Título original: Rien ne s`oppose à la nuit.
Autor: Delphine de Vigan.
Traducción: Juan
Carlos Durán Romero.
Editorial: Anagrama.
Colección: Panorama de Narrativas.
ISBN: 978-84-339-7842-4
Páginas: 376.
Año de edición: 2012.
“Mi madre estaba azul, de un azul pálido mezclado con ceniza, las manos
extrañamente más oscuras que el rostro, cuando la encontré en su casa esa
mañana de enero. Las manos como manchadas de tinta en los nudillos de las
falanges.
Mi madre llevaba varios días muerta.
Ignoro cuántos segundos, quizá minutos, necesité para
comprenderlo, a pesar de lo evidente de la situación (mi madre estaba echada en
su cama y no respondía a ninguna señal), un tiempo muy largo, torpe y febril,
hasta el grito que salió de mis pulmones, como tras varios minutos de apnea.
Todavía hoy, más de dos años después, sigue siendo para mí un misterio,
¿mediante qué mecanismo pudo mi cerebro mantener tan alejada de él la
percepción del cuerpo de mi madre, y sobre todo de su olor?, ¿cómo pudo tardar
tanto tiempo en aceptar la información que yacía ante él? No es el único
interrogante que me dejó su muerte”
(“Nada se opone a la noche” (comienzo de la
novela). Delphine de Vigan)
“Nada se opone a la noche” de la escritora francesa Delphine de Vigan, se
ha convertido en su país natal en todo un fenómeno editorial, poniendo
unánimemente de acuerdo a la crítica especializada y al gran público. Novela
acreedora de varios galardones en Francia como: El Premio de Novela Fnac, el Premio de
novela de las Televisiones Francesas, el Premio Renaudot de los Institutos de
Francia, el Gran Premio de las Lectoras Elle y el Gran Premio de La Heroína
Madame Figaro. Con estas cartas de presentación, y dada su acogida en España tras
su publicación por la editorial Anagrama, me siento ante el ordenador para
escribir la reseña y el minucioso análisis que me ha sugerido la atenta y
reflexiva lectura de esta novela. En primer lugar, como suele ser habitual, y
con objeto de enmarcar el sentido general
de la reseña, me gustaría precisar que “Nada se opone a la noche” es una
hermosa novela, intimista, contenida, pero, a su vez, llena de sentimientos a
flor de piel y que, por otra parte, va a ahondar en un certero estudio acerca del propio acto creativo, en los resortes
que desencadenan la concepción de una obra literaria en la mente del escritor.
Dicho lo cual tengo que reconocer, sin ambages ni paliativos, que “Nada se
opone a la noche” me ha gustado y que
ha conseguido conmoverme y emocionarme, a partes iguales, con esta historia
sencilla de una familia, como cualquier otra, y cómo la autora, a modo de
expiación indaga en su pasado para encontrar la paz y el perdón consigo misma.
Existen muchos
tipos de novelas, tanto por su variada temática como por la intención que pone
el autor al escribirla, en el caso de “Nada se opone a la noche”, me atrevería
a definirla como una novela que, al menos a mí personalmente, me ha producido
dolor y sufrimiento en algunos momentos, obviamente no por su calidad literaria,
sino por ese amargo y sordo dolor que destilan sus páginas. En este caso, en
esta novela de tintes autobiográficos, veremos, una vez más, que la realidad
desborda la ficción y que a lo largo del texto palpita esa inefable emoción de
la verdad, de esa mirada a nuestro pasado y a todas esas cosas a las que
quisiéramos volver, para no cometer los errores que cometimos, para poder decir
aquella palabra que murió en nuestra garganta, para poder dar lo que hubiésemos
querido y no nos atrevimos, en definitiva, y por definirlo con un sustantivo
sería nostalgia. “Nada se opone a la noche” es un canto a la nostalgia.
Dada la gran
capacidad de evocación que ha tenido esta novela sobre mí, y para intentar
aquilatar y sistematizar la presente reseña voy a comenzarla con un minucioso
análisis de la novela en sí, particularizando este análisis en el texto, desde
un punto de vista literario, formal y estilístico para, posteriormente, y ya en
la parte más propia del comentario, explayarme con alguna de las muchas consideraciones
que me ha sugerido la lectura de “Nada se opone a la noche” y que me gustaría
compartir con todos vosotros.
Dicho todo lo
cual, y para entrar ya, sin más preámbulos, en materia, creo que lo más
conveniente para contextualizar y situar al eventual lector de estas páginas,
en el trasfondo de la novela objeto de esta reseña, será pergeñar, aunque sea
someramente, la sinopsis argumental de “Nada se opone a la noche” de la
escritora francesa Delphine de Vigan. En este caso la recensión publicada por
la editorial Anagrama, cumple más que sobradamente con los fines que persigo
por lo que me limitaré a trascribirla literalmente.
“Después de encontrar a su madre muerta en
misteriosas circunstancias, Delphine de Vigan se convierte en una sagaz detective
dispuesta a reconstruir la vida de la desaparecida. Los cientos de fotografías
tomadas durante años, la crónica del abuelo de Delphine, registrada en cintas
de casete, las vacaciones de la familia filmadas en súper ocho o las
conversaciones mantenidas por la escritora con sus hermanos son los materiales
de los que se nutre la memoria. Nos hallamos ante una espléndida y
sobrecogedora crónica familiar, pero también ante una reflexión sobre la
«verdad» de la escritura, porque son muchas las versiones de una misma historia
y narrar implica elegir una de esas versiones y una manera de contarla. Y esta
elección a veces es dolorosa, porque en el viaje de la cronista al pasado de su
familia irán aflorando los secretos más oscuros”.
Uno de los grandes méritos de “Nada se opone a la noche”,
aparte de muchos otros que intentaré ir analizando, es que desde el primer momento de la novela ya sabemos
exactamente qué es lo que va a ocurrir. De hecho, al comienzo de la reseña he
citado los primeros párrafos de la novela, con los que, propiamente, también
terminará. Por lo tanto, uno de los pilares fundamentales sobre los que se
asienta la literatura, la linealidad de una relato con un esquema al uso de
presentación-nudo-desenlace, en esta novela ha quedado derruido. Entonces, ¿por
qué está novela me ha resultado tan interesante? Fundamentalmente no por el
desarrollo de lo que cuenta, sino por la manera (por la técnica) como nos lo va
a contar, implicándonos en la novela y haciéndonos empatizar con su personaje
(su “yo” narrativo).
“Nada se opone a la noche” está
estructurada en tres grandes partes, que corresponde a tres períodos narrativos
diferentes. Aunque en mi opinión, de un modo implícito, porque no aparece como
tal, en la primera parte va incluido un prólogo que marcará el punto de
partida, y a su vez, el punto de llegada de la novela, que es el descubrimiento
del cadáver de su madre por parte de la autora. La primera parte abarcaría toda
la infancia y juventud de “Lucile” dentro de una familia numerosa golpeada por
diversas tragedias. La segunda parte representaría los recuerdos de niñez de la
autora y de la soledad y el desamparo sentimental, por parte de su madre, que
ella siente. Y, por último, la tercera parte sería a partir del nacimiento de
los hijos de la autora. Si nos detenemos un poco en esta estructuración
narrativa, veremos que, con toda seguridad ha sido muy meditada por la autora,
va subrayando en la narración de esta historia de un suicidio “anunciado”, cada
una de las partes por nacimientos produciendo un fuerte contraste dramático y
estilístico.
La novela está narrada en primera
persona por la autora, como no podía ser menos tratándose de una obra, por así
decirlo, “autobiográfica”. En el que Delphine de Vigan consigue tomar distancia
respecto a sus personajes y no dejarse
arrastrar por la emoción de la historia que nos está narrando. Especialmente me
ha interesado, como comenté al principio de esta reseña, todo lo relativo a ese
“itinerario” por el que el escritor procesa todo ese material y lo convierte en
literatura, en arte a la postre. Sus dudas, las dificultades por las que se
enfrenta un autor a la hora de escribir, los bloqueos creativos, la tensión
nerviosa que le atenaza... Sin duda alguna, creo que este libro, como pocos,
nos acerca a ese “misterio” de la creación literaria, esa lucha titánica en la
que los autores se ven inmersos al tener que enfrentarse consigo mismo o, como
en este caso, con el dolor de los recuerdos que, a través de la literatura,
conseguirá canalizarlos, exorcizarlos y darles un vía de escape. Voy a
transcribir un par de ejemplos de todo ese “itinerario” creativo del escritor,
tal y como nos lo cuenta la propia autora.
“Hoy sé el estado de tensión
particular en el que me hunde esta escritura, lo mucho que me cuestiona, me
perturba, me agota, en una palabra, me cuesta, en el sentido físico del
término. Posiblemente tenía ganas de rendir homenaje a Lucile, regalarle un
ataúd de papel —pues me parece el más hermoso de todos— y el destino de un
personaje. Pero también sé que a través de la escritura busco el origen de su
sufrimiento, como si existiese un momento preciso en el que el núcleo de su
persona hubiese sido mellado de forma definitiva e irreparable, y no puedo
ignorar hasta qué punto esta búsqueda, no contenta con ser difícil, es vana”.
“Escribo de Lucile con mis ojos de
niña que creció demasiado deprisa, escribo ese misterio que siempre fue ella
para mí, a la vez tan presente y tan lejana, ella, que, desde que cumplí diez
años, nunca más me cogió en brazos”.
Si profundizamos un poco más en el
estudio de la novela, desde un punto de vista de su estructura estilística,
repararemos, en primer lugar, del uso que hace la autora, fundamentalmente, de
los tiempos verbales y su significado dentro de la novela. Este estudio
filológico, tan interesante, sería realmente prolijo y, por lo tanto, alejado
del sentido de una reseña literaria. Pero sí me gustaría bosquejar, por
curiosidad, por si a algún lector le interesase profundizar en este aspecto,
que fundamentalmente la autora utiliza los verbos en pretérito perfecto simple
y en imperfecto, pero sin embargo en algunos momentos utiliza el presente, con
todo esa intención y valor simbólico que esto le confiere. Pondré un ejemplo,
en el que a partir de una nota que deja su madre, da pie a que Delphine nos
narre su evocación en tiempo presente (véase que al utilizar el tiempo presente
la narración se intensifica y enfatiza, notablemente, desde un punto de vista
dramático)
“El texto
empieza con estas palabras:
Ese año, en
noviembre, cumplí treinta y tres años. Un año algo doloroso, lo pienso por poco
supersticioso que sea uno. Soy una hermosa mujer salvo por mis dientes
podridos, lo que en cierta forma me gusta e incluso a veces me hace reír. He
querido dejar constancia de la muerte latente.
Lucile cuenta después los días que preceden a la crisis. Llora
sola por la calle, en una tienda china, después en las Galerías Lafayette,
compra un piano en la calle Vivienne, después toda clase de objetos y ropa que
no van con ella. Más tarde, se encuentra en la consulta de Lacan, a quien días
antes ha enviado una carta, exigiendo verle. Cuando la secretaria le anuncia
que no la recibirá, Lucile pide descansar un momento en la sala de espera.
Cuando el psicoanalista sale de su despacho y se inquieta por su presencia, se
abalanza sobre él y le arranca las gafas gritando: «¡Le he pillado, le he
pillado!» Lacan la golpea en la cara, la secretaria consigue inmovilizarla en
el suelo, y acto seguido la echan entre los dos, sin ningún tipo de
asistencia”.
Otro punto interesante de la escritura
de Delphine de Vigan en esta novela, es cómo va variando, conforme va a
avanzado la novela la sintaxis de las frases se va haciendo más somera, más
desposeída de subordinaciones y complementos, como si fuese desprendiéndose de
todo lo que podría sobrar a la frase. Evidentemente todo esta “economía
lingüística” va buscando una finalidad claramente expresiva que a mí,
particularmente, me ha resultado francamente interesante. La autora no sólo va
desarrollando el fondo de la novela sino que la propia forma de la novela, las
palabras, van acompasando ese desarrollo. Siempre que entro en todos estos
detalles filológicos lo hago con la prevención lógica de que no estamos leyendo
la novela en su lengua original. Pero todo esto lo comentó suponiendo el buen
hacer del traductor Juan Carlos Durán Romero, que por otra parte, creo que ha
hecho una traducción bastante correcta. De ahí uno de mis caballos de batalla
habituales acerca de la importancia de una buena traducción y de la labor del
traductor. Por eso, sobre todo cuando leemos grandes novelas de la literatura
universal, como por ejemplo Madame Bovary, ya que estamos analizando la novela
de una autora en lengua francesa, es imprescindible leer una buena traducción.
En este caso, aprovecharía para recomendar la magnífica e intemporal traducción
que la escritora Carmen Martín Gaite hace de la inmortal obra de Gustave
Flaubert..
No sería justo, por otra parte, si no
destacase también que, en medio de todo este dolor, la autora nos escribe con
una prosa, en algunos momentos, de una gran belleza lírica, no me resisto a
poner un ejemplo de esa prosa llena de imágenes y de recursos poéticos
“A veces Lucile se preguntaba si
habría un límite en la fecundidad de su madre, si su vientre podría entonces
llenarse y vaciarse sin fin, y producir bebés rosados y suaves a los que Liane
devoraba con su risa y sus besos”.
Delphine de Vigan, como comenté más
arriba “lucha” denodadamente por mantener la independencia de sus personajes y
no llevárselos a su terreno. La autora se ha documentado profusamente y por
varias fuentes y no quiere, hasta donde sea posible, contarnos su visión de la
historia, pretende contarnos la verdad de lo que ocurrió y desde un punto de vista
lo más desapasionado posible. Un ejemplo claro de este distanciamiento que se
impone la autora a la hora de escribir, se ve muy bien en la manera en que se
refiere a su madre. A lo largo de toda la novela Delphine de Vigan siempre se
referirá a su madre por su nombre de pila, Lucile, en ningún momento hará una
alusión explicita a su parentesco (mi madre, mamá, etc). La creación, o mejor
dicho “recreación”, de los personajes es magistral. Por supuesto se lleva la
palma el personaje de Lucile (la madre de la autora) que esta dibujada con un
trazo exquisito que nos permite sumergirnos en esa mujer con una grave enfermad
mental y que intenta luchar contra esa lacra familiar que ha golpeado,
inmisericorde, a varios miembros. En la parte del comentario me detendré un
poco sobre este tema de la enfermedad familiar. Soberbia igualmente la
caracterización de los personajes de George y Liane (los padres de Lucile) y
cómo la autora nos muestra su evolución y deterioro. Pero sobre todo me
gustaría destacar cómo la autora nos describe ese sentimiento, latente en todas
sus páginas, de soledad y de abandono, de dolor y desvalimiento, de silencios y
de sentimientos no verbalizados que anega toda la novela y que conduce a un
final que, a buen seguro, va a conseguir emocionaros....
No puedo evitar sentir impotencia, al
ver todas las notas que se acumulan en mi cuaderno de apuntes y que, por
desgracia, van a quedar inéditas. Al menos he intentado reflejar en este
análisis los puntos miliares sobre los que se sustenta la novela “Nada se opone
a la noche”. Llegados a este punto y
entrando en la parte más propia del comentario, me gustaría compartir con
vosotros algunas reflexiones al hilo de la lectura de esta novela. “Nada se
opone a la noche” es una novela que es una delicia para los amantes de la
literatura. En ella vamos a asistir a la trastienda de la creación literaria y
el sufrimiento que suele provocar a los autores. Vemos como a partir de uno
hechos reales Delphine de Vigan va a reconstruir esa historia pero trascendiéndola
y, de este modo, dándole un valor artístico y literario. Me explico. La autora
no nos ha escrito una crónica periodística de la historia de su familia sino
que lo ha sublimado, mediante el tratamiento de ese material y ha escrito una
obra literaria. En este libro también se ve muy bien ese tratamiento
terapéutico que produce, como bien saben los psicólogos y psiquiatras, la
elaboración por escrito de nuestras propias emociones, como bien decía el gran
filósofo y lingüista austriaco Ludwig Wittgenstein: “Los límites de mi
lenguaje, son los límites de mi mundo”. De hecho la propia Lucile inmersa en la
oscuridad de su enfermedad deja, por escrito, sus sensaciones y su mundo
interior.
Otro de los temas interesantes que nos sugiere la autora es hasta que punto las taras psiquiátricas de una familia se transmiten de generación en generación, es lo que en la novela se llama psicogenealogía. En la novela se entremezclan los ataques psicóticos, los suicidios, el incesto, el alcoholismo...que afectan a varios miembros de la familia. Reconozco que es un tema que me ha resultado interesante y que, cuando tenga algo de tiempo, me gustaría profundizar en él. Sin duda alguna uno de los puntos clave sobre el que la autora reflexionará será sobre el cariño, en este caso la falta de él, y las relaciones materno-filiales...
En definitiva y a modo de resumen
final me gustaría añadir que “Nada se opone a la noche” de la escritora
francesa Delphine de Vigan ha conseguido emocionarme y conmoverme
profundamente, tanto por esa historia tan descarnada que nos narra como por su
asimilación y tratamiento literario. En estos tiempos que corren en que los
anaqueles de las librerías se llenan de obras “clónicas”, escritas con mayor o
menor fortuna, resulta un placer zambullirse en un oasis de gozo artístico
leyendo esta novela, diferente a la inmensa mayoría, todas cortadas por el
mismo patrón. Ya aviso a los lectores, que esta lectura les va a conmover y
probablemente les va a causar dolor, pero creo que, por el contrario, les va a
proporcionar un goce estético y una sensación al cerrar el libro de haber leído
un novela que les va a dejar huella y les hará reflexionar. Y si además resulta un libro sencillo de
leer y ameno... ¡qué mas se puede pedir!
Dicho todo lo cual y después de haber
valorado lo más objetivamente todo lo arriba consignado e intentando ser lo más
fiel a mi conciencia y a modo de entender el arte literario, creo que la
puntuación que más justicia haría a la novela “Nada se opone a la noche” de la
escritora francesa Delphine de Vigan, sería de un 8,25/10.
© Luis Alberto Cao
(Para ilustrar la reseña os dejo el
acto en el que se le concedió a Delphine de Vigan el premio de Novela Fnac
2011).
Buenísima reseña!
ResponderEliminarMuy completa, me ha gustado mucho =)
Bestes
Este es un descubriento que acabo de hacer y que me llevo a mi lista de pendientes. Como siempre tu reseña muy aclaratoria.
ResponderEliminarMuchas gracias por vuestros amables comentarios amigs Shorby y Albanta. Pues sí, esta novela ha sido todo un descubrimiento... a veces en donde menos te esperas encuentras un libro que te sorprende agradablemente. Un abrazo ami@s
ResponderEliminarExcelentes sus comentarios. A veces, uno elige los libros por lo que sugieren sus títulos. En ellos se condensa el misterio de sus contenidos. Y si a esto se suman los comentarios cargados de la emoción que le han producido a sus lectores...qué más pedir para sentir la necesidad de leerlos. Y ésto es lo que usted ha provocado en mí con su reseña. Gracias; lo buscaré para leerlo.
ResponderEliminarExcelente reseña, motiva a ir a comprarlo ya! Gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias amiga María Eva Salas, me has dejado sin palabras con tu comentario. Es para mí un placer saber que he podido transmitir toda la emoción que he sentido leyendo un libro. Ah, y muchas gracias por enriquecernos a todos con tu comentario. Un beso amiga
ResponderEliminarHola Luis : Acabo de leer este libro. Magistral, no conocía a esta autora. Coincido plenamente con tu reseña, tal vez yo no tengo saberes como para describir como tu lo haces, pero también me emocioné, sufrí, me dolió el cuerpo con esta novela. Un placer , un gran hallazgo haber podido leerla. Saludos.
ResponderEliminarLo he terminado ahora mismo y he quedado con el corazón encogido. Una decisión difícil discernir con cuál de todas las versiones de una vida contada por varias personas quedarse para contar los avatares de una gran familia atormentada por enfermedades mentales, desgracias personales y suicidios.
ResponderEliminarUna reseña muy detallada y personal, tal como se la merece esta gran novela. Te dejo mi comentario en: http://goo.gl/6cXT4u
ResponderEliminarUn saludo,
Sonia