojos mutuamente, lavándose y lavando la ropa en el agua helada del mar. Dividieron el campo en calles con nombres poéticos, crearon el delirio de plazas y ramblas como las de Barcelona en la arena y el lodo, inventaron la ilusión de una orquesta sin instrumentos para tocar música clásica y popular y de restaurantes de comida invisible, que los cocineros describían en detalle y los demás saboreaban a ojos cerrados. Con el poco material que lograban conseguir levantaron cobertizos, barracones y chabolas. Vivían pendientes de las noticias del mundo, que estaba al borde de otra guerra, y de la posibilidad de salir en libertad. Algunos, los mejor preparados, solían ser empleados en el campo o en la industria, pero la mayoría antes de ser soldados habían sido labriegos, leñadores, pastores, pescadores, en fin, carecían de un oficio útil en Francia. Soportaban la presión constante de las autoridades para ser repatriados y en algunos casos los llevaban a la frontera española engañados”.


Finalmente, y a modo de resumen, me gustaría dejar constancia que “Largo de pétalo de mar” es una novela interesante de lectura amena y recomendable. Pero, eso sí, siendo fiel a mi conciencia y como crítico literario creo, con la mano en el corazón, que esta no es, sin duda alguna, una de las mejores novelas de la autora porque, como esbocé al principio de esta reseña, me ha parecido una novela desigual en la que alterna grandes momentos narrativo con largos fragmentos de una calidad bastante inferior que parecen, esa es mi opinión, escritos como de puntillas con una cierta atonía. Es evidente que, en cualquier caso, todo esto no resta un ápice a su talento y reconocimiento porque como ya comenté más arriba Isabel Allende es un autora con un sello narrativo propio que la hace siempre reconocible en todas y cada una de sus novelas.


Dicho todo lo cual y teniendo en cuenta todo lo expuesto más arriba e intentando ser lo más fiel posible a mi conciencia y a modo de entender el arte de la literatura, creo que la puntuación que más justicia haría a “Largo pétalo de mar” de la escritora chilena, limeña de nacimiento, Isabel Allende sería de un 7,00/10.

© Luis Alberto Cao


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