martes, 26 de junio de 2012

El asesino hipocondríaco. Juan Jacinto Muñoz Rengel


Título: El asesino hipocondríaco
Autor: Juan Jacinto Muñoz Rengel
Editorial: Plaza & Janés Editores.
ISBN: 9788401352256
Año de publicación: 2012.
Páginas: 224


“Es cierto que mi forma es algo extraña,
Pero culparme por ello es culpar a Dios;
Si yo pudiera crearme a mí mismo de nuevo
Me haría de modo que te gustase a tí"
(Poema de John Carey Merrick, "El hombre elefante") 




He querido comenzar esta reseña con un poema de John Merrick, personaje histórico que aparece en la novela, a mi modo de ver, de un modo determinante. Me ha parecido un hermoso poema sobre todo teniendo las circunstancias personales de su autor, probablemente de todos conocidas por la magistral película “El hombre elefante” (1980) de David Lynch.



“El asesino hipocondríaco” es la primera novela publicada por el escritor malacitano Juan Jacinto Muñoz Rengel, y que, después de una atenta y minuciosa lectura, me dispongo a analizar y reseñar. La primera impresión que tuve ayer, nada más cerrar el libro fue que esta novela me evocaba a otro libro que ya había leído  con anterioridad, aunque anoche no fui capaz de precisar, en concreto, a cuál me recordaba. Antes de sentarme a escribir esta reseña he estado dándole vueltas a la cabeza, buscando esa analogía. Y finalmente caí en la cuenta. De alguna manera me recuerda a un libro de José Antonio Vallejo Nájera titulado “Locos Egregios”, aunque en nuestro caso bien se podía definir como “Hipocondríacos Egregios”, en el que el autor analiza y disecciona el perfil psiquiátrico de diversos artistas. En el caso que nos ocupa Muñoz Rengel hace lo propio con algunos de los más señeros y conspicuos escritores y filósofos de la historia. Esta sería la parte que más me ha interesado, pero para enhebrar estos interesantes estudios Muñoz Rengel crea una trama principal, la del asesino hipocondríaco, propiamente dicha, que, en mi opinión, me resulta bastante floja, tanto desde un punto de vista de estructuración de la novela, como desde un punto de vista narrativo, que en algunos momentos resulta, y al menos esa es mi opinión, aburrida y repetitiva. En cualquier caso, a lo largo de la reseña entraré en un análisis más pormenorizado y riguroso de todos estos detalles. A groso modo, y a título preliminar, creo que “El asesino hipocondríaco” es una novela que queda bastante por debajo de las posibilidades, que un autor dotado de la técnica de Muñoz Rengel, (en algunos detalles se aprecia con toda claridad), es capaz de ofrecernos.



En primer lugar, como suele ser habitual, creo que lo más adecuado y procedente será esbozar una somera sinopsis argumental de “El asesino hipocondríaco”, más que nada para situar, al eventual lector de estas líneas, y ofrecerle una perspectiva, lo más clara posible, que referencie y contextualice esta reseña. Voy a transcribir, textualmente, la sinopsis que la propia editorial Plaza & Janés Editores ofrece de la novela.



“El señor Y. debe cumplir su último encargo como asesino profesional, pero para conseguirlo tendrá que superar un grave obstáculo: no le queda más que un día de vida.
En realidad, el enigmático asesino a sueldo que responde a las iniciales M.Y. lleva años muriéndose, desde el mismo momento en que vino a este mundo. Le persiguen tantas enfermedades que cualquiera podría considerarlo un milagro médico. Ahora, por encargo de un cliente misterioso que se mantiene en la sombra, debe matar al escurridizo Eduardo Blaisten antes de que le asalte una apoplejía terminal o una úlcera gangrenosa o un empeoramiento de su Síndrome de Espasmo Profesional…
Su incomprensible mala suerte irá frustrando uno tras otro todos sus intentos de homicidio, y estableciendo una mágica conexión entre sus propias penalidades y los grandes males físicos, psicológicos e imaginarios, que torturaron a Poe, Proust, Voltaire, Tolstói, Molière, Kant y al resto de los hipocondríacos ilustres de la historia de la literatura y el pensamiento…”.



Dado que tengo mi cuaderno de apuntes lleno de notas sobre esta novela, voy a intentar ser lo más sistemático posible, para poder intentar verter, en esta crónica, todos los detalles, en mi opinión, realmente importantes y reseñables. Desde un punto de vista formal la novela está estructurada en 57 capítulos de una extensión muy variable, desde algunas páginas a unas pocas líneas. La trama de “El asesino hipocondríaco” se estratifica en varios niveles narrativos: por resumir diríamos que tenemos el relato del sicario, que busca cumplir con su misión de asesinar a Eduardo Blaisten, las reflexiones o ensoñaciones de este personaje auto analizando sus síntomas, como todo buen hipocondríaco de libro, y el relato de los grandes hipocondríacos de la historia. Como comentaba al principio, con diferencia el nivel narrativo que me ha parecido más pobre es, sin duda alguna, la propia peripecia de la consumación del encargo del sicario. La voz narrativa está en primera persona, en presente, y focalizada sobre el personaje del asesino. Indudablemente todo un acierto, para narrar esa compleja psique de este personajes atormentado por sus dolencias (reales o imaginarias). Veremos que este sicario es un hombre de principios con una acrisolada moral kantiana. El propio personaje nos da la clave de en qué consiste esta moral: “Kant decía que se obrase sólo de forma que se pudiese desear que todo el mundo actuase del mismo modo”.



Lo mejor de la novela, en mi opinión, es el exhaustivo trabajo de documentación que ha tenido que hacer Muñoz Rengel a la hora de preparar y redactar este libro. “El asesino hipocondríaco” es una novela que además de entretenida resulta instructiva. Personalmente me ha enriquecido su lectura, sobre todo con toda esa variedad de enfermedades, sintomatologías, etiologías y síndromes que referencia. Especialmente me ha gustado cómo explica en qué consiste y de dónde viene el Síndrome de Proteus, entre otros muchos. Voy a transcribir a modo de ejemplo como el autor nos habla del Síndrome de Moebius y del “Déjà vu”:



“—Tengo el Síndrome de Moebius. Es una enfermedad extremadamente rara, que tiene su origen en un desarrollo defectuoso de los núcleos de los nervios craneales sexto y séptimo. Lo que provoca la parálisis de los músculos faciales y oculares, los que controlan tanto el parpadeo como el movimiento lateral de los ojos.
—No noto nada.
—Se trata de una compleja anomalía congénita. Por su culpa no soy dueño de las expresiones de mi rostro, y por eso puede dar la sensación de que las circunstancias no me afectan. Mi cara es como una rígida máscara esculpida en mármol. Habrá notado que soy incapaz de sonreír, que tengo los párpados caídos, y que padezco estrabismo. Todos ésos son sus efectos.
—Yo no he notado nada.
—Este síndrome fue descrito por el doctor Moebius en 1892, un médico y psiquiatra alemán nacido en Leipzig, una ciudad sajona que crece arropada por el último
tramo del río Weiße Elster…”.



“El déjà vu tiene su origen en una anomalía neuronal momentánea en los circuitos responsables de la memoria a corto plazo, que hace que la mente consciente tenga un ligero retraso en la recepción de los datos perceptivos, y por lo tanto que la mente inconsciente perciba el entorno antes que ella”.

 
Un poco más arriba hable que, en algunos momentos, Muñoz Rengel, nos da algunas pinceladas, que me permiten atisbar que se trata de un escritor de oficio y con recursos técnicos. Los lectores habituales de mis reseñas saben que suelo hacer siempre hincapié en que las novelas hay que saber “rematarlas”. En el caso que nos ocupa me ha parecido que el autor ha sabido rematar, con mucho acierto, todos los niveles narrativos. El final, me atrevería a decir que onírico y casi “bucólico” del relato de los hipocondríacos “egregios” es francamente bueno e incluso el final del relato del intento de asesinato me ha parecido interesante a pesar de tratarse de un original final “cíclico y abierto”. Pero es que, además de este final, el comienzo es igualmente interesante, desde un punto de vista literario. Voy a permitirme transcribir los primeros párrafos del comienzo, aunque me alargue un poco en esta cita, pero considero que son fundamentales porque van a marcar, magistralmente, todo el tono y el devenir de la historia. Y, de paso, nos van a definir, con estas breves pinceladas todo la caracterización del personaje



“No me queda más que un día de vida, después de haber escatimado quince millares a la muerte, sólo me resta uno más. Dos, a lo sumo. Tengo la absoluta certeza de que ni un día más tarde de hoy moriré. Como mucho mañana. Contravendría todas las leyes de la naturaleza que mi cuerpo transido de enfermedades, horadado por todas las afecciones, se sostuviera con vida un día más. Pero no me puedo ir sin antes haber acabado con Eduardo Blaisten. Me pagaron por adelantado, y yo soy un hombre de moral kantiana.
Esta mañana a las 7.40 me he tomado el pulso con el índice y el anular en la cara interna de la muñeca, ochenta y dos pulsaciones por minuto, y en el lado izquierdo
del cuello, ochenta y seis pulsaciones. En ese momento respiraba dieciocho veces por minuto. Luego me he medido la tensión arterial, ciento veintisiete milímetros de
mercurio la máxima, y setenta y cuatro milímetros de mercurio la mínima. He desayunado té verde, cuyos polifenoles tienen propiedades anticancerígenas, sin leche, porque las caseínas menguan los beneficios del té en el sistema cardiovascular, dos tostadas de pan integral con aceite de oliva, y mis ciruelas matinales. A continuación he esperado unos minutos y me he tomado la temperatura en el recto, treinta y siete grados centígrados y dos décimas, un grado más que en la boca.
Me he levantado y he ventilado la casa manteniéndola a veintiséis grados. Y a las 8.20 me he vuelto a tomar la tensión.
Sólo espero que mis cuidados mantengan a mi pobre cuerpo en pie por el resto del día —¿es eso pedir demasiado?, ¿estoy pidiendo, Dios mío, un imposible?—, y
poder asesinar al señor Blaisten”.



Toda la novela destila un agradable aroma literario, a continuas referencias literarias. Muñoz Rengel, entre otros autores nos hablará de Kant, los Goncourt, Poe, Tolstoi, Swift, Descartes, Byron, Shelley y su mujer, Voltaire, Proust, Moliere... Y, como decía anteriormente, su lectura me ha resultado muy instructiva y he aprendido sobre estos autores muchas cosas que, honestamente, desconocía. Muy interesante, como no, la parte final cuando el autor nos habla de todos las peripecias que sufrieron sus cadáveres, algunas realmente surrealistas, hasta que finalmente pudieron descansar “en paz”. Toda esta parte es, como ya he comentado, la mejor de toda la novela.



En algunos momentos de “El asesino hipocondríaco” tengo la sensación, evidentemente subjetiva, que al autor se la va de las manos el relato. Voy a intentar explicarme. Por la propia estructura del relato en pequeños capítulos en algunos momentos tengo la impresión que, el orden de aparición de esos capítulos resulta más fiado a la improvisación que a la coherencia estructural que debe tener el texto. Pondré un ejemplo, que en mi opinión resulta bastante esclarecedor. En el capítulo 48 cuando habla del embarazo simulado, me parece un añadido que no tiene, en mi opinión, la menor razón de ser, un “estrambote” innecesario y fuera de todo lugar. En la novela el autor nos habla de la memorable noche del 17 de junio de 1816, en que el poeta Byron se reunió con el matrimonio Shelley y su médico de cabecera el doctor Polidori, en la Villa Diodati, junto al lago Leman, y en  medio de una tormenta gestaron la creación de una novela de terror cada uno. Mary Shelley escribió “Frankestein o el moderno Prometeo”.  No me voy a resistir a reseñar una curiosidad histórica que nos refiere el Muñoz Rengel en su novela. La curiosidad es que Lord Byron murió a la edad de 36 años, al igual que su padre, su abuelo, su bisabuelo y así hasta cinco generaciones de miembros de su familia.



La redacción y la prosa me ha parecido funcional y adecuada, a mi modo de ver, demasiado simple. Únicamente me ha llamada la atención una extraña palabra que utiliza el autor, que supongo que será un error. En un momento dado de la novela el autor nos habla de “la empresa municipal de transporte “supraurbano”(sic)“. Lógicamente entiendo que se tratará de “transporte interurbano”.



Lamentablemente, como por desgracia suele ser habitual, veo que, a pesar de mis esfuerzos, quedan en mi cuaderno de notas muchas observaciones que me va a ser materialmente imposible incorporar a esta reseña. A modo de resumen, creo que sería interesante destacar que, en líneas generales, “El asesino hipocondríaco” es una novela entretenida, a ratos y muy instructiva e interesante, aunque me ha resultado muy desigual alternando momentos notables con otros, francamente, inferiores. La creación del protagonista, el asesino, es bastante convincente aunque en algunos momentos se desliza hacía un personaje demasiado “previsible” y metido en “cliché”.



Dicho todo lo cual y atendiendo a todo lo ya referido, y de acuerdo a mi conciencia y a modo de entender el arte literario, creo que la puntuación que más ajustada y que haría más justicia a la novela “El asesino hipocondríaco” del joven autor malacitano Juan Jacinto Muñoz Rengel, sería de un 6,50/10.

© Luis Alberto Cao
(Para ilustrar esta reseña os dejo el video de una interesante entrevista a Juan Jacinto Muñoz Rengel)


11 comentarios:

  1. A mí me ha parecido una lectura amena y entretenida, pero que no debería venderse junto a otras novelas negras. Además no me pareció, en ningún momento, extremamente divertida. Curiosamente, y con respecto al paralelismo que haces con otro libro, a mí personalmente me recordó a "La juguetería errante". Saludos.

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  2. En primer lugar, muchas gracias amigo offuscatio por tu comentario. Estoy de acuerdo contigo en lo que es una lectura amena y divertida, pero que, desde luego en ningún caso es una novela del género negro. También estoy de acuerdo contigo en que tampoco me ha parecido una novela "extremadamente divertida". Un abrazo y gracias por tu aportación

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  3. Al hilo de la comparación que comentabas con el libro de Vallejo Nájera, a mí el principio de la novela me ha recordado a "Morirás mañana" de Jaime Bayly. Ya había leído otras reseñas sobre este libro y por ellas intuía -y la tuya me lo confirma- que lo mejor era ese gran ejercicio de documentación que hace que los amantes de la literatura disfruten con esos descubrimientos y anécdotas, como la de Lord Byron que comentas, pese a que la trama en sí resulte algo floja. Estupenda reseña. Un abrazo.

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  4. Amiga offuscatio :) Y, gracias a ti por esta minuciosa reseña. Un abrazo.

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  5. Solo por esta reseña, me animare a leerlo. Me gustan los libros que como bien dices utilizan referencias literarias. Y por mi lado profesional, me has picado la curiosidad por la descripción de curiosos Sindromes. Un saludo, Concha

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  6. Para ser sincera... no terminaba de animarme a leerlo, ni conseguirlo... el titulo del libro me sonaba a "demasiado" y claro, junto con novela negra, lo tenia mas como una prescindible (en el sentido de: "es uno mas"...) que duro, eh.
    Pero con tu resenha... me tengo que hacer con la novela. Muchas gracias amigo... :-)
    MeNi

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  7. Muchas gracias como siempre Rebeca de Winter, es un placer leer siempre tus atinados comentarios. Como buena amante de la literatura descubriras muchas e interesantes anecdotas sobre grandes autores. Un beso y gracias por tu seguimiento.

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  8. Muchas gracias por tus palabras Amiga Offuscatio, ya no me olvidaré de ti amiga. Un abrazo y gracias

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  9. Pues sí amiga Concha creo que en ese particular vas a disfrutar mucho de la novela. La parte dedicada a las enfermedades, síndromes, etc, resulta muy interesante e instructiva. Un beso amiga

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  10. Gracias amiga MeniCash, es un lujo contar con lectoras como tú. Espero que disfrutes con su lectura. Un beso amiga

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  11. Imaginación, cero; estructura narrativa, cero; estilo, plano; wikipedia médica, a mogollón. Resumen: pésima novela.

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