Título original: The tender bar.
Autor: J.R.Moehringer.
Traducción: Juanjo
Estrella González.
Editorial: Duomo
ediciones.
Colección:
Nefelibata.
ISBN: 9788416261017.
Fecha de
edición: Agosto 2015
Páginas: 464.
Precio: 19.80
€
“Un borracho está muerto y todos los muertos son
borrachos”
(William Butler Yeats)
“La muerte entra y sale, y sale y entra la muerte de
la taberna”
(Federico García Lorca)
“Pues el verdadero autor de la subyugación de un pueblo no es tanto
el agente
inmediato cuanto el poder que le permite disponer de
los medios para impedirla”
(Tucídides. La guerra del Peloponeso)
Tengo que
reconocer, antes de entrar propiamente en el análisis de esta novela, que “El bar de las grandes esperanzas” del
escritor norteamericano J. R Moehringer, era un libro que, cuanto menos,
suscitaba mi curiosidad. Ha sido, y lo sigue siendo hoy en día, uno de los
libros más vendidos, así como más mimados por la crítica especializada. De un
modo casi unánime todos los críticos se han puesto de acuerdo en aclamar esta
novela como una de las grandes que se exhiben en los anaqueles de las
principales librerías de todo el mundo. Bajo estas premisas comencé el trabajo
de lectura y análisis desapasionado, eso sí, intentado leerla abstrayéndome,
por así decirlo, de todo el ruido mediático que ha propiciado. A modo de marco
general, que posteriormente iré pormenorizando y detallando a lo largo de esta
crítica, tengo que admitir que me ha parecido una novela muy interesante. Eso sí,
tengo que “discrepar” (tal vez el verbo más adecuado dado el respeto y
admiración que tengo a muchísimos críticos y blogueros sería “disentir”
cariñosamente) en lo que respecta a los elogios tan superlativos y encomiásticos
que algunos críticos han vertido al respecto de “El bar de las grandes esperanzas”. Pienso que Moehringer es un
autor de oficio y conocedor de los resortes de la “gramática” de la narrativa
actual, sin embargo esta novela, en mi modesta opinión resulta, cuanto menos
desigual, tanto en lo que respecta al ritmo narrativo, llamémosle "pulso narrativo", como en lo referente a
su interés dramático que en algunos momentos de la novela decae
ostensiblemente. Una grandísima pena puesto que estas lagunas, y lo digo con la
mayor objetividad posible, lastran la valoración final de esta obra. Eso sí,
como refería un poco más arriba, no cabe duda de que estamos ante una magnífica
novela, cosa que puedo asegurar con total rotundidad, pero lo que no puedo (ni
debo) hacer es considerarla como una obra maestra, fundamentalmente porque, en
mi opinión, no alcanza ese nivel de excelencia máxima. Por otra parte tengo que
reconocer, poniéndome en la piel de todos los lectores, que “El bar de las grandes esperanzas” es un
libro cuyo máximo disfrute y goce no está al alcance de todos los lectores. Ya
que es un texto literario escrito con, cuanto menos, una cierta ambición
literaria con el inconveniente, a estos efectos, de manejar unos “códigos” y un
metalenguaje literario que no resulta accesible a cualquier lector que percibe
que hay cosas que se le escapan. Si se me permite una broma, podríamos colegir
que se trata de una novela escrita por un autor de Yale para sus compañeros de la
universidad de Yale.
Tengo que
pedir anticipadamente disculpas a los amables lectores que siguen con tanto
interés este blog literario. Disculpas porque la lectura de esta
interesantísima novela, desde un punto de vista de análisis crítico, me ha dado
lugar a más de 20 páginas de apuntes. Así es que antes de empezar ya sé que,
por motivos de espacio, no voy a poder abordar todos los aspectos que quisiera
y con la profundidad que me gustaría. En cualquier caso, del modo más sintético
y pedagógico posible intentaré tocar todos los aspectos más destacados de esta
novela.
Antes de
empezar con el análisis más exhaustivo, como corresponde a un trabajo de
crítica literaria, creo que lo más adecuado antes de adentrarnos en él sería,
sobre todo con la intención de situar al eventual lector de estas líneas,
pergeñar, eso sí someramente, una sinopsis argumental de los hechos que acaecen
en la novela. Para este fin, creo que cumple sobradamente la recensión que hace
la editorial Duomo ediciones. Por lo
que, sin más, paso a transcribirla en su integridad.
“J.R. creció con su madre, pues su padre los
abandonó cuando J.R. no había pronunciado su primera palabra. Él, sin embargo,
sabe quién es su padre: un DJ de Nueva York que tiene un programa de radio y
cuya voz J.R. escucha con la oreja pegada al aparato. Hasta que un día la voz
desaparece del aire y J.R. se queda sin nadie a quien escuchar. Encontrará
refugio en el amor de su madre y en el Dickens, el bar de su barrio, un sitio
donde poetas, policías, apostadores, soldados, boxeadores y estrellas de cine tienen
una historia que contar. Allí, entre todas esas voces que lo cautivan como en
un sueño, J.R. podrá darle voz a su propio destino y podrá forjarse, también,
una identidad. Conmovedor y emocionante, firmado por un premio Pulitzer, El bar
de las grandes esperanzas es un libro hermoso que puede leerse como una
novela de aprendizaje o como una historia apasionadamente sincera y real”.
Os tengo que
reconocer que me ha costado mucho trabajo preparar la crítica de “El bar de las grandes esperanzas”, de
hecho tenido que leer dos veces la novela, fundamentalmente porque, en mi
opinión existe una cesura muy acentuada entre la primera parte de la novela y
la segunda y después de terminar la lectura completa, la primera vez, tuve la
sensación de que “algo” se me había pasado de largo.
La novela de
J.R. Moehringer, como comenté un poco más arriba, es un texto con vocación de
estilo, con una indudable intención de perdurar, de no ser simplemente un
superventas sino que, cuando pase la “vida útil” del libro, siga manteniéndose
como un obra literaria de valor artístico. Por seguir un orden metodológico en
el análisis y no perdernos en los múltiplos meandros que una novela tan
interesante, desde un punto de vista crítico y filológico, voy a intentar
explicar porque creo que es un texto que puede resultar abstruso para un lector
normal (quiero decir un buen lector aunque sin una gran base técnica).
Uno de los
grandes inconvenientes para cualquier lector que quiera acercarse a este libro
es que se trata de una novela muy americana tanto en el fondo como en la forma.
A lo largo del texto el autor nos va a hablar de acontecimientos, sucesos y situaciones
muy circunscritas a la cultura norteamericana que, a pesar de la indudable
globalización del mundo, no nos permiten extraer todo el jugo al libro.
Llegados a este punto tengo que felicitar a Juanjo Estrella por su magnífica
traducción y sus impagables notas a pie de página que tanto nos facilitan la
comprensión, así como por su virtuosismo para verter a nuestra lengua un texto
tan sumamente difícil, técnicamente, por sus giros, su argot y el uso de que el
autor hace para caracterizarnos el “habla” de sus personajes, fundamentalmente
los parroquianos del bar.
A continuación
voy a transcribir un par de fragmentos de la novela que creo nos van a ilustrar
bastante algunos “conceptos” que creo imprescindibles para abordar el análisis
de este libro.
“–Cada libro es un milagro –decía Bill–. Cada libro
representa un momento en el que alguien se sentó en silencio (y ese silencio
forma parte del milagro, no te engañes), e intentó contarnos a los demás una
historia.”
“–No soporto esa pregunta –le dije–. No soporto que
la gente pregunte de qué va un libro. La gente que lee buscando una trama, la
gente que chupa las historias como si fueran la nata de una galleta Oreo,
debería quedarse con los cómics y las telenovelas. ¿Que de qué va? Todos los
libros que merecen la pena van de emociones y de amor y de muerte y de dolor.
Va de palabras. Va de un hombre que se enfrenta a la vida. ¿Te vale así?”.
Si analizamos
el primero de los fragmentos, sin entrar en cuestiones estilísticas, ya podemos
apreciar la voluntad del autor en plantearnos una novela que habla de
literatura; de hecho todo el libro nos va a ir preparando para entender,
precisamente, la razón de ser de “El bar
de las grandes esperanzas”. En otras palabras el autor nos hace una
declaración de intenciones de que estamos ante una novela con pretensiones
literarias. Por otra parte, el segundo fragmento que he seleccionado creo que
es aún más esclarecedor. Si entendemos que, como es evidente, se produce una relación
biunívoca entre el protagonista de la novela (y narrador) y el propio escritor;
nos resulta ya claro que en estas pocas líneas el autor nos ofrece toda una inequívoca
declaración de intenciones de cómo entender y enfocar la lectura de la novela.
“El bar de las grandes esperanzas” es una
novela que me atrevería a denominar como “impresionista”. Un libro en el que el
autor va a levantar todo su edificio narrativo apelando a las sensaciones,
concibiéndolas como unidades monotemáticas que, a modo de ladrillos, siguiendo
el símil arquitectónico, le van dotando de sentido. Al final de la novela, en
concreto en el epílogo; el autor ,que es un hombre dotado de una gran cultura y
sensibilidad, nos va a relatar el hermoso final del libro, apelando, de un modo
casi sinestésico, a una de las obras maestras del impresionismo musical, el
famosísimo tercer movimiento de la Suite Bergamasque “Claro de luna” de Claude
Debussy. Recomiendo, para disfrutar de este efecto que acompañe la lectura del
epílogo de la novela, con esta genial partitura.
Me consta, por conversaciones mantenidas con
algunos lectores, que el libro les ha resultado en algunos momentos difícil de
entender. Pienso que, como explica el autor en el fragmento anteriormente
reseñado, debemos profundizar más en las sensaciones que es capaz de sugerirnos
a lo largo del texto que en la, por así decirlo, faceta discursiva de la
novela. Hecha esta imprescindible puntualización para, en mi opinión, entender
y valorar la novela, tengo que reconocer, como decía al principio de este
análisis, que, por desgracia, el autor no consigue una novela redonda. Según mi
criterio, la segunda parte del libro es incomparablemente mejor que la primera
y no sólo porque pueda resulta más o menos atractivo lo que narra (ya que el
crítico tiene que intentar sobreponerse a esa tentación e intentar mirar más
allá de lo que cuenta y recalar en el cómo lo cuenta). Es una pena no poder
explayarme todo lo que quisiera en su análisis, pero, como siempre suelo
comentar, excedería con mucho los límites que lo razonable fija para una reseña
literaria como ésta.
Desde un punto
de vista formal, debemos detenernos en algunas consideraciones. En lo que se
refiere a su organización discursiva está estructurada en un prólogo, dos grandes
partes, distribuidas en 44 capítulos, y un epílogo. Los capítulos, como es
lógico dentro de esta estructura de novela “impresionista”, nos van a señalar,
a modo de retazos, “destellos” que van a irnos jalonando a base de “sensaciones”
el devenir narrativo de la novela. Estos capítulos no siguen, con la rigidez de
la novela “clásica”, los presupuestos de una linealidad argumental e incluso
temporal. De este modo Moehringer consigue difuminar en la percepción del
lector esa coherencia narrativa, dando una sensación difusa, de “ingravidez”,
tan sumamente adecuada para introducirnos en ese mundo, casi onírico, que es el
mundo de los recuerdos. Con mucha habilidad y conocimiento del oficio por parte
del autor traza una delgada línea entre la fantasía y la realidad, en la que
nunca sabremos cuánto hay de fabulación y de realidad, cuánto pertenece
estrictamente a sus recuerdos o a su fantasía… o tal vez a ambas.
Moehringer, ha
optado por utilizar un lenguaje sencillo y un estilo muy contenido para
contarnos esta historia. Creo, firmemente, que el autor ha utilizado unos
medios tan exiguos, desde un punto de vista lingüístico, con el afán expresivo
de realzar, de dar veracidad a los personajes. En mi cuaderno de apuntes, compañero
fiel siempre que escribo una crítica, he anotado multitud de usos de lenguaje y
cómo cada uno de estos, con un detalle digno de ser analizado con detenimiento,
sirve para caracterizar, desde un punto de vista fraseológico, a cada personaje.
De manera que, prestando un poco de atención, con solo ver cómo habla cada cual
casi podríamos identificarlo. El uso de los recursos literarios y estilísticos
habituales es tremendamente reducido en la novela. Prácticamente Moehringer no
hará uso de ellos, de un modo coherente y lógico, dado su modo de entender y
narrar esta historia. Como ejemplo citaré, a modo de ilustración, uno de los
pocos casos que aparecen en el libro. Se trata de la siguiente sinestesia (la
destaco en negrita)
“La alfombra era marrón caca; el «dormitorio» estaba
justo encima de la cocina de Louie el Griego. El olor a chuletas de cerdo, a
piernas de cordero, a gyros, a tortillas, a patatas fritas con queso, a pastel
de chocolate y a Pepsi penetraba como vapor a través del suelo. Poli Bob
comentó que olía tanto que hasta se oía
el olor”.
A modo de
resumen final, y para no alargarme mucho más, sí me gustaría consignar algunas
consideraciones. Moehringer ha sido un autor valiente a la hora de enfocar este
texto, arrostrando el riesgo de que no fuese especialmente entendida por el
gran público. Como comentaba al principio no me puedo mostrar tan entusiasta en
su valoración como otros grandísimos críticos, que merecen todo mi respeto por
su grandísima valía; pero en mi opinión, y en esto sí que soy intransigente por
respeto a todos los lectores de este blog y a mí mismo como crítico, siempre he
intentando ser objetivo y fiel a mi conciencia y no dejar arrastrar por la
opinión mayoritaria, por muy reputada y docta que pueda ser. Para mí sería
mucho más fácil decir que esta novela es “magistral” o que es “una obra maestra”
pero creo que, aún siendo una novela muy interesante y de francamente un
magnífica factura literaria, no es todo lo redonda y “rematada” que debería
para llegar a alcanzar esos epítetos tan elogiosos. Si tuviera que definirla
con unas pocas palabras creo que “El bar
de las grandes esperanzas” es una novela valiente y, como más interesante
para mí, diferente a la narrativa de sota, caballo y rey que se venden (y que en
muchos casos no se llega a leer) en la actualidad. Ya, por último, me gustaría
añadir que a pesar del título de evidentes resonancia Dickensianas, creo que,
sobre todo en la primera parte, esta novela es muchísimo más deudora del Premio Nobel Ruyard
Kipling (de hecho se cita en la novela su obra “El libro de la Selva”) que del
propio Dickens. Especialmente en todo ese tratamiento de la infancia y primera
juventud del protagonista y en ese interés que subyace en el camino, en el paso
de la maduración del personaje desde su infancia a la edad adulta.
Dicho todo lo cual y después de haber valorado lo más
objetivamente todo lo arriba consignado e intentando ser lo más fiel a mi
conciencia y a mi modo de entender el arte literario, creo que la puntuación
que más justicia haría a la novela “El bar de las grandes esperanzas” del
escritor norteamericano J.R. Moehringer sería de un 8,50/10.
© Luis Alberto Cao
(A modo de
ilustración a esta reseña, os dejo una interpretación del tercer movimiento de
la Suite Bergamasque de Claude Debussy “Claro
de Luna” que el autor cita en el epílogo de la novela)
Hola Luis Alberto:
ResponderEliminarYo la estoy leyendo aunque ahora la tengo en pausa pues se me ha cruzado otra novela de casi 700 páginas. Y en lo que llevo (una cuarta parte aproximadamente) he tenido como bien dices tú sentimientos encontrados: me gusta, parece que ahora decae...
Me hace gracia esa expresión tuya de que es un relato hecho por un autor de Yale para sus compañeros de esa misma universidad. A mí, desde luego, si me atrae el gusto culturalista que encierra en su interior; por ahora las alusiones a temas musicales me gustan mucho.
El tema de Debussy que incorporas a la reseña es muy de agradecer pues haré como dices lo escucharé según esté leyendo el epílogo de la novela.
Muchas gracias por esta reseña tan bien hecha y de un nivel elevado.
Un fuerte abrazo
Muchas gracias Juan Carlos por tu amable comentario. Estaré encantado y también me interesará mucho escuchar tu opinión cuando hayas terminado la lectura del libro. Un fuerte abrazo
EliminarLo he leído y su reseña me parece muy acertada lo enpeze a leer con mucho interés pero este fue decallendo cuando avanzaba pero no me ha disgustado hay cosas que las he vivido en un bar de mi pueblo (aunque no soy tan mayor) mi pueblo es Barbate un saludo y felicidades por sus reseñas y comentarios un amante de la lectura
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