Título: El enredo de la bolsa y la vida.
Autor: Eduardo Mendoza
Editorial: Editorial Seix Barral.
Autor: Eduardo Mendoza
Editorial: Editorial Seix Barral.
Colección: Biblioteca breve.
ISBN: 978-84-322-1000-6.
Fecha de publicación: 10 de abril de 2012.
Fecha de publicación: 10 de abril de 2012.
Páginas: 272.
Tengo que reconocer, sin ambages,
al comienzo de esta reseña, que es para mí todo un placer y un honor traer a
este blog literario a un escritor, a un artista, de la talla de Eduardo
Mendoza. Autor dotado de un talento y de una originalidad estilística que le
hace inconfundible, como analizaremos detenidamente a lo largo de esta reseña.
Auténtico maestro de la ironía y creador y “revolucionador” del uso del
lenguaje, como veremos más adelante, con algunos ejemplos que nos permitirán
analizar, aunque sea someramente, la maestría de nuestro autor.
A modo de exordio y para fijar,
de algún modo, mi opinión general sobre “El enredo de la bolsa o la vida” del
escritor barcelonés Eduardo Mendoza, tengo que decir que, en mi opinión, se
trata de una magnífica y extraordinaria novela satírica, con un sentido del
humor fino, inteligente y elegante, en algunos momentos francamente hilarante,
y un dominio del lenguaje y de la técnica apabullante y absoluto. Y tengo que
reconocer que, en algunos instantes, me parecía estar leyendo, redivivas, gracias al talento de Eduardo Mendoza,
algunas de nuestras obras satíricas y picarescas de nuestro Siglo de Oro.
Tras la lectura de la novela, no
he podido sustraerme a la comparación con la anterior novela que reseñé “El
abuelo que saltó por la ventana y se largo” de Jonas Jonasson. Ambas novelas
tienen algunos puntos en común: un planteamiento surrealista, que están
escritas en clave de humor, que parodian las novelas de género negro... y poco
más. No hay punto de comparación entre la calidad, la técnica, el humor
inteligente (nada que ver con ese humor grueso, burdo y escatológico, como se
puede comprobar en algunas escenas de la novela del escritor sueco), el dominio
del lenguaje..., entre la novela de Eduardo Mendoza y la de Jonas Jonasson.
Entonces, la duda que me cabe es, ¿Cómo es posible que el Sr. Jonasson (con su
primera novela) se ha haya convertido en un fenómeno editorial a nivel
planetario, muchísimo mayor que el de Eduardo Mendoza (después de casi 40 años
de carrera), con una novela claramente inferior a “El enredo de la bolsa o la
vida?” Misterios arcanos e inescrutables del mundo editorial. ¡Qué mala suerte
que Eduardo Mendoza, tenga ese nombre y apellido de origen hispánico!,
probablemente de haberlos tenido de origen escandinavo hubiese vendido
infinitamente más libros y sería mucho más conocido en todo el mundo (aunque,
de lo que estoy seguro, es de que mejor no podría escribir).
Después de todo este largo
exordio, poco habitual en mis reseñas pero creo que resultaba imprescindible en
este caso, y como suele ser habitual, sobre todo para situar y contextualizar
el objeto de este análisis, de cara al eventual lector de estas líneas, creo
que lo pertinente es presentar un somera sinopsis argumental de la novela que
estamos analizando “El enredo de la bolsa o la vida”. Creo que, sobradamente,
cumple con este propósito la recensión
que nos presenta del libro la propia editorial Seix Barral, por lo que me
limitaré, únicamente, a transcribirlo literalmente:
“El anónimo detective de El
misterio de la cripta embrujada, El laberinto de las aceitunas y La aventura
del tocador de señoras regresa a la acción en tiempos de crisis. Contra su
voluntad, es decir, movido por la amistad y sin un euro en el bolsillo, vuelve
a ejercer de insospechado sabueso en la Barcelona de hoy en una carrera
contrarreloj por desarticular una acción terrorista antes de que intervengan
los servicios de seguridad del Estado.
Años después de dejar el
sanatorio mental donde compartieron celda, Rómulo el Guapo le propone un golpe
a nuestro protagonista. Su negativa y la misteriosa desaparición de Rómulo
serán el arranque de un enredo para resolver un caso de repercusiones
internacionales con la ayuda de un infalible equipo: la adolescente Quesito, el
timador profesional Pollo Morgan, el africano albino Kiwijuli Kakawa, conocido
como el Juli, la Moski, acordeonista callejera, el repartidor de pizza Manhelik
y el señor Armengol, regente del restaurante ‘Se vende perro’.
Eduardo Mendoza regresa con
una sátira genial, como las que sólo él sabe hacer. En ella la fábula crea su
propia verosimilitud, que es, paródicamente, la del género policial, y la de la
farsa convertida en apólogo moral. No se puede contar el libro sin una sonrisa;
pero es imposible leerlo sin carcajadas, y sin comprender que en la Europa en
quiebra técnica que habitamos no basta con el humor dinamitero e inventivo: es
preciso, además, el don de la lucidez”.
Ya desde las primeras líneas de “El enredo de la bolsa o
la vida”, Eduardo Mendoza nos da toda una lección, de maestría, de técnica, de
cómo debe ser el arranque de una novela para captar la atención y motivar el
interés del lector. No quisiera, de ninguna de las maneras, “reventar” la
historia, porque es una novela que merece la pena leerse, pero, a modo de
pincelada, recomiendo al lector, la hilarante escena en el paraninfo de la
Universidad de Barcelona, que propiciará el reencuentro del protagonista con
Rómulo el Guapo que dará pie, argumentalmente, a la novela. En mi opinión el
propio Eduardo Mendoza, consciente de que está narrando una historia picaresca
del siglo XXI, hace un guiño a la novela picaresca de nuestro Siglo de Oro con
ese habla arcaizante, casi cervantina, y nos permite observar su dominio en el
uso de lenguaje:
“De modo que
firmé, fuese el cartero, abriose el sobre (con mi ayuda) y pasmome hallar en su
interior una lustrosa cartulina”.
“El enredo de la bolsa o la vida” es la cuarta entrega de
la serie de este peculiar y anónimo peluquero metido a detective, o tal vez,
mejor dicho, anónimo detective metido a peluquero, no queda muy claro. En
cualquier caso, y bromas aparte, esto no supone ningún problema a la hora de
leer la novela puesto que representan historias independientes y no resulta
necesaria una lectura en orden cronológico. En este tipo de novelas “de humor”
(pero no frívolas), de una cierta carga satírica, vemos que Eduardo Mendoza se
maneja como pez en el agua. De hecho, en mi opinión, “El enredo de la bolsa o
la vida” es una de sus mejores novelas de estos últimos tiempos. En ella el
autor con su mordaz ironía, se va a permitir despotricar, prácticamente, contra
todo, pero suavizándolo a través del prisma del humor; eso sí, sin dejar de
poner el dedo en la llaga. En esta novela, fundamentalmente, el autor nos hará
reflexionar sobre la tan manida y nefasta crisis que nos asola.
En toda la narración me ha parecido especialmente
destacable el acertado e impecable, sentido del ritmo de la narración. El autor
en ningún momento se le ve desbordado por la historia que nos está relatando,
vemos que siempre, en todo momento, controla él la narración, y no la narración
a él, como suele ser habitual en muchas novelas que leemos en la actualidad.
Aparentemente, a primera vista, podría parecernos demasiado simple en su
estructura y desarrollo, pero si profundizamos un poco más en su análisis,
resulta evidente la coherencia y cómo todas las piezas encajan, como por arte
de magia; mejor dicho por arte del talento y del oficio de Eduardo Mendoza.
Únicamente, y más que nada lo digo a modo anecdótico he detectado un error o
incoherencia en la novela, pero prefiero referirme a ello al final de esta
reseña.
En esta interesante novela, narrada en primera persona
por el protagonista, me ha llamado la atención, al igual que en las anteriores
de la serie, que en ningún momento se cita expresamente el nombre del
personaje, ni siquiera su descripción física o moral. Todo lo que podemos saber
de él, lo conoceremos a partir de referencias indirectas. El protagonista, al
igual que los personajes que pueblan esta novela, parecen sacados de una
película del neorrealismo italiano. Esos personajes que intentar vivir, mejor
dicho sobrevivir, en medio de las dificultades e incluso la miseria diaria a la
que nos empuja la crisis pero, sin embargo, dotados de ese sentido de la
“decencia”, de esa moral cimentada en unos ciertos valores.
Otro de los puntales, fundamentalmente, sobre los que se
cimienta esta novela es el uso que hace del lenguaje Eduardo Mendoza. En “El
juego de la bolsa y la vida” (obsérvese el doble sentido tan irónico que ya
tiene el propio título) el autor despliega un dominio absoluto del uso del
lenguaje, una auténtica lección magistral de este artista de la palabra. A lo
largo del texto el autor desplegará todos las figuras retóricas y los recursos
estilísticos imaginables: sinécdoques, metonimias, metáforas, alegorías,
hiperbatones, aliteraciones, etc, etc... (me encantaría poder entrar más en el
análisis de todas las figuras de que hace uso Eduardo Mendoza, pero sería un
despropósito dentro del fin de una reseña literaria). Especialmente me gustaría
citar el uso tan magistral que hace de la anfibología tan apropiada para una
novela de sátira y humor como ésta.
Llegados a este punto voy a permitirme citar algunos
fragmentos de la novela, para situar un poco al eventual lector de estas líneas
de a qué me refiero. Véase el uso de la ironía y de esa mordacidad que Eduardo
Mendoza sabe utilizar con tanta maestría.
“Esperé un rato. Llegaban voces de niños procedentes de
la piscina y de adultos procedentes del comedor y el bar al aire libre. También
me llegaba un hipnótico olor a carne a la brasa. Era admirable ver cómo
aquellos potentados, tan duramente golpeados por la crisis financiera como
acababa de saber leyendo un trozo de periódico, seguían manteniendo la
apariencia de derroche y jolgorio con el único fin de no sembrar el desaliento
en los mercados bursátiles”.
“Cándida había
ejercido la prostitución callejera desde la niñez, y aunque había cosechado más
cuchufletas que piropos y más palos que propinas y había contraído un verdadero
catálogo de enfermedades, no sólo venéreas sino de otra índole, como el
escorbuto, la cataplexia, la aerofagia, la podagra, el beriberi, el tabardillo,
la fiebre aftosa, el cretinismo, el vómito negro y varios hongos”.
“Llamé
desde la cabina y respondió una voz femenina sobre una música acariciadora.
—La verdadera paz
está en nuestro interior. Si desea meditar en catalán, pulse uno; si desea
meditar en castellano, pulse dos; para otros asuntos, manténgase a la espera. —Transcurrido un rato, amenizado
con flautas y sonajas, la misma voz dijo en tono agrio—: ¿Qué coño quiere?”
Los ejemplos tan interesantes podrían multiplicarse y
alargarse “ab infinitum”. Otro de los aspectos, en mi opinión,
reseñables es la caracterización de los personajes a partir de sus nombre o sus
apodos, en algunos francamente descacharrantes. Descubriremos que el peligroso
terrorista se llama “Ali Aarón Pilila” o que el guía espiritual es el swami
“Pashmarote Pancha”. Y que decir de toda sea peculiar patronimía de la
Barcelona más rancia, cañí y carpetovetónica: El hotel de “La tita Freda”, el
bar “El rincón del gordo soplagaitas”, el bar “Se vende perro” en la zona del
Paralelo... Todos estos patronímicos y estos motes indudablemente nos van
metiendo en ese ambiente barriobajero cutre y casposo, en el que Eduardo
Mendoza maneja con un dominio admirable a esa pléyade tan variopinta de
personajes.
Dentro de todos esos personajes me gustaría, detenerme un
poco en la familia Siau, que son los chinos que regentan el bazar que hay
enfrente de la peluquería del protagonista. Eduardo Mendoza a través de esta
familia, compuesta por el abuelo, el matrimonio y el niño pequeño, ya muy
españolizado, nos hace un certero análisis hace de las diferencias culturales
entre ellos y nosotros, e incluso las diferencias entre las diferentes
generaciones. El personaje del abuelo resulta encantador y vemos cómo, de
alguna manera, el propio abuelo nos explica el por qué de la crisis y el por
qué en China no tienen ningún problema de crisis. Y por otra parte veremos al
nieto, que es un niño, que está plenamente españolizado y las situaciones tan
cómicas que esto propicia. Como ejemplo transcribiré este breve diálogo.
“Hice las
oportunas presentaciones, al término de las cuales, el señor Siau le dijo a
Quesito:
—Es un bonito
nombre: Kwe-Shi-Tow. En nuestra lengua significa Noche de Luna en Verano.
—No es verdad
—dijo el pequeño Quim—. Quiere decir Supositorio Caducado.
Su padre le dio un afectuoso y sonoro capón y dijo en
tono de disculpa:
—Pequeño Quim,
gran mentecato”.
En “ El enredo de la bolsa o la vida” Eduardo Mendoza aún nos reserva alguna
sorpresa más. Y no es otra que la aparición de la Canciller alemana Ángela
Merkell, que tiene una intervención descacharrante en el clímax de la novela
(y, como decía el clásico: hasta ahí puedo leer....)
Como comentaba un poco más arriba, únicamente he
encontrado un pequeño detalle, realmente sin mucha importancia, que, en mi
opinión es un gazapo que se le desliza al autor. Al final de la novela el
protagonista habla con Emilia, la madre de Quesito. Cuando el protagonista se
refiere a la niña llamándola Quesito, Emilia dice que a su hija nunca le han
llamado Quesito, que se lo ha inventado ella que es muy embustera. Sin embargo,
cuando viene Rómulo el Guapo se refiere a la chica como Quesito. ¿Cómo podía
referirse a la niña por ese nombre si se lo había inventado y ni su madre lo
sabía?
A modo de resumen, ya que no sería procedente extenderme
mucho más en esta reseña, me gustaría dejar constancia de algunos detalles. “El
enredo de la bolsa o la vida” me ha parecido una novela espléndida, escrita con
una maestría y un dominio técnico que hacen su lectura amena y entretenida. Por
otra parte, resulta doblemente de agradecer puesto que además se trata de una
novela satírica, escrita con mucho sentido del humor, especialmente en estos
tiempos en los que, por desgracia, los anaqueles de las librerías están
prácticamente abarrotados de dramas. Eso sí, no hay que confundir que esa una
novela cómica, conque sea una novela menor, de segunda fila. Todo lo contrario
“El enredo de la bolsa o la vida” de Eduardo Mendoza es una de las novelas más
frescas y mejor escritas que se han publicado últimamente. Novela eminentemente
pícara, pero con una gran carga de denuncia social, y plenamente esperpéntica y
carpetovetónica. Y es por eso, tal vez, que me ha gustado tanto, porque nos
encontramos ante una novela diferente al sota, caballo y rey habitual. Además
me alegra enormemente saber que está siendo, como aparece en mi página de
las novelas más vendidas de ficción en España, la número uno en ventas. Y sobre
todo porque, en mi opinión, este libro es la recuperación de un gran escritor como
Eduardo Mendoza después del traspiés que dio en su anterior incursión en la
novela humorística que fue “El asombroso viaje de Pomponio Flato”.
Dicho todo lo cual y teniendo en cuenta todo lo ya
referido con anterioridad, creo que la nota que haría más justicia a la novela
“El enredo de la bolsa y la vida” del escritor barcelonés Eduardo Mendoza y de
acuerdo a mi modo de entender la crítica y el arte literario sería de un 8,75/10.
© Luis Alberto Cao
(A modo de ilustración de esta reseña os dejo el vídeo de una interesantísima entrevista que se le hizo a Eduardo Mendoza)
Lo he reseñado hace poco para Anika entre Libros y le he dado un diez, algo que no me pasaba con ningún libro desde hace mucho. El libro es impresionante, a mí también me recordó a la mejor picaresca de las letras españolas, a Quevedo y otros más. Me desternillé literalmente de la risa, pero además y como bien apuntas tú, hay gran calidad narrativa. Es una pena efectivamente que se llame Eduardo Mendoza y que eso le impida ser un superventas internacional como les pasa a otros claramente inferiores pero que llenan los primeros puestos de ventas. Siempre me gustan tus reseñas pero como comprenderás y dada mi admiración por Mendoza, ésta me ha encantado. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras amiga Rebeca de Winter, especialmente viniendo de un compañera bloggera como tú. Me alegra mucho que estemos de acuerdo porque es una gran novela, llena de virtuosismo, calidad literaria y humor. Un beso y gracias por tus comentarios que tanto enriquecen este blog.
ResponderEliminarMuy buena reseña, me apunto el título.
ResponderEliminarBesos, te sigo.
Muchas gracias por tus palabras de ánimo. Será un placer para mí tener una seguidora como tú. Un beso amiga Sara.
ResponderEliminarA mi jucio efectivamente el libro tiene una trama ágil, un planteamiento ingenioso, y está salpicado de momentos divertidos. Sin embargo el desenlace no me ha gustado nada. Con la aparición de la canciller, el surealismo, la sátira y la ironía se desplaza definitivamente de la cosmovisión del protagonista al resto de la realidad que lo circunda... y aunque todos los personajes que aparecen en la novela tienen un punto (o más) de locura en sus comportamientos, y ahí reside la gracia, en este caso creo que la trama se disuelve y pierde en ingenio. El libro entretiene, pero a lavez creo que decepciona bastante. Al menos a mí :-D
ResponderEliminarClaro...tan incomprensible es que a E. Mendoza no se le publique sus libros en 40 idiomas, como que compares las andanzas del abuelo sueco y a su novel autor con Mendoza.
ResponderEliminarMe gusta mucho E.M. y me he reído a carcajadas con el abuelo y su vital busqueda de nada en particular.
Como dice Sabater, "una mente compleja con gustos simples" y no al reves...
Conociendo tu blog e insultando porque no llegó este libro a Buenos Aires...
ResponderEliminarPara mi, la peor novela de Eduardo Mendoza, soy propenso a la risa y al disfute de cualquier historia bien contada, en esta novela no he conseguido pasar de semisonrisas.
ResponderEliminarMe ha resultado pesada y sin gracia, con un humor a veces absurdo y a veces infantil, con una trama un tanto ridicula y mal dibujada, he dudado hasta de su autoria.
Con el poco tiempo que tenemos para leer, es una pena perderlo en una novela tan pobre.
Onateyac.
Hola Luis: Acabo de leer este libro, en realidad es mi primer libro de Eduardo Mendoza. Tal vez, debí leer los anteriores para conocer mejor el personaje. La verdad es que no comparto tu valoración. El libro, si bien acuerdo con que el escritor es excelente, creo que contiene una historia ,que para mi gusto es carente de interés y con poco sustento. Son gustos.... no lo recomiendo. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias, como siempre, amiga Miranda por tu comentario. Siempre son de agradecer vuestros comentarios porque nos enriquecen a tod@s. Un beso amiga mía.
ResponderEliminarA mí me gusta cómo escribe Eduardo Mendoza; aún recuerdo aquella mítica y refrescante "Sin noticias de Gurb". Sin embargo, me parece que ya son demasiadas novelas con ese tono irónico/surrealista. Esta obra que nos ocupa en concreto, pasó por mi mente sin pena ni gloria. Es cierto que me reí en algunos momentos, pero no recuerdo absolutamente nada más que lo de la Merkel. Que un gran escritor como este no deje ningún rastro en el lector, excepto que te reíste en algunos momentos pero sin saber de qué, me parece deprimente.
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