Título: Los girasoles ciegos.
Autor: Alberto Méndez.
Editorial: Anagrama
Autor: Alberto Méndez.
Editorial: Anagrama
Colección: Narrativas hispánicas (NH 354)
ISBN: 978-84-339-6855-5
Año de edición: 2004
Año de edición: 2004
Páginas: 160.
“Que alguien quiera matarme no
por lo que he hecho, sino por lo que pienso... Y, lo que es peor, si quiero
pensar lo que pienso, tendré que desear que mueran otros por lo que piensan
ellos. Yo no quiero que nuestros hijos tengan que matar o morir por lo que
piensan” (Cuarta derrota: 1942 o Los
girasoles ciegos. Alberto Méndez)
Me
resulta difícil definir con palabras esa extraña sensación, ese sabor
agridulce, que he sentido al cerrar este libro, después de su lectura atenta y
reflexiva. Sin duda alguna, en mi opinión, este es un libro que suscita la
reflexión, que da que pensar, que no deja indiferente al lector. Es evidente
que no estamos ante una de esa típicas novelas de entretenimiento vacuo, que se
venden como rosquillas, sino ante una obra densa tanto en su fondo, como en su
más que destacables aportaciones técnicas a este texto. Tal vez, y por intentar constreñirme a una sola
palabra que definiese y condensase mi sentimiento, tal vez el más adecuado y
ajustado sería el de desazonadora. En este libro, compuesto de cuatro relatos
con un cierta cohesión (y conexión interior), como analizaremos y desbrozaremos
más adelante, Alberto Méndez (1941-2004) nos muestra ese rasgo de la “dignidad”
del ser humano en la derrota y en el dolor. Me ha llamado la atención,
curiosamente, que esta novela, por así llamarla, ya que estas cuatro novelas
tienen una unidad formal y estilística, sea la única obra que escribió y
publicó el autor. De hecho, y a título póstumo, obtuvo algunos de los
galardones más importantes de las letras españolas como el Premio Nacional de
Literatura (2005), así como el Premio de la Crítica (2005).
A
modo de resumen de mi opinión de esta novela, me gustaría precisar que estamos
ante un texto tremendamente interesante, sobre todo por la dificultad que
supone la escritura del cuento y esa dificultad de síntesis y de ritmo, tan
difícil de conseguir, en unos relatos tan breves. Dicho todo lo cual y para
situar al eventual lector de esta novela, creo que lo más adecuado y pertinente
es esbozar una somera sinopsis argumental de la obra. Creo que el resumen que
suministra la editorial Anagrama es bastante ajustado a nuestro propósito por
lo que voy a transcribirlo literalmente:
“Un
capitán del ejército de Franco que, el mismo día de la Victoria, renuncia a
ganar la guerra; un niño poeta que huye asustado con su compañera niña
embarazada y vive una historia vertiginosa de madurez y muerte en el breve
plazo de unos meses; un preso en la cárcel de Porlier que se niega a vivir en
la impostura para que el verdugo pueda ser calificado de verdugo; por último,
un diácono rijoso que enmascara su lascivia tras el fascismo apostólico que
reclama la sangre purificadora del vencido. Son historias de los tiempos del
silencio, cuando daba miedo que alguien supiera que sabías. Cuatro historias, sutilmente
engarzadas entre sí, contadas desde el mismo lenguaje pero con los estilos
propios de narradores distintos que van perfilando la verdadera protagonista de
esta narración: la derrota”.
Reconozco
que una de las cosas que más me ha impresionado e interesado es cómo el autor
ha sido capaz, a través de esos cuatro relatos, aparentemente independientes,
de trabar y engarzar un relato compacto y unitario. Los girasoles ciegos es un
libro que requiere de todas y cada una de las partes, de cada uno de los
relatos que lo componen, para comprender su auténtico sentido, su sentido
final. El autor ha definido estos breves relatos bajo el nombre de derrotas,
titulándolas de la siguiente manera:
Primera derrota: 1939 o Si el
corazón pensara dejaría de latir.
Segunda derrota: 1940 o Manuscrito
encontrado en el olvido.
Tercera derrota: 1941 o El idioma de
los muertos.
Cuarta derrota: 1942 o Los girasoles
ciegos.
Si
profundizamos un poco y entramos en un análisis algo más pormenorizado de la estructura narrativa y dramática de
“Los girasoles ciegos”, comprobaremos que tanto el primer relato como el
tercero están unidos por el personaje central del capitán Alegría, que aparece
de un modo capital y determinante en ambos relatos. Por otra parte, los relatos
segundo y cuarto, a su vez, están conectados por la figura de la hija huida de
Ricardo y de Elena. Ambos personajes, son nucleares, en ese mensaje del
sentimiento de la derrota y la humillación.
Cada
uno de los relatos que integran el libro, está narrado de un modo totalmente
diferente que los demás, haciendo gala de una técnica narrativa muy depurada,
especialmente reseñable, en mi opinión, el juego de las diversas voces
narrativas que se superponen en diferentes planos temporales, produciendo un
magnifico y sorprende efecto literario. Esta técnica, en mi opinión, se aprecia
particularmente bien en el último relato, en el que se entrecruzarán tres voces
narrativas: la del hermano Salvador que escribe una carta a su confesor, cuando
ya han ocurrido los hechos narrados; la del niño pero narrada desde la
perspectiva de cuando es adulto y rememora lo ocurrido y por último un tercer
narrador omnisciente que integra y canaliza las otros dos. Interesante también el planteamiento
narrativo del segundo relato en el que Alberto Méndez se constriñe a narrarnos
toda la acción a partir del descubrimiento de un cuaderno. No me gustaría dejar
de citar el claro paralelismo, homenaje diría yo que el autor hace de la novela
“El general Chabert”, en la figura del personaje del capitán Alegría, del
eximio autor francés Honorè de Balzac, al que por cierto Julián Marías
homenajea igualmente en su novela “Los enamoramientos”, como ya refleje en su
correspondiente reseña.
Sin
embargo a pesar de la crudeza de la temática que Alberto Méndez nos narra,
sabiamente sabe entreverar algunos momentos de una hermosa belleza lírica y
plástica, haciendo un uso eufónico del
lenguaje lleno de matices y de imágenes sugeridas. No me voy a resistir transcribir
un par de breves fragmentos muy ilustrativos, en mi opinión, de lo que quiero
expresar.
“Bajo un aire tibio, transparente como un aroma, Madrid
nocheaba en un silencio melancólico alterado sólo por el estallido apagado de
los obuses cayendo sobre la ciudad con una cadencia litúrgica, no bélica. «Soy
un rendido.» Durante dos o tres noches,
nos consta, el capitán Alegría estuvo definiendo este momento. Es probable que
se negara a decir «me rindo» porque esa frase respondería a algo congelado en
un instante cuando la verdad es que él se había ido rindiendo poco a poco.
Primero se rindió, después se entregó al enemigo. Cuando tuvo oportunidad de
hablar de ello, definió su gesto como una victoria al revés”.
“El silencio es un espacio, una oquedad donde nos
refugiamos pero en el que nunca estamos a salvo. El silencio no se termina, se
rompe”.
“Los girasoles ciegos” es
un libro que trata, como ya he referido anteriormente, sobre el tema de la
derrota. Pero vemos que en la guerra incluso los vencedores veremos que también
son perdedores, son derrotados. Efectivamente en todas las guerras todos somos
perdedores. En todos los relatos vemos que todos han sido derrotados y que
tienen que vivir, que “sobrevivir” con ese dolor.
Me gustaría detenerme un
poco en otro de los aspectos miliares de la novela que es, en mi opinión, la
sabia creación y caracterización de los personajes. Alberto Méndez ha sabido
llenar de vida y credibilidad a sus personajes, alejándose del tópico
maniqueísmo de los buenos, que son muy buenos y de los malos, que son muy
malos. En esta novela todos son, de algún modo, víctimas, esto se ve muy bien
especialmente en el tercer relato en la figura de los personajes del juez Eymar
y su mujer Violeta. También veremos cómo el dar un paso adelante hacia la
muerte es el único camino digno que le queda al derrotado, al que ha perdido
todo, esa catarsis que con un gesto da sentido a toda una vida de silencio y de
humillación.
Antes de terminar esta
reseña, y para no alargarme mucho más, me gustaría dar las gracias a todas las
personas que siguen este modesto blog y mis reseñas, por el interés que han
manifestado, de tantas maneras, por todo este tiempo en el que no he podido
publicar nada. Razones personales que me han impedido poder compartir, durante
todo este tiempo, casi un mes y medio, este momento de tertulia literaria con
vosotros. Os he echado mucho de menos y quiero daros las gracias de todo
corazón por todas vuestras muestras de afecto conmigo. No lo olvidaré.
Por último, y a modo de
resumen, creo que “Los girasoles ciegos” es un texto de obligada lectura, tanto
para comprender una parte, probablemente la más oscura y triste de nuestra
historia, como por sus más que sobresalientes virtudes literarias y artísticas.
El cuento es probablemente una de las facetas literarias más complicadas que
hay. Ese trabajo tan arduo de autocontrol y de concisión al que debe obligarse
el autor, está sólo al alcance de los más grandes escritores. Escribir una gran
novela de 1000 páginas, en mi opinión, muchas veces resulta más sencillo que contar
una gran historia en 50 páginas. Fue una pena que la muerte nos arrebatará tan
pronto a Alberto Méndez y nos privase de seguir leyendo sus obras, que a la
vista de ésta, apuntaban esperanzadoras. Siento no poder alargarme mucho más,
porque excedería lo razonable para una reseña, pero quedan en mi cuaderno de
notas muchos detalles que hubiesen merecido figurar en estas páginas.
Dicho todo lo cual, y
atendiendo a todo lo referido con anterioridad en esta reseña e intentando ser
lo más fiel a mi manera de entender el arte literario, creo que la puntuación
que más justicia haría a “Los girasoles ciegos” de Alberto Méndez sería de un
8,25/ 10.
© Luis Alberto Cao
(Para ilustrar la reseña os dejo un video del making-off de la película "Los girasoles ciegos" de José Luis Cuerda, basada en el texto homónimo de Alberto Méndez. Espero que os guste)
Lo leí hace tiempo y me emocionó muchísimo. Me alegra volver a verte por aquí. Un beso!
ResponderEliminarUn artículo acorde a un maravilloso libro. Muy buena entrada. Un saludo
ResponderEliminarMuchas gracias Angie y a tí también Robin Jú, por vuestros cariñosos comentarios. Es un placer contaros entre mis seguidores. Un abrazo
ResponderEliminarmaravilloso!!!, lo comenté en Marcapágians , pero lo leí por ti, gracias!
ResponderEliminarComparto totalmente tu crítica. Leí este libro hace unos años y me pareció una gran novela. Es una obra de gran calidad literaria, dura pero con momentos líricos... Las historias te sumergen en los sinsabores de la guerra civil y lo lírico y lo dramático confluyen de forma magistral. La historia que más me impactó y que me hizo llorar "Manuscrito encontrado en el olvido", sobrecogedor.
ResponderEliminarMuchisimas gracias, abia lei el libro pero lellendola a usted lo e compredido mejor. Muchas gracias.
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