sábado, 26 de mayo de 2012

La vida después. Marta Rivera de la Cruz




Título: La vida después.
Autor: Marta Rivera de la Cruz
Editorial: Planeta
Colección: Autores Españoles e Iberoamericanos
ISBN: 978-84-08-10477-3
Fecha de publicación: Mayo de 2011
Páginas: 400.




“Sé que tuvisteis una relación perfecta. Una relación envidiable, sin malas historias, sin malos recuerdos. Una delicia. Pero lo vuestro fue fácil, Victoria. Lo difícil fue lo mío... Es muy sencillo llevarse bien con alguien que puede coger la puerta y marcharse en cualquier momento, le dijo. Lo complicado son las relaciones a tiempo completo. La convivencia en una palabra”( La vida después. Marta Rivera de la Cruz).




He querido encabezar esta reseña, con este fragmento de la novela que, en mi opinión, resume muy acertadamente una de las tesis que Marta Rivera de la Cruz mantiene en “La vida después”, la novela que me dispongo a analizar y reseñar. Para ser honesto, como siempre intento serlo con mis lectores, empezaré por reconocer que esta es una de las novelas que me están resultando más difíciles de escribir su reseña, como explicaré al final de ella. A modo de una primera toma de posición, tengo que reconocer que me he quedado un poco decepcionado tras leer la novela, probablemente porque esperaba más de ella. Tal vez porque contaba con la referencia de haber leído su libro “En tiempos de prodigios” que me parecía una más que notable y prometedora novela.  En el caso de “La vida después” este relato me ha dado la sensación, por supuesto en mi subjetiva opinión, de una cierta “improvisación” en su factura; que no es lo mismo que “frescura”. Sin embargo, como iré desgranando más abajo con detalle, también he encontrado aspectos muy interesantes y positivos, que nos muestran que Marta Rivera de la Cruz es una escritora que conoce bien el oficio y poseedora de recursos técnicos, aunque, insisto, creo que en esta novela no ha sabido encontrarle “el punto” al relato y, tal vez, se ha difuminado en las múltiples subtramas que conforman la novela que, en mi opinión, hacen de “La vida después” un texto de menor calidad artística en comparación, por supuesto, con, en mi opinión su mejor novela, “En tiempos de prodigios”.



Como viene siendo habitual, creo que en este momento y con la finalidad de situar al eventual lector de estas líneas, lo más adecuado y pertinente, será pergeñar, eso sí, de un modo somero, la sinopsis argumental de “La vida después” de la escritora gallega Marta Rivera de la Cruz. Me he permitido transcribir literalmente la recensión del libro que nos ofrece la propia editorial Planeta.




“Victoria lleva en Nueva York la que parece una vida envidiable: da clase en la universidad, tiene un marido rico y guapo y un ático en el Upper East Side. Cuando recibe la noticia de la muerte de Jan, su mejor amigo, regresa a Madrid para asistir al funeral. Allí se encontrará con la sofisticada Chloe, antiguo amor de Jan; con su hija, la rebelde Solange; con Marga, su esposa; con su excéntrica suegra, Shirley… Un giro de los acontecimientos obligará a Victoria a permanecer en Madrid, donde tendrá que enfrentarse a la desconfianza de cuatro mujeres que nunca creyeron que su amistad con Jan fuese del todo sincera.
La vida después es una novela sobre los amigos y el afecto, y también sobre las relaciones entre mujeres. Una historia en torno al complicado mapa de los sentimientos donde hay lugar para los conflictos, los celos y la envidia, pero también para el cariño, la lealtad y la entrega.
En estas páginas, Marta Rivera de la Cruz –la novelista de las cosas pequeñas– vuelve a traernos una historia de ternura sobre la que gravita una pregunta fundamental: ¿es posible que dos personas de distinto sexo se quieran sin amarse? ¿Pueden un hombre y una mujer ser nada más que amigos?”




“La vida después” es una novela, tejida sobre varios relatos que se van imbricando entre ellos. Y algunos de esos relatos, llamémosle subtramas, me han resultado más interesantes que la propia trama principal. Por así decirlo esas subtramas, principalmente la que hace referencia al personaje de Arvid Söderman, quedan “cortas” porque hubieran tenido entidad más que suficiente para haberse desarrollado, temáticamente, incluso en una novela. De ahí mi impresión de esa, por así llamarla, sensación de “improvisación” porque no he tenido la percepción de estar ante una novela redonda, plena, rematada, sino más bien ante la yuxtaposición, más o menos adecuada, de una serie de relatos anidados. Por otra parte, no me ha gustado el final de la novela. Me ha parecido demasiado forzado e increíble, un poco metido con calzador, buscando ese inevitable “happy-end”. Del mismo modo la rápida progresión de los personajes, principalmente de las cuatro mujeres protagonistas, me ha resultado demasiado rápida y el reflejo de sus cambios de actitudes personales apenas esbozados. Me explico. Al principio de la novela vemos que hay una serie de “situaciones complicadas” entre las protagonistas, por distintos motivos, sin embargo, asistimos a que al final toda esa problemática ha sido superada, pero la autora, en mi opinión, no entra al fondo de un modo explicito en ese proceso de “superación”. Es paradigmático el caso del personaje de Solange, la hija de Jan, que se prestaba a un amplio desarrollo narrativo, por su peso específico en el relato y que, sin embargo, queda infravalorado, a mi modo de ver, y apenas esbozado, en comparación con todo el jugo que el personaje parece demandar, dentro de la historia que la autora nos cuenta.



Me ha gustado el planteamiento formal que Marta Rivera de la Cruz nos propone a la hora de poner voz al narrador. Vemos que, en principio, se trata de un narrador en tercera persona, omnisciente, pero, y he aquí el acierto de la autora, que nos permite conocer los pensamientos íntimos de la protagonista, que en primera persona se van alternando con la voz del narrador. Vemos aquí un ejemplo, como comentaba un poco más arriba, del uso del oficio por parte de la autora y cómo de este modo, nos ayuda a subjetivar y “humanizar” el relato principal.


 
En “La vida después” Marta Rivera de la Cruz nos disecciona, casi con escalpelo, esa relación que tienen Victoria y Jan. Una relación entre ambos exclusivamente de amistad, de una amistad pura, en la que no ha habido “contaminación” por relaciones sexuales. Y cómo resulta imposible de comprender por todas las personas que les rodean, incluyendo, por supuesto, a sus respectivos novios y parejas. En este lúcido análisis, la autora indaga, con una aguda penetración psicológica, los entresijos de porque las relaciones de amistad, sufren mucho menos que las relaciones sentimentales... y de por qué se deterioran mucho antes. Especialmente me gustaría reseñar y elogiar una magnífica escena que tienen las dos protagonistas Victoria y Marga, la que fue la mujer de Jan, mientras están en el dormitorio de ellos. Me voy a permitir transcribir un fragmento de esta parte de la novela, que, por cierto, también me ha servido de marco para iniciar esta reseña,  en el que la autora, con mucha habilidad, pone el dedo en la llaga.



Sé que tuvisteis una relación perfecta. Una relación envidiable, sin malas historias, sin malos recuerdos. Una delicia. Pero lo vuestro fue muy fácil, Victoria. Lo difícil fue lo mío.
Era lo último que Victoria esperaba escuchar. Se sentó en una butaca de cuero marrón, sin poder apartar los ojos de Marga, que había abierto de una patada la caja de los truenos y no parecía dispuesta a cerrarla. Es muy sencillo llevarse bien con alguien que puede coger la puerta y marcharse en cualquier momento, le dijo. Lo complicado son las relaciones a tiempo completo. La convivencia, en una palabra. (...) Hacer frente a la intimidad con mayúsculas... ése es el verdadero reto. Esquivar a diario las trampas de la convivencia y la rutina. Ah, claro, Victoria y Javier nunca se habían peleado... ni siquiera habían cruzado una palabra más alta que la otra. Pero  es que ellos dos no habían compartido el inmenso montón de miserias cotidianas a las que tiene que enfrentarse a diario cualquier matrimonio. Es fácil no discutir cuando no hay ropa sucia en el cesto, platos en el fregadero, luces encendidas a deshora, colillas mal apagadas, tubos abiertos de pasta de dientes o tapones de champú desenroscados. Cuando no hay hijos que educar, familias políticas que presionan, deudas que asumir, futuro que encarar. ¿Cuál era el universo común de ellos dos, los perfectos amigos? Un montón de libros, algunos viajes caros, intereses comunes, botellas de whisky o copas de dry martini, cotilleos, planes  de trabajo... Las preocupaciones severas de uno jamás repercutían directamente en el otro, de forma que era muy sencillo convertirse en un hombro sólido en el que llorar cada vez que alguno de los dos lo necesitaba”.



Como avanzaba con anterioridad, creo que esta novela peca de un exceso de material temático. De esta novela, perfectamente, se podía sacar material para escribir por lo menos tres novelas. Algunas de las subtramas, especialmente la de  Arvid Sodërman y Greta Garbo, como sugería más arriba, tienen entidad para independizarse en una novela propia. Esta abundancia de material temático es lo que, produce, bajo mi punto de vista, esta sensación de improvisación, de que suceden demasiadas cosas que, aparentemente, nos alejan del relato principal. Y también esa sensación de “falta de plenitud” porque estas narraciones no acaban de “cerrase” en sí mismas. Lo peor de todo es que probablemente la trama principal sea, desde un punto de vista narrativo, la más floja de todas ellas. A excepción de algunos momentos “puntales”, como el ya referido y trascrito diálogo entre Victoria y Marga, me ha parecido bastante lineal y, por momentos, insulso.



A modo de resumen diré que después de haber leído prácticamente toda la obra de Marta Rivera de la Cruz, y además tengo que reconocer que es una autora que me interesa literariamente hablando, esto no es óbice para que, honestamente crea, que “La vida después” es, probablemente, su novela más floja. Y, de verdad  que lo siento. Sin embargo estoy seguro de que en su próxima novela Marta Rivera de la Cruz, que me consta que es una escritora de talento, se sobrepondrá, con toda seguridad, a este bache en su carrera literaria.



Dicho todo lo cual, y atendiendo a todo lo referido con anterioridad en esta reseña e intentando ser lo más fiel a mi manera de entender el arte literario, creo que la puntuación que más justicia haría a “La vida después” de la escritora  gallega Marta Rivera de la Cruz sería de un 6,00/ 10.

© Luis Alberto Cao




1 comentario:

  1. Una vez más, estoy de acuerdo con la mayoría de tus comentarios (que sepas que tengo este blog entre mis "blogs de cabecera" y pienso consultarlo antes de embarcarme en mis próximas lecturas, porque considero que haces comentarios muy acertados y con los que suelo coincidir, así que me pareces una buena referencia a la hora de seleccionar lecturas)
    He leído toda la obra de Marta Rivera de la Cruz, al principio porque somos "paisanas" (Lugo es una ciudad pequeña y siempre resulta curioso leer la novela de alguien a quien conoces aunque sea por referencias), y ahora porque me gusta bastante cómo escribe.
    Ésta no es su mejor novela, como bien dices. Me quedo con "La importancia de las cosas" o su, a mi modo de ver, excelente "En tiempo de prodigios". También encuentro que le falta algo a la trama principal, que se deja muchas cosas en el tintero y que escoge precisamente la historia más "sosa" e insulsa para protagonizar una novela que no ha conseguido que le quedase "redonda".
    De todos modos, se lee mejor que patinazos recientes de otros autores, como la nefasta "Misión Olvido" (lo siento, pero me gustó tanto "El tiempo entre costuras" que encuentro la última infumable)
    Estoy deseando que Marta Rivera de la Cruz publique de nuevo pronto para ver si consigue recuperar esa voz narrativa que tanto me ha bustado en otras novelas suyas...

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