lunes, 1 de junio de 2020

A corazón abierto. Elvira Lindo

Título: A corazón abierto.
Autor: Elvira Lindo.
ISBN: 9788432236365
Editorial : Seix Barral
Fecha edición: 3 de marzo de 2020.
Páginas: 384.





Hoy viene a este blog literario un libro diferente. Un libro que en su misma esencia me resulta poco menos que indefinible o, por decirlo de alguna manera, difícil de clasificar. Me resistiré a hablar de este libro como una novela porque creo que se resiste a verse definido en esta categoría. Tampoco sería un libro de memorias, de ninguna manera. Más bien es un libro personal de la escritora gaditana Elvira Lindo que, por tratarse de un libro tan personal (valga la redundancia), no permite encasillarlo dentro de un género literario al uso.Y es precisamente desde esta inevitable indefinición formal, donde he querido enmarcar el análisis de “A corazón abierto” el último libro publicado por la autora gaditana.



Como adelanto al tenor general de este análisis literario creo que “A corazón abierto” es un libro entretenido, probablemente escrito con una sencillez “premeditada” y una estructuración anárquica en aras a un propósito estético y narrativo. Me ha parecido un libro interesante y de sencilla lectura que probablemente no defraudará a los lectores. Escrito con sentido del humor en muchos momentos y, en otros muchos, con una mirada melancólica a aquellos años que nunca volverán… Simplemente, aunque no fuera más que como estudio sociológico y antropológico de los españoles de los años sesenta y setenta ya merecería la pena su lectura. Pero todo esto que he anunciado lo iré desarrollando y argumentando a lo largo de este análisis literario.



Como es habitual comenzaremos por pergeñar, en unas pocas líneas, la sinopsis argumental de “A corazón abierto”, para este loable fin me permitiré transcribir la sinopsis que nos ofrece la propia editorial porque creo que cumple sobradamente con su labor.



“El auge y declive de una gran pasión, el amor feroz de dos personas que parecían conjurarse en contra de una vida serena.

Partiendo de un episodio ocurrido en Madrid en 1939, la narradora de esta historia cuenta la apasionada y tormentosa relación de sus padres, y cómo la personalidad desmedida de él y el corazón débil de ella marcaron el pulso de la vida de toda la familia.

Elvira Lindo narra en A corazón abierto la historia de un hombre y una mujer que vivieron una gran pasión, un amor feroz, agitado siempre por la presencia de los niños, por los cambios de domicilio, por la enfermedad y por unas personalidades que parecían conjurarse en contra de una vida serena.

En esta novela, Elvira Lindo convierte a sus padres en personajes literarios para aproximarse a ellos con libertad, lucidez, humor y empatía. Una historia sorprendente a veces, emocionante siempre, en la que Elvira recuerda e inventa en la misma medida «porque contaba con tantas evidencias como misterios en torno a la historia de estos dos personajes de los que he acabado prendada, de tal manera que me ha costado desprenderme de este universo tan íntimo para entregarlo a cualquiera que desee sumergirse en él»”.



Ayer, cuando cerré el libro después de su lectura tuve una contradictoria sensación. Una indefinible sensación de cómo abordar el análisis de este texto. Por una parte, como referí al principio de esta reseña, me ha parecido un libro agradable de leer, entretenido y amable para el lector; sin embargo, al entrar en una mirada más analítica me he sentido desconcertado por su aparente falta de estructura narrativa, por sus anárquicas idas y venidas en su relato temporal que, y lo digo con honestidad, me han dado una sensación de una excesiva “espontaneidad”. Pero, sin embargo, esta aparente falta de “organización”, ya se trate de reflexiva y meditada con un fin estético o fruto de la improvisación, el caso es que, a lo largo de todo el libro, mantiene, más o menos, el interés. Personalmente la parte que más me ha interesado, como crítico literario, ha sido el capítulo final de la novela titulado “El niño y la bestia”. Se trata de un relato (y retrato) costumbrista narrado con belleza y veracidad del Madrid de la posguerra visto a través de los ojos de un niño. Y, tengo que confesar que me lo he creído. Los lectores habituales de este blog literario saben que me suelo mostrar muy crítico con las novelas que se narran a través de los ojos de un niño, por la dificultad de hacer creíble que nos lo narra un niño y no un autor adulto haciéndose pasar por niño. En este capítulo final Elvira Lindo sí consigue dar esa sensación de veracidad y, como he comentado, no resulta, en absoluto nada fácil.





El libro está estructurado en ocho capítulos que no representan una unidad temática cerrada puesto que Elvira Lindo nos propone un relato absolutamente acronológico en el que se producen constantes saltos temporales. De hecho el comienzo se produce en tiempo “real” para dar paso a unos constantes “flashbacks” (valga este anglicismo tan cinematográfico). La narración es en primera persona, en la voz de la autora y está narrado en tiempo pasado por que el tiempo narrativo es el actual cuando Elvira Lindo rinde homenaje a su padre a través de esta novela. Es precisamente ella misma la que nos da, en un ejercicio de sinceridad con ella misma y con sus lectores, muy encomiable, por cierto, la clave de su interpretación



“Hacía tres años que había muerto mi padre y yo andaba tanteando el terreno para escribir sobre él. No quería hacer un ejercicio nostálgico, no soy proclive a la nostalgia, tampoco una suerte de memorias, ni algo puramente sentimental. Deseaba que la escritura fuera la continuación natural de un ejercicio al que me había entregado desde niña: a observar, a observar a mi padre, a tratar de entender un comportamiento errático, imprevisible, que iba de la calidez a la furia sin darte tiempo a reaccionar. No hay persona a la que yo haya dedicado más horas de conversación que a mi padre. Desde el análisis que hacíamos de él mi hermana y yo con nuestra manía de exprimir los asuntos hasta que se agota el sentido de las palabras, a esas horas de terapia a las que tantas veces he acudido para calmar mi ansiedad y en las que la presencia paterna ha acabado por acaparar el espacio que yo debía dedicar a mis propias neurosis. Aunque podría trazar una línea clara y certera de sus obsesiones a las mías, de sus angustias a las mías, porque es inevitable reproducir algo de los esquemas mentales de quien te educó, jamás eso mermó mi cariño. Como él, soy dura y no tiendo a culpar a los demás de mis incapacidades. Dicen que de los muertos se acaba añorando más las manías que te irritaban que la coherencia de sus actos: si hay algo que yo no quisiera borrar de su recuerdo es aquello que en su día me avergonzó o me irritó. En la habitual idealización de los muertos, tan practicada en el ámbito familiar, hay una falta a la verdad que me saca de quicio”.



También es destacable que los personajes que aparecen, a excepción del personaje de Manolo, el padre de Elvira Lindo, que es, sin duda alguna el protagonista absoluto de este libro, aparecen dibujados con suaves contornos pero, es indudable, que se aprecia el cariño que pone la autora en ellos. Personalmente me ha interesado mucho el personaje de su abuela Doña Sagrario y cómo la autora ha sabido mostrarnos desde la perspectiva de una niña esa imponente figura. En “A corazón abierto” vamos a asistir a muy pocas descripciones físicas de los personajes, más bien serán una especie de descripciones-etopeyas. No me puedo resistir a transcribir un interesante fragmento del libro. En este fragmento la autora nos va a dar una importante clave para analizar el tratamiento de los personajes en este texto, dedicado, precisamente, a su abuela Doña Sagrario.  



“Hacía tres años que había muerto mi padre y yo andaba tanteando el terreno para escribir sobre él. No quería hacer un ejercicio nostálgico, no soy proclive a la nostalgia, tampoco una suerte de memorias, ni algo puramente sentimental. Deseaba que la escritura fuera la continuación natural de un ejercicio al que me había entregado desde niña: a observar, a observar a mi padre, a tratar de entender un comportamiento errático, imprevisible, que iba de la calidez a la furia sin darte tiempo a reaccionar. No hay persona a la que yo haya dedicado más horas de conversación que a mi padre. Desde el análisis que hacíamos de él mi hermana y yo con nuestra manía de exprimir los asuntos hasta que se agota el sentido de las palabras, a esas horas de terapia a las que tantas veces he acudido para calmar mi ansiedad y en las que la presencia paterna ha acabado por acaparar el espacio que yo debía dedicar a mis propias neurosis. Aunque podría trazar una línea clara y certera de sus obsesiones a las mías, de sus angustias a las mías, porque es inevitable reproducir algo de los esquemas mentales de quien te educó, jamás eso mermó mi cariño. Como él, soy dura y no tiendo a culpar a los demás de mis incapacidades. Dicen que de los muertos se acaba añorando más las manías que te irritaban que la coherencia de sus actos: si hay algo que yo no quisiera borrar de su recuerdo es aquello que en su día me avergonzó o me irritó. En la habitual idealización de los muertos, tan practicada en el ámbito familiar, hay una falta a la verdad que me saca de quicio”.



“A corazón abierto” es un canto a la nostalgia, al recuerdo, a “aquellas pequeñas cosas” como diría Joan Manuel Serrat. Especialmente, en mi modesta opinión, se aprecia en la escena en la que, tras el fallecimiento de Manolo, tienen que ir a deshacer el piso y todo lo que representaba, sentimentalmente, para la autora. Elvira Lindo no cae en falso romanticismo lacrimógeno, al contrario, nos narrará todos estos acontecimientos con mesura, con una emoción contenida que me ha gustado. Sin duda alguna, creo que este libro resultará muy del agrado de todos aquellos lectores que hayan vivido su niñez en esa frontera entre los años sesenta y setenta. Esos interminables viajes en coche, esos descubrimientos, a escondidas, de la sexualidad y de la vida adulta, esas relaciones tan “crueles”, valga la expresión, entre hermano, etc, etc.



En conclusión y para no extenderme mucho más en este análisis literario, creo que “A corazón abierto” es un libro desigual, con una aparente sensación de improvisación en su estructura narrativa pero, sin embargo, su lectura resulta entretenida y, estoy seguro, de que muchos lectores no podrán evitar sonreír al verse identificado con tantos detalles y recuerdos que nos evoca Elvira Lindo. Sin duda un hermoso canto a la nostalgia, al recuerdo y a “aquellos maravillosos” años que se nos escaparon entre los dedos para, lamentablemente, nunca más volver.




Dicho todo lo cual y valorando todo lo referido en la presente reseña y siendo fiel a mi conciencia y a modo de entender el arte literario,  creo que la puntuación que haría más justicia al libro “A corazón abierto” de la escritora gaditana Elvira Lindo, sería de un 6,50/10.



(Para ilustrar esta reseña os dejo una entrevista a Elvira Lindo sobre este libro).


2 comentarios:

  1. No tenía entre mis propósitos inmediatos leer este último libro de Elvira Lindo a quien tengo clasificada siempre en mi memoria como la autora de "Manolito Gafotas" y -sí, ya sé que esto no debería ser así- la mujer de Antonio Muñoz Molina a quien admiro mucho. Sin embargo tu reseña ha removido en mí recuerdos muy próximos al haber tenido que deshacer dos viviendas últimamente, la de mi padre y la de una tía materna muy querida. Es impresionante la de recuerdos, vivencias y conversaciones que suceden durante estos procesos en uno mismo y con quienes estás realizando tan difícil tarea.
    Me ha gustado tu análisis y desde luego esa larga cita del libro considero que da muchas claves y que anima a leerlo (a mí me ha animado) de hecho.
    Un fuerte abrazo

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  2. Muchas gracias amigo Juan Carlos por tu amabilidad al escribir este comentario. Gracias a comentarios como estos son los que nos enriquecen a todos. Y me alegra que está modesta reseña haya sido capaz de animarte a leer este libro. Un fuerte abrazo amigo

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